Mostrando entradas con la etiqueta confinamiento. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta confinamiento. Mostrar todas las entradas

sábado, 26 de diciembre de 2020

Nicolás Sartorius «La nueva anormalidad»: ¿y si no queremos volver a lo de antes?

Mantenga las distancias sociales

Reconozco que en esta época de confinamientos y aislamientos mi confusión ha aumentado. Toda la vida peleando para que se redujesen las distancias sociales y ahora me entero, con desolación, que es necesario mantenerlas por razones sanitario-epidemiológicas. ¿No se podría haber encontrado otra manera de expresar la conveniencia de guardar las separaciones físicas entre personas a fin de dificultar los contagios? Si la distancia social fuese el remedio más eficaz para hacer frente a la Covid-19, España sería el país de Europa mejor dotado para derrotarle. Porque es verdad que somos una nación de personas muy roceras, aficionadas a rozarnos, abrazarnos y besuquearnos a la mínima ocasión, pero también a marcar distancias oceánicas cuando se trata del reparto de los posibles o caudales, o de establecer criterios de igualdad. La prueba de ello es que cuando se dio por finiquitada —es un decir— la crisis de 2008-2009, España era uno de los países más desiguales de Europa. Es bien cierto que, según los informes de la OCDE, en la última década, la desigualdad se ha ensanchado en todos los países de Europa, lo que no es ningún consuelo, si tenemos en cuenta que esta brecha entre pobres y ricos es más grande en nuestro querido país.

Si empezamos nuestro recorrido por la desigualdad «primaria» entre hombres y mujeres, cuya «distancia social» se supone que debe ser la más estrecha, observamos que se han dado avances notables que conviene situar en su contexto. Es decir, si comparamos la actual desigualdad con la de los años de la dictadura, o incluso con el periodo de la Transición, la mejora es indiscutible. La creciente participación de la mujer en los diferentes ámbitos de la vida en sociedad es verificable y cuantificable. Quizá haya sido una de las mayores transformaciones de la sociedad española, por no decir la más relevante. 

Si uno ha tenido la ocasión de conocer, por razón de edad, las condiciones de las mujeres durante las ominosas décadas de la dictadura, se atrevería a decir que se ha tratado de una auténtica revolución. Sin embargo, como la vida es así de dialéctica, todo es relativo y este nuevo panorama de la mujer española hay que compararlo con los países similares de Europa, que también han seguido mejorando en este asunto. Así, en el Índice de Desigualdad de Género (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, 2015), España ocupaba el puesto número quince por detrás de Dinamarca, Países Bajos o Alemania, pero por delante de Italia, Japón o Estados Unidos. 

Si tomamos otro índice del mismo organismo de Naciones Unidas sobre desarrollo de género, que en este caso se centra en tres aspectos —salud, conocimiento y desarrollo humano—, comprobaremos que entre 160 naciones analizadas España ocupa el lugar 36, lo que no está mal pero tampoco es como para tirar cohetes. [...]

La crisis económica de 2008-2009 y su nefasto tratamiento fueron devastadores desde la perspectiva de la igualdad y, sobre todo, de la cruda pobreza absoluta y relativa. Ya en el año 2007, España padecía una de las tasas más altas de indigencia entre los países de la Unión Europea para los diferentes grupos de edad: un 25,5% para la población infantil y un 19,7% para los de mayor edad. Durante la crisis, la situación empeoró todavía más, pues aumentó en más de trece puntos porcentuales, hasta situarnos en el 33,4% de la población en pobreza relativa. Lógicamente, en los tramos de mayor edad, la penuria disminuía debido al colchón que significaba el sistema de pensiones públicas. 

Ahora bien, ¿por qué en España es mayor la desigualdad y la pobreza que en la mayoría de los países de la Unión Europea? ¿Por qué tenemos esta cultura del abrazo, los golpes en la espalda, el besuqueo y el compadreo y luego somos tan poco igualitarios en lo fundamental, como son las condiciones de vida y de trabajo? ¿Es un punto de apariencia o cinismo u obedece a causas que convendría analizar y corregir? 

La desigualdad y la pobreza no son dos realidades iguales, pues un país puede ser pobre e igualitario o ser desigual y muy rico. Sin embargo, el origen de ambas lacras suele ser parecido y consiste, en unos casos, en generar insuficiente riqueza y, además, repartirla injustamente y, en otros, crear abundante riqueza y distribuirla pésimamente. Es lo que sucede en España en términos relativos en comparación con las naciones avanzadas de la Unión Europea. 

Como hemos dejado constancia en el capítulo dedicado a nuestro sistema productivo [...], España cuenta con un tejido empresarial cuya productividad es, en general, inferior a la de nuestros vecinos del Norte. Ligado a lo anterior, contamos con un mercado laboral de los más «flexibles» de Europa, en el sentido de que los empleos con contratos temporales, parciales y/o precarios abundan bastante más que en países como Francia, Alemania e Italia, con los que debemos compararnos. 

