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lunes, 25 de abril de 2022

_- El viaje a ninguna parte de las izquierdas de nuestro tiempo

_- Lo que está ocurriendo en mi tierra, Andalucía, me parece que es una nueva expresión del proceso de disipación que afecta a las izquierdas de nuestro tiempo.

Uso exactamente este término porque me parece que es el que mejor refleja su presente y futuro. Según la Real Academia de la Lengua, disipación significa desvanecer las partes que forman por aglomeración un cuerpo, desperdiciar o malgastar la hacienda u otra cosa, evaporarse, quedarse en nada.

Dentro de muy poco -quizá en junio próximo- se celebrarán elecciones en Andalucía, una región de peso y presencia considerables. Si fuese un país de la Unión Europea, sería el decimoquinto de los veintisiete por número de habitantes (8,4 millones), casi tantos como Austria (8,9) y solo dos menos que Suecia (10,3). Por extensión (87.699 km2), ocuparía el decimotercer lugar, muy poco por detrás de Hungría (93.028) o Portugal (92.090).

Por razones que no están del todo claras, quizá por su dimensión, por su historia o por las características de su población, las elecciones andaluzas han sido muy determinantes de lo ocurrido en la política nacional en los últimos cuarenta años de vida democrática en España. Se podría afirmar, como si de una especie de ley de comportamiento político se tratara, que ningún partido gana o tiene un buen resultado en las elecciones generales en España sin haberlo tenido previamente en las andaluzas.

Cuando el PP de Aznar ganó por primera vez al PSOE, el 3 de marzo de 1996, su partido no triunfó en las andaluzas que se celebraron el mismo día, pero las anteriores (celebradas el 12 de junio de 1994) ya habían anunciado claramente un cambio de ciclo, cuando el PSOE perdió 17 escaños y el PP ganó 15. Y algo parecido ha ido ocurriendo en otros momentos de giro político.

Las próximas andaluzas van a celebrarse, además, en una situación muy especial: tras la invasión de un país europeo que puede convertirse en un conflicto bélico mundial, y en medio de una crisis económica que empeora por momentos, con la mayor inflación de los últimos cuarenta años sin visos de frenarse y un nivel de deuda gigantesco que se hará muy difícil de soportar, a poco que vayan subiendo los tipos de interés y disminuyendo la actividad económica. Y también, cuando la vida política y social en los países democráticos se degenera constantemente y la extrema derecha avanza con ideas claramente totalitarias que provocan una profunda crisis de valores y alientan la violencia y el enfrentamiento civil. Una extrema derecha cuyo éxito, no se olvide, se produce, como decía Walter Benjamin, allí donde la izquierda ha fracasado.

Son, todas ellas, un buen abanico de razones para considerar que las ya casi inmediatas elecciones andaluzas constituyen un momento político decisivo, se mire por donde se mire, en el que se va a examinar el estado real de los proyectos políticos que se confrontan, no solo en España sino en toda Europa. Tal y como, por otras razones, acaba de suceder en Francia.

Sin embargo, lo que vaya a ocurrir en Andalucía en las próximas elecciones, como sucedió en las francesas de hace unos días, ya está en gran medida escrito por una sencilla razón. Las diferentes fuerzas de la izquierda se han negado a sí mismas como alternativa frente a la inercia y al populismo de la derecha. No ofrecen nada de valor con que encandilar a la sociedad y lograr su complicidad y el apoyo suficiente para transformar la situación presente. Han sido incapaces de proponer al electorado respuestas sugerentes y con visos de ser efectivas para los problemas de nuestro tiempo. No disponen de un proyecto de futuro que la sociedad pueda contemplar como un asidero, como una solución a sus preocupaciones. No están cerca de la gente, ni la gente las siente como algo suyo, o que pueda serles de utilidad en su vida diaria. En Andalucía, como ya ha ocurrido en otros países, la izquierda ha mostrado sin disimulos que no representa nada nuevo, sino tan solo una página más de lo mismo de siempre.; de lo que, a base de tantos fracasos y traiciones, ya se ha comprobado que es una fórmula inútil para cambiar de verdad las cosas; en el mejor de los casos, solo un remedo de lo que hace la derecha cuando gobierna.

