domingo, 27 de octubre de 2019

Mentiras de la historia que nos tragamos sin rechistar

Ni la ensaladilla rusa es rusa ni la tortilla francesa viene de Francia

Lo que nos han contado. La lógica, implacable, nos ha hecho creer que estos platos cuyo nombre hace referencia a ciertos puntos geográgicos del planeta provenían de dichos lugares. Tomábamos ensaladilla rusa creyendo que su origen estaba en la tierra de Sharapova, Irina Shayk y Leon Tolstoi, entre otros rusos ilustres; y pedíamos tortilla francesa con la convicción de que su historia iba ligada al país galo. La lógica nos decía que no podía ser de otra forma.

Lo que realmente es. Que la tortilla francesa tiene lo mismo de francesa que las crepes que compras ultra congeladas en el supermercado. El apellido francés viene del asedio de las tropas napoleónicas a la ciudad de Cádiz en 1810. La escasez de alimentos y de patatas con las que preparar la típica tortilla española provocó que los ciudadanos tuvieran que cocinar el huevo batido sin condimentos. Con el paso de los años siguió cocinándose esta tortilla a la que se llamaba “tortilla de cuando los franceses” en referencia a los asediadores galos. De ahí que hoy a esta tortilla se la llame tortilla francesa. Según el Institut Français, para los franceses la única tortilla autóctona es la que lleva queso. Con la ensaladilla rusa ocurre algo parecido. Es rusa por obra y gracia de la casualidad. Este plato lo creó en 1860 Lucien Olivier, un belga de origen francés afincado en Moscú. El chef elaboró por primera vez esta receta en Hermitage, el restaurante que regentaba en el centro de la ciudad rusa. El furor que causó la ensalada hizo que fuera conocida popularmente como ensalada rusa. En Rusia, sin embargo, se le llama ensalada Olivier.

Los restos de Santiago no reposan en Santiago de Compostela

Lo que nos han contado. Que el Apóstol Santiago El Mayor fue decapitado por orden del rey Herodes en Jerusalén, donde llevaba a cabo su labor de evangelización. Tras su muerte, Atanasio y Teodoro (sus discípulos) recogieron el cuerpo y lo llevaron en secreto en una barca a los lugares donde Santiago inició su predicación en el norte de España. Así sus huesos acabaron en Santiago, donde se construyó la catedral para recibir a los fieles que año tras año hacen el peregrinaje.

Lo que realmente ocurrió. El obispo Teodomiro por su cuenta y riesgo convirtió este lugar en el emporio religioso, turístico, económico y hotelero que conocemos hoy. ¿Cómo? “En el año 813 d.c. los musulmanes correteaban a sus anchas por España y a este obispo gallego no le hacía gracia. Para hacer frente a la fe musulmana, se fijó en Roma y en la que montaron en torno a la basílica de San Pedro, donde se encuentra la tumba del santo. Vio que hasta allí iban peregrinos y se coronaban los emperadores. Siguiendo este ejemplo buscó la tumba de algún apóstol popular en Hispania para lograr una peregrinación similar”, explica Nieves Concostrina en La ventana, programa de la Cadena Ser. Y aquí empieza el lío. “Teodomiro encontró un sepulcro con tres cuerpos dentro. Según él y solo según él, los de Santiago y sus dos discípulos. Emocionado, transmite su descubrimiento al rey Alfonso II El Casto y le pide que construya una iglesia sobre la tumba para animar a la gente a peregrinar. Y así, tras varias iglesias que fueron ampliándose y destruyéndose, acabó levantándose la actual Catedral de Santiago, que solo durante el pasado mes de julio recibió 50.868 turistas, y comenzó la leyenda del Camino de Santiago. “Los huesos que allí se encuentran se sabe que son falsos desde el mismo momento de su descubrimiento”, afirma categóricamente la periodista. Ya lo dijo Unamuno: “Todo hombre moderno dotado de espíritu crítico no puede admitir, por católico que sea, que el cuerpo de Santiago El Mayor reposa en la catedral de Compostela”.

Si sabemos que la Tierra gira alrededor del Sol no es gracias a Copérnico

Lo que nos han contado. Que Nicolás Copérnico, tras un estudio exhaustivo del movimiento de los cuerpos terrestres, llegó a la conclusión de que la Tierra giraba sobre su eje y que esta y el resto de planetas giraban a su vez alrededor del Sol. Y no al contrario, como se creía hasta ese momento. Así formuló la Teoría Heliocéntrica echándose encima a la iglesia, fiel defensora de la teoría geocéntrica (esto es, que era el sol -y el resto de los planetas- el que giraba alrededor de la Tierra). La Inquisición llegó a censurar la teoría de Copérnico, ya que ponía en duda la omnipotencia de Dios, reafirmando la inmovilidad de la Tierra.