La prueba de lo que decimos es que, cuando la economía crece, somos de los que generamos más empleo y, cuando llegan las crisis, destruimos más puestos de trabajo que todos los demás. Esta circunstancia nos debería hacer reflexionar sobre las causas por las que nuestro país es, desde hace décadas, el que cuenta con cifras de paro más abultadas y, a veces, escandalosas. Es francamente complicado achicar distancias sociales cuando se tienen esas cifras tan abusivas y «asociales» de desempleo y de economía sumergida. No hay nada que contribuya más a la desigualdad y a la pobreza, sobre todo a esta última, que la falta de puestos de trabajo decentes, pues los indecentes, que abundan en demasía, tampoco ayudan a combatir ambas lacras.

El panorama se complica cuando analizamos la cantidad y la calidad de nuestro Estado de bienestar [...]. Las desigualdades y la pobreza «secundaria» se corrigen o atenúan por medio de una política fiscal más o menos redistributiva. Sin embargo, cuando se tiene una economía sumergida o informal —en torno al 20%—, casi el doble que la media europea, y la presión fiscal es más de 6 puntos inferior a la media de los países del euro, no se pueden hacer milagros ni tener un Estado social excelente. No me cansaré de repetir que con 80.000 o 100.000 millones de euros menos que las naciones de «nuestro entorno» es ilusorio pretender disfrutar de un Estado social equivalente al de esos socios y colegas del Norte. 

Bastante mérito ha tenido el levantar, prácticamente de la nada, nuestro Estado de bienestar, pero no pretendamos milagros que solo se producen, según se dice, en Lourdes, en Fátima o en Garabandal. Si de verdad deseamos reducir la desigualdad y la pobreza, afrontemos de verdad la cuestión de la propiedad de la riqueza, distribuyamos mejor las rentas, reformemos nuestro sistema fiscal y modernicemos nuestro sistema productivo. Lo demás suele ser literatura generalmente mala.

Porque lo que no podemos hacer es volver a caer en la trampa de que primero hay que crear la riqueza para después repartirla, idea que se plastifica en esa irritante metáfora de que hay que hornear un pastel más grande para que así haya para todos. Esa cantinela la conocemos muy bien los que alguna vez hemos debatido Presupuestos o negociado convenios colectivos. Claro que hay que crear la mayor riqueza que se pueda, garantizando la sostenibilidad, pero al mismo tiempo, y no después, hay que repartirla más y mejor. Entre otras cosas debe de hacerse así porque supone un error económico escindir la creación de riqueza de su reparto, como demuestran los países más avanzados del planeta. 

No hay más que comprobar cuáles son las naciones que mejor han aguantado las crisis y las pandemias. No precisamente los más desiguales y con estados sociales más débiles, sino todo lo contrario, los que tienen sistemas fiscales más potentes, menos pobreza y menos desigualdad. Por eso han sido positivas algunas de las medidas que se han tomado últimamente en España, como han sido la subida del salario mínimo, el crecimiento de las pensiones o la implantación del Ingreso Mínimo Vital. No se ha tratado de una panacea, pero ni se ha hundido el mundo, ni se ha extendido la pandemia más de lo que estaba y, sin embargo, quizá hemos conseguido reducir un poco la «distancia social». 

A más a más, en los casos de Europa y de España, el pastel, en lo esencial, ya está cocinado u horneado y cuando vimos el capítulo dedicado al reparto de la riqueza pudimos verificar que, precisamente durante la crisis, hubo quien acrecentó copiosamente sus caudales. Hay, pues, amplio margen para mejorar nuestra recaudación tributaria sin tener que esperar a ponerle una guinda al pastel. Debería saberse que las modificaciones de las normas fiscales no maduran su fruto de manera súbita, y si en este año fuésemos capaces de reformar nuestro sistema impositivo —que buena falta le hace— sus efectos para el contribuyente se manifestarían en el 2021-2022. Años en los que con suerte se prevén rebotes de la economía, no sé si en forma de V o de U alargada, siempre y cuando no surja un rebrote vírico causado por la mala cabeza de algunos.

Algún día, en fin, tendremos que comprobar si es verdad eso que se dice de que la Covid-19 ha atacado por igual a ricos y a pobres. No me convence que se saquen a pasear algunos casos individuales de personajes poderosos o famosos que han sido infectados. Mi impresión subjetiva —reconozco que no tengo datos— es que la inmensa mayoría de los infectados y fallecidos han pertenecido a las clases modestas y profesionales de la sanidad. En España, el 70% de las defunciones se han producido en las residencias de la tercera edad. Centros en los que, salvo excepciones, viven personas mayores de rentas escasas, pensionistas, viudas, etc., y esto ha sido así en otros países de Europa y no digamos en Estados Unidos, donde la razia se ha cebado entre la gente de color e hispanos. 