Lo de menos en Andalucía es que el Partido Socialista haya sido incapaz de renovarse y movilizar a su electorado, de reinventarse con coraje e imaginación; o que algunos partidos a su izquierda hayan sido tan indecentes e irresponsables como para no aliarse ni tan siquiera con el simple objetivo de sobrevivir o salvar el pellejo electoral. Incluso esas vergüenzas son diminutas si se comparan con el problema principal que tienen las izquierdas en el momento histórico en que vivimos.

Es cierto que en España hay un gobierno que está intentando hacer políticas progresistas, sobre todo, para tratar de aliviar el sufrimiento de la población. Pero también lo es que ha tomado medidas que constituyen una traición sin precedentes a los programas electorales y a los principios morales de los partidos que lo sostienen; que no se ha atrevido a adoptar las necesarias para minar el poder oligárquico que obstaculiza desde hace décadas el progreso en España; o que la falta de pedagogía, comunicación y apego con la población hacen que, incluso detrás de cada una de esas medidas progresistas, venga pérdida de apoyo y mayor incomprensión de la ciudadanía.

Los partidos de la izquierda ya no pueden disimular que son frutos sin jugo, exprimidos al máximo, sin una gota de ideas o proyectos novedosos y, lo que es peor, sin la más mínima capacidad de contagiarse de la vida de la gente normal, de identificarse con lo que esta siente y padece y de emular lo bueno que hace. Se han vuelto inhumanos, en el sentido de que no tienen la misma piel ni el alma que tienen, no ya sus votantes de siempre, sino ni siquiera su propia militancia honrada, cada día más exigua, que los apoya desde la insignificancia y, seguramente, sin estar de acuerdo con lo que hacen los dirigentes y sus aparatos.

La izquierda no está dando ni puede dar respuestas al presente porque se ha negado o es incapaz (a estas alturas, tanto da) de desescombrar lo viejo e imaginar y modelar un futuro distinto al que procede de la inercia. Y, sin el futuro imaginado, no puede haber tampoco la esperanza que proporciona el que se anticipa y se muestra en forma de realidades concretas y tangibles. Sin proyecto ni propuesta de futuro, a la izquierda solo le han quedado palabras vacías o actos de fe para ofrecer a la gente.

Durante decenios, las izquierdas fueron adanistas, es decir, estaban convencidas y querían convencer a la gente de que el futuro deseado sería -en unos casos- un acto de nueva e instantánea creación, un nacimiento, el parto mágico de un instante revolucionario. O, en otros, la mágica aparición de lo nuevo a base de darle mil vueltas a lo viejo, reformándolo sin cesar. Últimamente, en los últimos treinta o cuarenta años, las izquierdas se han hecho -si se me permiten los barbarismos- presentistas, denunciadoristas y pesebristas. Presentistas, o sencillamente conservadoras, como decía Anthony Guiddens, porque -como he dicho- no son capaces ni tan siquiera de imaginar que haya un encuadre social distinto al actual, porque no piensan en cómo puede ser un futuro diferente ni, en el mejor de los casos, cómo se podría llegar a él. Denunciadoristas porque se han especializado en criticar y denunciar todo cuanto tienen ante sí, o en hacer análisis sofisticados, mas sin crear experiencia o realidad alguna que pueda servir de referencia efectiva para el cambio, como hoja de ruta para llegar al futuro. Y pesebristas, para colmo, porque se alimentan de los recursos (no solo materiales, sino conceptuales, comunicativos, políticos o simbólico-culturales) que proporciona el sistema que dicen combatir. Basta ver quiénes son, de dónde vienen y a dónde han llegado, y con qué medios y formas hacen política quienes tienen posiciones de representación, privilegio o poder en los partidos de la izquierda.

Ideológicamente hablando, las izquierdas son puro material de derribo porque carecen de cosmovisión y siguen ancladas en el pensamiento mecanicista y lineal del XIX que les impide percibir y analizar la complejidad para operar en ella. Perdidas en un sinfín de reivindicaciones, diseminadas en mil tribus y creando sin cesar nuevos y más dispersos rebaños, han renunciado a utilizar la lengua franca del cambio global que permite el entendimiento y la movilización común. No es sin duda el único, pero el caso del feminismo, que termina incluso negando la existencia como sujeto de las propias mujeres, es un ejemplo palmario de la auto-deconstrucción de la inteligencia que está llevando a ninguna parte a la izquierda y a sus diversas expresiones satelitales.

