I. Ante la maraña desinformativa que pretende llevarnos hacia un interesado caos conviene, de vez en cuando, refugiarse en la lectura. Quizá sea útil, por lo tanto, reflexionar sobre el porqué y el cómo se hicieron fracasar aquellas repúblicas que despertaron —algunas— tantas ilusiones. Me refiero a las repúblicas de Weimar en Alemania y la Segunda República española, la de los Consejos en Hungría o la monarquía parlamentaria de los Saboya en Italia. Ya sabemos que la historia no se repite con iguales formas, ni tan siquiera primero como tragedia y luego como farsa. A veces se reitera en una doble tragedia, como aconteció con ambas guerras mundiales. En aquellas repúblicas de los años treinta coincidieron algunas “condiciones objetivas”, como se decía antes, que desde luego no facilitaron, sino que agravaron las posibilidades de su supervivencia. Uno de los acontecimientos más dañinos fue el crack de 1929 en EE UU, que se propagó a Europa. Una de esas crisis del capitalismo que provocan todo tipo de desgracias y miserias en los humanos más vulnerables. Si unimos a ello la utilización demagógica y sistemática del peligro bolchevique y de los judíos, en ciertos casos, encontraremos el porqué las derechas moderadas se radicalizaron en extremo, hasta el punto de hacer suyos los postulados de las incipientes fuerzas fascistas y facilitarles, a la postre, la llegada al poder. Por cierto, una amenaza “bolchevique” que ya en aquellos años era un invento o bulo de la reacción, pues los intentos de extender la revolución rusa por Europa, hacia Alemania, Italia o Hungría habían sido aplastados y la dirigencia soviética ya estaba en la nefasta tesis del “socialismo en un solo país”. Pero qué más daba; lo prioritario era practicar políticas depredadoras de los escasos derechos civiles y sociales que habían reconocido aquellas repúblicas.
II. Sin embargo, no todo se debió a las condiciones adversas. También se cometieron errores por parte de los partidos de izquierda y democráticos, que convendría no repetir. En el caso alemán, se puede decir aquello de que “entre todos la mataron y ella sola se murió”, pues nadie quiso asumir la culpa, aunque todos tuvieron su parte. Los partidos de la burguesía, porque hicieron de todo para evitar la estabilidad de la república de Weimar y se fueron inclinando cada vez más hacia la derecha, con el fatídico “centrista” Franz von Papen y el mariscal Paul von Hindenburg a la cabeza, hasta caer de bruces en las fauces de Adolf Hitler, al que por lo visto iban a controlar. Las izquierdas, por su parte, enfrentadas sin piedad, pues para los comunistas la socialdemocracia era el “socialfascismo” y sectores de estos últimos no fueron ajenos a la eliminación física de los comunistas Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. El resultado de todo aquello fue que Hitler llegó al poder y fusiló y gaseo tanto a unos como a otros.
El caso de la República española es diferente, aunque el resultado fuera parecido. Aquí también las derechas se radicalizaron —véase la CEDA— con las políticas del llamado “bienio negro” y buena parte de ellas conspiraron desde el principio para derrocar la República. Las izquierdas, por su parte, también se extremaron y acabaron divididas. Además de las posiciones antipolíticas —abstencionismo, etcétera— del poderoso anarquismo, que fue tóxico para el fortalecimiento de la República. Un régimen —espléndido intento de modernizar España— que, sin embargo, no cuidó con suficiente rigor la política económica y las alianzas internacionales, presa de una inocente actitud de neutralidad en una Europa dominada por depredadores.