Cuando se analice, si es que se llega a analizar algún día, qué ha sucedido en las residencias de mayores o en ciertos barrios populares de algunas capitales, entre ellas Madrid o Barcelona, quizá podamos comprobar la relación existente entre pobreza y epidemia o, más precisamente, entre Covid-19 y mejor o peor Estado de bienestar, en su versión sanitaria. ¿O es que alguien cree que los tajos que se le metieron a la salud pública, en algunas Comunidades Autónomas, ya mencionadas, en los años de la crisis de 2008, no han influido en los desabastecimientos y colapsos que se sufrieron y se siguen padeciendo en los meses agónicos de la pandemia? Yo creo que sí, y así lo manifiesta el personal sanitario que ha estado en la primera línea de fuego, al que con toda justicia se le ha honrado con aplausos durante meses, pero no sé si al final haremos bueno ese refrán que dice: «mucho te quiero perrito, pero pan poquito». Porque tengo la sospecha de que, después de la traumática experiencia vivida, no se han tomado las medidas necesarias para que no se repitan aquellos momentos de angustia. Ya asoma su feo rostro una segunda ola de contagios y de nuevo se oyen quejas de falta de medios y de cierto desbarajuste en algunas Comunidades Autónomas.

[...]

Llegados aquí, conviene llamar la atención sobre las nuevas brechas que se pueden ir abriendo y su relación con la desigualdad. Me refiero a la inquietante cuestión de la «brecha digital», lo que algunos autores han llamado entre los «inforricos e infopobres». Porque en este asunto no se trata solamente de poseer una amplia y potente infraestructura digital, o contar con todo tipo de artefactos TIC (Tecnología de la Información y la Comunicación), si luego no se saben manejar correctamente y sacarles el rendimiento adecuado. Lo mismo sucede con el equipamiento. España ha logrado una progresión notable en los últimos quince años, pues en el acceso a internet ha pasado de un 30-50 %, según el tipo de hogar, al 70-80% en 2016, y similar proporción en la posesión de ordenadores. 

En lo referente al uso de internet, el avance ha sido igualmente considerable, aunque en este caso las diferencias entre colectivos son más acentuadas. Por ejemplo, un varón de 16 a 24 años usó internet un 98,4%; si tenía entre 65 y 74 años, lo utilizó un 34,7%. Si contaba con educación superior el uso fue del 97,8%, mientras que si tenía educación primaria la cifra descendía al 40,8%. [...] La tercera revolución industrial o digital no acabará por sí misma con la «separación social», con la pobreza y la desigualdad. Eso dependerá de la evolución política global, europea y nacional. En una palabra, de la relación de fuerzas sociales y el desarrollo de los acontecimientos, a los que ya hemos hecho referencia. La prueba de lo que decimos es que, en el año 1984, un estudio elaborado por Cáritas, y titulado «Pobreza y marginación», revelaba que unos ocho millones de personas, uno de cada cinco ciudadanos, obtenían ingresos por debajo del umbral de la pobreza. Pues bien, treinta años después, un 22% de la población, algo más de diez millones de personas, sigue teniendo rentas que no superan el referido umbral de penuria. 

Lo inquietante del asunto reside en que la referida indigencia no es mera consecuencia de la crisis, pues el examen de las tendencias previas muestra que la tasa relativa de pobreza se ha mantenido, invariablemente, en torno al 20%, incluso en los momentos de mayor crecimiento económico. Estamos, pues, ante un problema estructural (Jesús Ruiz-Huerta y Rosa Martínez, Tercer informe sobre la desigualdad en España, Fundación Alternativas, 2018).

Con estos datos a la vista, no parece muy atractivo el proyecto de regresar a la «nueva normalidad», si esta consiste en «volver a lo de antes», pero ahora conviviendo con la Covid-19. Reconozco que no sé muy bien qué quiere decir «con-vivir» con un virus, salvo que se trate de una metáfora. En mi opinión, la gran tarea consiste, por el contrario, en destruir el virus e ir construyendo una normalidad nueva, en la que se reduzca al máximo la distancia social, la brecha económico-social-digital y se erradique la pobreza.

http://www.mientrastanto.org/boletin-196/de-otras-fuentes/la-nueva-anormalidad-y-si-no-queremos-volver-a-lo-de-antes

miércoles, 27 de mayo de 2020

_- Morir para salvar al Dow Jones

_- Trump y la derecha presionan para una reapertura rápida de la economía porque creen que eso hará que la Bolsa suba

A mediados de marzo, tras varias semanas negándose a aceptarlo, Donald Trump admitió por fin que la covid-19 era una amenaza seria y pidió a los estadounidenses que practicasen el distanciamiento social. El reconocimiento tardío de la realidad — supuestamente debido a la preocupación de que admitir que el coronavirus suponía una amenaza perjudicaría al mercado de valores— tuvo consecuencias mortales. Expertos en modelos epidemiológicos creen que, de haberse iniciado el confinamiento aunque fuese solo una semana antes, Estados Unidos podría haber evitado decenas de miles de muertes. Aun así, más vale tarde que nunca. Y durante un breve periodo de tiempo tuvimos la impresión de que por fin nos habíamos decidido por una estrategia para contener el virus y a la vez limitar las penurias económicas del confinamiento.

Pero Trump y el Partido Republicano han abandonado ya esa estrategia. Se niegan a decirlo explícitamente, y están dando varias explicaciones insinceras para lo que hacen, pero su posición básica es que miles de estadounidenses deben morir por culpa del Dow Jones. ¿Cuál era la estrategia que Trump abandonó? La misma que ha funcionado en otros países, desde Corea del Sur hasta Nueva Zelanda. Primero, usar el confinamiento para “aplanar la curva”, o sea, reducir el número de estadounidenses infectados hasta un nivel relativamente bajo. Después, combinar la reapertura gradual con las pruebas generalizadas, el seguimiento de contactos cuando se detecte un paciente infectado y el aislamiento de quienes pudieran contagiar la enfermedad.