Por eso me parece que, lo mismo que el reciente fracaso electoral del Partido Socialista francés -o de la izquierda en general- no es de ninguna manera accidental, lo que está pasando ahora mismo en Andalucía y lo que va a pasar en España no se puede considerar una incidencia puntual. Es el reflejo de un fracaso histórico de las formas de ver y analizar el mundo y de las maneras de actuar sobre él de las izquierdas de nuestro tiempo.

La falta de vigor o de entendimiento de la izquierdas andaluzas es patética, por significativa y sintomática. Pero lo es mucho más que la izquierda estatal del PSOE, presumida siempre de serlo más y mejor que nadie, haga depender su futuro del deshoje de la margarita que haga una sola persona para decidir, según su propia expresión, si finalmente «escucha a la gente» para poner en marcha un proyecto del que no se sabe lo que llevará dentro. Como ocurría con los sobres sorpresa que comprábamos de pequeños con ilusión, a pesar de que sabíamos que solo podían contener naderías. ¿En qué cabeza sensata puede caber la idea de que la regeneración de un proyecto político que se viene abajo puede depender de una sola persona, por muy brillante y valiosa que sea, como lo es Yolanda Díaz? ¿Quién, en su sano juicio, puede creer que solo su apuesta personal puede provocar una catarsis de la política en todo el Estado, cuando ni tan siquiera se ha sido capaz de poner algún mimbre para evitar que el proyecto nazca derrotado al no dar la batalla previa en Andalucía?

Estamos viviendo el proceso que lleva a dejar en la nada a las izquierdas que nacieron en el siglo XIX y lo paradójico es que se está produciendo por su propia responsabilidad.

La leyenda cuenta que Mitrídates VI, Rey de Ponto, las tierras de alrededor del Mar Negro en la actual Turquía, tomaba pequeñas dosis de un veneno para evitar ser envenenado. Ahora se utiliza el término mitridatismo para referirse a quienes, a fuerza de haber estado expuestos a un fenómeno negativo, se hacen indiferentes a él. Y quizá sea eso lo que le ha ocurrido a las izquierdas de nuestra época. Han pasado tanto tiempo integradas en el medio ambiente que deseaban cambiar que han terminado por ser inmunes al cambio.

Debe ser así porque lo paradójico es que nunca como ahora ha habido a nuestro alcance, delante de nuestros propios ojos, tantas alternativas, tanto pensamiento crítico, imaginativo y creador, tantas experiencias y modos de vida diferentes a las del capitalismo que produce dolor, violencia y sufrimiento, tantas personas comprometidas y efectivamente ocupadas con la puesta en práctica de otra realidad, cuidadora y cuidadosa, solidaria, fraternal, pacífica y respetuosa con los demás seres y con la naturaleza. Pero, eso sí, completamente alejados de los partidos de izquierdas.

Mientras que una legión de asociaciones, organizaciones de todo tipo, colectivos, fundaciones, grupos anónimos, intelectuales y personas individuales de todo tipo y condición… piensan, diseñan, construyen, organizan, crean empresas, ponen en marcha con eficacia y eficiencia… miles de iniciativas para producir o consumir de otra forma, curar y salvar vidas, habitar, estudiar, cuidar, alimentarse, obtener energía, representarse o tomar decisiones como si estuvieran ya en un planeta distinto, anticipando el futuro… los partidos de las izquierdas se organizan, deciden y actúan en el viejo mundo, siguen inoculándose sin parar el veneno de Mitrídates y son ya tan insensibles al mal presente de su alrededor como ignorantes de la oleada de vida nueva que viene del futuro y que los va a enterrar para siempre.

