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viernes, 25 de marzo de 2022

¿De qué sirve condenar a los demás por crímenes que uno está dispuesto a cometer?

Hace unos días, un periodista le preguntó al presidente Biden cuando salía de un acto público si creía que Putin es un criminal de guerra. Inicialmente, el presidente dijo secamente que no y siguió andando. Enseguida, sin embargo, se dio la vuelta y rectificó: «creo que es un criminal de guerra».

Yo creo que lleva razón.

El Tribunal de Nuremberg de 1945 sentenció que «iniciar una guerra de agresión no es sólo un crimen internacional; es el crimen internacional supremo que se diferencia únicamente de otros crímenes de guerra en que contiene dentro de sí mismo el mal acumulado del conjunto».

No hace falta ser un jurista sofisticado para deducir que lo que está haciendo la Rusia de Putin en Ucrania encaja perfectamente en la definición de crimen de guerra y, por tanto, que el líder ruso merecería ser juzgado por ello. Pero, ¿bastaría con eso?

¿Qué valor tiene achacar la comisión de un crimen a otro cuando no se está dispuesto a reconocer las acciones igualmente criminales que ha cometido quien acusa?

¿No fueron crímenes de guerra en Vietnam? ¿No fue un crimen de guerra la invasión de Irak? ¿O los bombardeos en la antigua Yugoslavia? ¿O el inicio de la guerra de Yemen, Libia, Siria..? ¿O los cometidos por las tropas de Estados Unidos al salir de Afganistán, como ha denunciado Amnistía Internacional, o los de Israel en Palestina? ¿No es un crimen de guerra la llamada «justicia repentina» que llevan a cabo y de la que se jactan las autoridades estadounidenses? ¿No fueron crímenes los golpes de Estado en docenas de países inspirados y apoyados por los líderes de Estados Unidos tras lo que se asesinaron a miles de personas? ¿O el uso de drones para matar a niños inocentes e indefensos?

Putin debe responder de lo que está haciendo. Por supuesto que sí. Pero ¿con qué fuerza moral le pueden pedir cuentas quienes están dispuestos a seguir cometiendo, encubriendo o dejando de condenar otros hechos tan horrendos como los que Rusia está llevando a cabo ahora en Ucrania?

¿Cómo puede pedir justicia Estados Unidos si la doctrina que prevalece en aquel país es que nadie puede perseguir los crímenes que cometan sus dirigentes? ¿Cómo va a recurrir Estados Unidos a la Corte Penal Internacional para que juzgue a Putin cuando la Orden Ejecutiva del presidente Trump la amenaza si se atreve a “investigar, arrestar, detener o procesar a personal de Estados Unidos sin su consentimiento”? Y, por supuesto, cuando ni siquiera la reconoce como tal, lo mismo que ocurre, significativamente, con Rusia, China o Israel, entre algún otro país menor.

¿Dónde nos lleva combatir la infamia con infamia, el terror con el terror, el desprecio a las normas con su desobediencia, la violencia con más violencia, el horror con el horror?

¡Cómo se van a poder arreglar los problemas del mundo mientras que sus grandes potencias pidan justicia para otros sin sentirse obligadas a no cometer ellas mismas los crímenes que condenan en los demás!

https://juantorreslopez.com/de-que-sirve-condenar-a-los-demas-por-crimenes-que-uno-esta-dispuesto-a-cometer/

jueves, 23 de julio de 2020

La brutal y casi olvidada "era de los linchamientos" de negros en Estados Unidos

Iniciación de un nuevo miembro del Ku Klux Klan.
Tras la I Guerra Mundial, los linchamientos repuntaron por la acción de grupos supremacistas como el Ku Klux Klan.

Luther Holbert, un ciudadano afroestadounidense, fue linchado en la localidad de Doddsville (Mississippi) por una multitud que le acusaba de matar a un hacendado blanco. Era el año 1904 y Estados Unidos vivía en plena segregación racial.