Ahora bien, un confinamiento prolongado significa una gran pérdida de ingresos para muchos trabajadores y empresas; de hecho, casi la mitad de la población adulta vive en hogares que han perdido las rentas del trabajo desde marzo. De modo que, para hacer tolerable el confinamiento, hay que acompañarlo de ayudas para situaciones de desastre, de prestaciones especialmente generosas por desempleo y de ayudas a pequeñas empresas. Y el hecho es que la ayuda para situaciones de desastre ha sido más eficaz de lo que en general se reconoce.

En un principio, las sobrepasadas oficinas de desempleo fueron incapaces de procesar la avalancha de solicitudes. Pero poco a poco han ido poniéndose al día y, a estas alturas, parece que la mayoría de los estadounidenses en situación de desempleo está recibiendo prestaciones que sustituyen una gran parte de los salarios perdidos. La ayuda a pequeños empresarios, a través de préstamos que se convierten en subvenciones si el dinero se utiliza para mantener las plantillas, ha sido mucho más caótica. Así y todo, muchas pequeñas empresas han recibido préstamos y de hecho están usando el dinero para mantener las plantillas. En resumen, la red de seguridad tejida a toda prisa contra la covid-19, aunque esté llena de agujeros, ha protegido a muchos estadounidenses de la pobreza extrema.

Pero esa red de seguridad se retirará en los próximos meses a no ser que el Congreso y la Casa Blanca actúen. Las pequeñas empresas tienen solo una ventana de ocho semanas para convertir los préstamos en subvenciones, lo que significa que muchas empezarán a despedir aproximadamente dentro de un mes. La ampliación de las prestaciones por desempleo expirará el 31 de julio. Y a no ser que los Gobiernos estatales y locales reciban una amplia ayuda de Washington, pronto veremos despidos masivos de maestros, bomberos y policías.

Sin embargo, Trump y su partido se han pronunciado contra el aumento de las ayudas para los desempleados y contra las subvenciones a los asediados Gobiernos estatales y locales. En cambio, el partido pone cada vez más sus esperanzas en la rápida reapertura de la economía, a pesar de que la perspectiva aterra a los expertos, que advierten de que podría conducir a una segunda oleada de infecciones.

¿De dónde proviene este ímpetu por la reapertura? Algunos republicanos afirman que no podemos permitirnos seguir proporcionando una red de seguridad porque estamos incurriendo en un endeudamiento excesivo. Pero eso es al mismo tiempo mala teoría económica y una hipocresía. Al fin y al cabo, los déficits presupuestarios por las nubes no han impedido a los funcionarios de Trump proponer, sí, más rebajas fiscales.

Está también el pretexto de que la presión para que se reabra la economía procede de trabajadores de a pie. Pero a la ciudadanía le preocupa más reabrir demasiado rápido que reabrir demasiado despacio, y los que han perdido su salario por el confinamiento no se inclinan más por una reapertura rápida que los que no lo han perdido. No, la presión para desoír a los expertos viene de arriba; procede de Trump y sus aliados, y cualquier apoyo limitado que puedan estar recibiendo de la ciudadanía deriva del partidismo, no del populismo.

Entonces, ¿por qué Trump y sus amigos tienen tantas ganas de arriesgarse a que la cifra de muertos se eleve mucho más? La respuesta, sin duda, es que están volviendo a las andadas. En las primeras fases de esta pandemia, Trump y la derecha en general restaron importancia a la amenaza porque no querían perjudicar las cotizaciones bursátiles. Ahora están presionando para que se ponga fin prematuramente al confinamiento porque imaginan que eso volverá a hacer que las acciones suban otra vez.

No había por qué seguir este camino. Otro líder podría haberles dicho a los estadounidenses que se encuentran en una dura batalla, pero que al final vencerán. Gobernadores como Andrew Cuomo, que han adoptado esa postura, han visto dispararse su aprobación en las encuestas. Pero Trump no logra ir más allá de esta tendencia a la promoción de sí mismo. Y claramente sigue obsesionado con el mercado bursátil como baremo de su presidencia. De modo que Trump y su partido quieren avanzar a toda velocidad hacia la apertura, sin importar a cuánta gente mate. Como he dicho, en realidad su posición es que los estadounidenses deben morir por el Dow Jones.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2020. Traducción de News Clips.
https://elpais.com/economia/2020-05-22/morir-para-salvar-al-dow-jones.html

martes, 28 de abril de 2020

¿Compañeros de habitación o pareja que te ponen nervioso? Lee esto. Hable sobre las cosas pronto y con frecuencia para que no se desborden.

