_- ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR
26 AGO 1994
Unamuno dijo que no hay que vivir al día, sino a los siglos. Quien pretenda limitarse a lo ocurrido en los últimos días para entender los recientes sucesos de Cuba poco sacará en claro. La querella entre Estados Unidos y Cuba se remonta a cerca de dos siglos. Desde 1805 Jefferson insistió en que Estados Unidos tenía que devorar a Cuba, entonces colonia española. En 1823, para impedir que Cuba: saliera de manos españolas hasta que cayera en estadounidenses, fue divulgada la doctrina Monroe, cuya esencia como es conocido, es: "América para los americanos", expresión en la cual América significa el hemisferio occidental de polo a polo y americanos los estadounidenses.Cuba luchó por su independencia entre 1868 y 1898, y jamás Estados Unidos reconoció a la República de Cuba en armas. Sin embargo, aquel último año intervino con supuestos fines humanitarios en nuestra guerra y realizó algo infrecuente en la historia: derrotar a la vez a los dos contendientes, colonialistas e independentistas (había españoles y cubanos en ambos bandos durante aquella contienda prácticamente civil). Se sabe de sobra la suerte de España. En cuanto a Cuba, fue ocupada militarmente y convertida después en neocolonia hasta que en 1959 obtuvo, al cabo, por sus propios medios la independencia. En El 98 de los americanos (Madrid, 1974), José Manuel Allendesalazar escribió: "Desde que Estados Unidos nace a la historia, el destino ha hecho que, de un modo u otro, la isla acabe siendo una pesadilla para los americanos. Cuba es una palabra familiar, atrayente e irritante en el vocabulario del político americano, no sólo de hoy, sino de hace siglo y medio".
Con este telón de fondo puede apreciarse el presente. Lo que en esencia ha cambiado es que Cuba no es hoy ni colonia española ni neocolonia estadounidense, sino independiente: hecho que los actuales representantes de la agresiva política estadounidense no pueden perdonar. Nos han atacado por todos los medios, nos han sometido a un cruel bloqueo durante más de 30 años y nos tienen destinado otro 98. Nuestro deber es impedirlo a toda costa, y así lo haremos. Se me dirá que además Cuba se declaró socialista, lo que Estados Unidos no puede permitir. Responderé que cuando fueron agredidos por Estados Unidos, no eran socialistas ni México ni Nicaragua ni Haití ni la República Dominicana ni Guatemala ni Granada ni Panamá. Y, en cambio, a China, país que se proclama socialista, Clinton acaba de ratificarle su condición de nación más favorecida, y con Vietnam, país que también se proclama socialista y donde por añadidura murieron decenas de miles de estadounidenses, Washington está normalizando sus relaciones. En un editorial del pasado día 11, The New York Times exhorta al presidente Clinton a aliviar las sanciones impuestas por su país a Cuba a fin de evitar un éxodo masivo de cubanos (provocado sobre todo por las múltiples escaseces agravadas por el recrudecimiento del embargo / bloqueo) a EE UU, cuya política, según dicho periódico, está "congelada en el pasado".
Naturalmente que Cuba requiere cambios. Los está haciendo y hará cuantos sean necesarios sin deshonor. Pero nadie en sus cabales, puede esperar que entre tales cambios se encuentre regresar a 1898. Ni lo permitirán los mejores cubanos, sean cuales fueren sus criterios políticos, ni lo desean los mejores estadounidenses. En cuanto a los españoles que no han olvidado la calumnia del Maine ni las humillaciones de 1898, es de suponer que deben ver con orgullo a aquellos cubanos que defendemos como Dios manda nuestra estirpe y el futuro que garantizaremos con inteligencia, imaginación y valor.
https://elpais.com/diario/1994/08/26/internacional/777852022_850215.html?rel=mas
Mostrando entradas con la etiqueta Roberto Fernández Retamar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Roberto Fernández Retamar. Mostrar todas las entradas
lunes, 12 de agosto de 2019
sábado, 3 de agosto de 2019
Una rosa para Retamar. Los versos y ensayos de este escritor cubano lo han convertido, desde hace mucho, en un clásico de las letras hispanoamericanas.
En unos conocidos versos hablaba Miguel Hernández de la herida que nos abre la muerte de un poeta. Y es que la poesía es esa sustancia intangible que nos construye como seres humanos y como pueblos. Esa herida se renueva ahora con la reciente pérdida del poeta cubano Roberto Fernández Retamar, cuyos versos y ensayos lo han convertido, desde hace mucho, en un clásico de las letras hispanoamericanas, más allá del contexto que le tocó vivir.