Lo que realmente ocurrió. Fue el astrónomo y matemático griego Aristarco de Samos el primero en percatarse de que nuestro planeta giraba alrededor del sol. Así lo explicó en el tratado De revolutionibus caelestibus mil años antes de que lo mencionara Copérnico. "Aristarco de Samos vivió en el siglo III antes de nuestra era. Fue él quien propuso el modelo heliocéntrico que dieciocho siglos más tarde mencionó en su obra Copérnico", afirma el catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid Javier Ordoñez. A pesar de que Aristarco ya lo avanzó en el siglo III a.c., la Teoría Heliocéntrica no fue tomada como una teoría consistente hasta que la formuló Copérnico en el siglo XVI.

No está claro que Cervantes fuera manco

Lo que nos han contado. Que el autor de El Quijote perdió la mano izquierda mientras combatía en la batalla de Lepanto, una de los enfrentamientos navales más sangrientas de la historia. La batalla tuvo lugar el 7 de octubre de 1571, en el golfo de Lepanto. Allí se enfrentaron turcos otomanos contra la coalición cristiana Liga Santa, integrada por el Papa, la República de Venecia y la monarquía de Felipe II.

Lo que realmente ocurrió. Una interpretación lingüistica erronea es la culpable de que Cervantes haya trascendido como el manco de Lepanto. En el siglo XVII se consideraba manco, no solo a quien había perdido la mano, si no a cualquiera que tuviera inutilizado un brazo parcial o totalmente. "No se sabe realmente si Cervantes perdió una mano. Es probable que solo perdiera un dedo o parte de ella debido a los disparos que recibió durante la batalla de Lepanto", explica a ICON el historiador José Carlos Rueda Laffond.

España no es el país más antiguo de Europa

Lo que nos han contado. Que España es la nación más antigua de Europa. Esta afirmación se ha convertido en un mantra de algunos partidos políticos conservadores. “España goza de muy buena salud, es la nación más antigua de Europa”, dijo en marzo pasado Mariano Rajoy, cuando todavía era presidente del gobierno.

Lo que realmente es. "Rajoy sitúa el nacimiento del estado español en la época de los Reyes Católicos (finales del siglo XV y principios del XVI) y alimenta el mito de que en 1492, con Isabel y Fernando, el fin de la reconquista, la expulsión de los judíos y el descubrimiento de América, se funda España. Parece como una maravillosa conjunción astral, pero es falsa. El matrimonio de Isabel y Fernando no supuso la fusión de dos reinos. Es más, hasta el siglo XIX las coronas de Aragón y Castilla tienen monedas diferentes", asegura a ICON José Carlos Rueda, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid. Rueda afirma que en Europa es imposible empezar a hablar de naciones antes del siglo XIX. Las declaraciones que concedió José Álvarez Junco, catedrático de Historia del Pensamiento de la Universidad Complutense, a EL PAÍS coinciden con la teoría de Rueda: "Rajoy confunde los conceptos de nación y Estado y proyecta sus propios deseos en el pasado. Lo que define a una nación es un elemento subjetivo: grupos de individuos que creen compartir ciertos rasgos culturales y viven sobre un territorio al que consideran propio, mientras que los Estados modernos son estructuras político-administrativas que controlan un territorio y la población que lo habita". Según José Carlos Rueda, de tener que señalar a alguna nación como la más antigua de Europa esta sería Francia. "Con mil salvedades, podemos considerar que Francia tiene una estructura estatal unificada más antigua que España (hasta finales del siglo XVII, Monarquía Hispánica). Lo mismo respecto a sus límites fronterizos. O respecto a su capitalidad (París), que existe como tal desde la Edad Media. La unidad lingüística es también históricamente muchísimo más intensa que en España", señala el historiador.

Esta última afirmación es puesta en duda por algunos estudiosos, como uno de los mayores expertos franceses en la lengua, el francés Alain Reyel. En una entrevista de 2017 con el diario francés Le Monde, explicó: "Francia es un ámbito lingüístico que reúne a tres familias diferentes: la lengua oïl, que se convirtió en el francés general; el occitano, como el gascón; el bearnés y el provenzal. En Francia, el paso a lo que desde Dante se llama 'lengua vulgar' (no en el sentido peyorativo, sino como sinónimo de espontáneo y natural) sucedió muy tarde. Y en parte por eso Richelieu creó la Academia Francesa en el siglo XVII". En otro momento de la entrevista, Reyel añade: "En los siglos XIX y XX, la escuela laica, pública y obligatoria desempeñó un papel importante en el movimiento de unificación, que fue muy lento: antes de la Primera Guerra Mundial, más de la mitad de los habitantes de Francia no hablaban francés. Cuando estalló la guerra en 1914 la mitad de los soldados no entendían las órdenes de los oficiales. La Primera Guerra Mundial fue la escuela de lengua francesa más grande e importante, una escuela exclusivamente masculina, por cierto".

