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jueves, 23 de julio de 2020

La brutal y casi olvidada "era de los linchamientos" de negros en Estados Unidos

Iniciación de un nuevo miembro del Ku Klux Klan.
Tras la I Guerra Mundial, los linchamientos repuntaron por la acción de grupos supremacistas como el Ku Klux Klan.

Luther Holbert, un ciudadano afroestadounidense, fue linchado en la localidad de Doddsville (Mississippi) por una multitud que le acusaba de matar a un hacendado blanco. Era el año 1904 y Estados Unidos vivía en plena segregación racial.

Holbert estaba junto a una mujer que se cree era su esposa. Ambos fueron atados a un árbol y obligados a extender sus manos mientras les iban cortando uno a uno los dedos que iban distribuyendo entre la muchedumbre como una suerte de souvenirs.

Luego les cercenaron las orejas, les golpearon y usaron un sacacorchos grande para abrir agujeros en sus cuerpos, sacando grandes trozos de carne. Finalmente fueron lanzados en una hoguera donde murieron quemados.

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Quién fue el polémico general Robert E. Lee, cuya estatua está en el centro de las marchas de supremacistas blancos que desataron la violencia en Charlottesville

Mientras eran torturados y asesinados, la multitud de hombres, mujeres y hasta niños blancos que presenciaron su linchamiento comían huevos rellenos y tomaban limonada y whisky con la misma actitud relajada de quien asiste a un paseo campestre.

Más de 4.400 afroestadounidenses fueron linchados en Estados Unidos entre 1877 y 1950, según documentó la Iniciativa para una Justicia Igualitaria (EJI, por sus siglas en inglés).

Esta organización no gubernamental con sede en Alabama realizó un estudio llamado "Linchamientos en Estados Unidos: confrontando el terror racial", en el que hallaron unos 800 casos de muertes de este tipo que no habían sido registradas hasta ahora.
Placa que conmemora el comercio de esclavos.
El Monumento Nacional por la Paz y la Justicia fue creado en Montgomery, ciudad que tiene una larga historia vinculada con la esclavitud pero también con las luchas por la justicia racial.

La investigación se centró en 12 estados del sur de Estados Unidos y se enfocó en aquellos casos ejecutados con impunidad, con frecuencia en lugares públicos y a plena luz del día, en comunidades donde existía un sistema de justicia que funcionaba bien, al menos para los blancos.

Así marcó diferencias con los linchamientos que ocurrían en lugares sin ley, o los que afectaban a otras minorías como la asiática o la comunidad de estadounidenses de origen mexicano.

Se trata de un fenómeno de la historia de Estados Unidos sobre el cual poco se habla, pero que a partir del próximo 26 de abril será recordado con la inauguración del Monumento Nacional por la Paz y la Justicia en Montgomery (Alabama).

Trágico espectáculo
Muertes como la de Holbert no eran extrañas durante lo que los historiadores han llamado "la era de los linchamientos", que se extendió hasta mediados del siglo XX, pero que tuvo su apogeo entre 1890 y 1930, según explica Stewart Tolnay, profesor emérito de Sociología en la Universidad de Washington, a BBC Mundo.
Asistentes a un linchamiento de dos afroestadounidenses en Indiana en 1930.
Asistentes a un linchamiento de dos afroestadounidenses en Indiana en 1930.

En algunos casos, incluso se llegaban a publicar notas en los periódicos anunciando y convocando a las masas a participar.

"3.000 (personas) quemarán a un negro", rezaba en junio de 1919 un titular del New Orleans State; "John Hartfield será linchado por una muchedumbre de Ellisville a las 5 de la tarde de hoy", se leía en un ejemplar del Daily News de Jackson (Mississippi), de la misma época.

"Los casos en los que los linchamientos eran anunciados en los periódicos son unos pocos, aunque implicaron algunos de los sucesos espantosos con las mayores multitudes. Más frecuentes eran los casos en los que masas pequeñas detenían y linchaban a alguien a quien señalaban de haber presuntamente cometido algún tipo de delito", indica Tolnay, quien ha publicado dos libros y numerosos artículos académicos sobre el tema.

"La mayor parte no eran los linchamientos-espectáculo sino más bien eran cosas rutinarias y silenciosas", agrega.

El hecho de que estas muertes pudieran ser anunciadas en la prensa con anticipación demuestra que no se trataba de acciones impulsivas ejecutadas por una turba enardecida. Pese a ello era muy raro que los linchadores fueran enjuiciados.