Con la mayor parte del país bajo bloqueo, muchos de nosotros de repente pasamos todo el día con las personas con las que vivimos, lo que significa que las tensiones pueden ser más intensas de lo normal. Si bien una pequeña transgresión, como una interrupción durante una llamada de trabajo, puede no ser un gran problema por sí sola, en la olla a presión del encierro puede pasar de una molestia menor a la fuente de una verdadera lucha. Y si las publicaciones en las redes sociales son una indicación, los rompecabezas son los nuevos muebles de Ikea: la prueba más real de los niveles de estrés de una pareja.

Aléjate del rompecabezas. Dénse un abrazo o un choca esos cinco y hablemos de lo que está pasando aquí.

"A menudo le digo a la gente que tu pareja no es el problema. El problema es el problema ”, dijo Kiaundra Jackson, terapeuta matrimonial y familiar. El aislamiento forzado con las mismas personas durante semanas nos ofrece un curso intensivo de comunicación. Ninguno de nosotros somos perfectos para expresar nuestros sentimientos todo el tiempo, pero todos podemos tratar de ser mejores cuando ocurre un conflicto.

Por supuesto, es comprensible si te has encontrado con un fusible más corto últimamente. Incluso los más serenos entre nosotros están lidiando con nervios deshilachados, oleadas de pánico y estrés inquebrantable, sin un final a la vista. Si bien existe la posibilidad de más disputas en el hogar, también existe la oportunidad de enfrentar los desafíos que enfrenta su hogar como equipo.

Este artículo está destinado a lidiar con las peleas casuales y cotidianas que, en tiempos normales, generalmente podemos superar con un tiempo a solas o desahogarnos con un amigo. Si cree que está en grave peligro por parte de una pareja, o está atrapado en una situación abusiva, existen recursos que pueden ayudarlo. El Proyecto Antiviolencia tiene una línea directa de inglés / español las 24 horas para personas LGBT.Q. + que sufren abuso o violencia basada en el odio al 212-714-1141. La línea directa nacional de violencia doméstica está disponible las 24 horas del día y en más de 200 idiomas al 1-800-799-SAFE, o puede hablar con un defensor aquí o enviar un mensaje de texto con LOVEIS al 22522. Para peligros inmediatos, llame al 911.

Si esas situaciones no se aplican, a continuación se explica cómo manejar las disputas de cuarentena sin permitir que se conviertan en fuentes de estrés adicionales.

Antes de que estalle una disputa
Adopta una mentalidad de equipo. Esto puede parecer tonto o poco natural al principio, pero Jackson sugiere expresar afirmaciones positivas juntas todas las mañanas. Diga algo como "¡Hoy va a ser un buen día! Vas a hacer tu trabajo. Voy a hacer mi trabajo. ¡Va a ser genial!"

Todas las noches, comparta cómo fue su día juntos.
Don Cole, un terapeuta familiar y matrimonial con licencia, llama a estas charlas informativas conversaciones para reducir el estrés, durante las cuales escuchamos, mostramos empatía, nos mantenemos del lado de nuestra pareja o compañero de cuarto y evitamos la resolución de problemas. Como director clínico del Instituto Gottman, una organización que brinda asistencia basada en la investigación a las parejas y capacita a los terapeutas para que sean más efectivos como asesores de relaciones, sabe que estas conversaciones ayudan a promover un sentido de asociación y cercanía. Entonces, "cuando llegan los momentos estresantes", dijo, "no somos tan reactivos".

Tenga conversaciones difíciles más temprano que tarde.
Es tentador barrer la creciente fricción debajo de la alfombra, pero eso sería un error. Los pensamientos negativos se infectarán y, en última instancia, se desbordarán. "No quieres evitar cualquier problema", dijo Jackson. Si necesita sacar la basura o ayudar con la cocina o el cuidado de los niños, verbalícela.

Negocie formas de maximizar su tiempo y espacio.
"Establecer límites viables para todas las partes", dijo Jenny Wang, psicóloga licenciada. Quizás los compañeros de cuarto pueden escalonar sus tiempos de cocción para que no se interpongan entre ellos, o los compañeros pueden turnarse para hacer las tareas mientras el otro hace algo que les gusta. Si necesita distancia, una sábana con tachuelas o una puerta cerrada pueden dar un respiro temporal. Los auriculares o auriculares con cancelación de ruido también pueden ayudar a crear una sensación de espacio.

También puede optar por adoptar pautas para toda la casa para promover la armonía. "Considere aceptar un momento de tranquilidad en el hogar, tal vez 30 minutos, cada día, donde está de acuerdo con la persona con la que vive para mantener las cosas lentas y los volúmenes bajos", dijo Shawna Murray-Browne, trabajadora social certificada y fundadora de Kindred. Curación comunitaria. "Si tienes niños pequeños, considera establecer este tiempo durante la siesta o enseñarles el juego independiente como una actividad tranquila".

Cuando la tensión está aumentando
Cuidadosamente plantear problemas. "Es difícil sobreestimar la importancia de lo que llamamos una puesta en marcha suave", dijo el Dr. Cole. Piense en cómo enmarcar una preocupación de manera que la otra persona pueda escucharla y no sentirse atacada. En lugar de decir algo crítico, como, "¿Por qué estás siendo tan ruidoso?" puede intentar: "Me distraigo mucho cuando hay mucho ruido aquí y necesito que descubramos una forma de minimizarlo. ¿Cuáles son tus pensamientos?"

