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lunes, 23 de octubre de 2023

Entrevista exclusiva con John Shipton, padre de Julian Assange

Mientras el inminente veredicto sobre la extradición al país de las barras y estrellas mantiene en vilo a activistas de todo el mundo, un hombre tranquilo y sereno confía en el futuro de Julian Assange. 

 Se llama John Shipton, y entre las maravillas que la vida le haya podido conceder, quizá la más extraordinaria haya sido regalar -y regalarnos- al periodista australiano. Con determinación y dedicación inquebrantables, el padre de Julian Assange ha estado siempre al frente de la defensa de la causa de su hijo. Sin embargo, aún quedan demasiadas preguntas sin respuesta que la justicia no logra resolver. Por ello, nos pusimos en contacto telefónico con John Shipton, quien, desde Australia, nos ofreció una perspectiva desde dentro sobre la situación actual de Julian, los avances en la batalla legal y el apoyo mundial que ha cosechado el caso. En una época en la que la transparencia está cada vez más bajo escrutinio, su voz nos recuerda que la búsqueda de la verdad es responsabilidad de todos nosotros.



Entrevista a Nils Melzer, relator especial de la ONU para casos de tortura

«Cuatro países se han coordinado para quemar a Assange en la hoguera sin que nadie proteste»

Daniel Ryser 15/04/2023

Londres se moviliza contra la extradición de Julian Assange


viernes, 2 de septiembre de 2022

_- Doble rasero Rushdie-Assange

_- traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo 

_- Muchos de quienes se indignan por el apuñalamiento del escritor indio no han levantado la voz ante una amenaza mucho mayor a nuestra libertad

Nada de lo que voy a escribir debería interpretarse de ninguna manera en detrimento de mis simpatías por Salman Rushdie o de mi indignación por su terrible apuñalamiento. Quienes pusieron una fatwa sobre su cabeza hace más de 30 años, cuando escribió la novela “Los versos satánicos”, posibilitaron este ataque. Merecen todo mi desdén. Le deseo una pronta recuperación.

Pero mi natural compasión por una víctima de la violencia y el respaldo que periódicamente expreso por la libertad de expresión no debería cegarme o cegarnos frente a la palabrería y la hipocresía generadas por su apuñalamiento la pasada semana, cuando estaba a punto de dar una charla en el estado de Nueva York (EE.UU.).

El primer ministro británico Boris Johnson declaró estar “horrorizado de que Salman Rushdie haya sido apuñalado por ejercer un derecho que nunca deberíamos dejar de defender”. Su canciller, Rishi Sunak, uno de los dos pretendientes a la corona de Johnson, describió al novelista como “un campeón de la libertad de expresión y la libertad artística”.

Al otro lado del Atlántico, el presidente Joe Biden subrayó las cualidades de Rushdie: “Verdad, valor, resistencia. La capacidad de compartir ideas sin miedo… reafirmamos nuestro compromiso con todos aquellos valores profundamente estadounidenses en solidaridad con Salman Rushdie y con todos aquellos que defienden la libertad de expresión”.

La verdad es que la inmensa mayoría de quienes claman que este es un ataque no solo contra un prominente escritor, sino contra la sociedad occidental y sus libertades, no han abierto la boca durante los últimos años, mientras se iba desarrollando la mayor amenaza a esas libertades. O, en el caso de los líderes de gobierno occidentales, han conspirado activamente para socavar dichas libertades.

Prominentes figuras u organizaciones que ahora expresan su solidaridad con Rushdie han mantenido la cabeza baja o han hablado a media voz —o incluso, lo que es peor, han actuado como portavoces— de otro ataque mucho más grave: de nuestro derecho a conocer los crímenes masivos que se han cometido en nuestro nombre contra terceros.

Rushdie se ha ganado el rotundo apoyo de liberales y conservadores occidentales por igual, no por haber expresado claramente verdades difíciles, sino por quiénes son sus enemigos.

La verdad que nos muestra el espejo.  Si lo que he dicho resulta poco sensible o sin sentido, consideren lo siguiente. Julian Assange ha pasado más de tres años en una celda de aislamiento de una cárcel de alta seguridad en Londres (y, antes que eso, siete años confinado en una pequeña habitación de la embajada ecuatoriana), en condiciones que Nils Melzer, el antiguo experto de Naciones Unidas para la tortura, ha descrito como tortura psicológica extrema.

Melzer y muchos otros temen por la vida de Assange si las autoridades de Gran Bretaña y Estados Unidos consiguen prolongar mucho más la detención del fundador de Wikileaks basada en acusaciones puramente políticas. Assange ya ha sufrido una apoplejía –como señala Melzer, una de las muchas potenciales reacciones físicas que sufren quienes se ven sometidos a un confinamiento prolongado.

Y recuerden que todo esto le está pasando por una sola razón: haber publicado documentos que demuestran que, al amparo de un falso humanitarismo, los gobiernos occidentales estaban cometiendo crímenes contra pueblos de tierras lejanas. Assange se enfrenta a acusaciones bajo la draconiana Ley de Espionaje solo porque hizo pública la espantosa verdad de las operaciones militares occidentales en países como Irak y Afganistán.

Claro que hay diferencias entre los respectivos casos de Rushdie y Assange, pero esas diferencias deberían suscitar más preocupación por la grave situación de Assange que por la de Rushdie. En la práctica, lo ocurrido es exactamente lo contrario.

El derecho a la libertad de expresión de Rushdie ha sido defendido porque lo ejerció para imaginar una historia alternativa de la formación del Islam y cuestionar implícitamente la autoridad de los clérigos y los gobiernos en tierras lejanas.

El derecho de Assange a la libertad de expresión ha sido ridiculizado, ignorado o, en el mejor de los casos, apoyado de forma débil y equívoca porque lo ejerció para sostener un espejo ante Occidente, mostrando exactamente lo que nuestros gobiernos están haciendo en secreto en muchas de esas mismas tierras lejanas.

El derecho a la vida de Rushdie fue amenazado por clérigos y gobiernos lejanos por cuestionar la base moral de su poder. El derecho a la vida de Assange está amenazado por los gobiernos occidentales porque cuestionó la base moral de su poder.

