lunes, 23 de noviembre de 2009

El lado negativo de pensar en positivo

Entrevista a la periodista, feminista y activista Barbara Ehrenreich

“Si quieres tener una población conformista, ¿qué mejor que decirle a todo el mundo que tienes que pensar positivamente y aceptar que cualquier cosa que vaya mal en sus vidas es por su propia culpa?” En su nuevo libro, Bright-Sided: How the Relentless Promotion of Positive Thinking Has Undermined America (Metropolitan/Holt, Octubre de 2009), Barbara Ehrenreich examina los orígenes del optimismo contemporáneo desde los sanadores del siglo XIX a los consumistas del siglo XX. Explora cómo esta cultura del optimismo nos impide responsabilizar tanto a los jefes de las corporaciones como a los políticos elegidos. El optimismo fabricado se ha convertido en un método para hacer sentir culpables a los pobres de su pobreza, a los enfermos de su enfermedad y a las víctimas de despidos corporativos por su incapacidad para conseguir trabajos que valgan la pena. Las megaiglesias sermonean el “gospel de la prosperidad”, exhortando a los pobres a que visualicen el éxito económico. Las empresas han abandonado la toma racional de decisiones, optando por el liderazgo carismático.

Esta obsesión por mirar el lado brillante o positivo de lo negativo nos ha llevado al actual colapso financiero; los líderes empresariales optimistas –asistidos por funcionarios ingenuos- han tomado muy malas decisiones. Recientemente en la revista In These Times Anis Shivani habló con Barbara Eherenreich sobre nuestra inclinación hacia el optimismo simplista.

La promoción del optimismo ¿es un mecanismo de control social para mantener al sistema en equilibrio? Si quieres tener a una población conformista, ¿qué podría ser mejor que decir que todos tienen que pensar positivamente y aceptar que si algo va mal en sus vidas es su propia culpa, porque no han tenido una actitud lo suficientemente positiva? De todos modos, no creo que exista algo así como un comité central que diga, “esto es lo que queremos que crea la gente”. Esta tendencia se dio en Estados Unidos porque en los 80 y 90 se convirtió en un negocio. Podrías escribir un libro como Who Moved My Cheese? (¿Quién me quitó mi queso? N. de la T.), que es un clásico sobre la aceptación de despidos con una actitud positiva. Y luego contar con que los empleadores lo compren para distribuirlo gratis entre sus empleados.

¿Entonces esto se dio a comienzos de los 80 y más aun en los 90 cuando la globalización realmente despegó? Estaba mirando la época de los despidos masivos, que comienza en los 80 y luego se acelera. ¿Cómo controlas la fuerza de trabajo cuando no hay seguridad en el empleo? ¿Cuándo no hay recompensa por estar haciendo un buen trabajo? ¿Cuándo podías ser despedido sin que tuviera nada que ver con tu desempeño? Cuando esto comenzó a suceder, las empresas empezaron a contratar predicadores motivacionales para comunicarse con su gente.

... Necesitamos tener optimismo, pero basado en la realidad? No lo llamo optimismo. Lo llamo determinación. Una de las cosas a las que me he consagrado durante mucho tiempo son la pobreza, las clases y la desigualdad. Estas cosas no desaparecerán mientras yo viva, pero no será porque no lo intente. Y ese es un tipo de espíritu diferente que el optimismo.

Algunos dirán que tu enfoque es racional, gradual y no precisamente emocionante. ¿Cómo responderías a eso? No creo que el mío sea un enfoque árido, demasiado intelectual. Piensa en lo que estamos combatiendo en el frente económico y ambiental. Una gran cantidad de gente no estaría por la labor. Están las amenazas ecológicas a la especie humana. Hagamos algo al respecto. Lo que sería más irresponsable es decir, “si pensamos que todo irá bien, entonces irá bien”. Anis Shivani Fuente:aquí. Más sobre crítica al pensamiento positivo, negativo, aquí.

Según explica Ehrenheich en su libro Sonríe o muere (una llamada a la prudencia y a la responsabilidad individual y colectiva), el pensamiento positivo ha heredado de su antecesor la constante vigilancia interior. “El calvinista analizaba lo que pensaba y sentía buscando síntomas de laxitud, pecado o autocomplacencia, mientras que el pensador positivo se pasa la vida al acecho de pensamientos negativos, lastrado de dudas o ansiedades”. 

Fuente: El País.

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