A veces, el Dr. Wang aconseja a las parejas casadas que coloquen un objeto sobre la almohada de su pareja para indicar que hay algo en lo que te gustaría pasar el tiempo discutiendo. "Pone a las personas en el espacio de cabeza para una conversación en lugar de confrontarlas directamente, a veces en el momento equivocado", dijo.

Desarrolle un lenguaje compartido para registrarse.
Quizás podría trabajar con una escala de cero a 10, donde 0 representa el agotamiento emocional completo y 10 representa una apertura y disposición para ayudar a otros que lo necesitan. Si su compañero de cuarto o compañero dice que su calificación interna es única, ya que están estresados ​​por trabajar desde casa y aumentar las presiones financieras, entonces será más probable que ofrezca compasión en lugar de molestarse de que no estén presionando. en casa, dijo el Dr. Wang.

Cuando estas enojado
Acepta que está sucediendo. Estar en un estado acalorado no significa que seas una mala persona. No significa que su pareja sea una mala persona, y no significa que su relación sea horrible. "Simplemente significa que hemos cruzado una línea en una zona roja, y tenemos que salir de ella", dijo el Dr. Cole. (Nuevamente, busque ayuda externa si se siente amenazado o en peligro).

Tomar un descanso.
El Dr. Cole entrena a sus clientes para que inventen una palabra o frase que signifique: "Necesito que nos detengamos por 30 minutos y nos aislemos, hagamos algo que nos ayude a reenfocarnos y calmarnos". Y, al final de los 30 minutos, vuelva a acercarse para discutir el tema. Eso es importante porque si no nos reconectamos, dijo el Dr. Cole, "simplemente parece que nuestros socios nos están descartando".

Asume la responsabilidad de tus emociones.
Cuando te estás volviendo loco, tu corazón late más rápido y las hormonas del estrés atraviesan tu sangre. Es importante reconocer que usted está a cargo de controlar su ira. "No me importa lo que necesites hacer, necesitas encontrar lo que funciona mejor para que vuelvas a un estado normal", dijo Jackson. Eso podría ser respirar profundamente, aislarse en un área diferente de su hogar, trotar en el lugar o tomar un baño tibio.

Cómo conciliar
Limpia el aire. Después del polvo, la Sra. Murray-Browne sugiere preguntarle a la otra persona: "¿Qué necesitas para sentirte seguro compartiendo y discutiendo esto conmigo?" Llegue a un consenso sobre cómo acercarse unos a otros en el futuro. Incluso puede escribir lo que se le ocurre y publicar el acuerdo en algún lugar que ambos puedan ver.

Si tiene problemas para llegar a la misma página, el Dr. Wang recomienda hacer un ejercicio sugerido por Esther Perel, una reconocida terapeuta de matrimonio y parejas en la ciudad de Nueva York, en el que cada pareja repite, en sus propias palabras, lo que entienden sobre las quejas o frustraciones del otro compañero. Esto debería ayudar a cada persona a empatizar con la otra parte.

Habla sobre el futuro.
En sus momentos más tranquilos, el Dr. Cole recomienda preguntarse cómo la pandemia les está afectando a cada uno de ustedes. Comparta cómo los eventos actuales afectarán sus planes futuros. "Realmente escucha esas cosas", dijo. "Porque a veces eso es realmente lo que subyace al estrés y al conflicto: me temo que es a donde se dirige nuestro futuro". Y desenvolver esas conversaciones realmente puede ayudar ".

Si estás abrumado, busca orientación.
Explore sesiones de asesoramiento virtual para fortalecer su relación, dijo Murray-Browne. De esta manera, saldrás de esta experiencia más fuerte que nunca. Si la otra persona en su hogar no está dispuesta a solicitar la ayuda de un terapeuta, sugiere centrarse en lo que puede controlar individualmente. Quizás pueda comunicarse con amigos y seres queridos para obtener apoyo. También puede considerar la terapia para resolver estos problemas.

“Recuerde”, dijo ella, “este es un período de crisis. Se permiten grandes emociones y lo lograremos ".

https://www.nytimes.com/2020/04/16/smarter-living/coronavirus-roommate-fight-home.html?action=click&module=Well&pgtype=Homepage&section=Smarter%20Living

miércoles, 8 de abril de 2020

_- CINCO BIZCOCHOS PARA EL CONFINAMIENTO

_- Clásico, de chocolate, vegano, marmolado... Si a ti también te ha entrado la fiebre pastelera y el horno te pide más variedad, te proponemos cinco bizcochos y muchas ideas para convertirlos en tartas y pasteles.

JULIA LAICH 05/04/2020 -

Parece que estos días han sacado el pastelero que muchos llevan en su interior. La cocina en general nos distrae, aunque sea por un rato, de todo lo que sucede allá afuera. Pero la pastelería tiene algo especial, quizás porque es algo que no hacemos todos los días, porque evidentemente tenemos más tiempo, porque los dulces de cierta forma nos reconfortan o porque el aroma a bizcocho recién horneado siempre es bienvenido.