Víctimas dignas de atención
Si en Occidente viviéramos en sociedades democráticas que funcionaran –en las que el poder no estuviera tan profundamente arraigado como para cegarnos ante su ejercicio– ningún periodista, ningún comentarista de los medios de comunicación, ningún escritor, ningún político dejaría de entender que la situación de Assange merece mucha más atención y expresiones de preocupación que la de Rushdie.

Son nuestros propios gobiernos, no los <<locos mulás» de Irán, los que amenazan a la sociedad libre que permitió a Rushdie publicar su novela. Si Assange es aplastado, también lo es la base de nuestros derechos democráticos fundamentales: saber lo que se hace en nuestro nombre y pedir cuentas a nuestros dirigentes.

Si Rushdie es silenciado, seguiremos teniendo esas libertades, aunque, como individuos, nos sentiremos un poco más nerviosos a la hora de decir algo que pueda ser interpretado como un insulto al profeta Mahoma.

Entonces, ¿por qué la gran mayoría de nosotros está mucho más preocupada por el destino de Rushdie que por el de Assange? Sencillamente porque nos han hecho sentir mucha más simpatía por uno de ellos que por el otro.

En última instancia, eso no tiene nada que ver con que uno u otro sea más digno de compasión, más víctima. Tiene que ver con lo mucho que han servido, o no, a los intereses de un discurso occidental que refuerza constantemente la idea de que nosotros somos los Buenos y ellos los Malos.

Rushdie y la fatwa contra él se convirtieron en una causa célebre para las élites occidentales porque el escritor expresaba con sensibilidad literaria una de las creencias modernas más apreciadas por Occidente: que el Islam supone una amenaza existencial para los valores de un Occidente ilustrado. Un hombre nacido en una familia musulmana de la India atacaba la religión que supuestamente conocía mejor. Era un hombre con información privilegiada, que afirmaba lo que otros musulmanes se sentían demasiado acobardados para admitir en público.

Aunque sin duda no era su intención ni su culpa, fue rápidamente adoptado como mascota literaria por los liberales occidentales que promovían su propia tesis del «choque de civilizaciones». Esto no es un juicio sobre los méritos de su novela –no estoy capacitado para hacer esa evaluación– sino un juicio sobre las motivaciones de muchos de sus defensores y sobre por qué su obra ha tenido tanta repercusión en ellos.

Visión racista del mundo
En realidad, esto es cierto para toda la literatura. Consigue su estatus dentro de un entorno cultural, vigilado por las élites mediáticas que tienen sus propios objetivos. Son ellas quienes deciden si un manuscrito se publica o se descarta, si el libro posterior se reseña o se ignora, si se celebra o se ridiculiza, si se promociona o se condena a la oscuridad.

Nos decimos, o nos dicen, que este proceso de depuración se decide estrictamente en función de los méritos. Pero si nos detenemos a pensar, la realidad es que una obra sólo encuentra público si se mantiene dentro de un consenso socialmente construido que le da sentido o si lo desafía en un momento en el que el consenso se está perdiendo y se busca otro alternativo.

George Orwell es un buen ejemplo de cómo funciona esto. El escritor británico prosperó –o al menos su reputación lo hizo– por el hecho de que cuestionó las certezas sobre el «orden natural» que durante mucho tiempo habían impuesto las élites occidentales pero resultaban difíciles de mantener tras dos guerras mundiales en rápida sucesión. Al mismo tiempo, expuso los peligros de un autoritarismo que podía atribuirse fácilmente al principal adversario de Occidente: la Unión Soviética.

La obra literaria de Orwell contiene ideas que hablan de valores universales. Pero esa es sólo una parte de la razón por la que ha perdurado. También se benefició del hecho de que la ambigüedad inherente a esas lecciones universales pudo ser utilizada con fines mucho más específicos por las élites occidentales, que se preparaban para una Guerra Fría a punto de convertirse en el trágico legado de las dos guerras calientes que la precedieron.

Lo mismo ocurre con Rushdie. Su novela cumplió dos funciones: en primer lugar, su tema principal caló en las élites occidentales porque les aseguró que sus prejuicios contra el mundo musulmán estaban plenamente justificados, sobre todo porque la novela provocó una violenta reacción que parecía confirmar esos prejuicios.

Y en segundo lugar, «Los versos satánicos» aseguró a las élites occidentales contra la acusación de racismo. Rushdie proporcionó inadvertidamente la coartada que tanto necesitaban para promover su visión racista del mundo, la de un Occidente civilizado opuesto a un Oriente bárbaro e inseguro. Sirvió de comadrona para los desvaríos de tratados islamófobos como «Londonistan» de Melanie Phillips* y » What’s Left?» de Nick Cohen**.

Sedición literaria
Durante las dos últimas décadas, hemos vivido las terribles consecuencias de la condescendencia engreída de Occidente, sus posturas salvajes, su violento humanitarismo, todo ello para enmascarar la sed del recurso más preciado de Oriente Medio: el petróleo.

El resultado ha sido la destrucción de países enteros; el fin de más de un millón de vidas, dejando a millones más sin hogar; una reacción que ha desencadenado formas aún más aterradoras de extremismo islamista; un creciente fariseísmo entre las élites occidentales que ha dado paso a un asalto total a los controles democráticos; un afianzamiento del poder de las industrias bélicas y sus grupos de presión; y un implacable debilitamiento de las instituciones internacionales y del derecho internacional.

Y todo esto ha servido como excusa interminable para retrasar la puesta en marcha de soluciones al verdadero problema que aqueja a la humanidad: la inminente extinción de nuestra especie, causada por nuestra adicción al mismo recurso que nos metió en este lío en primer lugar.

Lamentablemente, el ataque a Rushdie y la consiguiente indignación, no harán sino intensificar las tendencias señaladas anteriormente. Nada de eso es culpa de Rushdie, por supuesto. Su deseo de cuestionar la autoridad de los matones clericales entre los que creció es una cuestión totalmente distinta de los fines para los que las élites occidentales han aprovechado su acto personal de sedición literaria. Él no es responsable de que su obra haya sido utilizada para apuntalar y convertir en arma un relato occidental más general y equivocado.

