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domingo, 14 de abril de 2019

En defensa de Julian Assange. Editorial, por Serge Halimi, diciembre de 2018.

Orgulloso como Artabán, sonriente, rodeado de unos cincuenta fotógrafos y cámaras, Jim Acosta efectuó, el pasado 16 de noviembre, su regreso a la Casa Blanca a bombo y platillo. Unos días antes había perdido su acreditación de corresponsal de Cable News Network (CNN), pero la Justicia estadounidense obligó al presidente Donald Trump a anular la sanción. “Era una prueba y la hemos superado –fanfarroneaba Acosta–. Los periodistas deben saber que en este país, la libertad de prensa es sagrada y que les ampara la Constitución [para] investigar sobre lo que hacen nuestros gobernantes y nuestros dirigentes”. Desvanecimiento de la imagen, música, happy end…

Julian Assange, refugiado desde hace seis años en la embajada de Ecuador en Londres, probablemente no haya podido seguir en directo en CNN este desenlace tan emotivo. Su existencia se asemeja a la de un prisionero. Prohibición de salir, so pena de ser arrestado por las autoridades británicas y, seguramente, extraditado a continuación a Estados Unidos; comunicación reducida y humillaciones de todo tipo desde que, para complacer a Washington, el presidente ecuatoriano Lenín Moreno decidiera endurecer las condiciones de estancia de su “huésped” (véase "El regreso del neoliberalismo a Ecuador").

La actual detención de Assange, así como la amenaza de algunas décadas de prisión en un centro penitenciario estadounidense (en 2010, Trump expresó su deseo de que sea ejecutado), se deben al sitio web de información que dirige. WikiLeaks se encuentra en el origen de las principales revelaciones que han incomodado a los poderosos de este mundo desde hace unos diez años: imágenes de crímenes de guerra estadounidenses en Afganistán y en Irak, espionaje industrial de Estados Unidos, cuentas secretas en las islas Caimán, etc. La divulgación de un cable diplomático secreto del Departamento de Estado estadounidense en el que se calificaba la dictadura del presidente tunecino Zine el Abidin Ben Alí de “régimen que sufre de esclerosis” y de “cuasi mafia” hizo que esta cleptocracia amiga de Washington se tambaleara. También desde WikiLeaks se reveló que dos dirigentes socialistas franceses, François Hollande y Pierre Moscovici, acudieron a la embajada de Estados Unidos en París, el 8 de junio de 2006, para lamentarse de que el presidente Jacques Chirac se opusiera con tanta firmeza a la invasión de Irak.

El ensañamiento de las autoridades estadounidenses con Assange se ve alentado por la cobardía de los periodistas que lo abandonan a su suerte, incluso que se deleitan con su infortunio Sin embargo, lo que menos le perdona la “izquierda” a Assange es la publicación, en su sitio web, de los correos “hackeados” de la campaña de Hillary Clinton. Al considerar que este caso favoreció los propósitos rusos y la elección de Trump, olvida que WikiLeaks desveló primero las maniobras de la candidata demócrata para sabotear la campaña de Bernie Sanders durante las primarias de su partido. Por aquel entonces, los medios de comunicación de todo el mundo no se privaron de transmitir esta información, como lo hicieron en casos anteriores, sin que por ello se equiparara a sus directores de publicación con espías extranjeros ni se les amenazara con acabar en prisión.

El ensañamiento de las autoridades estadounidenses con Assange se ve alentado por la cobardía de los periodistas que lo abandonan a su suerte, incluso que se deleitan con su infortunio. Así, en la cadena MSNBC, el presentador estrella Christopher Matthews, excacique del Partido Demócrata, se atrevió a sugerir que los servicios secretos estadounidenses deberían “actuar al estilo israelí y secuestrar a Assange”...

Serge Halimi
Director de Le Monde diplomatique.

viernes, 11 de mayo de 2012

Las propuestas de François Hollande son insuficientes para salir de la crisis

Antes de nada, quiero subrayar que estoy contentísimo de que François Hollande ganara las elecciones en Francia. Abre una serie de posibilidades que estaban cerradas hasta ahora. Y hay muchas propuestas de su programa que son positivas, e incluso algunas muy positivas. Ahora bien, me apena constatar que la puesta en marcha de todas ellas no será suficiente para salir de la crisis. Y ello se debe a que la economía europea no se recuperará a no ser que las políticas de austeridad que se están imponiendo en la Unión Europea (UE) se eliminen. Y Hollande no se ha comprometido a eliminarlas. A lo que sí se ha comprometido es a complementarlas con políticas de crecimiento. En otras palabras, la tesis que Hollande sostiene es que las políticas de austeridad que se están siguiendo son necesarias pero insuficientes. Según él, se deben establecer unas políticas de estímulo del crecimiento que permitan a la UE salir de la crisis. Pero el mayor problema que tiene la Unión Europea, incluyendo Francia y España, es que la principal causa hoy de la crisis y la recesión son precisamente las políticas de austeridad, dictadas por el Pacto de Estabilidad. François Hollande no ha mencionado que vaya a eliminar o modificar el Pacto de Estabilidad, que es la ley que fuerza hoy las políticas de austeridad en los países de la UE.

