_- La política se define como la obligación con la sociedad desde la óptica de la ética, que se basa en el individuo. Se asienta además en la moral que surge del compromiso con los demás. Siempre desde ambos puntos de vista el objetivo es el bienestar social. Frente a esta forma de buen hacer político existen organizaciones que anteponen sus intereses a los de todos. Por esa intención egoísta no representan los valores de la democracia.
Nos encontramos ante una situación política compleja en la que un partido político —el PSOE— ha salido a la palestra con valentía a deponer del Gobierno a un partido sentenciado por su relación con la corrupción, con el apoyo algo renuente de otras formaciones. De inicio, los socialistas se han comprometido éticamente con los ciudadanos y en apariencia los partidos que apoyaron su postura han adoptado asimismo tal compromiso moral.
El pasado viernes, en el Congreso de los Diputados, el PSOE se quedaba solo con los votos del PNV para aprobar las urgentes medidas sobre déficit y techo de gasto que debían hacer efectiva la acción económica no solo del Gobierno de la nación sino de las comunidades autónomas. Y supondría además un ajuste menos lesivo frente a los postulados económicos que exige la Unión Europea. La abstención de Podemos, ERC y PDeCAT, junto a los votos contrarios de Ciudadanos y Partido Popular, han hecho inviable que estas medidas salieran adelante. La decisión de abstenerse es legítima en la búsqueda de objetivos propios de estos partidos, pero ¿es moralmente admisible? ¿Dónde queda el compromiso con los demás, con la sociedad, una responsabilidad que debería estar grabada a fuego en la genética de cada individuo dedicado al servicio público?
Mientras en el Congreso se producen tan cuestionables discusiones, en el sur español se viven situaciones límite ante las que, de nuevo, el Gobierno está solo y que no parecen interesar demasiado al resto de partidos nacionales, no sea sino para reprochar. El sur del sur es en estos momentos un espacio de nuestra geografía al que deberíamos estar apoyando para buscar soluciones ante dos temas álgidos: la masiva recepción de migrantes y las actividades de las organizaciones criminales de la droga que campan desde hace demasiado tiempo por el Campo de Gibraltar.
¿Por qué no una zona franca en La Línea que permita a Gibraltar aumentar el espacio para la demanda actual de las empresas?
En mi opinión, Marruecos y España deben abordar una dinámica que de verdad se base en los derechos humanos, no utilizando el oportunismo sino viajando al fondo de la cuestión política europea. Es un tema a tratar en una conferencia de seguridad y derechos humanos. Cuidar de los más vulnerables es el objetivo prioritario, como ha expresado con acierto en el Parlamento la ministra de Justicia. En un ambiente de reflexión es preciso hablar de seguridad, de terrorismo, de inmigración, de derechos fronterizos, de droga, de trata, de pesca, de justicia... Es decir, no solo de política común europea.
Ante la droga se debe actuar de forma integral. Hay que reconducir a Marruecos, siempre con la UE, para transformar su producción de hachís y dar salida a quienes se dedican al cultivo como condición para otras concesiones. El Campo de Gibraltar necesita una actividad alternativa con nuevas infraestructuras, fomentando el turismo, creando una estructura acogedora y cómoda. Y sobre todo facilitando soluciones a una juventud que, sin más salidas, hace de la droga su modo de vida.
O buscar otras fórmulas: ¿por qué no una zona franca en La Línea que permita a Gibraltar aumentar el espacio para la demanda actual de las empresas? Sería una situación beneficiosa para todos.
La izquierda no puede estar faenando a la contra por intereses personalistas y los independentistas tienen que dejar de mirarse al ombligo y cejar en su ceguera que no les permite ver el bosque de lo que precisan las personas a causa de un par de árboles en estos momentos sin sentido. El signo del Gobierno ha variado, pero ellos prosiguen varados en el capítulo anterior lo que les dota de sinrazón e impacienta al resto.
Hay que recuperar esos valores atascados en un encabezonamiento que a nada conduce. Los ciudadanos necesitamos que la política se reoriente hacia la moral. Si queremos alcanzar igualdad y dar sentido al concepto de solidaridad, todos los partidos deben recuperar el sentido de la obligación para con los otros. La herramienta que combate el egoísmo en la política se llama conciencia social. Y es un arma, esta sí, cargada de futuro.
Baltasar Garzón, jurista, es promotor de Actúa.
https://elpais.com/elpais/2018/07/30/opinion/1532961220_567808.
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