Holbert estaba junto a una mujer que se cree era su esposa. Ambos fueron atados a un árbol y obligados a extender sus manos mientras les iban cortando uno a uno los dedos que iban distribuyendo entre la muchedumbre como una suerte de souvenirs.

Luego les cercenaron las orejas, les golpearon y usaron un sacacorchos grande para abrir agujeros en sus cuerpos, sacando grandes trozos de carne. Finalmente fueron lanzados en una hoguera donde murieron quemados.

De esclavos a millonarios: la historia oculta de los primeros negros que hicieron fortuna en Estados Unidos (y en qué la invirtieron)

Quién fue el polémico general Robert E. Lee, cuya estatua está en el centro de las marchas de supremacistas blancos que desataron la violencia en Charlottesville

Mientras eran torturados y asesinados, la multitud de hombres, mujeres y hasta niños blancos que presenciaron su linchamiento comían huevos rellenos y tomaban limonada y whisky con la misma actitud relajada de quien asiste a un paseo campestre.

Más de 4.400 afroestadounidenses fueron linchados en Estados Unidos entre 1877 y 1950, según documentó la Iniciativa para una Justicia Igualitaria (EJI, por sus siglas en inglés).

Esta organización no gubernamental con sede en Alabama realizó un estudio llamado "Linchamientos en Estados Unidos: confrontando el terror racial", en el que hallaron unos 800 casos de muertes de este tipo que no habían sido registradas hasta ahora.
Placa que conmemora el comercio de esclavos.
El Monumento Nacional por la Paz y la Justicia fue creado en Montgomery, ciudad que tiene una larga historia vinculada con la esclavitud pero también con las luchas por la justicia racial.

La investigación se centró en 12 estados del sur de Estados Unidos y se enfocó en aquellos casos ejecutados con impunidad, con frecuencia en lugares públicos y a plena luz del día, en comunidades donde existía un sistema de justicia que funcionaba bien, al menos para los blancos.

Así marcó diferencias con los linchamientos que ocurrían en lugares sin ley, o los que afectaban a otras minorías como la asiática o la comunidad de estadounidenses de origen mexicano.

Se trata de un fenómeno de la historia de Estados Unidos sobre el cual poco se habla, pero que a partir del próximo 26 de abril será recordado con la inauguración del Monumento Nacional por la Paz y la Justicia en Montgomery (Alabama).

Trágico espectáculo
Muertes como la de Holbert no eran extrañas durante lo que los historiadores han llamado "la era de los linchamientos", que se extendió hasta mediados del siglo XX, pero que tuvo su apogeo entre 1890 y 1930, según explica Stewart Tolnay, profesor emérito de Sociología en la Universidad de Washington, a BBC Mundo.
Asistentes a un linchamiento de dos afroestadounidenses en Indiana en 1930.
Asistentes a un linchamiento de dos afroestadounidenses en Indiana en 1930.

En algunos casos, incluso se llegaban a publicar notas en los periódicos anunciando y convocando a las masas a participar.

"3.000 (personas) quemarán a un negro", rezaba en junio de 1919 un titular del New Orleans State; "John Hartfield será linchado por una muchedumbre de Ellisville a las 5 de la tarde de hoy", se leía en un ejemplar del Daily News de Jackson (Mississippi), de la misma época.

"Los casos en los que los linchamientos eran anunciados en los periódicos son unos pocos, aunque implicaron algunos de los sucesos espantosos con las mayores multitudes. Más frecuentes eran los casos en los que masas pequeñas detenían y linchaban a alguien a quien señalaban de haber presuntamente cometido algún tipo de delito", indica Tolnay, quien ha publicado dos libros y numerosos artículos académicos sobre el tema.

"La mayor parte no eran los linchamientos-espectáculo sino más bien eran cosas rutinarias y silenciosas", agrega.

El hecho de que estas muertes pudieran ser anunciadas en la prensa con anticipación demuestra que no se trataba de acciones impulsivas ejecutadas por una turba enardecida. Pese a ello era muy raro que los linchadores fueran enjuiciados.

