El filósofo Josep María Esquirol es, según su propia filosofía, un resistente, alguien que propone un pensamiento a contrapelo, opuesto a la dirección que a muchos nos parece que toma el mundo.
En una época en que la tecnología y la ciencia prometen llevar al humano más allá de sí mismo, Esquirol (1963, Sant Joan de Mediona, Barcelona, España) apuesta por explotar primero todo el humano que tenemos dentro, frenar ciertas aspiraciones transhumanistas, mirarnos al interior y acentuar rasgos de nuestra condición para fortalecernos.
Esquirol practica lo que él acuña filosofía de la proximidad.
Su propuesta está recogida en volúmenes como "La resistencia íntima: Ensayo de una filosofía de la proximidad" (Acantilado, 2015) y su más reciente "Humano, más humano: Una antropología de la herida infinita" (Acantilado, 2021).
Como parte de nuestra cobertura del Hay Festival de Arequipa 2021, BBC Mundo conversó con Esquirol sobre su propuesta filosófica.
¿En qué consiste la filosofía de la proximidad y cómo se diferencia de otras filosofías?
Procuro no utilizar demasiadas etiquetas ni conceptos simplistas que aparentemente sitúan las cosas, pero en realidad no te dejan pensar demasiado bien.
Intento buscar un adjetivo que describa mi manera de hacer filosofía, el tipo de camino y pensamiento que procuro andar.
Me pareció que la palabra proximidad era adecuada.
Primero porque intento hacer una filosofía en donde la abstracción nunca se desconecte de lo concreto.
Es lo que en la filosofía contemporánea se ha llamado el mundo de la vida, de las experiencias fundamentales.
Y en cierto modo, la palabra proximidad recoge eso.
Quiero siempre que los verbos sean más radicales que los sustantivos. Y aunque hable de proximidad, en realidad lo que cuenta es el verbo que está detrás.
¿Y cuál es el verbo que está detrás? El hecho de aproximarse. A las cosas, a las situaciones, y sobre todo, a los demás.
Convertir al otro en el prójimo, acercarse a él.
Además de defender una "filosofía sin lujos", Esquirol también apuesta por profundizar más en lo humano que llevamos dentro ante ciertas tendencias transhumanistas.
¿Tiene que ver esto con el hecho de que defiendas una filosofía sin lujos?
Cuando hablo de filosofía sin lujos, me refiero básicamente a que el pensamiento filosófico es una propuesta que explica, dice cosas y defiende cosas.
Sin embargo, no pretende explicarlo todo, no es una teoría omniabarcadora u omniexplicativa. No pretende dar un sentido global y reconoce sus límites.
Por eso hablo de filosofías sin lujos, modesta.
¿Y hay alguna forma de aplicar esto en nuestro beneficio?
En eso soy prudente y procuro no elaborar recetas fáciles que podrían resultar un poco forzadas.
Al final en cada ámbito profesional o de la vida lo que cuenta es la experiencia de cada cual.
Lo que pretendo entonces es acentuar algunos rasgos de nuestra condición humana para poder fortalecer y alimentar la vida de las personas.
Pero no creo que sea propio de la filosofía estar dando recetas de pasos a seguir.
Solo intento profundizar en comprender y ayudar a que los demás participen de esta comprensión.
Cuando uno comprende mejor el núcleo de su vida puede revertirlo en actuaciones concretas.
¿Tiene que ver esto con el hecho de que defiendas una filosofía sin lujos?
Cuando hablo de filosofía sin lujos, me refiero básicamente a que el pensamiento filosófico es una propuesta que explica, dice cosas y defiende cosas.
Sin embargo, no pretende explicarlo todo, no es una teoría omniabarcadora u omniexplicativa. No pretende dar un sentido global y reconoce sus límites.
Por eso hablo de filosofías sin lujos, modesta.
¿Y hay alguna forma de aplicar esto en nuestro beneficio?
En eso soy prudente y procuro no elaborar recetas fáciles que podrían resultar un poco forzadas.
Al final en cada ámbito profesional o de la vida lo que cuenta es la experiencia de cada cual.
Lo que pretendo entonces es acentuar algunos rasgos de nuestra condición humana para poder fortalecer y alimentar la vida de las personas.