No estoy seguro de que la disipación de los partidos de izquierda, su evaporación como instrumentos para transformar la realidad y superar el capitalismo, sea una mala noticia. Lo es en el sentido de que ya no se puede confiar en el único aparato que hoy día tenemos a nuestro alcance para ser representados e incidir en la vida política. Pero, al mismo tiempo, quizá sea eso lo mejor que puede pasarnos. Así lo creo porque intuyo que ese proceso de disipación de los actuales partidos de izquierda acelerará, al mismo tiempo, la aparición de nuevos sujetos sociales y políticos. Es decir, nuevos instrumentos de emancipación nacidos a la imagen y semejanza de la gente corriente que día a día está inventando el futuro y nos lo ofrece adelantado cuando pone en marcha experiencias y formas de vida, organización y comportamiento personal de nuevo tipo. La única vía por la que se puede cambiar el mundo.

Fuente: Juan Torres López, blog. 

domingo, 21 de febrero de 2016

El referéndum es una excusa del PSOE y de las derechas para que no se establezca un gobierno de izquierdas

Vicenç Navarro
Autor de Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante (Anagrama, 2015)

El punto clave que los principales medios de información del país enfatizan como el mayor obstáculo para conseguir el gobierno de coalición de izquierdas es el tema del referéndum en Catalunya. Se dice que tanto para el PSOE como para el PP y Ciudadanos, el referéndum es la línea roja que jamás cruzarán. Para poder justificar esta postura, tales partidos presentan, deliberada y maliciosamente, el referéndum en Catalunya como una llamada a la independencia, asumiendo erróneamente que la aprobación del referéndum daría pie inmediatamente a la independencia.

Los dirigentes pasados y presentes del PSOE, así como del PP y de Ciudadanos confunden (fruto más de una malicia que de una ignorancia) lo uno con lo otro, y crean un problema donde no debiera haberlo, pues permitir que se haga el referéndum no quiere decir que se desee la independencia de Catalunya. El derecho a decidir es el mero derecho democrático que un pueblo y nación debería tener dentro de un Estado plurinacional, derecho que, en contra de lo que tales partidos políticos están diciendo, existe en muchos países. El tema a debatir no es, pues, sobre unidad de España o su desunión, sino sobré qué tipo de Estado se desea. Este es un punto clave que los dirigentes de aquellos partidos (PP, Ciudadanos y PSOE) no desean tocar, pues quieren mantener por todos los medios posibles (incluidos los aparatos de represión del Estado que controlan) su visión del Estado, un Estado heredado de la dictadura que le antecedió y que se caracteriza por su visión uninacional, radial y escasamente democrática, en lugar de ser un Estado plurinacional, poliédrico y mucho más democrático de lo existente hoy en día en este país, y que las izquierdas democráticas (como Podemos, En Comú Podem, En Marea y Compromís) están pidiendo. La lucha por la democratización del país pasa por el reconocimiento de la plurinacionalidad de España.

El derecho a decidir es el derecho a elegir
Naturalmente que el derecho a decidir, por definición, incluye el derecho a elegir, incluyendo el derecho a decidir sobre el tipo de articulación, en este caso de Catalunya con el resto de España, la cual tiene que tener a su vez el mismo derecho a decidir, respetando la diversidad de España, de manera que la unidad de esta esté basada en el consenso democrático y no en la fuerza militar o policial. El mal llamado “tema difícil del referéndum” no es, pues, lo que dicen o presentan aquellas fuerzas políticas que han intentado presentar tal demanda como una demanda de ruptura de España. En realidad, no hay razón para que no se pudiera resolver tal llamado problema si los partidos que están explorando la coalición fueran partidos de izquierda con vocación democrática. Soy consciente de que ni el PP ni Ciudadanos desean otro tipo de Estado que el actual. Y de ahí que se inventen todo tipo de falsedades para defender su visión del Estado, radial y uninacional. Pero los partidos de izquierda no deberían compartir esta visión de la España uninacional, pues esta visión es excluyente y oprimente con aquellos pueblos y naciones que no la comparten. Como he escrito en muchísimas ocasiones, el PSOE tendría que recuperar la visión plurinacional y poliédrica que tuvo en su pasado heroico, cuando luchaba para establecer la democracia en España y apoyaba el derecho a decidir de las distintas naciones de España y, con ello, su plurinacionalidad. Por desgracia, abandonaron aquella visión, adaptándose (como se adaptaron en otras áreas de igual importancia) haciendo suya su visión radial y uninacional hasta tal punto que llegaron a considerar como nacionalistas y/o secesionistas a aquellos que no compartían su visión de España.