Desiguales ante la muerte
Aunque los ciudadanos blancos también fueron objeto de linchamientos, las muertes de afroestadounidenses eran mucho más numerosas. Entre 1882 y 1889, la proporción de víctimas era de 4 negros por cada blanco; entre 1890 y 1900 era de 6 a 1; mientras que a partir de entonces aumentó a 17 a 1.

Aunque los blancos también eran víctimas de linchamientos, su proporción era mucho menor. Tolnay señala que usualmente los blancos que resultaban linchados se encontraban entre los miembros más marginados de su comunidad y que, en todo caso, no eran objeto de las duras torturas a las que podían ser sometidos los negros.

Las causas que podían llevar a un linchamiento también variaban de acuerdo con la raza.

Según el estudio del EJI, el 30% de los afroestadounidenses asesinados por las turbas habían sido acusados de homicidio y 25% por agresión sexual.

"La definición de violación de un negro a una blanca en el Sur era increíblemente amplia y no necesitaba que se alegara el uso de la fuerza porque las instituciones blancas, las leyes y la mayor parte de los blancos rechazaban la idea de que una mujer blanca podía o consentiría voluntariamente tener sexo con un afroestadounidense", señala la EIJ.

Otros centenares de negros perdieron la vida al ser señalados por provocar incendios, por robo o simplemente por "vagancia", hechos por los que —en caso de ser hallados culpables— un tribunal no les habría aplicado la pena de muerte.

Pero había acusaciones aún más triviales.
Según recoge el EIJ, el afroestadounidense Jesse Thornton fue linchado en Luverne (Alabama), en 1940, por referirse a un policía por su nombre sin emplear antes el título de "señor".

Igual suerte corrió en 1916 Jeff Brown en Cedarbluff (Mississippi) por tropezar accidentalmente con una joven blanca mientras corría para alcanzar el tren, así como el soldado Charles Lewis, en 1918, linchado en Hickman (Kentucky) por negarse a vaciar sus bolsillos mientras estaba vistiendo su uniforme militar.

"Los blancos nunca eran linchados por las razones triviales por las que mataban a los negros y usualmente tampoco eran objeto de tortura", señala Tolnay, quien aclara que los casos de violencia extrema contra las víctimas representaban en torno al 10% del total.

Sociedad de castas
La "era de los linchamientos" tuvo su epicentro en los estados del sur de Estados Unidos y se inició en las décadas que siguieron al final de la guerra civil y a la declaración formal del fin de la esclavitud, ocurrida en 1865.
Una horca.
Más de 4.400 afroestadounidenses murieron durante la "era de los linchamientos". Para los investigadores no se trata de una casualidad.

"Después de la guerra civil hubo unos 4 millones de esclavos negros que se convirtieron en personas libres y competían en las economías de los estados sureños con los blancos", señala Tolnay.

"Ellos fueron amenazados hasta que quedaron completamente privados de derechos de participación política en torno al año 1900 y el sur quedó gobernado por el sistema de castas raciales, en el cual había una línea clara que separaba a la "raza blanca superior" de la "raza negra subordinada".

"Los blancos ricos eran la élite y los blancos pobres usaban el linchamiento para reforzar ese sistema de castas raciales y reducir las probabilidades de ascenso social de los negros sureños", agrega.

El experto indica que, aunque casi todas las víctimas habían sido acusadas de algún tipo de falta y, en ocasiones, eran sacados por las turbas de los tribunales o de las cárceles —incluso sin haber sido juzgados—, esto no era un asunto de justicia popular ante un sistema disfuncional.

"Había un sistema penal perfectamente adecuado que podía hacerse cargo de los delincuentes, fueran blancos o negros. El linchamiento de los negros tenía un objetivo distinto: enviar un mensaje muy claro a la comunidad negra de que había límites para su movilidad ascendente", afirma Tolnay.
Ilustración del traslado de las víctimas de un ataque racista en Luisiana en 1873.
Tras la abolición de la esclavitud en 1865 se incrementaron los linchamientos y los ataques racistas en contra de los afroestadounidenses.