Desiguales ante la muerte
Aunque los ciudadanos blancos también fueron objeto de linchamientos, las muertes de afroestadounidenses eran mucho más numerosas. Entre 1882 y 1889, la proporción de víctimas era de 4 negros por cada blanco; entre 1890 y 1900 era de 6 a 1; mientras que a partir de entonces aumentó a 17 a 1.

Aunque los blancos también eran víctimas de linchamientos, su proporción era mucho menor. Tolnay señala que usualmente los blancos que resultaban linchados se encontraban entre los miembros más marginados de su comunidad y que, en todo caso, no eran objeto de las duras torturas a las que podían ser sometidos los negros.

Las causas que podían llevar a un linchamiento también variaban de acuerdo con la raza.

Según el estudio del EJI, el 30% de los afroestadounidenses asesinados por las turbas habían sido acusados de homicidio y 25% por agresión sexual.

"La definición de violación de un negro a una blanca en el Sur era increíblemente amplia y no necesitaba que se alegara el uso de la fuerza porque las instituciones blancas, las leyes y la mayor parte de los blancos rechazaban la idea de que una mujer blanca podía o consentiría voluntariamente tener sexo con un afroestadounidense", señala la EIJ.

Otros centenares de negros perdieron la vida al ser señalados por provocar incendios, por robo o simplemente por "vagancia", hechos por los que —en caso de ser hallados culpables— un tribunal no les habría aplicado la pena de muerte.

Pero había acusaciones aún más triviales.
Según recoge el EIJ, el afroestadounidense Jesse Thornton fue linchado en Luverne (Alabama), en 1940, por referirse a un policía por su nombre sin emplear antes el título de "señor".

Igual suerte corrió en 1916 Jeff Brown en Cedarbluff (Mississippi) por tropezar accidentalmente con una joven blanca mientras corría para alcanzar el tren, así como el soldado Charles Lewis, en 1918, linchado en Hickman (Kentucky) por negarse a vaciar sus bolsillos mientras estaba vistiendo su uniforme militar.

"Los blancos nunca eran linchados por las razones triviales por las que mataban a los negros y usualmente tampoco eran objeto de tortura", señala Tolnay, quien aclara que los casos de violencia extrema contra las víctimas representaban en torno al 10% del total.

Sociedad de castas
La "era de los linchamientos" tuvo su epicentro en los estados del sur de Estados Unidos y se inició en las décadas que siguieron al final de la guerra civil y a la declaración formal del fin de la esclavitud, ocurrida en 1865.
Una horca.
Más de 4.400 afroestadounidenses murieron durante la "era de los linchamientos". Para los investigadores no se trata de una casualidad.

"Después de la guerra civil hubo unos 4 millones de esclavos negros que se convirtieron en personas libres y competían en las economías de los estados sureños con los blancos", señala Tolnay.

"Ellos fueron amenazados hasta que quedaron completamente privados de derechos de participación política en torno al año 1900 y el sur quedó gobernado por el sistema de castas raciales, en el cual había una línea clara que separaba a la "raza blanca superior" de la "raza negra subordinada".

"Los blancos ricos eran la élite y los blancos pobres usaban el linchamiento para reforzar ese sistema de castas raciales y reducir las probabilidades de ascenso social de los negros sureños", agrega.

El experto indica que, aunque casi todas las víctimas habían sido acusadas de algún tipo de falta y, en ocasiones, eran sacados por las turbas de los tribunales o de las cárceles —incluso sin haber sido juzgados—, esto no era un asunto de justicia popular ante un sistema disfuncional.

"Había un sistema penal perfectamente adecuado que podía hacerse cargo de los delincuentes, fueran blancos o negros. El linchamiento de los negros tenía un objetivo distinto: enviar un mensaje muy claro a la comunidad negra de que había límites para su movilidad ascendente", afirma Tolnay.
Ilustración del traslado de las víctimas de un ataque racista en Luisiana en 1873.
Tras la abolición de la esclavitud en 1865 se incrementaron los linchamientos y los ataques racistas en contra de los afroestadounidenses.

La EJI destaca que estas muertes no eran el resultado de la acción de unos pocos extremistas, sino que eran actos públicos violentos que implicaban la participación de toda una comunidad y que, en general, eran tolerados por las autoridades y los responsables no enfrentaban ningún tipo de consecuencia legal.

"Los linchamientos eran actos de violencia racial que estaban en el centro de una campaña sistemática de terror que perpetuaba y respaldaba un orden social injusto. Estos linchamientos eran terrorismo", apunta la organización en su informe.

¿Vergüenza o negocios?
Pero, ¿cómo se fue extinguiendo esta práctica?