De eso hablaremos hoy precisamente: de bizcochos. Si bien tienen su parte de ciencia -que ya explicó perfectamente Miriam García en este artículo- también pueden ser sencillos de preparar si cuentas con la receta adecuada (y la sigues). Para facilitarte la tarea de dar con esa receta en cuestión, a continuación te dejamos cinco diferentes: la de un bizcocho clásico, la de uno de chocolate, de uno vegano, de uno sin azúcar y de uno marmolado. Para preparar todos ellos necesitarás, por lo menos, un bol, una batidora (si es eléctrica, perfecto, y si no con un batidor de varillas y a sacar músculo) y un molde. Este puede ser alargado, redondo o en forma de corona, pero recuerda que el tamaño influirá en el tiempo de cocción. En cada receta encontrarás el tamaño del molde utilizado para que lo tengas como referencia.

CLÁSICO
Este bizcocho no tiene más complejidad que darle a la mantequilla el batido que necesita junto al azúcar. Puedes modificarlo añadiendo chips de chocolate, frutos secos o fruta fresca picada a la mezcla en último momento. Si vas a agregarle alguno de estos no te pases en cantidad o costará que el bizcocho suba en el horno.

Ingredientes
(Para un molde rectangular de 25 x 10 cm)
200 g de mantequilla a temperatura ambiente
200 g de azúcar
4 huevos
Ralladura de limón, de naranja, vainilla o cualquier otro aromatizante
250 g de harina común
2 cucharaditas de levadura química
1 cucharadita de sal

Preparación
Calentar el horno a 180 ºC. Engrasar y enharinar el molde que se vaya a utilizar.

En un bol batir el azúcar con la mantequilla hasta que blanquee (es decir, hasta que aumente su volumen y se haya aclarado). Añadir los huevos de uno en uno y seguir batiendo.

Agregar la ralladura de limón o el aromatizante escogido, la harina, la levadura química y la sal. Verter la mezcla en el molde.

Hornear durante 50 min aproximadamente. Comprobar que está listo introduciendo un palillo o cuchillo viendo si sale seco.

DE CHOCOLATE

Igual que en el clásico, bate que bate la mantequilla. Para un bizcocho ultra chocolatoso y apetecible a la vista añade gotas o trocitos de chocolate negro y blanco. Si lo que quieres es más sofisticación, puedes agregar ralladura de naranja o frutos rojos (los congelados valen).

Ingredientes

(Para un molde rectangular de 25 x 10 cm)

100 g de mantequilla a temperatura ambiente
125 g de azúcar
3 huevos
1 cucharadita de esencia de vainilla
½ cucharadita de sal
50 g de cacao puro
150 g de harina común
2 cucharaditas de levadura química

Preparación

Calentar el horno a 170 ºC. Engrasar y enharinar el molde que se vaya a utilizar.
En un bol batir la mantequilla con el azúcar hasta que blanquee. Añadir la vainilla y los huevos de uno en uno. Seguir batiendo.
Tamizar la harina con la levadura, el cacao y la sal. Incorporar e integrar bien los ingredientes secos a la mezcla anterior.
Verter la mezcla en el molde. Hornear durante 35 o 40 min. Comprobar que está listo introduciendo un cuchillo o palillo.

SIN AZÚCAR

Sin azúcar, pero con todo el sabor. JULIA LAICH
En esta receta verás que los plátanos van asados. No es un paso esencial pero sí suma un punto de dulzor a la receta. Si tienes plátanos muy maduros en casa, sáltatelo y ponlos tal cual.

Ingredientes

(Para un molde de corona de 25 cm de diámetro)
3 o 4 plátanos (400 g con piel)
180 g de mantequilla
3 huevos (separados en yemas y claras)
100 ml de leche
150 g de harina común
100 g de harina integral
2 cucharaditas de levadura química
30 g de pasas (opcional)

Preparación

Calentar el horno a 180ºC. Engrasar y enharinar el molde que se vaya a utilizar.
Colocar los plátanos -sin pelar- en una bandeja con bordes altos. Hornear 40 min. Pelar los plátanos asados, aplastarlos con un tenedor y dejarlos enfriar.
En un bol batir la mantequilla hasta que blanquee. Agregar los plátanos y las yemas sin dejar de batir. Añadir la leche, la harina, la levadura química y las pasas.
En otro bol batir las claras a punto de nieve e integrarlas a la mezcla anterior con suaves movimientos envolventes.
Verter la mezcla en el molde. Hornear durante 35 min. Comprobar que está listo introduciendo un cuchillo o palillo.

VEGANO

Esta receta de Zucker & Jagdwurst da un resultado sorprendente, dados los pocos ingredientes que lleva. Aunque no seas vegano, vale la pena probarlo solo por lo sencillo que es.

Ingredientes
(Para un molde redondo de 22 cm de diámetro)
225 g de harina común
170 g de azúcar
250 ml de agua con gas
50 ml de aceite de girasol u otro aceite vegetal
2 cucharadas de levadura química
1 cucharada de azúcar avainillado o esencia de vainilla en su defecto

Preparación
Calentar el horno a 180 ºC. Engrasar y enharinar el molde que se vaya a utilizar.
En un bol mezclar la harina, el azúcar, la levadura química y el azúcar avainillado.
Añadir el aceite y el agua con gas. Verter la mezcla en el molde. Hornear durante 30 min. Comprobar que está listo introduciendo un cuchillo o palillo.