Un ejemplo de ello es Alfonso Guerra, el autor del “cepillaje del Estatuto de Catalunya” en las Cortes Españolas, y hoy, uno de los máximos exponente dentro del PSOE de la oposición al referéndum en Catalunya, que en su día llegó a acusar nada menos que al Presidente de la Generalitat de Catalunya, el socialista José Montilla, y a la muy popular Presidenta del PSC, Manuela de Madre, de estar “contaminados con el nacionalismo catalán”. Es esta visión excluyente, que domina el establishment político mediático basado en la Capital del Reino (que tiene poco que ver con el Madrid popular) la que está hoy utilizando el referéndum (recurriendo a la sacrosanta Constitución) para evitar el establecimiento de una coalición de partidos de izquierdas, prefiriendo en su lugar que se establezca una coalición PSOE-Ciudadanos-PP. Su mal llamada defensa de la “unidad de España” rememora la llamada de los golpistas del 1936, que también utilizaron tal eslogan para imponer por la fuerza una dictadura de clase frente a la mayoría de la población.

¿Cuál es, pues, el mayor obstáculo para establecer el gobierno de izquierdas?
La mayor dificultad para poder establecer una coalición de izquierdas –que el debate sobre el referéndum está ocultando- es la política económica del PSOE, que es más cercana a la de Ciudadanos y a la del PP que a la de Podemos. Ahí está el problema mayor del que no se está hablando. Ni que decir tiene que el programa económico del PSOE no es el mismo que el de las fuerzas conservadoras y neoliberales que en España representan el PP y Ciudadanos. Sin ninguna duda, el programa del PSOE tiene notables diferencias con los programas de estos dos últimos partidos. Pero, sin embargo, el PSOE coincide con el PP y con Ciudadanos (y con Convergència en Catalunya) en un tema central que influencia todo lo demás. El PSOE comparte la misma visión estratégica y económica, queriendo salir de la enorme crisis en la que todavía estamos sumergidos continuando las políticas neoliberales que nos llevaron precisamente a esta crisis y que han sido la mayor causa de que todavía estemos estancados en ella.

El desempleo en España es enorme, y la calidad de empleo (tanto en intensidad como en cantidad) continúa en unos niveles de deterioro nunca vistos antes. El PSOE, sin embargo, no ha roto con el socioliberalismo, y continúa creyendo en la bondad de las políticas impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), por la Comisión Europea, por el Eurogrupo y por el Banco Central Europeo (BCE), que son las mismas políticas que nos han llevado al desastre. La evidencia de que tales políticas han causado la gran crisis, retrasando además la recuperación, es robusta y abrumadora (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015).

Elementos importantes del neoliberalismo en el programa del PSOE
Y este socioliberalismo aparece tanto en su programa (en la timidez de sus propuestas) como en las declaraciones de sus principales asesores y/o economistas de referencia. El coordinador del plan económico del PSOE y miembro clave del equipo negociador del Sr. Sánchez, es el economista Sr. Jordi Sevilla, uno de los mayores defensores del socioliberalismo. Si no se lo creen, lean por favor sus declaraciones y su libro, De nuevo socialismo, donde se pueden ver expresiones tales como “¿quién a estas alturas pide que se aumente el gasto público en España?”, pregunta que él mismo se contestó, señalando que “solo los socialdemócratas tradicionales (la manera amable de decir anticuados) como Vicenç Navarro”. Hay que conocer que tal propuesta de no aumentar el gasto público se hacía y se continúa haciendo en uno de los países con menos gasto público por habitante en la Unión Europea de los Quince (UE-15), el grupo de países más semejantes a España en la UE por su nivel económico (ver mi artículo “El continuismo neoliberal en el PSOE”, Público, 02.07.15). Tal economista ha dicho en muchas ocasiones que las instrucciones de la Troika sobre el déficit deben obedecerse.