Los linchamientos fueron una de las causas de la migración masiva de unos 6 millones de afroestadounidenses que entre 1915 y 1970 optaron por mudarse al norte del país, donde se establecieron en guetos.

Esa redistribución de la población redujo la disponibilidad de mano de obra barata en el sur, algo que según Tolnay puede haber convencido a las élites del sur de la necesidad de hacer cambios.

"Los linchamientos se convirtieron en algo vergonzoso para el sur en la medida en que la economía se desarrollaba en esos estados. La élite blanca intentaba atraer capitales foráneos por lo que tenía que cambiar la imagen del sur. Esta era una práctica brutal, espantosa e inhumana que no ayudaba", señala el experto.

Así, el fenómeno se fue extinguiendo paulatinamente pero sin que, según el EIJ, se produjera un proceso de reconciliación a través de la verdad como ha ocurrido en Alemania con el Holocausto o con el apartheid en Sudáfrica.
Un hombre observa una exposición de fotografías sobre los linchamientos en Estados Unidos.
En 2005, el Senado de Estados Unidos pidió disculpas por no haber aprobado una legislación que prohibiera los linchamientos. "Si yo pregunto: diga el nombre de un afroestadounidense linchado entre 1877 y 1950, la mayor parte de la gente no puede mencionar a nadie. Miles de personas murieron pero no pueden nombrar a una. ¿Por qué? Porque no hemos hablado de esto", dijo Bryan Stevenson, fundador de la EJI, a CNN a propósito de las causas para impulsar la creación del Monumento Nacional por la Paz y la Justicia.

Con el uso de recursos artísticos, esculturas y diseños esperan poner en contexto la historia del terror racial en el país.

Incluirán más de 800 memoriales de acero de dos metros de altura, uno por cada condado de Estados Unidos donde fue linchado un afroestadounidense, en los que estarán grabados los nombres de las víctimas.

Además, dispersos a lo largo del extenso lugar habrá réplicas de cada uno de esos monumentos que la EJI espera entregar a los condados que quieran exhibirlos para recordar en sus propios territorios la oscura historia de los linchamientos.

Para los responsables de la EJI, ver quienes reclaman estos memoriales será un indicador de cuánto se avanza en el camino de la verdad y de la reconciliación.

Ángel Bermúdez (@angelbermudez)

BBC Mundo
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-43745735

Paseos y casualidades que cambiaron la historia del pensamiento (cual manzana de Newton)


jueves, 19 de noviembre de 2015

STRANGE FRUIT, famosa y hermosa canción interpretada por Billie Holiday, 1939, sobre los linchamientos en el sur de USA




STRANGE FRUIT
Compuesta y escrita por Abel Meeropol,

Southern trees bear strange fruit,
blood on the leaves and blood at the root,
black bodies swinging in the southern breeze,
strange fruit hanging from the poplar trees.




Pastoral scene of the gallant south,
the bulging eyes and the twisted mouth,
scent of magnolias, sweet and fresh,
then the sudden smell of burning flesh.


Here is fruit for the crows to pluck,
for the rain to gather, for the wind to suck,
for the sun to rot, for the trees to drop,
here is a strange and bitter crop.
"De los árboles del sur cuelga una fruta extraña.
Sangre en las hojas, y sangre en la raíz.
Cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña.
Extraña fruta cuelga de los álamos.


Escena pastoral del valiente sur.
Los ojos saltones y la boca retorcida.
Aroma de las magnolias, dulce y fresco.
Y el repentino olor a carne quemada.


Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos.
Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire,
para que el sol la pudra, para que los árboles lo dejen caer.
Esta es una extraña y amarga cosecha".




























http://elpais.com/elpais/2014/02/25/planeta_futuro/1393340323_163321.html

Otras versiones de esta canción

Nina Simone 1954

Strange Fruit
Annie Lennox 2014

Strange Fruit 
Jeff Buckley

viernes, 13 de noviembre de 2015

La canción como arma de protesta. Un monumental libro repasa el impacto social de la música contestataria anglosajona. De Billie Holiday a Woody Guthrie, pasando por Dylan, The Clash o Public Enemy

Cuando Billie Holiday cantó por primera vez Strange Fruit en el Apollo de Harlem, el hijo del propietario del teatro, Jack Shiffman, dijo: “No había una alma entre el público que no se sintiera estrangulada”. El cantante negro Josh White aseguró: “La música es mi arma. Cuando canto Strange Fruit me siento tan poderoso como un tanque M-4”. Aquello, ciertamente, no era una canción más. Tal y como la describió un periodista del New York Post: “Si la ira de los explotados llega algún día a arder en el Sur, ahora ya cuenta con su Marsellesa”.