No obstante, el violento atentado de la pasada semana se utilizará una vez más para apuntalar un relato alarmista que da poder a los políticos, vende periódicos y, si somos capaces de ver el panorama global, racionaliza la deshumanización que hace Occidente de más de mil millones de personas, sus continuas sanciones contra muchas de ellas y el avance de las guerras que enriquecen fabulosamente a una pequeña parte de las sociedades occidentales que sigue eludiendo el escrutinio.

Una broma de mal gusto
Esas élites han eludido el escrutinio precisamente porque tienen mucho éxito a la hora de vilipendiar y eliminar a cualquiera que intente hacerles rendir cuentas. Como Julian Assange.

Si creen que Assange se ha buscado él mismo los problemas, a diferencia de Rushdie, que es simplemente una víctima desventurada atrapada en el fuego cruzado de un amenazante «choque de civilizaciones», es porque han sido entrenados –a través de su consumo de los medios de comunicación del establishment– para hacer esa distinción totalmente infundada. Y los que le han entrenado a través de sus relatos dominantes no son una parte desinteresada, sino los mismos actores que más tienen que perder si usted llega a una conclusión diferente.

En el caso de Assange, ha habido un flujo interminable de mentiras y manipulaciones que yo y muchos otros hemos tratado de poner de manifiesto en nuestras plataformas marginales antes de que Google y Facebook, las corporaciones más ricas del planeta, nos hagan caer en el olvido.

Como Melzer señala con lujo de detalle en su reciente libro, las autoridades suecas sabían desde el principio que Assange no tenía nada que responder sobre unas acusaciones sexuales que no tenían ninguna intención de investigar. Pero fingieron perseguirlo de todos modos (y dejaron en el aire la amenaza de su futura extradición a Estados Unidos) para asegurarse de que perdiera las simpatías del público y pareciera un fugitivo de la justicia.

Cualquiera que escriba sobre Assange conoce de sobra al ejército de usuarios de las redes sociales que se empeñan en decir que Assange fue acusado de violación, o que se negó a ser entrevistado por los fiscales suecos, o que se saltó la fianza, o que se confabuló con Trump, o que publicó imprudentemente documentos clasificados sin editar, o que puso en peligro la vida de informadores y agentes.

Nada de eso es verdad —ni, lo que es más significativo, es relevante para la causa que Estados Unidos, ayudado por el gobierno del Reino Unido, está promoviendo contra Assange a través de los tribunales británicos, para encerrarlo por el resto de su vida.

Para Assange, el tan cacareado principio occidental de la libertad de expresión no es más que una broma de mal gusto, una doctrina usada como arma contra él –para, paradójicamente, destruirlo a él y a los valores de la libertad de expresión que defiende, incluyendo la transparencia y la rendición de cuentas de nuestros líderes.

Hay una razón por la que invertimos tantas energías en preocuparnos por una supuesta amenaza del Islam, en lugar de preocuparnos por la amenaza que tenemos en casa: nuestros gobernantes; por la que Rushdie aparece en los titulares, mientras se condena a Assange al olvido; por la que Assange merece su castigo, y Rushdie no.

Esa razón no tiene nada que ver con la protección de la libertad de expresión, y sí con la protección del poder de las élites que no rinden cuentas y que temen la libertad de expresión.

Proteste por todos los medios por el apuñalamiento de Salman Rushdie. Pero no se olvide de protestar aún más fuerte por el silenciamiento y la desaparición de Julian Assange.

Notas del traductor:
*Periodista y comentarista política británica de religión judía defensora de los valores de Occidente como derivados directamente de la Biblia (“La civilización occidental de hoy solo se podrá rescatar si reafirma sus raíces religiosas… su fundamento en la Biblia hebrea”).

**Periodista y comentarista británico de extrema derecha partidario de la intervención militar en Irak y en Libia y crítico del asilo proporcionado a Assange por Ecuador en 2012.

Jonathan Cook ganó el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Entre sus libros destacan“Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East” (Pluto Press) y “Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair” (Zed Books). Su página web es: www.jonathan-cook.net 

Fuente: 

El presente artículo puede reproducirse libremente siempre que se respete su integridad y se nombre a su autor, a su traductor y a Rebelión como fuente de la traducción.
Por Jonathan Cook | 20/08/2022 |

miércoles, 19 de junio de 2019

_- Entrevista a Noam Chomsky "El arresto de Assange es escandaloso por el alcance extraterritorial de EEUU"

_- Amy Goodman
Democracy Now!

Chomsky afirma que el caso de Assange es similar al de Lula da Silva, "el preso político más importante del mundo", y que su objetivo es silenciarlo

Los abogados de Julian Assange prometen luchar contra la posible extradición del fundador de WikiLeaks a Estados Unidos tras su detención en Londres. La policía británica sacó de la embajada de Ecuador a Assange a la fuerza, donde estuvo asilado casi siete años. El jueves 11 de abril, Amy Goodman de Democracy Now! habló con Noam Chomsky de la detención de Assange, de WikiLeaks y del poder estadounidense.

Amy Goodman: Esto es Democracy Now! soy Amy Goodman, desde Boston. Durante nuestra charla con Noam Chomsky le pregunté su opinión sobre el arresto de Julian Assange.

Noam Chomsky: El arresto de Assange es escandaloso por varios motivos. Uno de ellos es lo relacionado con los intentos de los gobiernos… y no solo del Gobierno de Estados Unidos. El Gobierno británico está cooperando. Ecuador, por supuesto, está ahora cooperando. Suecia cooperó en el pasado. Me refiero a los intentos por silenciar a un periodista que estaba publicando información que las personas en el poder no querían que se difundiese. Eso es básicamente lo que ha sucedido. WikiLeaks estaba publicando información sobre las personas que están en el poder y que la gente debería conocer. A las personas en el poder no le gusta eso, así que tenemos que silenciarlo. Este tipo de cosas, este tipo de escándalos, son algo común, desafortunadamente.