La EJI destaca que estas muertes no eran el resultado de la acción de unos pocos extremistas, sino que eran actos públicos violentos que implicaban la participación de toda una comunidad y que, en general, eran tolerados por las autoridades y los responsables no enfrentaban ningún tipo de consecuencia legal.

"Los linchamientos eran actos de violencia racial que estaban en el centro de una campaña sistemática de terror que perpetuaba y respaldaba un orden social injusto. Estos linchamientos eran terrorismo", apunta la organización en su informe.

¿Vergüenza o negocios?
Pero, ¿cómo se fue extinguiendo esta práctica?

Los linchamientos fueron una de las causas de la migración masiva de unos 6 millones de afroestadounidenses que entre 1915 y 1970 optaron por mudarse al norte del país, donde se establecieron en guetos.

Esa redistribución de la población redujo la disponibilidad de mano de obra barata en el sur, algo que según Tolnay puede haber convencido a las élites del sur de la necesidad de hacer cambios.

"Los linchamientos se convirtieron en algo vergonzoso para el sur en la medida en que la economía se desarrollaba en esos estados. La élite blanca intentaba atraer capitales foráneos por lo que tenía que cambiar la imagen del sur. Esta era una práctica brutal, espantosa e inhumana que no ayudaba", señala el experto.

Así, el fenómeno se fue extinguiendo paulatinamente pero sin que, según el EIJ, se produjera un proceso de reconciliación a través de la verdad como ha ocurrido en Alemania con el Holocausto o con el apartheid en Sudáfrica.
Un hombre observa una exposición de fotografías sobre los linchamientos en Estados Unidos.
En 2005, el Senado de Estados Unidos pidió disculpas por no haber aprobado una legislación que prohibiera los linchamientos. "Si yo pregunto: diga el nombre de un afroestadounidense linchado entre 1877 y 1950, la mayor parte de la gente no puede mencionar a nadie. Miles de personas murieron pero no pueden nombrar a una. ¿Por qué? Porque no hemos hablado de esto", dijo Bryan Stevenson, fundador de la EJI, a CNN a propósito de las causas para impulsar la creación del Monumento Nacional por la Paz y la Justicia.

Con el uso de recursos artísticos, esculturas y diseños esperan poner en contexto la historia del terror racial en el país.

Incluirán más de 800 memoriales de acero de dos metros de altura, uno por cada condado de Estados Unidos donde fue linchado un afroestadounidense, en los que estarán grabados los nombres de las víctimas.

Además, dispersos a lo largo del extenso lugar habrá réplicas de cada uno de esos monumentos que la EJI espera entregar a los condados que quieran exhibirlos para recordar en sus propios territorios la oscura historia de los linchamientos.

Para los responsables de la EJI, ver quienes reclaman estos memoriales será un indicador de cuánto se avanza en el camino de la verdad y de la reconciliación.

Ángel Bermúdez (@angelbermudez)

BBC Mundo
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-43745735

Paseos y casualidades que cambiaron la historia del pensamiento (cual manzana de Newton)


domingo, 14 de abril de 2019

En defensa de Julian Assange. Editorial, por Serge Halimi, diciembre de 2018.

Orgulloso como Artabán, sonriente, rodeado de unos cincuenta fotógrafos y cámaras, Jim Acosta efectuó, el pasado 16 de noviembre, su regreso a la Casa Blanca a bombo y platillo. Unos días antes había perdido su acreditación de corresponsal de Cable News Network (CNN), pero la Justicia estadounidense obligó al presidente Donald Trump a anular la sanción. “Era una prueba y la hemos superado –fanfarroneaba Acosta–. Los periodistas deben saber que en este país, la libertad de prensa es sagrada y que les ampara la Constitución [para] investigar sobre lo que hacen nuestros gobernantes y nuestros dirigentes”. Desvanecimiento de la imagen, música, happy end…

Julian Assange, refugiado desde hace seis años en la embajada de Ecuador en Londres, probablemente no haya podido seguir en directo en CNN este desenlace tan emotivo. Su existencia se asemeja a la de un prisionero. Prohibición de salir, so pena de ser arrestado por las autoridades británicas y, seguramente, extraditado a continuación a Estados Unidos; comunicación reducida y humillaciones de todo tipo desde que, para complacer a Washington, el presidente ecuatoriano Lenín Moreno decidiera endurecer las condiciones de estancia de su “huésped” (véase "El regreso del neoliberalismo a Ecuador").