Con su denuncia de los linchamientos a los negros en la Norteamérica de 1939, Strange Fruit, es considerada como la primera canción protesta de la historia de música popular en 33 revoluciones por minuto. Historia de la canción protesta (Malpaso), el monumental libro de casi 900 páginas escrito por el crítico musical británico Dorian Lynskey, firma del diario The Guardian. “Es un comienzo natural porque fue cuando la canción pop abrazó enteramente la política”, explica Lynskey en conversación telefónica desde Londres.

Sucedió algo similar en 1944 con This Land is Your Land, de Woody Guthrie, que, agarrado a su guitarra con la inscripción “esta máquina mata fascistas”, decía que sus ojos eran una cámara que “tomaba fotos de todo el mundo”. Con su máquina, el músico podía llegar de forma más eficiente al ciudadano de a pie, en pueblos y carreteras secundarias, que, por ejemplo, los escritores. Al escuchar Tom Joad, la canción de Guthrie inspirada en la novela Las uvas de la ira, su autor, el premio Nobel de Literatura John Steinbeck, exclamó: “¡Maldito cabrón! En 17 versos ha pillado la historia entera que me costó dos años escribir”. Pero Steinbeck, admirador del aguerrido bardo, le reconoció su valiosa labor: “Canta las canciones de un pueblo y, en cierto modo, él es ese pueblo”. “Estas canciones hicieron colisionar tensamente el entretenimiento de los clubs y los escenarios con la realidad social más brutal o injusta”, apunta Lynskey.

De esa tensa colisión, generada entre el mundo del espectáculo y los acontecimientos políticos, sociales y culturales del último siglo, se nutre este concienzudo repaso que se centra tan solo en 33 canciones desde Strange Fruit hasta American Idiot de Green Day, la composición que le sirve de pretexto a Lynskey para analizar cómo era Estados Unidos en plena psicosis contra el terrorismo en la era de George W. Bush y observar qué papel desempeñaron distintos músicos en ese tiempo. “Me intención ha sido hacer algo así como biografías de canciones”, dice. De hecho, es el gran triunfo de este libro: detrás de cada canción se despliega toda una época y un contexto político, social y cultural, haciendo de su ajustadísima selección un mal menor mientras prevalece una lectura apasionante del poder de la música para ser crónica humana y social, aunque sea muy difícil definir el concepto de canción protesta. “Bob Dylan se encargaba de recordar poco antes de tocar Blowin' in the wind que esa no era una canción protesta pero es imposible no reconocerle el efecto que tuvo. Me han interesado las que abren una puerta por la que se cuela el mundo exterior”, asegura.

De Dylan, epítome al respecto, se incluye Master of War (1963). Lynskey le concede el simbólico título de liquidador de la muy activista comunidad folk al dar el salto a la modernidad rock y pasar del “nosotros” al “yo”. Dylan le puso ganas a enterrar sus propias canciones protesta, pero como le respondió el incansable agitador Phil Ochs: “No puede enterrarlas. Son demasiado buenas. Y ya no le pertenecen”. Patrimonio popular también son otras que se analizan como Mississippi Goddam de Nina Simone, que en 1964 se enmarcaba en la lucha de Malcolm X por los derechos civiles mientras A Change is Gonna Come de Sam Cooke lo hacía en el discurso de Martin Luther King Jr, o White Riot de The Clash, tal vez la única banda del punk dotada de cierto heroísmo o como decía Joe Strummer: “No teníamos soluciones a los problemas del mundo, pero tratamos de pensar y nunca nos acomodamos”.

The Clash dejaron un legado potente a otras formaciones que se citan como U2, R.E.M., Manic Street Preachers o Billy Bragg, un estandarte del activismo que ha luchado siempre contra la “retórica vacua” y que reconoció que hay que “ceder el testigo al público porque sólo el público puede cambiar el mundo y no los cantantes”. Su reflejo norteamericano, al menos durante bastante tiempo, ha sido Steve Earle, forajido sin pelos en la lengua del que se incluye John Walker's Blues, que buscaba combatir la paranoia patriótica en EE UU tras los atentados del 11-S. “Las mejores canciones políticas son periscopios que nos permiten ver una parte de la historia”, reflexiona Lynskey. Eso, y algo más, como decía Billie Holiday cuando cantaba Strange Fruit, que algunos promotores quisieron prohibirla pero la diva tenía una cláusula que le garantizaba cantarla: “Podía distinguir a los imbéciles entre el público. Eran aquellos que aplaudían tras terminar de cantarla”.

http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/27/actualidad/1445975943_238220.html