Pero no creo que sea propio de la filosofía estar dando recetas de pasos a seguir.
Solo intento profundizar en comprender y ayudar a que los demás participen de esta comprensión.
Cuando uno comprende mejor el núcleo de su vida puede revertirlo en actuaciones concretas.
El último libro de Esquirol se titula "Humano, más humano: Una antropología de la herida infinita".
Como parte de esta filosofía, rechazas de cierto modo algunas corrientes que piden ir más allá de lo humano porque te parece que no hemos terminado de explotar lo humano en sí. ¿Podrías explicarlo?
Hay aspectos cotidianos de la vida de las personas que no por ser cotidianos son superficiales. Todo lo contrario, tienen mucha profundidad.
En mi filosofía intento recuperar la fuerza y riqueza de la vida cotidiana frente a ciertos planteamientos teñidos de un romanticismo superficial, que exalta lo extraordinario y las aventuras más especiales.
Una especie de caricatura de romanticismo que no creo que le hace bien a las personas. En este sentido quiero recuperar la hondura de lo cotidiano.
Vivimos bajo una serie de discursos ideológicos que nos piden superarnos como humanos.
Se habla de todo lo que conseguiremos con las innovaciones tecnológicas y demás, pero opino que estas ideas transhumanistas nos desvían de lo más fundamental, que es profundizar todavía más en lo mejor que tenemos como humanos.
Tenemos todavía mucho terreno por recorrer.
Hay algo muy valioso de lo humano que tiene que ver con la sensibilidad, la fraternidad, que sin ninguna duda, desde el punto de vista social y colectivo, no hemos profundizado lo que deberíamos.
¿En qué momento crees que el humano ha empezado a menospreciar la cotidianidad?
Es difícil hacer este tipo de diagnósticos culturales e históricos.
Me parece que, sin que esto sea muy riguroso, hay dos elementos que han intervenido en la huida de lo sencillo, que por cierto no tiene por qué ser banal, porque lo sencillo también puede ser muy profundo.
Uno de ellos, como decía antes, es una herencia romántica algo deteriorada, un romanticismo de segunda categoría que ha derivado en la superficialidad.
El otro elemento tiene que ver con el pensamiento contemporáneo y el existencialismo.
No me refiero al existencialismo de autores como Sartre, sino de una cierta herencia también bastante superficial y pobre, que a veces ha tomado la forma de un lenguaje de autoayuda y que insiste en que la vida es decisión, un proyecto, una expansión.
Este tipo de lenguaje también ha ayudado a dejar de lado esta sencillez de la vida cotidiana en favor de proyectos extraordinarios y decisiones extraordinarias que han constituido nuestras vidas.
Como parte de esta filosofía, rechazas de cierto modo algunas corrientes que piden ir más allá de lo humano porque te parece que no hemos terminado de explotar lo humano en sí. ¿Podrías explicarlo?
Hay aspectos cotidianos de la vida de las personas que no por ser cotidianos son superficiales. Todo lo contrario, tienen mucha profundidad.
En mi filosofía intento recuperar la fuerza y riqueza de la vida cotidiana frente a ciertos planteamientos teñidos de un romanticismo superficial, que exalta lo extraordinario y las aventuras más especiales.
Una especie de caricatura de romanticismo que no creo que le hace bien a las personas. En este sentido quiero recuperar la hondura de lo cotidiano.
Vivimos bajo una serie de discursos ideológicos que nos piden superarnos como humanos.
Se habla de todo lo que conseguiremos con las innovaciones tecnológicas y demás, pero opino que estas ideas transhumanistas nos desvían de lo más fundamental, que es profundizar todavía más en lo mejor que tenemos como humanos.
Tenemos todavía mucho terreno por recorrer.
Hay algo muy valioso de lo humano que tiene que ver con la sensibilidad, la fraternidad, que sin ninguna duda, desde el punto de vista social y colectivo, no hemos profundizado lo que deberíamos.
¿En qué momento crees que el humano ha empezado a menospreciar la cotidianidad?
Es difícil hacer este tipo de diagnósticos culturales e históricos.
Me parece que, sin que esto sea muy riguroso, hay dos elementos que han intervenido en la huida de lo sencillo, que por cierto no tiene por qué ser banal, porque lo sencillo también puede ser muy profundo.