Del mismo modo que la Generación del 27 acogió en su momento a ese hermano menor que fue Hernández, también el talento precoz de Retamar llegó a la poesía acogido por un grupo mítico, Orígenes, y sus principales voces: Lezama Lima enalteció su universalidad, Fina García Marruz habló de su “rara ventura” para el poema amoroso, y Cintio Vitier aclamó sus elegías, “que solo una ternura como la suya podría sustentar”. El Premio Nacional de Poesía, conquistado en 1952 por aquel muchacho de apenas 22 años, daba fe de esa revelación temprana. Y la promesa cristalizó después en una andadura de casi 70 años, destilada desde un sólido conocimiento de la tradición hispánica de las dos orillas: Garcilaso y san Juan de la Cruz, José Martí y César Vallejo, Antonio Machado y Rubén Darío.
Investida de una transparencia y musicalidad que le son connaturales, esa poética evoluciona hacia lo conversacional desde los años sesenta, y se hermana con la de grandes compañeros de generación y de amistad: Juan Gelman, José Emilio Pacheco, Mario Benedetti, Ernesto Cardenal... Todos ellos, por cierto, reconocidos —a veces muy tarde, sí— por premios para los que Retamar no fue afortunado. Y no es que no se solicitaran: desde muchas universidades españolas, y también las de Cagliari, Poitiers, Sassari, Roma, Padua o Budapest, entre otras, se insistió en proponerlo a los galardones más relevantes, pero no hubo suerte: se imponía la política. Es curioso, porque su poesía es ajena a servidumbres ideológicas, y constante en su profesión de humanismo. La historia se ha repetido muchas veces: aún nos rasgamos las vestiduras porque Jorge Luis Borges —por cierto, uno de los referentes de Retamar— no recibió los premios que merecía, a causa de sus ideas. Pero no puede evitarse que cada artista sea hijo de su tiempo, y por fortuna la gran poesía permanece más allá de todo eso. Y la obra de Retamar, difundida en innumerables países y saludada desde las universidades de Europa y América, forma ya parte indispensable del patrimonio de las literaturas hispánicas desde hace décadas.
En uno de sus poemas más hermosos, dedicado a Juana Inés de la Cruz, Retamar habla de ese fuego imborrable que es su legado: “¿Qué podría el agua / contra tu devorante alfabeto de llamas? [...]Quema aún como entonces —hace años, hace siglos”. Es misteriosa la ciencia del tiempo y la palabra. Puede hacer pervivir esa criatura fugaz que se llama poesía. También puede tender puentes sobre las heridas abiertas por la historia en mitad de un país. O puede volver a hacer vibrar y respirar a aquellos que se llevó la muerte terrena, como en los versos que Retamar le dedica a Rilke: “Registro viejos papeles amados y escojo estas rosas / Escritas por la mano absoluta del poeta. / Luego sería la rosa final, la de la espina”. Desde tiempos antiguos esa flor es emblema de la poesía y su fragilidad perdurable: vaya hoy también una rosa para Roberto Fernández Retamar como justo tributo hacia su obra, in memoriam.
Fuente: https://elpais.com/cultura/2019/08/02/actualidad/1564772405_698295.html
Selena Millares es escritora y catedrática de Literatura Hispanoamericana en la UAM.
Muere el poeta Roberto Fernández Retamar a los 89 años El cubano, presidente de la Casa de las Américas, defendió la inmortalidad de la poesía en todos los frentes
Desde 1959 la trayectoria literaria e intelectual del poeta Roberto Fernández Retamar está indisolublemente unida a su compromiso con la revolución cubana, en cuya política cultural participó desde diferentes puestos. Al morir, el sábado en La Habana a los 89 años, era presidente de Casa de las Américas y miembro de la Academia Cubana de la Lengua, institución que dirigió entre 2008 y 2012, siendo autor de una extensa obra poética y ensayística.
A Retamar suele encasillársele en la difusa categoría de poeta de la revolución, pero su oficio comienza mucho antes, al inicio de la década de los cincuenta, cuando publicó su primer poema a los 20 años, Elegía como un himno, y muy poco después el volumen Patrias, por el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1951. Colaborador de la legendaria revista Orígenes, Retamar desarrolló pronto un estilo directo y singular que lo apartó de la poesía hermética que entonces predominaba en la lírica cubana, acercándose a lo que sería conocido después como el coloquialismo latinoamericano. En Alabanzas, conversaciones (1955) y Vuelta a la antigua esperanza (1959) desarrolló todavía más ese tono, que consolidó tras el triunfo de la revolución en Con las mismas manos (1962), Historia antigua (1964) o Buena suerte viviendo (1966), si bien para no pocos críticos lo mejor de su poesía se encuentra en sus textos más íntimos y menos militantes, como los que integran A quien pueda interesar (1970).
