En las democracias occidentales está dejando de existir lo que tradicionalmente hemos denominado el “sistema de partidos”. Hay partidos, pero no hay un sistema de partidos que transmita fiabilidad en el interior de cada país y en las relaciones de cada uno de ellos con los demás
En 2016, cuando el primer ministro David Cameron, después de haber tenido un éxito sorprendente y notable en las elecciones generales, convocó un referéndum sobre la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea, prácticamente a casi nadie se le pasó por la cabeza que el resultado iba a ser el que fue. Y sin embargo, fue el que fue. El 23 de junio los ciudadanos británicos decidieron poner fin a la integración de Gran Bretaña en la UE.
Pocos meses más tarde, en las elecciones presidenciales en noviembre en Estados Unidos, aunque la casi totalidad de los estudios de opinión daban por supuesto que Hillary Clinton sería la nueva presidenta del país, fue Donald Trump quien acabó ocupando la Casa Blanca. A punto ha estado de quedarse en ella tras haber perdido las elecciones.
Hace unos meses que se ha hundido otro pilar del orden mundial posterior a la Segunda Guerra Mundial en las elecciones celebradas en Alemania. El partido democratacristiano, la CDU, no ha sido un partido europeo más, sino que ha sido sin duda la pieza más importante en el continente europeo de dicho orden mundial. Aunque no es la primera vez que ha dejado de ocupar el Gobierno, sí es la primera vez que deja de ocuparlo de la manera en que lo ha hecho. En las dos ocasiones anteriores seguía siendo un partido de gobierno, aunque estuviera en la oposición. Basta recordar quiénes fueron sus líderes en esos periodos, Helmut Kohl y Angela Merkel, que acabarían siendo Canciller Federal durante dieciséis años cada uno.
Hace cinco años que en Francia no participa en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales ningún candidato de los dos partidos que han ocupado la presidencia de la V República. En dos ocasiones, en 1969 y 2002, no participó el candidato del Partido Socialista, pero nunca había dejado de estar presente el candidato de la derecha republicana. En las últimas elecciones no ha habido presencia de ninguno de los dos.
Este domingo se celebra la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas y la tendencia que van marcando los sondeos son inquietantes. Aunque Emmanuel Macron todavía sigue siendo el candidato con más probabilidades de renovar el mandato como presidente, Marine Le Pen va recortando la distancia hasta aproximarla en algunos sondeos a lo que se considera el margen de error de toda encuesta.
Podríamos seguir con Italia y España y casi con todos los países europeos. En las democracias occidentales está dejando de existir lo que tradicionalmente hemos denominado el “sistema de partidos”. Hay partidos, pero no hay un sistema de partidos que transmita fiabilidad en el interior de cada país y en las relaciones de cada uno de ellos con los demás.
En estas circunstancias se ha iniciado por Rusia la invasión de Ucrania. Vladimir Putin, que lleva desde que llegó a la presidencia de Rusia intentando desordenar los sistemas políticos de los países democráticos occidentales, ha cometido tal vez un error de cálculo pensando que las democracias occidentales estaban todavía más deterioradas de lo que realmente están y que sería difícil que pudieran responder a una embestida como la que ha protagonizado Rusia con la invasión de Ucrania.
Está claro que en la primera embestida ha fracasado, pero el desenlace del enfrentamiento que se está produciendo está lejos de haber quedado resuelto. Este pasado domingo hemos asistido al triunfo rotundo de Viktor Orbán en Hungría, donde, por cierto, se va a celebrar este año la gran conferencia de la derecha americana. Crucemos los dedos por lo que pueda pasar en Francia en las próximas semanas y lo que puede suponer la progresiva incorporación de Vox a los Gobiernos de Comunidades Autónomas, que puede acabar con su participación en el Gobierno del Estado tras unas elecciones generales.
Hay muchos quintacolumnistas de Putin en el resto de Europa e incluso en Estados Unidos. Y no se debe olvidar que es mucho más fácil destruir que construir. Aunque sorprendentemente la reacción de la UE ha sorprendido positivamente, no creo que se pueda decir lo mismo de cada uno de los Estados miembros. El desorden sigue avanzando.
https://www.eldiario.es/contracorriente/desorden-sigue-avanzando_132_8902100.html
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