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miércoles, 2 de abril de 2014

Serbia, quince años después de los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia


La Directa

La ciudad de Valjevo, a menos de 100 kilómetros al suroeste de Belgrado, es la cuna de Stjepan Filipović y Milenko Pavlović . Ambos están considerados héroes de Yugoslavia. El primero fue un partisano croata cuyo desafiante gesto en el cadalso, con los brazos en alto y al grito de “¡Muerte al fascismo!”, inmortalizado en una fotografía momentos antes de su ejecución, convirtió en un icono de la resistencia. Hoy una estatua en su memoria domina la ciudad desde una de sus colinas. Pavlović fue un piloto de la aviación yugoslava muerto en combate el 4 de mayo de 1999. Cuando aviones de la OTAN se dirigían hacia Valjevo para bombardear una fábrica de municiones, Pavlović contradijo las órdenes de sus superiores, que querían enviar a un piloto menos experimentado, y tomó él mismo los mandos de un MiG-29, sólo para comprobar que el aparato no funcionaba correctamente y ser derribado fatalmente por el enemigo en combate desigual . El monumento a Pavlović, que muestra ciertos signos de abandono, se encuentra en una barriada obrera, no muy lejos de la estación de tren. “Sí, esta ciudad tiene mucha historia”, afirma el camarero de un kafana (bistró) a orillas del río Kolubara. Luego baja la mirada, y el gesto de resignación lo expresa todo: demasiada historia.

2014 es un año de aniversarios múltiples en Serbia: el estallido de la Primera Guerra Mundial tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando a manos de un nacionalista serbio (1914), la liberación de Belgrado de la ocupación nazi (1944), la masacre de Markale en Sarajevo y el bombardeo de la OTAN de la República Srpska (1994) y, finalmente, el 15 aniversario de los bombardeos de la OTAN (1999). A este último estuvo dedicada una conferencia organizada en la capital serbia por el Foro de Belgrado para un Mundo de Iguales, una organización perteneciente al Consejo Mundial de a Paz . Con toda la atención mediática centrada en Crimea, hubo pocos periodistas extranjeros, pero –y ésta es la novedad– también serbios. Aires de conmemoración, desde luego, no los hay.

Diez años de guerras y crisis económica han hecho mella en la población. El cansancio es visible. Las elecciones del 16 de marzo dieron como resultado una mayoría parlamentaria proeuropea, aunque nadie cree seriamente en la Unión Europea –a la que muchos serbios siguen viendo como corresponsable de los bombardeos–, y menos aún desde la crisis de la eurozona y lo sucedido estas últimas semanas en Ucrania. De la UE los serbios esperan simplemente que aporte los fondos necesarios para mantener su maltrecha economía a flote, como ocurrió con otros países de Europa oriental tras el proceso de ampliación oriental de la UE. Y para conseguirlos, los dirigentes serbios tienen que tragarse algunos sapos, como relegar el aniversario de los bombardeos a un segundo plano. El propio primer ministro, I vica Dačić, en una entrevista al canal ruso de televisión Russia Today: «Estamos asistiendo a una política de doble rasero, donde las reglas se cambian sobre la marcha. Desde luego, esto no puede calificarse de “juego limpio”. No mencionaron Kosovo mientras estaban sobre la mesa las extradiciones [de criminales de guerra], pero ahora ya no lo están y el estatuto de Kosovo aparece como una nueva condición. Para nosotros, esto significa renunciar a nuestros acuerdos, pero así es como funciona el mundo.»

Los mayores recuerdan con nostalgia a la extinta Yugoslavia, un Estado plurinacional internacionalmente respetado que lideraba el Movimiento de Países No Alineados. Un pasado, en cualquier caso, que no volverá. El nacionalismo sigue, hoy como ayer, presente en la sociedad serbia, pero sólo le queda agarrarse ya, literalmente, a un clavo ardiendo: Kosovo. También, por descontado, sacar del establo a los viejos caballos de batalla: el paneslavismo (concentrado en la amistad con Rusia), la defensa del cristianismo ortodoxo, el odio hacia los homosexuales y el antisemitismo. Pero la presión económica es demasiado fuerte, y la mayoría de la población se decanta en realidad hacia la resignación y la apatía.

La política austroalemana de etnonacionalismo y “divide y vencerás” ha funcionado en los Balcanes. Los jóvenes con estudios desean marcharse a trabajar a Alemania, Austria, Suiza, Estados Unidos o Canadá. Hoy es más probable que un joven croata visite Berlín antes que Belgrado, y que un joven serbio conozca Zúrich, pero no Zagreb. Perspectivas de futuro en la antigua Yugoslavia desde luego no las hay: Serbia tiene una tasa oficial de desempleo del 20% (2013), Bosnia y Herzegovina, de más del 27% (2011); Croacia, del 22,4% (2014); Macedonia, del 28,7% (2013); Montenegro del 15% (2013); y Kosovo del 45,3% (2011). Sólo Eslovenia presenta una tasa del paro aceptable en comparación, concretamente del 9,9% (2013). La imagen internacional de Serbia sigue dañada por la guerra. Las heridas del conflicto no han cicatrizado. Que la UE golpee el avispero ucraniano no ayuda: bajo la resignación también hay un considerable resentimiento.