Admirador de José Martí, Julián del Casal, César Vallejo, Unamuno, Alberti, Juan Ramón Jiménez y Lorca, en 1952 Retamar se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana con una tesis sobre la poesía contemporánea de Cuba. En 1954 estudió lingüística en La Sorbona de París y después realizó cursos académicos en Londres, viajando más tarde a Estados Unidos para desempeñarse como profesor de Literatura en la Universidad de Yale y Columbia, hasta que regresó a Cuba en 1958, donde se integró a la lucha cívica contra la dictadura de Fulgencio Batista.
Al triunfo de la revolución fue uno de los fundadores de la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos y codirigió, junto a Nicolás Guillén, Alejo Carpentier y José Rodríguez Feo, la revista Unión (1962). Dirigió diversas publicaciones, como la Nueva Revista Cubana (1959-60) o la revista de Casa de las Américas (desde 1965). La vasta bibliografía de Fernández Retamar, iniciada con Elegía como un himno, que le publicó Tomás Gutiérrez Alea, quien después sería el más importante cineasta cubano, incluye poemarios como Vuelta de la antigua esperanza (1959), Que veremos arder —publicado en 1970 en Barcelona con el título de Algo semejante a los monstruos antediluvianos—, Cuaderno paralelo —basado en su experiencia durante la guerra de Vietnam en 1973—, Revolución nuestra, amor nuestro (1976), Palabra de mi pueblo (1980) Las cosas del corazón (1994), Nosotros los sobrevivientes (2010) o Una salva de porvenir (2012).
Entre los libros de ensayos destacan: La poesía contemporánea en Cuba. 1927-1953, Idea de la estilística, Ensayo de otro mundo, Introducción a Cuba, Acerca de España. Contra la Leyenda Negra, y numerosos estudios que han profundizado en la obra y el pensamiento de José Martí. Pero, sin duda, el más conocido y difundido es Calibán (1971), en el que utiliza el personaje creado por William Shakespeare en La tempestad —Calibán, que enfrenta desafiante al conquistador Próspero— en metáfora para expresar la posición contrahegemónica de los pueblos del Sur. En este ensayo —que pasó a formar parte de los programas de estudios de diversas universidades de América Latina y Estados Unidos— Retamar aboga por una relectura de historia desde el punto de vista del explotado y el colonizado, al tiempo que indaga en algunas de las claves del espacio geográfico y cultural latinoamericano, siempre desde una perspectiva política comprometida, criticando las posturas de algunos de los miembros de la intelectualidad y la izquierda latinoamericana en momentos en que las polémicas culturales e intelectuales en Cuba estaban más calientes que nunca —en todas estas polémicas siempre asumió una posición vertical al lado de las instituciones oficiales—.
En 1977 Retamar fundó y dirigió el Centro de Estudios Martianos y su Anuario (hasta 1986), recibiendo el Premio Nacional de Literatura en 1989. En 1995 entró en la Academia Cubana de la Lengua y en el momento de su muerte era miembro correspondiente de la Academia Española de la Lengua. Fue diputado de la Asamblea Nacional del Poder Popular e integró el Consejo de Estado de la República de Cuba entre 1998 y 2013.
MARGOT MOLINA
Sevilla 1 MAR 2002
Roberto Fernández Retamar, cubano de 72 años, es un poeta con mayúsculas, de los que trascienden la letra impresa para defender la inmortalidad de la poesía en todos los frentes. Fernández Retamar es, junto a José Lezama Lima, Nicolás Guillén o Alejo Carpentier, uno de los escritores cubanos más sobresalientes. Desde 1955, fecha de su primera visita a España y del encuentro con Vicente Aleixandre, el escritor siempre retorna. Hoy disertará en Sevilla sobre dos conceptos que domina: El poder y la palabra.
Roberto Fernández Retamar nació en La Habana en 1930 e, indiscutiblemente, iba para artista. Empezó a estudiar pintura y, después, arquitectura, para abandonarla también. Su caudal creativo encontró un medio de expresión en la palabra: cursó Letras en las universidades de La Habana, París y Londres. Profesor en la Universidad de Yale (EE UU), ha publicado numerosos libros de poesía y ensayo; además de dirigir la revista Casa de las Américas desde 1965.
Premio Nacional de Literatura en Cuba en 1989 y con un sólido prestigio internacional, sus libros llegaron tarde a España. El primero se publicó en 1970 y el último se titula Aquí (Visor, 2001). El escritor, ligado a España desde que en 1955 visitó el país de su bisabuelo por primera vez y conoció a Vicente Aleixandre, pronunciará hoy en Sevilla, en la Casa de la Provincia a las 20.00, la conferencia El poder y la palabra. Con su intervención finaliza el Taller de Creación Histórica que organiza la Universidad Pablo de Olavide.
Pregunta. Hay muchas voces que han anunciado la muerte de la poesía, ¿cree usted que necesita un epitafio?