La actual detención de Assange, así como la amenaza de algunas décadas de prisión en un centro penitenciario estadounidense (en 2010, Trump expresó su deseo de que sea ejecutado), se deben al sitio web de información que dirige. WikiLeaks se encuentra en el origen de las principales revelaciones que han incomodado a los poderosos de este mundo desde hace unos diez años: imágenes de crímenes de guerra estadounidenses en Afganistán y en Irak, espionaje industrial de Estados Unidos, cuentas secretas en las islas Caimán, etc. La divulgación de un cable diplomático secreto del Departamento de Estado estadounidense en el que se calificaba la dictadura del presidente tunecino Zine el Abidin Ben Alí de “régimen que sufre de esclerosis” y de “cuasi mafia” hizo que esta cleptocracia amiga de Washington se tambaleara. También desde WikiLeaks se reveló que dos dirigentes socialistas franceses, François Hollande y Pierre Moscovici, acudieron a la embajada de Estados Unidos en París, el 8 de junio de 2006, para lamentarse de que el presidente Jacques Chirac se opusiera con tanta firmeza a la invasión de Irak.

El ensañamiento de las autoridades estadounidenses con Assange se ve alentado por la cobardía de los periodistas que lo abandonan a su suerte, incluso que se deleitan con su infortunio Sin embargo, lo que menos le perdona la “izquierda” a Assange es la publicación, en su sitio web, de los correos “hackeados” de la campaña de Hillary Clinton. Al considerar que este caso favoreció los propósitos rusos y la elección de Trump, olvida que WikiLeaks desveló primero las maniobras de la candidata demócrata para sabotear la campaña de Bernie Sanders durante las primarias de su partido. Por aquel entonces, los medios de comunicación de todo el mundo no se privaron de transmitir esta información, como lo hicieron en casos anteriores, sin que por ello se equiparara a sus directores de publicación con espías extranjeros ni se les amenazara con acabar en prisión.

El ensañamiento de las autoridades estadounidenses con Assange se ve alentado por la cobardía de los periodistas que lo abandonan a su suerte, incluso que se deleitan con su infortunio. Así, en la cadena MSNBC, el presentador estrella Christopher Matthews, excacique del Partido Demócrata, se atrevió a sugerir que los servicios secretos estadounidenses deberían “actuar al estilo israelí y secuestrar a Assange”...

Serge Halimi
Director de Le Monde diplomatique.

viernes, 8 de junio de 2018

Se cierra el cerco alrededor de Julian Assange por Rafael Poch

Tras seis años de confinamiento, incomunicado y aislado, el imperio se cobra su cuenta.
A principios de abril, Joseph Di Salvo, subcomandante del mando sur (Southcom) del ejército de Estados Unidos, visitó Quito. El asunto de su visita era la negociación para la reapertura de una base militar americana en Ecuador. El anterior presidente, Rafael […]
http://rafaelpoch.com/author/rafaelpoch/

jueves, 8 de marzo de 2018

_- El español en Estados Unidos. Es necesario desarrollar políticas que secunden la defensa del bilingüismo

_- Hace 10 años, el Instituto Cervantes publicó su Enciclopedia del español en Estados Unidos, un volumen de más de 1.000 páginas en el que se presentaba la buena salud de nuestro idioma, en virtud de la extraordinaria cifra de hispanos en el país y su situación en términos de enseñanza, expansión territorial, difusión mediática, industrias culturales, etcétera. Motivado por este potencial, el Cervantes puso en marcha hace cinco años el Observatorio de la Lengua Española en Harvard. A su vez, en 1998, justo hace 20 años, el Gobierno español activó el programa de Líderes Hispanos de EE UU, a cargo de la Fundación Carolina, destinado a estrechar nuestras relaciones económicas y culturales.