En realidad, el Pacto Fiscal (Treaty on Stability, Coordination and Governance in the European Economic and Monetary Union –en castellano, Tratado sobre Estabilidad, Coordinación y gobierno en la Unión Económica y Monetaria Europea) promovido por la canciller Merkel de Alemania todavía no se ha aplicado a ningún país de la UE. Tal pacto lleva a extremos las políticas de austeridad. Exige, por ejemplo, que los déficits estructurales de los Estados de los países miembros no sean mayores de un 0,5% del PIB (el Pacto de Estabilidad exige que no sean mayores de un 3%) en caso de que su deuda pública sea mayor del 60% del PIB (permitiendo que sea un 1% en caso de que sea menor del 60% del PIB). Se penalizará a aquellos países que no cumplan, con sanciones equivalentes a un 0,1% del PIB. Se remarca también en aquel pacto que aquellos países con deuda pública mayor del 60% tendrán que reducir cada año una cantidad equivalente a la veinteava parte de la diferencia entre la deuda existente y el 60% del PIB. (Véase Sebastian Dullien “Reinventing Europe: Explaining the Fiscal Compact”, Social Europe Journal 01.05.12). Hollande aprueba esta ley, siempre y cuando se apruebe una nueva ley que estimule la economía. Pero el problema con este enfoque es que el hecho de que España tenga que reducir su déficit de un 8% del PIB a un 3% del PIB en dos años (una reducción del 5% del PIB) no se debe al Pacto Fiscal, sino al Pacto de Estabilidad sobre el cual Hollande no ha dicho nada. Permítanme que me expanda.

La ingeniería monetaria y fiscal de la Unión Europea se basa en dos pilares. Uno, la Ley de Estabilidad que imposibilita a los Estados poder recuperarse en tiempo de crisis, como lo muestra la situación actual. Es más, su incapacidad de diferenciación entre gasto ordinario y gasto en inversiones, poniendo todo el gasto público dentro del límite de gasto permitido (el 3% del PIB) destruye la creación del futuro, pues no permite la inversión con la que se podría aumentar la producción y crecimiento económico en el futuro. No permitirle a un país que invierta en educación, en I+D, en infraestructura física y social, es condenarle a un continuo subdesarrollo social y económico. Y esto es lo que fuerza el Pacto de Estabilidad a los países ahora en estos momentos. Ahora bien, el Pacto Fiscal, que todavía no se ha aprobado, va más allá y quiere eliminar en la práctica el déficit público. Pero la austeridad que estamos sufriendo viene de aplicar el Pacto de Estabilidad, no el Pacto Fiscal, que repito, todavía no está vigente.

Y el segundo pilar de la austeridad impuesta a los países es la manera como se estableció el Banco Central Europeo (BCE), un banco que, en realidad, no es un banco central, sino un lobby de la banca y, muy en especial, de la banca alemana. Hollande no hace ninguna propuesta de cambio de este Banco. Habla de creación de eurobonos para utilizarlos para proyectos de infraestructura a nivel europeo, lo cual me parece bien (aunque las cantidades que se manejan son muy limitadas). Pero no propone eurobonos que europeícen la deuda pública de los Estados, lo cual es fundamental para eliminar los elevados intereses de la deuda pública, previniendo la especulación de los mercados financieros.

A no ser que estos dos pilares que reflejan el dominio del pensamiento neoliberal en el diseño de la UE se cambien, Europa no se recuperará. Lo máximo que ocurrirá es que la palabra crecimiento se añadirá al término Pacto Fiscal, tal como ocurrió resultado de la presión del gobierno socialista Jospin, cuando se añadió tal término al título del Pacto de Estabilidad, sin que se ofrecieran los medios para que ocurriera tal crecimiento.

Dos últimas observaciones. La primera es repetir que quisiera que no se interpretaran mis notas críticas del plan Hollande como señal de desaprobación o desencanto con su elección. Antes al contrario, celebro, y mucho, su elección. Pero la experiencia europea muestra que, a no ser que vaya más allá y cuestione los dos pilares sobre los cuales se basa el edificio neoliberal que se llama la UE, la recuperación económica no ocurrirá, creando con ello el peligro que la enorme y justa indignación que las clases populares están desarrollando frente al establishment europeo y sus políticas de austeridad, se canalicen en el futuro, no a través de las izquierdas, sino a través de la ultraderecha. Que esto pueda ocurrir lo estamos viendo ya en la propia Francia.

La otra observación es que François Hollande irá más allá de lo que ha propuesto, moviéndose a la izquierda., sólo en caso de que haya movilizaciones que le presionen en esta dirección. No olvidemos que, como señalé en otro artículo (¿Cambios en la socialdemocracia francesa, y en la española? Sistema Digital 12.04.12), François Hollande había criticado muchas de las políticas que ahora ha adoptado (tal como la gravación con un 75% a los ingresos por encima de un millón de euros al año, habiendo llamado tal incremento un año antes, un “incremento confiscatorio”), lo cual se debió a la presión de los movimientos sociales y partidos a su izquierda. Es un buen indicador de esta posibilidad que el Frente de Izquierdas, definido predeciblemente por el corresponsal de El País en Francia, como “extremista”, alcanzara un considerable nivel de apoyo que, junto con amplios sectores dentro del partido socialista, más a la izquierda que el propio François Hollande, pueda ejercer la presión popular para que vaya desarrollando aquellas propuestas que la realidad en sí le forzará a tomar, a fin de conseguir sus objetivos: salir de la crisis. Vicenç Navarro. Público.