Podemos ver otro ejemplo justo al lado de Ecuador, en Brasil, donde los acontecimientos que han tenido lugar son extremadamente importantes. Brasil es el país más importante de América Latina y uno de los más importantes del mundo. Durante el gobierno de Lula, a principios de este milenio, Brasil fue tal vez el país más respetado del mundo. Bajo el liderazgo de Lula da Silva fue la voz del Sur Global. Fíjense en lo que pasó. Hubo un golpe de Estado, un golpe ‘suave’, para eliminar los efectos del Partido de los Trabajadores. Eso fue lo que el Banco Mundial describió —no lo digo yo, lo dijo el Banco Mundial— como la «década de oro» de la historia de Brasil, en la que se logró una reducción radical de la pobreza, una extensión masiva de la inclusión de poblaciones marginadas, que conforman una gran parte de la población —la población afrobrasileña, la población indígena— fueron integrados en la sociedad, lo que produjo un sentimiento de dignidad y esperanza en la población. Eso no podía ser tolerado.

Después de que Lula dejara la presidencia, tuvo lugar una especie de «golpe suave», no voy a explicar los detalles, pero el último movimiento, ocurrido el pasado septiembre, fue encarcelar a Lula da Silva, el líder en las encuestas, la figura más popular de Brasil, quien iba a ser, con casi absoluta seguridad, el ganador de las próximas elecciones, y fue encarcelado en confinamiento solitario, esencialmente sentenciado a muerte, 25 años de cárcel, teniendo prohibido leer la prensa o libros y, lo que es más importante, teniendo prohibido realizar declaraciones públicas, a diferencia de los asesinos en masa en el corredor de la muerte. Todo esto para silenciar a la persona que era el probable ganador de las elecciones. Lula es el preso político más importante del mundo ¿Han escuchado algo al respecto?

Bueno, Assange es un caso similar: tenemos que silenciar esta voz. Si retrocedemos en la historia, algunas personas recordarán cuando el Gobierno fascista de Mussolini encarceló a Antonio Gramsci. El fiscal dijo: «Tenemos que silenciar esta voz durante 20 años. No podemos dejar que hable». Eso mismo ocurre con Assange y con Lula. Hay otros casos. Esta es una parte del escándalo.

La otra es el alcance extraterritorial de Estados Unidos, el cual es impactante. ¿Por qué debería tener Estados Unidos u otro… ningún otro Estado podría hacerlo, pero ¿por qué debería tener Estados Unidos el poder de controlar lo que hacen otras personas en otras partes del mundo? Es una situación descabellada. Es algo constante. Ni siquiera nos damos cuenta de ello. Al menos no es algo de lo que se hable.

Es similar al tema de los acuerdos comerciales con China. ¿Cuál es el objetivo de los acuerdos comerciales? Son un intento por impedir el desarrollo económico de China. Eso es exactamente lo que son. Ahora bien, China tiene un modelo de desarrollo. Al Gobierno de Trump no le gusta. Por lo tanto, vamos a debilitarlo. Pregúntese lo siguiente: ¿Qué pasaría si China no respetara las reglas que Estados Unidos está tratando de imponer? China, por ejemplo… cuando Boeing o Microsoft o alguna otra empresa importante invierte en China, China quiere tener algo de control sobre el carácter de esa inversión. Quieren cierto grado de transferencia de tecnología. Deberían obtener algún beneficio de la tecnología. ¿Hay algo malo en eso? Así se desarrolló Estados Unidos, robando —lo que nosotros llamamos robar— tecnología de Inglaterra. Así es como Inglaterra se desarrolló, robando tecnología de países más avanzados: India, los Países Bajos, e incluso Irlanda. Así es como todos los países desarrollados han alcanzado la etapa de desarrollo avanzado. Si a Boeing y Microsoft no les gustan esos acuerdos, pueden decidir no invertir en China. Nadie les está apuntando con un arma en la cabeza. Si hubiera alguien que realmente creyera en el capitalismo, debería ser libres de llegar al acuerdo que quisieran con China. Si eso incluye transferencia de tecnología, está bien. Estados Unidos quiere bloquear eso, para que China no pueda desarrollarse.

Analicemos los llamados «derechos sobre la propiedad intelectual», los exorbitantes derechos de patente para medicamentos, para Windows, por ejemplo. Microsoft tiene el monopolio de los sistemas operativos, a través de la Organización Mundial del Comercio. Supongamos que China no los respeta. ¿Quién se beneficiaría y quién perdería? Bueno, lo cierto es que los consumidores en Estados Unidos se beneficiarían. Eso significaría que obtendrían medicamentos más baratos. Significaría que cuando compran una computadora no estarían obligados a utilizar Windows. Podrían utilizar un sistema operativo mejor. Bill Gates tendría un poco menos dinero. Las corporaciones farmacéuticas no serían tan ricas como son, serían un poco menos ricas. Pero los consumidores se beneficiarían. ¿Hay algo malo en eso? ¿Hay algún problema con eso?

Bueno, uno podría preguntarse: ¿Qué hay detrás de todas estas discusiones y negociaciones? Esto es cierto en todos los ámbitos. En casi cualquier problema que elija, uno podría preguntarse: ¿Por qué se acepta esto? En este caso concreto, ¿por qué es aceptable que Estados Unidos tenga el poder de siquiera iniciar una petición para extraditar a alguien cuyo delito es exponer ante la sociedad información que las personas en el poder no quieren que la sociedad vea? Eso es básicamente lo que está pasando.

Fuente:
http://www.eldiario.es/internacional/VIDEO-Chomsky-arresto-Assange-escandaloso_0_909559801.html

domingo, 28 de abril de 2019

Julian Assange y la agenda para la guerra global

James Petras
Rebelión

Traducido del inglés para rebelión por J. M.

Introducción
Durante casi una década, Washington ha tratado de silenciar, encarcelar y eliminar al periodista de investigación más destacado del mundo, Julian Assange (JA) y su equipo de colaboradores en WikiLeaks (WL).

Nunca han sido tan desacreditados los medios de comunicación masiva como con la publicación de los documentos oficiales que contradicen directamente la propaganda oficial, articulada por los líderes políticos y repetida por "destacados" periodistas.