Las derechas italianas se adelantaron a todas las demás, pues le facilitaron la conquista del poder a Benito Mussolini ya en octubre de 1922. Desde Víctor Manuel III pasando por los representantes de los partidos de la burguesía, en el primer momento votaron a favor del Duce personajes como Giolitti, De Gasperi, Salandra, Orlando —luego opositores represaliados— y contando con la división de las izquierdas, los fascistas se hicieron con el gobierno. Se desmentía así aquella amarga reflexión del socialista Pietro Nenni cuando escribió: “Todos en Italia estaban de acuerdo en no tomarse en serio el fascismo”. Los gravísimos errores de subestimar a los “mamarrachos”, o de caer en los excesos, es decir, en no calcular bien la relación de fuerzas. Esto último les sucedió a los comunistas húngaros de Béla Kun en 1919 cuando declararon una República soviética, con el filósofo Georg Lukács de comisario de Educación Pública. Duró 133 días y feneció violentamente a manos del almirante Horthy y de una represión brutal que duró más de 20 años.
III. En la actualidad, la situación es muy diferente y, no obstante, hay rasgos que se repiten y recuerdan, de manera inquietante, aquella época. En sus inicios —como antaño— los partidos de ultraderecha parecían insignificantes, como en los casos de Alternativa por Alemania, el Chega portugués, Hermanos de Italia, el Frente Nacional francés o Vox en España y, sin embargo, en pocos años han crecido en proporciones extrañamente altas. Sus líderes, como entonces, son personas en ocasiones bastante raras, a veces un tanto histriónicas e imprevisibles. También olvidamos con frecuencia que estos partidos ultranacionalistas, hoy antieuropeos, no llegaron directamente al gobierno nacional, sino que fueron paulatinamente normalizados por las derechas moderadas y los medios afines. Fue el caso del partido nazi (NSDAP) cuando en 1930 Wilhelm Frick, un fanático acólito de Hitler, entró como ministro en un gobierno de derechas en el Estado de Turingia. Lo primero que hizo fue recortar recursos a la Bauhaus de Gropius, expulsándola de Weimar, igual que Donald Trump con Harvard. Ahora en Alemania, de momento, ha funcionado el aislamiento de los extremistas, lo que no sucedió en España con la entrada de Vox en múltiples autonomías. Aquí no se trató de la Bauhaus, sino de ahogar a los sindicatos, expulsar a los emigrantes y arremeter contra la ley de Memoria Democrática. Sin embargo, quizá lo más peligroso, al lado de la tendencia de ciertas derechas —como entonces— a facilitar el pase a la gobernanza de estas fuerzas ultrarradicales y antieuropeas, sea las divisiones en el seno de la izquierda. En momentos de avance de las derechas más radicales, como recién ha sucedido en Portugal, Inglaterra, Rumania, Polonia y por toda Europa, es especialmente trascendente mantener la unidad de las izquierdas y de los demócratas. De ahí que produzca tristeza e invite a la alarma el que vuelvan a expresarse políticas profundamente erróneas que solo conducirían a una catastrófica derrota. Mantener en la actual situación de excepción europea la idea fuerza de que el Gobierno español —el más progresista de la historia democrática— y otros se sitúan en la orilla de los “partidos de la guerra”, recuperando la nefasta tesis de las “dos orillas” del pasado, divide a la izquierda y solo puede conducir al triunfo de las derechas y a sus consecuencias. Hoy la debilidad principal está en la llamada izquierda alternativa y, en consecuencia, si se pretende ganar las próximas elecciones y frenar el acceso al poder de los ultras, se deberían evitar los errores del pasado y unir a esas izquierdas en el proyecto común de una democracia social y una Europa más integrada.
Nicolás Sartorius es abogado y escritor. Su último libro es La Democracia Expansiva (Anagrama).
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martes, 22 de julio de 2025
Por favor, no los mismos errores en la izquierda. En momentos de avance de las derechas más radicales es especialmente trascendente mantener la unidad
viernes, 2 de mayo de 2025
_- Como murió Benito Mussolini
_- De Izquierda a Derecha, se puede observar los cuerpos sin vida del político excomunista Nicola Bombacci (1879-1945), del Duce Benito Mussolini (1883-1945), de su fiel amante Clara Petacci (1912-1945), del ministro Alessandro Pavolini (1903-1945) y del reconocido político fascista Achille Starace (1889-1945), siendo exhibidos en la Plaza Loreto en la ciudad de Milán ubicada en el norte de Italia el 29 de abril de 1945.