Una postura casi idéntica a la del Sr. Sevilla es la que sostiene el Sr. José Carlos Díez, uno de los economistas de referencia del PSOE, que goza de una gran proyección mediática en España, siendo asesor del canal televisivo que se considera más progresista de España, La Sexta. Aparece constantemente en el programa Al Rojo Vivo como el economista de la casa, y un tanto parecido en el programa de La Sexta Noche. Pero lo que prueba más claramente la orientación neoliberal del equipo económico del PSOE es el contraste, no solo entre los asesores económicos nacionales, sino también entre los internacionales, del grupo de trabajo que elaboró el programa económico de Podemos, que incluyó, entre otros, al Premio Nobel Joseph Stiglitz y a Thomas Picketty. Para contrarrestar tal lista, el PSOE mostró como su gran fichaje al Sr. Larry Summers, que fue uno de los economistas más responsables de la enorme crisis de la banca en EEUU como consecuencia de la desregulación bancaria que él (junto con Robert Rubin, codirector del Goldman Sachs) realizó cuando fue Ministro de Finanzas del Presidente Clinton (les aconsejo que vean el documental Inside Job).

¿Será posible la coalición de izquierdas?
La enorme hostilidad que tales personajes, así como el aparato del PSOE y su vieja guardia, han mostrado hacia las mayores propuestas económicas de Podemos se debe precisamente a que su visión de cuál ha sido la causa de la crisis actual y la manera de resolverla es mucho más cercana a la de Ciudadanos (cuyo economista de referencia, el Sr. Garicano, es muy próximo al IBEX-35 y apoyó tanto las reformas laborales del PSOE como las del PP, así como las medidas de austeridad del PP) y a la del propio PP. Veo, por lo tanto, difícil que pueda llegarse a un acuerdo, pues nos estamos jugando no ya la unidad de España (que ni Podemos, ni En Comú Podem, ni En Marea, ni Compromís están cuestionando, como maliciosamente lo están presentando las voces del bunker dentro del PSOE), sino su propia viabilidad y el bienestar de las clases populares. Hoy el equipo económico del PSOE es un equipo todavía comprometido con el liberalismo, mientras que Podemos e IU están comprometidos –como la socialdemocracia siempre estuvo comprometida (antes de que se convirtiera al neoliberalismo)- en revertir las políticas de austeridad, enfatizando la necesidad de ampliar la intervención del Estado para crear buen empleo y estimular la economía, pagando tales inversiones con políticas redistributivas que signifiquen un amplio aumento de los ingresos al Estado (en España el enorme retraso social de su Estado del Bienestar se debe precisamente al bajo gasto público social).

El Sr. Díez, con la frivolidad e ignorancia que lo caracterizan, anunciaba recientemente en el programa Al Rojo Vivo que las políticas propuestas por Podemos llevarían automáticamente al corralito que ocurrió en Grecia, expresión que quedó sin corregir (como siempre ocurre en La Sexta y otros canales), pues no se invitó a ningún economista con una visión contraria para que la cuestionase. Estos personajes son meros sirvientes del establishment político-mediático europeo cuyas políticas que promueven están causando un enorme dolor a las clases populares de este país. He escrito en otra parte que Syriza podría haber respondido de otra manera a la que había propuesto el gobierno griego y había presentado Varoufakis en sus negociaciones (ver mi artículo “Crítica amistosa a Varoufakis y a sectores de las izquierdas sobre lo ocurrido en Grecia”, Público, 19.10.15) con la Troika. Pero lo que es incluso más importante es que España no es Grecia. España es una de las potencias económicas de la UE, que si se aliara con Italia, Francia y Portugal podría cambiar las políticas impuestas por la coalición conservadora-socialista alemana revirtiendo las políticas de austeridad. En contra de lo que asumen Jordi Sevilla, José Carlos Díez, Luis Garicano y el blog Nada es Gratis del IBEX-35, así como los dirigentes del PSOE, la Troika no es omnipotente, y sí que hay alternativas que raramente aparecen en los mayores medios de información y persuasión (que nunca presentan voces críticas con tales instituciones, dando en cambio grandes cajas de resonancia a personajes que reproducen la sabiduría convencional que tanto dolor está causando), que deberían aplicarse (ver Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España, de Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón) y que son factibles y realizables.