Uno de ellos, como decía antes, es una herencia romántica algo deteriorada, un romanticismo de segunda categoría que ha derivado en la superficialidad.
El otro elemento tiene que ver con el pensamiento contemporáneo y el existencialismo.
No me refiero al existencialismo de autores como Sartre, sino de una cierta herencia también bastante superficial y pobre, que a veces ha tomado la forma de un lenguaje de autoayuda y que insiste en que la vida es decisión, un proyecto, una expansión.
Este tipo de lenguaje también ha ayudado a dejar de lado esta sencillez de la vida cotidiana en favor de proyectos extraordinarios y decisiones extraordinarias que han constituido nuestras vidas.
¿Es por eso que te parece más importante construir más mundo en lugar de más futuro?
Obviamente no hay ningún problema en hablar de futuro ni en preparar cosas para el día de mañana.
Pero sí que es cierto es que hay un tipo de discurso de prepararse para el futuro que tiene un carácter un poco fatalista.
Cuando la gente dice que hemos de prepararnos para el futuro, estamos entendiendo el futuro como algo que viene y respecto a lo cual tú tienes que prepararte.
En este sentido me pareció mucho más plástico que en lugar de construir el futuro, deberíamos hacer que el mundo sea todavía más mundo, más habitable, más bello, más justo.
¿Confías en que profundizar más en lo humano y construir más mundo sean posibles con tanto estímulo externo, tanta distracción, con la velocidad que a veces parece que se mueve el mundo?
Soy consciente de que este planteamiento va a contracorriente. Sé que el contexto del mundo occidental tiene en este momento otra orientación y respira otra cosa.
Pero hay que resistir.
Que algo sea a contracorriente, a contrapelo, no significa que no tenga sentido o valor.
No sé que va a ocurrir en el futuro y nadie lo sabe.
Por eso deposito confianza en las cosas que tienen sentido, en profundizar la cotidianidad, en mi caso, en lo que respecta a mi valor como docente y escritor.
¿Eso supone para ti ser un buen resistente?
El buen resistente es una persona que sabe apreciar lo que vale la pena y que se esfuerza por ello aunque la civilización y la sociedad del momento no lo potencie.
El resistente siempre se mueve en un tipo de marginalidad que puede terminar siendo muy fecunda.
El resistente, precisamente, confía en ser fecundo a pesar de esa marginalidad.
Este artículo es parte del Hay Festival Arequipa digital, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza del 1 al 7 de noviembre de 2021.
Obviamente no hay ningún problema en hablar de futuro ni en preparar cosas para el día de mañana.
Pero sí que es cierto es que hay un tipo de discurso de prepararse para el futuro que tiene un carácter un poco fatalista.
Cuando la gente dice que hemos de prepararnos para el futuro, estamos entendiendo el futuro como algo que viene y respecto a lo cual tú tienes que prepararte.
En este sentido me pareció mucho más plástico que en lugar de construir el futuro, deberíamos hacer que el mundo sea todavía más mundo, más habitable, más bello, más justo.
¿Confías en que profundizar más en lo humano y construir más mundo sean posibles con tanto estímulo externo, tanta distracción, con la velocidad que a veces parece que se mueve el mundo?
Soy consciente de que este planteamiento va a contracorriente. Sé que el contexto del mundo occidental tiene en este momento otra orientación y respira otra cosa.
Pero hay que resistir.
Que algo sea a contracorriente, a contrapelo, no significa que no tenga sentido o valor.
No sé que va a ocurrir en el futuro y nadie lo sabe.
Por eso deposito confianza en las cosas que tienen sentido, en profundizar la cotidianidad, en mi caso, en lo que respecta a mi valor como docente y escritor.
¿Eso supone para ti ser un buen resistente?
El buen resistente es una persona que sabe apreciar lo que vale la pena y que se esfuerza por ello aunque la civilización y la sociedad del momento no lo potencie.
El resistente siempre se mueve en un tipo de marginalidad que puede terminar siendo muy fecunda.
El resistente, precisamente, confía en ser fecundo a pesar de esa marginalidad.
Este artículo es parte del Hay Festival Arequipa digital, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza del 1 al 7 de noviembre de 2021.
No hay comentarios:
Publicar un comentario