Washington tiene la intención particular de capturar a JA porque sus revelaciones han tenido un impacto particularmente poderoso en el público estadounidense, los críticos políticos, los medios alternativos y los grupos de derechos humanos al enfrentarlos contra las guerras estadounidenses en el Medio Oriente, el sur de Asia, África y América Latina.

Continuaremos discutiendo lo que JA y WL lograron y por qué la particular e "innovadora" forma de informar perturbó al Gobierno.

Luego analizaremos los conflictos "en curso" y el fracaso de la Casa Blanca para obtener una victoria decisiva, como factores que han llevado a Washington a intensificar sus esfuerzos para hacer de JA un "ejemplo" para otros periodistas, exigiendo que se “pongan en forma” o pagarán las consecuencias, incluido el encarcelamiento.

El contexto para la denuncia de irregularidades
Al final de una década de guerra, la oposición a la participación de Estados Unidos en Irak y Afganistán se había extendido a sectores militares y civiles. Se filtraron documentos y se alentó a los críticos a entregar informes que revelaban crímenes de guerra y el número de víctimas en vidas humanas. WL, bajo el liderazgo de Assange, fue el receptor de cientos de miles de documentos provenientes de analistas militares, contratistas y funcionarios civiles disgustados por las mentiras de los medios de comunicación oficiales y de masas que perpetraron y encubrieron crímenes de guerra.

A medida que avanzaban las guerras y se lanzaban otras nuevas en Libia y Siria, los congresistas liberales eran impotentes y no estaban dispuestos a exponer las mentiras de los regímenes Obama/Clinton y las falsificaciones que acompañaban al asesinato del presidente Gadafi. WikiLeaks y JA publicaron documentos que revelaron cómo los EE. UU. planearon, implementaron y fabricaron las guerras humanitarias para "salvar a la gente…" ¡bombardeándola!

Los documentos de WL desacreditaron a las principales redes y a la prensa de prestigio, que seguían la línea oficial.

El Pentágono, la CIA, la presidencia y sus simpatizantes en el Congreso entraron en pánico cuando sus actividades secretas salieron a la luz. Recurrieron a varios movimientos desesperados, todos dirigidos a silenciar la libertad de expresión. Acusaron a los periodistas de investigación de "espionaje", de trabajar para Rusia, de terroristas islámicos o simplemente de "traidores por dinero".

A medida que el mensaje de WL ganó legitimidad, Washington recurrió al poder judicial en busca de fallos para asfixiar a sus críticos. La libertad de expresión fue criminalizada. Pero WL continuó. Nuevos y más denunciantes críticos llegaron a la escena, Chelsea Manning, Edward Snowden, William Binney y otros proporcionaron nuevas pruebas devastadoras de las grandes distorsiones y falsificaciones de Washington en relación con las muertes de civiles.

A los ojos del Pentágono, Julian Assange era el enemigo porque se negó a ser comprado o intimidado. WL despertó con éxito la desconfianza de los medios de comunicación y la desconfianza entre el público de la difusión de las noticias oficiales de guerra.

El Pentágono, la Casa Blanca y el aparato de inteligencia buscaron a los “espías” internos que proveían los documentos a WL. Se tomó como objetivo el arresto de Julian Assange bajo la creencia de que "decapitar" al líder intimidaría a otros periodistas de investigación. JA huyó para salvar por su vida y buscó y recibió asilo en la Embajada de Ecuador en el Reino Unido.

Después de siete años de presión EE.UU. Logró que el presidente ecuatoriano, Lenin Moreno, viole la constitución de su propio país y permita a la policía británica capturar a JA, encarcelarlo y prepararlo para la extradición a Washington, donde el régimen encontrará la configuración judicial adecuada para condenarlo a cadena perpetua o... peor.

Conclusión
Los crímenes de guerra cometidos por Washington son de tal dimensión que han erosionado el espíritu pasivo y sumiso de sus servidores públicos. Habiendo perdido la confianza, el Gobierno se basa en amenazas, expulsiones y juicios penales.

Los periodistas de investigación están bajo la presión del coro de prostitutas de prensa y enfrentan juicios criminales.

Hoy la libertad de expresión significa "libre" para seguir al Estado.

La próxima prueba de Julian Assange es más que la libertad de expresión. Se trata de la capacidad de Washington para continuar con las guerras globales, aplicar sanciones ilegales contra países independientes y reclutar estados vasallos sin oposición. Washington, sin la conciencia pública, podrá iniciar guerras comerciales y calumniar a los competidores con impunidad. Una vez que los informantes son silenciados y/o encarcelados, todo vale.

En los tiempos actuales, muchos periodistas han perdido su capacidad de decir la verdad al poder, y los jóvenes escritores que buscan salidas y modelos a seguir, enfrentan la amenaza de la censura impuesta por un castigo atroz. La Casa Blanca busca convertir al país en una cámara de eco de mentiras para las guerras "humanitarias" y los golpes "democráticos".

Hoy el Gobierno de los Estados Unidos libra una guerra contra Venezuela. El Tesoro se apodera de sus recursos y riqueza y el Estado designa a su presidente en nombre de los "valores democráticos". El régimen de Trump está matando de hambre al pueblo venezolano para someterlo en nombre de una misión humanitaria, una estrategia contra la cual solo forcejean algunos periodistas de los medios alternativos.

Washington está encarcelando a JA para garantizar que los crímenes contra Venezuela continúen con impunidad.

lunes, 22 de abril de 2019

_- En nuestro siglo los grandes disidentes ya son los de Occidente por rafaelpoch

_- El destino de Julian Assange, aplastado por una máquina implacable y rodeado de difamación, es más trágico que el de los opositores soviéticos de los años setenta

La imagen del bello Julian Assange sacado en volandas, feo y envejecido, de su largo y duro encierro con un libro de Gore Vidal en las manos que narra la historia del Estado de la Seguridad Nacional de Estados Unidos, es antológica. Informa de que los grandes disidentes del Siglo XXI son occidentales. Resume las circunstancias de un hombre valeroso implacablemente perseguido y acosado por todos los medios humanos y técnicos de una máquina total, que no conoce fronteras. Capaz de filmarte cagando en el retrete de la rara sede diplomática en la que has encontrado refugio en el intento de eludir el riesgo de un encarcelamiento en condiciones inhumanas y quizá de la eliminación física. De bloquear tus cuentas bancarias y comunicaciones. De presionar a gobiernos y amigos reticentes a colaborar en tu acoso. De meterse contigo en la cama y de fabricar cualquier tipo de acusaciones desde alguna de las “WikiLeaks War Room” del Pentágono, del Departamento de Estado, o de cualquier otra institución imperial.