lunes, 1 de julio de 2013

La neutralidad del tribunal Internacional de la Haya para los crimenes de la exYugoeslavia (TPIY) y su justa actuación, puesta en entredicho. Un juez del Tribunal para la exYugoslavia denuncia que su presidente presionó para absolver a presuntos criminales de guerra

La recta final del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), que cerrará en 2016, se ha llenado de sombras. Tras 20 años de labor en los que ha conseguido la detención de los 161 principales sospechosos de los crímenes de la guerra de los Balcanes (1991-2001), las dudas sobre la actuación de su presidente, Theodor Meron, abarcan ahora todos los rincones. Polaco de nacimiento, de nacionalidad estadounidense y exasesor de la diplomacia israelí, Meron, de 83 años, habría presionado a sus colegas para que absolvieran a los altos cargos militares acusados por la fiscalía, ya fueran serbios o croatas. La denuncia es terrible, porque merma la credibilidad de un tribunal dedicado por Naciones Unidas a una región azotada por la limpieza étnica. Pero sobre todo porque proviene de uno de sus propios jueces, el danés Frederik Harhoff, en activo desde 2007.

En una carta remitida por correo electrónico a 56 personas, y divulgada por el rotativo danés BT, el jurista llega a preguntarse “si Estados Unidos o bien Israel han influido al presidente del tribunal para que cambiara de rumbo”. “No lo sabremos, pero la tenaz presión ejercida [por Meron] en los casos de Gotovina [exgeneral croata] y Perisic [exgeneral serbio] hace pensar que estaba resuelto a conseguir sendas absoluciones”, señala Harhoff. Ambos oficiales fueron condenados en primera instancia a largas penas de cárcel. Ante Gotovina, a 24 años, en 2011, por perseguir y aniquilar a civiles serbios. Momcilo Perisic, a 27 años, también en 2011, por prestar ayuda financiera y logística a los serbios que mataron a bosnios y croatas.

“Hasta el otoño de 2012, los jefes militares eran considerados responsables de los delitos de sus subordinados en la guerra de la antigua Yugoslavia. Ello alcanzaba a políticos y policías que hubieran apoyado el objetivo general de erradicar a otras etnias de ciertos territorios. Es lo que se llama formar una empresa criminal conjunta”, sigue el juez danés. En su opinión, las cosas empezaron a cambiar con Gotovina. La sala de apelación señaló en 2012 que el exgeneral “no había ordenado o aprobado los crímenes perpetrados por sus hombres”. Lo liberó, y el listón de la responsabilidad subió de grado. En febrero de este año, ocurrió lo mismo con Perisic. Cuando otros dos oficiales serbios, Jovica Stanisic, antiguo jefe de seguridad del Estado serbio, y Franko Simatovic, responsable de las operaciones especiales, fueron exonerados en mayo pasado de haber contribuido a la limpieza étnica en Bosnia y Croacia, el jurista ya no pudo más. La fiscalía, por su parte, apeló este último fallo el viernes pasado.

“La sentencia de Stanisic y Simatovic dice que los acusados ignoraban que su ayuda serviría para cometer crímenes. ¡Pero si les pagan para eso! Para asegurarse de que nadie a sus órdenes delinquirá. Uno puede pensar que los oficiales en países como Estados Unidos o Israel sentían que el TPIY se acercaba demasiado”, afirma Harhoff. “Hemos pasado de tener que probar la contribución de un acusado en un crimen a exigir su intención específica y directa. Un retroceso que me turba. ¿Cómo explicarlo a millares de víctimas? Borrar al otro de una zona considerada propia contradice el orden esencial de la vida. Estas últimas sentencias platean un dilema moral y profesional desconocido para mí. Y lo peor es la sospecha de presión política por parte de algunos colegas. Algo que cambia las premisas de mi servicio a la ley”, concluye la misiva.

Si bien el diario danés BT no explica cómo obtuvo la carta, y nadie quiere hablar abiertamente en el TPIY, el malestar de su fiscal jefe, Serge Brammertz, es conocido. “En general, una absolución demuestra que la justicia funciona, aunque no estamos satisfechos. Mi mayor frustración es que los crímenes se cometieron, nadie lo duda, pero las víctimas quedan sin justicia”, dijo en mayo. Ante la tormenta desatada por Harhoff, el fiscal ha sido cauto y firme. “Nuestro objetivo es terminar el trabajo y que el TPIY demuestre su legitimidad”, afirma en un comunicado oficial. Y añade: “Mi oficina comparte el descontento de las víctimas. Por eso presentaré el viernes [de la semana pasada] una petición de apelación contra la puesta en libertad de Stanisic y Simatovic. La de Perisic merma el respeto por las leyes humanitarias internacionales. En cuanto a Gotovina, estudiamos la posibilidad de pedir una revisión de la apelación”.

La denuncia del juez danés no puede llegar en peor momento. El TPIY cerrará en 2016 y los procesos contra los serbobosnios Radovan Karadzic y Ratko Mladic, acusados del genocidio de Srebrenica, están en marcha y precisan claridad jurídica. Lo mismo ocurre con el serbocroata Goran Hadzic. Pero la mayor duda radica en la repercusión de las absoluciones sobre la protección de los civiles allí donde las fuerzas enfrentadas sean más poderosas que en la antigua Yugoslavia.
Fuente: El País.