Julio César nunca dijo: “Tú también, Bruto, hijo mío”

Lo que nos han contado. El 15 de marzo del 44 antes de Cristo, un grupo de senadores, entre los que se encontraba Bruto (hijo de Servilia, amante de César, que siempre gozó de la protección y simpatía de Julio César), apuñalaron al dictador romano hasta llevarle a la muerte. Momentos antes de fallecer a causa de las graves heridas, Julio César, que no podía creer la traición de Bruto, pronunció una de las frases más célebres de la historia: "Tú también, Bruto, hijo mío".

Lo que realmente ocurrió. Efectivamente, Julio César fue acuchillado varias veces en las escaleras del Senado romano. Sin embargo, nunca articuló la frase que el mundo se afana en adjudicarle. ¿Por qué entonces se cree que esto fue lo último que dijo antes de morir? Probablemente, el hecho de que Shakespeare la reprodujese en su obra Julio César (que data de 1599) ayudó a que el mundo lo considerara un hecho histórico verídico. Por su parte, Plutarco (que nació el 45 después de Cristo) asegura en su obra que César no dijo tal cosa. Según el filósofo griego, lo único que hizo el dictador antes de morir fue cubrirse la cabeza con la toga al descubrir a Bruto entre sus asesinos. "Al ver a Bruto con la espada desenvainada, se echó la ropa a la cabeza y se prestó a los golpes", relata Plutarco en el tomo V de Vidas paralelas. La frase se ha convertido hoy en un símbolo que representa la traición máxima.

El velcro no lo inventó la NASA

Lo que nos han contado. Que este sistema de adherencia basado en una tira de pequeños ganchos de plástico y otra tira de fibras sintéticas que quedan unidas al juntarse y se despegan de un solo tirón lo inventó la NASA. El objetivo de la agencia del gobierno estadounidense responsable del programa espacial civil era salvar la falta de gravedad que hay en el espacio ofreciendo a los astronautas una forma sencilla y cómoda de ponerse y quitarse la equipación.

Lo que realmente ocurrió. El ingeniero suizo George de Mestral, que nada tenía que ver con la NASA, creó el velcro en 1948 tras pasar un día de caza en el campo. Durante su paseo por la naturaleza le llamó la atención cómo las semillas de las flores se adherían a su ropa. Al observarlas de cerca con microscopio descubrió que sus puntas eran diminutos ganchos, de ahí que fuera difícil despegarlas de la ropa. Maestral decidió inventar un sistema que replicara el comportamiento de estas semillas y creó las populares tiras adhesivas que hoy incluyen decenas de prendas, como casi todo el calzado infantil. En los años 60, la NASA decidió incorporarlo en el equipamiento de los astronautas y el sistema comenzó a popularizarse. El repentino uso masivo, tanto para fines domésticos como deportivos (los trajes de los pilotos de carreras y esquiadores lo incorporaron a sus uniformes), ayudó a que la creencia de que los ingenieros de la NASA eran los creadores del velcro tomara fuerza.

El cine se ha encargado de que creamos que cuando un emperador bajaba su dedo pulgar, como Joaquin Phoenix en esta imagen de 'Gladiator', estaba sentenciando a muerte al gladiador.

El cine se ha encargado de que creamos que cuando un emperador bajaba su dedo pulgar, como Joaquin Phoenix en esta imagen de 'Gladiator', estaba sentenciando a muerte al gladiador.

Los emperadores romanos no sentenciaban a muerte a los gladiadores bajando el dedo

Lo que nos han contado. Vimos a Joaquin Phoenix (en el papel del emperador Cómodo) ejecutar este gesto en la oscarizada Gladiator (Riddley Scott , 2000) y lo tomamos por verdad absoluta. Por su parte, los libros, los cuadros, el cine y la televisión se han encargado de alimentar la leyenda haciendo creer al espectador que cuando un emperador bajaba su dedo pulgar en el circo romano lo que estaba haciendo era sentenciar a muerte al gladiador que se encontraba en desventaja en la arena.

Lo que realmente ocurrió. Todo lo contrario a lo que el cine nos ha mostrado. Si el emperador alzaba su pulgar estaba instando al gladiador vencedor a matar al gladiador vencido. Cuando el emperador quería salvar la vida del gladiador introducía su dedo pulgar en el puño cerrado de la mano opuesta. "Creer que los emperadores sentenciaban a muerte bajando el dedo pulgar es un error que nos colaron vía Hollywood. Realmente la sentencia de muerte se daba cuando el emperador romano levantaba el pulgar hacia arriba", explica a ICON la historiadora María F. Canet.

https://elpais.com/elpais/2018/09/05/icon/1536142770_672955.html

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