Y todo eso rodeado por un coro mediático de inquisidores formateados por el conformismo y bien pagados para aceptar automáticamente las acusaciones y patrañas fabricadas por esa máquina todopoderosa e inapelable.

En esas circunstancias, el libro es una señal, sorda y desesperada, que quiere indicar por dónde van las cosas y por dónde hay que buscar la explicación de la detención.

Habíamos visto escenas así en la tiranía soviética. Disidentes. Hombres solos enfrentados a la maquinaria de un Estado absoluto. Aquellos, por lo menos tenían el consuelo de saber que en el otro campo, “alla” (tam, como se decía en la URSS), alguien recogería la señal lanzada, se crearía un eco y se alcanzaría un efecto. Lo de hoy es mucho más total. Un mensaje dentro de una botella a merced de las corrientes marinas. Apenas quedan Estados soberanos capaces de crear cierto espacio de abrigo alternativo para las grandes causas de la libertad. Sin contar al Imperio, lo que queda de soberanía estatal en el mundo de hoy puede contarse con los dedos de una mano y aún sobran dedos; China, Rusia, India…, pero ¿van estos a proteger a Julian Assange? El único “allá” que hoy existe a efectos de libertades es la ciudadanía, un recurso potencial sin marcos territoriales.

El Imperio se cobra su cuenta

El Imperio se cobra su cuenta. Una nueva victoria de Goliath que los quitavergüenzas de los medios de comunicación del establishment, castrados para todo informe independiente, han adornado convenientemente para convencer al público de que dos más dos, son cinco: de que los verdaderos criminales son los que exponen los crímenes y no quienes los cometen.

Cualquiera que publique un documento oficial y secreto de Estados Unidos, aunque sea la prueba de un delito en guerras que han costado la vida a varios millones de seres humanos desde el año 2001, puede ser detenido en cualquier parte del mundo y encarcelado en Estados Unidos. Una victoria ejemplarizante de la extraterritorialidad imperial destinada a evitar ulteriores desafíos por parte de periodistas valientes.

Geoff Morrell, secretario de prensa del Pentágono explicó hace años el funcionamiento de una de esas “WikiLeaks War Room”: 120 personas, analistas, agentes, trabajando 24 horas sobre 24, siete días a la semana para destruir la red que osó explicar lo que Noam Chomsky define como, “cosas que la gente debe saber sobre quienes están en el poder”. Hay miles de profesionales, y miles de millones de dólares, trabajando en esta operación de venganza imperial.

Una labor de años
Llevaban siete años lanzando mentiras para reducir a Julian Assange a una especie de delincuente sexual, colaborador de la Rusia de Putin y valedor de la extrema derecha. Un turbio personaje narcisista (el diagnóstico del infame juez Michael Snow tras un contacto de 15 minutos con Assange) que se metió en la embajada de Ecuador en Londres para “evitar ser extraditado a Suecia”, que ha sido detenido por la policía británica “por haber quebrantado su libertad provisional”. Un “tonto”, “personaje repelente” “descortés y amenazante hacia sus anfitriones”, “herramienta de Vladimir Putin”, aliado de Trump… (Todo eso consigue meter uno de estos esbirros en apenas dos párrafos de su artículo. Su colega de Madrid explica en titular la detención como resultado de que a Ecuador, “se le acabó la paciencia”.

Desde Washington, Londres y Moscú, los corresponsales de la prensa establecida se suman al coro disciplinadamente. Hasta la prensa, pretendidamente alternativa de este país, cuya dimensión internacional es lamentable, practica un gallináceo término medio entre la realidad, es decir el castigo por la divulgación de fechorías imperiales, y toda la campaña de descrédito que ha preparado el terreno al desenlace del 11 de abril. No hay mejor prueba que esta de la victoria de Goliath y ello nos obliga a repetir lo más banal: que Assange no está siendo perseguido por el Reino Unido, ni por violar su condicional, ni por la fantasmada de aquellas relaciones sin condón, sino por su labor periodística, y que su extradición implica un peligro de muerte. ¿O acaso no recuerdan las palabras de la Secretaria de Estado?: “¿No podríamos simplemente matarlo con un dron?” (Can´t we just drone this guy?”).

Omnipotencia
“Estados Unidos harán claramente saber que no tolerarán a ningún país, y en particular a los aliados de la OTAN, que se ofrezca refugio a los criminales que ponen en peligro la vida de las fuerzas de la OTAN”, advertía hace años, Marc Thiessen, funcionario del aparato imperial. “Con las apropiadas presiones diplomáticas, esos gobiernos deben cooperar para llevar a Assange ante la justicia, pero si se niegan Estados Unidos podría detenerle en su territorio sin su conocimiento ni aprobación”.

Es decir, el Imperio podía hacer lo que viene haciendo con centenares de personas de todo el mundo desde 2001: secuestrar a Assange, ponerle una bolsa de plástico negra en la cabeza, embarcarlo en un avión hacia un agujero negro y torturarle en alguna base secreta, pero no fue necesario llegar tan lejos porque los estados vasallos cooperaron. Suecia, ahí está la patraña de su investigación por delitos sexuales clausurada en secreto y que ahora podría reabrir si conviene, Ecuador, cuyo solícito nuevo Presidente vuelve al redil, reabre bases militares y recibe un crédito del FMI, y, naturalmente, el Reino Unido, viejo perrito faldero, cuya cámara parlamentaria acogió con aplausos la noticia de la detención de Assange.