Igualmente, hace 45 años se creó en Nueva York la Academia Norteamericana de la Lengua Española, plenamente integrada en la Asociación de Academias, que se compone en este momento de 23 miembros: todas las academias americanas, la filipina, creada en 1924, y la ecuatoguineana, constituida en 2016. Las 23 academias trabajan codo con codo en todas las obras de referencia para el español: diccionarios, gramáticas, ortografías y obras literarias del canon establecido para nuestra lengua común. Cada año, en España o en América, hay reuniones de comisiones interacadémicas y el pleno de ellas se reúne de forma periódica cada tres años. En 2016 fue en Ciudad de México, y allí se acordó que la siguiente asamblea plenaria tuviera lugar en España en el año 2019, en el que se conmemora el centenario del inicio de la primera circunnavegación del mundo, al mando de Magallanes y Elcano.

Este aparato institucional, al que se agrega el trabajo de la Hispanic Society of America o la labor de los departamentos universitarios de hispanismo, refleja el interés hacia la evolución del español que, de hecho, ha superado todas las previsiones. Vale la pena recordar los 58 millones de hispanos que registra el censo estadounidense y que aportan más del 15% al PIB nacional (si fueran un país autónomo, serían la séptima potencia mundial). De ellos, 42 millones dominan el español como lengua nativa, aparte de los 8 millones de estadounidenses que lo aprenden en todos los niveles de enseñanza. Además, circulan en el país más de 800 periódicos en español, el mercado editorial en nuestra lengua asciende a los 1.200 millones de dólares anuales (965 millones de euros) y un 80% de hispanos dispone de móviles inteligentes. La eclosión ha sido tan potente que ha desbordado todo esfuerzo institucional acometido desde España, por más que el Instituto Cervantes haya impulsado alianzas con entidades como la UNAM para llegar más lejos.

Ahora bien, actualmente, menos del 50% de los hispanos de tercera generación conserva el dominio de la lengua y un 70% no la considera una característica prioritaria, lo que, unido al aminoramiento migratorio y a la estabilización de su natalidad, nos sitúa ante un horizonte con claroscuros. Tampoco puede olvidarse el efecto Trump, que ha impulsado un discurso identitario que obstaculiza la pujanza hispanohablante. Con todo, el dinamismo de la sociedad estadounidense, habituada a la diversidad, y el prestigio de la formación bilingüe constituyen razones para ser optimistas. Cabe subrayar, además, que el número de hispanos matriculados en universidades llega a los 3,6 millones (el 18% del total, en constante crecimiento) y cómo ha brotado un sentimiento de autoestima, que se expresa en la prensa y en las redes e incita a los latinos a reivindicar su legado en la cultura de EE UU.

Desde España no podemos conformarnos con atestiguar pasivamente la suerte que vaya a correr nuestro idioma. Movidos por el respeto a sus Gobiernos y el reconocimiento de los hispanos como ciudadanos estadounidenses, conviene desarrollar políticas que mejoren la percepción del español y secunden la defensa del bilingüismo. Acompañar estos gestos con un conjunto de iniciativas consistentes (apertura de más Cervantes en EE UU, incremento de programas de movilidad, aumento de nuestra presencia en conmemoraciones latinas, etcétera), lejos de ser una ocurrencia caprichosa, reforzaría nuestra influencia internacional, extendiendo también su provecho en clave económica. Y es que, a la larga, pocos sectores aportan más que la inversión en cultura, más aún si se trata de la cultura global del español.

Darío Villanueva es director de la Real Academia Española; Juan Manuel Bonet, del Instituto Cervantes, y Jesús Andreu, de la Fundación Cartolina.

https://elpais.com/elpais/2018/02/15/opinion/1518724319_998468.html