Nacido en Forlí, en 1883 con el nombre de Benito Amilcare Andrea Mussolini, a los 17 años se afilió al Partido Socialista Italiano, para evitar el servicio militar huye a Suiza hasta que fue detenido y deportado a Italia, donde no pudo evitar la instrucción militar en Verona.
Durante los siguientes 4 años alternó la enseñanza de francés, idioma que dominaba y escribir artículos en varios periódicos, por el carácter agitador de estos, fue detenido en varias ocasiones.
Cuando Italia entró en la Primera Guerra Mundial el PSI pedía la neutralidad, esto irritó a Mussolini que edita el periódico “Il Popolo d’Italia” de corte ultra nacionalista.
Durante la Primera Guerra Mundial sirvió en el frente y por la herida de un mortero se lo retiro de la batalla, al terminar la guerra desde su periódico alentó el sentimiento de descontento por lo obtenido por Italia en el “Tratado de Versalles”.
En 1919 forma el “Fasci Italiani di Combattimento”, grupos armados de agitación que constituyeron el germen inicial del futuro Partido Nacional Fascista que funda en 1921, ese día Mussolini desfiló en Milán con sus columnas de «camisas negras» con consignas anti socialistas y anticomunistas, ganándose la simpatía de la derecha industrial y terrateniente.
En agosto de 1922 una huelga izquierdista fue dispersada por sus grupos de choque. Aprovechando la revuelta toman los municipios de Ancona (Milán), Génova, Livorno, Parma, Bolzano y Trento, dando inicio a la "revolución Fascista", finalmente en octubre de 1922 Mussolini marcha sobre Roma con más de 40 mil camisas negras y obligan al Rey Víctor Manuel III a formar una monarquía Parlamentaria con Mussolini como presidente del consejo de ministros.
Los años posteriores fueron una página negra para Italia, censura, persecuciones, desapariciones y militarización de las calles, en 1934 la colonia italiana de Somalía entra en guerra con Etiopía, Allí se produce el acercamiento entre Mussolini y Hitler quien lo ayuda a aplastar a las tropas etíopes.
Benito anuncia el renacimiento del imperio italiano, junto con Hitler ayudan a Franco en la guerra civil española y en línea con Alemania, dicta leyes raciales contra los judíos. Si bien Italia era aliado de Alemania, cuando este invadió Polonia iniciando la segunda guerra mundial, Italia se mantuvo neutral ya que no estaba preparada, Hitler presionó a Mussolini a intervenir, quién acorralado, accedió, el desempeño de las tropas italianas fue desastroso, lejos de ayudar a Alemania, le trajo más complicaciones, ya que abrió 4 frentes de ataque y no lograba ninguno por lo que Hitler desvió divisiones alemanas para ayudarlo.
Mussolini deprimido por su fracaso le propone a Hitler rendirse a los rusos para dedicarse al frente francés, Hitler se da cuenta que ya no cuenta con él y ordena el retiro de sus tropas de Italia, que finalmente cae ante la invasión norteamericana por el sur de la península.
Mussolini ya sin poder, en medio de una revuelta generalizada y la derrota alemana consumada, decide huir a Suiza pero es capturado por partisanos comunistas y fusilado junto a su amante Clara Petacci, su cuerpo fue trasladado a Milán donde fue colgado de los pies como antes se ejecutaba a los comunistas y entregado a la turba que lo golpeó y ultrajó durante horas, cuando Hitler se enteró de lo sucedido decidió que a él no le pasaría lo mismo por lo que antes de ser capturado, dejo instrucciones para que luego de suicidarse su cuerpo fuera quemado.
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