El disidente burló la maniobra sueca refugiándose en la embajada ecuatoriana y rompiendo su libertad condicional inglesa, lo que el diario The Guardian define como “self-imposed retreat” en un editorial que es todo un modelo de hipocresía liberal. El juez lo ha encarcelado por “violar aquella libertad condicional”, delito castigado con hasta doce meses de cárcel. Pero entonces Assange es verdaderamente tonto: ¿se ha pasado siete años para evitar doce meses? “La causa de la detención ha sido, “un cambio en la actitud de Ecuador”, dice The Guardian, pulcramente contrario a una extradición. “Publicó cosas que no siempre debían ser publicadas”, pero, “no será ni seguro ni correcto extraditarle”, sentencia. Por el camino se ha perdido la memoria del veredicto de aquel grupo de expertos de la ONU que dictaminó como arbitraria la amenaza de detención británica contra el disidente.

Si con los estados y sus medios de comunicación el asunto es casi de rutina, ¿qué decir de los individuos? Nada más fácil que reducir sus voluntades y solidaridades. Jacob Appelbaum un colaborador de Assange refugiado en Berlín en busca de mayor seguridad, lo que no impedía su sospecha de que funcionarios americanos registraban su apartamento en su ausencia, explicaba -¡hace seis años!- que después de julio de 2010 le comenzaron a detener en los aeropuertos: “Me metían en una habitación especial, me registraban, me colocaban contra la pared, confiscaban mi ordenador, denegaron el acceso a un abogado y cuando procedieron al interrogatorio en suelo americano estaba siempre presente un miembro del ejército. Me dieron a entender que si no cooperaba sería agredido sexualmente en la cárcel….”

El libro de Gore Vidal agarrado por Assange es la señal indicadora de que el círculo minuciosamente organizado y preparado desde hace años se está cerrando. No se trata de la “paciencia de Ecuador” por embadurnar con sus excrementos las paredes de la embajada, ni por “chantajear” a su indigno presidente, no se trata de Suecia ni de la libertad condicional del Reino Unido, ni de la personalidad de Assange, como escriben todos esos necios. De lo que se trata es de la “Seguridad Nacional de Estados Unidos”, principal amenaza a la paz mundial (Oskar Lafontaine, dixit) y a las libertades. Se trata del Imperio, de su venganza y disciplina. El siguiente capítulo será la extradición.

Hacia la extradición
¿Alguien duda de ella? Por el mismo motivo por el que se negó a Pinochet, El Reino Unido la concederá en el caso de Assange. Por disciplina. Si es necesario el Imperio buscará a alguien que tuvo relaciones sin condón con el juez encargado. El Estado de la Seguridad Nacional no admite derechos.

“No tiene la menor posibilidad de un juicio con garantías”, dice Daniel Ellsberg, un Assange de los años sesenta que se atrevió a filtrar los crímenes de la guerra de Vietnam. “Cuando mi abogado me preguntaba por qué filtré aquellos documentos, el tribunal declaró la pregunta improcedente”, recuerda.

Ellsberg solo se salvó de treinta años de prisión porque el movimiento contra la guerra de Vietnam dominaba en la calle. Aún así, ha sido un apestado de por vida en EE.UU. Assange lo tiene peor. Sin una fuerte presión popular será tragado por el agujero negro del Gulag local. Su destino más probable en Estados Unidos, si no se suicida antes, será la cárcel Admax de Florence, en Colorado. El régimen de la prisión consiste en 23 horas diarias encerrado en una caja de cemento con una ventana de cuatro pulgadas, seis inspecciones de cama al día, con una séptima los fines de semana, una hora de ejercicio en un recinto exterior de cemento, duchas breves y registros e intimidaciones según la voluntad y capricho de los guardias, resume The Intercept. Todo eso de por vida, a menos que confiese para reducir pena que mantuvo sexo sin preservativo con Vladimir Putin o cualquier cosa que le pida el Imperio. Si el personaje hubiera sido un ruso o un chino víctima de esos países, se estaría fraguando ya una candidatura al Premio Nobel de la Paz. Por lo menos.

 (Publicado en Ctxt)

martes, 16 de abril de 2019

Libertad inmediata para Julian Assange

Pronunciamiento de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales En Defensa de la Humanidad
¡Libertad inmediata para Julian Assange!

ALAI


La Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad expresa su más solidario respaldo al periodista Julian Assange, destacado miembro de la REDH, quien ha dedicado su vida a la defensa de los derechos humanos, la libertad de expresión y el acceso a la información de interés público. Por sus extraordinarias contribuciones ha sido galardonado por The Economist, Amnistía Internacional UK, Premio Ars Electrónica, Premio Sam Adams, Medalla de Oro de la Fundación Sydney para la Paz -por su coraje excepcional e iniciativa en la defensa de los derechos humanos-, personaje del año 2010 elegido por lectoras/es de la revista Time, entre otros.

Expresamos honda preocupación por el proceder del gobierno ecuatoriano que, violando la institución del asilo, ha entregado a Julian Assange al gobierno británico, con un altísimo riesgo de extradición a Estados Unidos donde su vida corre peligro. Rechazamos los pretextos utilizados por el gobierno de Ecuador para justificarse, tales como la acusación de haber “intervenido en asuntos internos de otros Estados”, e incluso de una presunta intromisión en “intentos de desestabilización de Ecuador” imputada a Wikileaks.

Nos preocupa que el gobierno de Lenín Moreno aduzca precautelar la protección nacional, “evitar que el país se convierta en un centro de delitos informáticos”, mientras que, como parte de una acción que deja nefastos precedentes, él mismo emitió en 2018 un Protocolo Especial de Visitas, Comunicaciones y Atención Médica, que sometió al asilado a una serie de restricciones de sus libertades fundamentales y coartó su derecho a la comunicación, suprimiéndo hasta el acceso a la conectividad, a la información y a la expresión.

Recordamos que los siete años de asilo de Julian Assange –convertidos en reclusión en los dos últimos- obedecen a persecución política, a represalia por la difusión de materiales que Wikileaks liberó y difundió, al amparo de la transparencia de la información. Las informaciones y datos sobre política internacional y geopolítica, pusieron en evidencia crímenes de guerra y prácticas injerencistas de los gobiernos de varios países y grupos de poder, principalmente de los Estados Unidos, país que aspira a lograr una pronta extradición y juzgamiento.

La Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad, organización mundial defensora de los derechos humanos y del Derecho a la información y la Libertad de Expresión, hace un llamado vigoroso al gobierno del Reino Unido a mantener una observancia estricta de los principios e instrumentos de derechos humanos, que en el caso incluyen una ‘protección especial’, como estipula el Informe de la Organización de Naciones Unidas sobre Assange (Opinion No.54/2015 concerning Julian Assange) y la Opinión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Esta protección debe excluir cualquier escenario de extradición a los Estados Unidos, toda vez que Scotland Yard ha reconocido que la detención obedece a un pedido con ese propósito, formulado por ese país.

Llamamos a la Organización de las Naciones Unidas, a su Asamblea General y a todos los mecanismos de defensa de los Derechos Humanos, a hacer respetar la protección referida en sus ‘Informes Especiales’ -A/HRC/WGAD/2015/54-, y proteger la vida del periodista Julian Assange, perseguido político, que merece un tratamiento humanitario, con apego estricto e incondicional a la legislación internacional.

Convocamos a los gremios de periodistas, organismos defensores de la libertad de expresión y del derecho a la comunicación, a los movimientos sociales y populares, a las entidades defensoras de los derechos humanos y otras organizaciones, a movilizarse para exigir al Reino Unido la libertad de Assange, pues las acusaciones fraguadas que pesaban sobre él ya fueron desvanecidas y no subsiste ninguna acusación fundada.

¡Libertad inmediata para Julian Assange!

11 de abril 2019

Secretaria Ejecutiva

Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad

Fuente:
http://www.alainet.org/es/articulo/199276 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=254751

Washington acusa a Assange de una filtración que no ocurrió

Exigimos la libertad inmediata del periodista Julian Assange


-Entrevista a Sally Burch



domingo, 14 de abril de 2019

En defensa de Julian Assange. Editorial, por Serge Halimi, diciembre de 2018.

Orgulloso como Artabán, sonriente, rodeado de unos cincuenta fotógrafos y cámaras, Jim Acosta efectuó, el pasado 16 de noviembre, su regreso a la Casa Blanca a bombo y platillo. Unos días antes había perdido su acreditación de corresponsal de Cable News Network (CNN), pero la Justicia estadounidense obligó al presidente Donald Trump a anular la sanción. “Era una prueba y la hemos superado –fanfarroneaba Acosta–. Los periodistas deben saber que en este país, la libertad de prensa es sagrada y que les ampara la Constitución [para] investigar sobre lo que hacen nuestros gobernantes y nuestros dirigentes”. Desvanecimiento de la imagen, música, happy end…

Julian Assange, refugiado desde hace seis años en la embajada de Ecuador en Londres, probablemente no haya podido seguir en directo en CNN este desenlace tan emotivo. Su existencia se asemeja a la de un prisionero. Prohibición de salir, so pena de ser arrestado por las autoridades británicas y, seguramente, extraditado a continuación a Estados Unidos; comunicación reducida y humillaciones de todo tipo desde que, para complacer a Washington, el presidente ecuatoriano Lenín Moreno decidiera endurecer las condiciones de estancia de su “huésped” (véase "El regreso del neoliberalismo a Ecuador").

La actual detención de Assange, así como la amenaza de algunas décadas de prisión en un centro penitenciario estadounidense (en 2010, Trump expresó su deseo de que sea ejecutado), se deben al sitio web de información que dirige. WikiLeaks se encuentra en el origen de las principales revelaciones que han incomodado a los poderosos de este mundo desde hace unos diez años: imágenes de crímenes de guerra estadounidenses en Afganistán y en Irak, espionaje industrial de Estados Unidos, cuentas secretas en las islas Caimán, etc. La divulgación de un cable diplomático secreto del Departamento de Estado estadounidense en el que se calificaba la dictadura del presidente tunecino Zine el Abidin Ben Alí de “régimen que sufre de esclerosis” y de “cuasi mafia” hizo que esta cleptocracia amiga de Washington se tambaleara. También desde WikiLeaks se reveló que dos dirigentes socialistas franceses, François Hollande y Pierre Moscovici, acudieron a la embajada de Estados Unidos en París, el 8 de junio de 2006, para lamentarse de que el presidente Jacques Chirac se opusiera con tanta firmeza a la invasión de Irak.

El ensañamiento de las autoridades estadounidenses con Assange se ve alentado por la cobardía de los periodistas que lo abandonan a su suerte, incluso que se deleitan con su infortunio Sin embargo, lo que menos le perdona la “izquierda” a Assange es la publicación, en su sitio web, de los correos “hackeados” de la campaña de Hillary Clinton. Al considerar que este caso favoreció los propósitos rusos y la elección de Trump, olvida que WikiLeaks desveló primero las maniobras de la candidata demócrata para sabotear la campaña de Bernie Sanders durante las primarias de su partido. Por aquel entonces, los medios de comunicación de todo el mundo no se privaron de transmitir esta información, como lo hicieron en casos anteriores, sin que por ello se equiparara a sus directores de publicación con espías extranjeros ni se les amenazara con acabar en prisión.

El ensañamiento de las autoridades estadounidenses con Assange se ve alentado por la cobardía de los periodistas que lo abandonan a su suerte, incluso que se deleitan con su infortunio. Así, en la cadena MSNBC, el presentador estrella Christopher Matthews, excacique del Partido Demócrata, se atrevió a sugerir que los servicios secretos estadounidenses deberían “actuar al estilo israelí y secuestrar a Assange”...

Serge Halimi
Director de Le Monde diplomatique.

viernes, 8 de junio de 2018

Se cierra el cerco alrededor de Julian Assange por Rafael Poch

Tras seis años de confinamiento, incomunicado y aislado, el imperio se cobra su cuenta.
A principios de abril, Joseph Di Salvo, subcomandante del mando sur (Southcom) del ejército de Estados Unidos, visitó Quito. El asunto de su visita era la negociación para la reapertura de una base militar americana en Ecuador. El anterior presidente, Rafael […]
http://rafaelpoch.com/author/rafaelpoch/