Respuesta. No, yo no soy de los que piensan que la poesía ha muerto. La poesía es inmortal, nació con el hombre y vivirá lo que viva el hombre. Además, la gente está confundida. Muchas personas que dicen no gustar de la poesía son grandes consumidores de canciones. La palabra lírica viene precisamente de eso, de la poesía que se cantaba acompañada por una lira. El ser humano necesita la poesía como necesita respirar.
P. Usted es un poeta reconocido internacionalmente, ¿tiene eso un paralelismo en las fuentes de las que se nutre su obra?
R. Por razones de lengua, mis maestros son hispanoamericanos, pero sobre todo españoles. Los clásicos, como Gonzalo de Berceo, Garcilaso de la Vega, Juan de la Cruz o Quevedo, han sido decisivos para mí. Por supuesto, Unamuno, Machado, Juan Ramón Jiménez, y, claro está, casi toda la Generación del 27. En inglés me siento muy cercano a Whitman, T. S. Eliot; mientras que en la literatura francesa me ha influido mucho St. John Perse y, por supuesto, toda la creación del alemán Bertold Brecht.
P. Aunque sus ensayos están relacionados con la literatura española, aquí son la parte menos conocida de su obra...
R. Si, resulta curioso. Después de que la colección El Bardo de Barcelona publicará un primer libro de poemas en 1970, han salido Algo semejante a los monstruos antediluvianos, Historia antigua y varias antologías. El año pasado se publicó Aquí -un poemario que recibió el Premio Internacional de Poesía Pérez Bonalde de Venezuela-, el último en editarse en España. Sin embargo, en prosa sólo han salido tres.
P. El último, En la España de la ñ (Cexeci, 2001), tiene un título muy curioso.
R. Reúne una serie de estudios que he realizado a lo largo de los últimos 40 años, crítica de libros o ensayos como El español lengua de modernidades. También incluye una semblanza crítica de Rafael Alberti.
P. ¿Cómo fue su relación con el autor de Marinero en tierra?
R. Coincidimos en Génova en 1965 en un encuentro de escritores latinoamericanos y europeos que organizó el sacerdote Arpa. Allí conocí a Rafael y supuso una gran alegría para mí porque admiraba, y admiro, mucho su obra. Nos volvimos a encontrar varias veces, la última cuando le hicieron doctor honoris causa en la Universidad de La Habana. Lo leí mucho, pero especialmente en mi adolescencia.
P. Sin embargo, usted reconoce que su gran deuda con la poesía española tiene otro nombre: Vicente Aleixandre.
R. Tengo un trabajo sobre él que se titula Aleixandre: memoria, gratitud en el que he reunido toda la correspondencia que mantuvimos desde nuestro primer encuentro en 1955. Él entonces ya era un poeta maravilloso y muy generoso. Sólo nos vimos ese año pero, desde entonces y hasta su muerte mantuvimos una correspondencia abundante. Cuando le concedieron el premio Nobel para mí fue un momento de verdadera felicidad.
P. Usted dirige la revista literaria Casa de las Américas, una de las publicaciones más prestigiosas en Hispanoamérica; pero desde 1986 es también presidente de la institución del mismo nombre en La Habana, ¿cuál es su labor?
R. La revista es lo que he hecho con más dedicación a lo largo de toda mi vida y es un placer, la presidencia de Casa de las Américas es un deber que cayó sobre mí. Es una institución que funciona desde hace 43 años y que está dedicada a promocionar todas las artes dentro y fuera de la isla.
P. ¿Ha tenido algo que ver la institución que usted preside con el éxito internacional que, desde mediados de los noventa, está teniendo la música cubana?
R. De Casa de las Américas salió, hace varias décadas, la Nueva Trova Cubana con voces tan grandes como Silvio Rodríguez o Pablo Milanés. Sin embargo, esta medalla más reciente aunque nos llena de alegría no nos corresponde a nosotros. Han sido los mismos músicos. Cuba forma parte del gran Caribe donde se han encontrado las culturas africanas y europeas. De ese encuentro ha nacido la música más popular de todo el siglo XX.
P. ¿Es Cuba un país víctima de su mala prensa internacional?
R. Es un país satanizado por el imperialismo norteamericano. Los políticos estadounidenses decían que Cuba no era más que un satélite de la URSS, pero hace más de 10 años que la Unión de Repúblicas Socialista no existe y Cuba sigue ahí. Para nosotros EE UU es un país querido, con el que compartimos muchas referencias culturales. No somos antinorteamericanos, somos antiimperialistas.
P. El individualismo se ha convertido en el gran motor de las nuevas generaciones, tanto en literatura como en las artes plásticas o en otros campos de la creación, ¿ocurre lo mismo en Cuba?
R. Sí, especialmente entre los creadores más jóvenes. Siempre ocurren cosas que son necesarias y otras que no, pero tanto unas como otras pasan. Jorge Luis Borges decía: 'Nada sabemos del futuro, excepto que será diferente al presente'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 1 de marzo de 2002, El País.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)