El Sr. Díez, en su intento por desacreditar la coalición de partidos de izquierda, señaló que la resistencia ofrecida por el gobierno portugués a las políticas de austeridad le llevaría a un desastre, pues la Troika no lo aceptaría. Tres días más tarde, la Comisión Europea, parte de la Troika, aceptó el presupuesto presentado por el gobierno portugués, y fue la Comisión Europea la que tuvo que aceptarlo, pues hoy el establishment europeo está más que preocupado por la posibilidad de que se abra otro flanco en el sur de Europa. Lo que ocurrió en Grecia les supuso un coste político elevado. Si Italia, Francia y Portugal se resistieran, junto con España, a estas políticas, la polarización que existe en Europa –entre este establishment europeo, hegemonizado por los partidos conservadores y liberales (con la ayuda de los partidos socioliberales) y los demás, alcanzaría niveles difícilmente absorbibles por tal establishment. Los gobiernos pueden oponerse y resistir, y lo ocurrido hace unos días en Portugal es una señal de ello.

La otra observación es que en las políticas de pactos entre los distintos partidos no es coherente aceptar propuestas que entran en conflicto entre sí. Por ejemplo, es más que probable que el PSOE (e incluso Ciudadanos) aceptara la necesidad de hacer un rescate rápido a la población dañada por la crisis que está en una situación insostenible. En realidad, el impacto de la crisis y de la mal llamada recuperación en el nivel de pobreza ha sido tan acentuado que los partidos conservadores y neoliberales han aceptado la necesidad de hacer algo para ayudar a los pobres. Y de ahí aparecen los programas antipobreza. Pero el problema de la pobreza es mucho más amplio que el problema de los pobres, pues el crecimiento de la pobreza es un síntoma de las políticas públicas neoliberales que se extienden desde las dos reformas laborales (la del gobierno Zapatero y la del gobierno Rajoy) hasta los recortes (realizados por el gobierno PSOE y por el gobierno PP). Intentar cuidar a los pobres sin revertir aquellas políticas es dar agua al sediento en un vaso con un agujero. El poco éxito de los programas antipobreza se debe a este hecho. Aumentar los salarios, dar más poder a los sindicatos, expandir la protección social y el gasto público y crear empleo, es mucho más eficaz que transferir fondos públicos a los pobres, lo cual siendo importante, es dramáticamente insuficiente. No es muy coherente pactar con Ciudadanos el rescate a los pobres, y a la vez no hacer nada o hacer lo que pide Ciudadanos, que aumentará todavía más la pobreza, no solo de los pobres, sino también de todos los demás.

Una nota como conclusión
Lo que estamos viendo hoy en España es que el establishment financiero y económico español, que tiene una influencia excesiva sobre los establishments político-mediáticos, quiere destruir a Podemos, y si no puede, al menos ningunearlo. Utilizan todo tipo de argumentos y falsedades, llamándolos bolivarianos, yihadistas, iraníes, independentistas, utópicos, pronazis, progolpistas, y una predecible larga lista de insultos. Y cuando, por primera vez, llegan a las Cortes Españolas, como la tercera fuerza política parlamentaria (que, de alargarse la campaña tres semanas más, podrían haber alcanzado la segunda posición), se los pone en el “gallinero”. Y ahora estamos viendo que además se les está responsabilizando -con la ayuda de los grandes medios de información y persuasión- de ser ellos los que están dificultando la coalición de las izquierdas, cuando, en realidad, la dirección del PSOE y la vieja guardia de tal partido nunca han intentado hacer tal coalición. Desde el principio vieron que sus máximos aliados eran y son Ciudadanos, pues son los que ideológicamente son más cercanos a ellos. Y ahora tienen la desfachatez de acusar a Podemos de que este partido sea el responsable de que no se haga la coalición. Y con la ayuda de los medios, y con el soporte del establishment financiero y económico de siempre, parece que lo están consiguiendo. Así es esta España que ellos quieren mantener. Quieren evitar el cambio profundo que el país necesita. Así de claro.
http://blogs.publico.es/dominiopublico/15911/el-referendum-es-una-excusa-del-psoe-y-de-las-derechas-para-que-no-se-establezca-un-gobierno-de-izquierdas/