MARMOLADO DE CALABAZA Y CHOCOLATE

Bizcocho marmolado confinado. JULIA LAICH
Que el título no te engañe: este bizcocho es muy fácil de preparar. Si no te gusta la calabaza, no tienes o no encuentras, puedes sustituirla por zanahoria. Y si lo de poner vegetales en un bizcocho te parece de otro planeta, simplemente hazlo de vainilla y chocolate.

Ingredientes

(Para molde de corona de 25 cm de diámetro)
200 g de mantequilla a temperatura ambiente
200 g de azúcar
100 g de chocolate negro
200 g de calabaza o zanahoria cocida
4 huevos
Ralladura de limón, de naranja, vainilla o cualquier otro aromatizante
250 g de harina común
2 cucharaditas de levadura química
1 cucharadita de sal

Elaboración

Calentar el horno a 180 ºC. Engrasar y enharinar el molde que se vaya a utilizar.
Seguir los mismos pasos de elaboración del bizcocho clásico. Una vez esté lista la mezcla, dividirla en dos boles a partes iguales.
En una de las partes añadir el chocolate fundido a baño maría o en el microondas con cuidado. Integrar bien.
En la otra añadir la calabaza o zanahoria triturada e integrar bien. Verter una capa de mezcla de chocolate en el molde, seguida de otra de calabaza, y así hasta terminar ambas para lograr el marmolado.
Hornear durante 40 min. Comprobar que está listo introduciendo un cuchillo o palillo.

IDEAS PARA CONVERTIR TU BIZCOCHO EN UN PASTEL

Coberturas:

De chocolate: puedes hacer una cobertura muy simple fundiendo partes iguales de chocolate de repostería con nata (para montar). Una vez bañes el bizcocho puedes añadir por encima sal en escamas, frutos secos, chips de chocolate, etc.
Glaseados: con 3 cucharadas de agua o zumo de algún cítrico y 180 g de azúcar glas puedes conseguir un glaseado denso. Si lo quieres más ligero, aumenta la cantidad de líquido. Una vez bañado el bizcocho, puedes añadir la piel del cítrico cortada muy finita y sin la parte blanca, o simplemente ralladura, como en este bizcocho. ¿No tienes azúcar glas? Tritura azúcar blanco común con un robot de cocina, batidora o similar.
Merengue: para prepararlo bate en un bol 4 claras de huevo con 50 g de azúcar y una pizca de sal. Para que quede tostado, ponlo unos minutos en el horno con el grill o quémalo con un soplete en caso de que tengas.
Rellenos: Los más simples: mermeladas, dulce de leche, nata montada… La nata montada se puede hacer batiendo 200 ml de nata para montar con 75 g de azúcar. Se le puede añadir fruta fresca o en almíbar cortada en daditos para aportar otros sabores y texturas.
Frosting de queso: lo mismo te sirve para rellenar que para cubrir un bizcocho. Mezclando 100 g de mantequilla a temperatura ambiente, 200 g de queso crema y 300 g de azúcar glas, 1 cucharadita de esencia de vainilla y una pizca de sal, tendrás un frosting clásico.

Otras ideas: los rellenos y coberturas para pasteles son infinitos y pueden ser tan complejos como quieras. Puedes encontrar inspiración en alguna de estas recetas: 

 tarta de chocolate y castañastarta de cocotarta de moka y chocolatetarta de té matcha y lima o tarta de chocolate con frosting de tahini. 

miércoles, 1 de abril de 2020

Estar confinado y solo. Lo que esta crisis revela del gran mal oculto de nuestra época

El Reino Unido creó hace dos años un ministerio de la Soledad. Vivirla de cerca por unas semanas puede ayudar a entender lo que supone sufrirla de forma crónica

El gran solitario Michel de Montaigne ya advertía de que es igual de fácil fracasar en soledad que en compañía. “Reclúyete en ti mismo, pero prepárate antes para acogerte allí; sería absurdo confiarte a ti mismo si no sabes gobernarte”, escribió el inventor del ensayo moderno. Las medidas de aislamiento impuestas a un tercio de la humanidad para frenar la expansión del coronavirus están sacando a la luz la epidemia oculta del siglo XXI.

Cuando el Gobierno del Reino Unido decidió crear un Ministerio para la Soledad, a finales de 2018, uno de cada cinco británicos aseguraba que se sentía solo la mayor parte del tiempo. 200.000 personas mayores, averiguaron los sondeos, habían pasado más de un mes sin comunicarse con amigos o familiares. Múltiples estudios médicos han señalado la deriva física y mental a la que puede conducir un aislamiento involuntario. Deterioro del sistema inmunológico, enfermedades cardiacas, alzhéimer o depresión. La trágica paradoja de la crisis actual es que puede conducir a muchas personas a encerrarse más en sí mismas a la vez que les prohíbe las herramientas para intentar salir de esa prisión.

Las buenas noticias, si es que algunas pueden surgir de esta debacle, son que las nuevas tecnologías de comunicación, la creciente sensación de comunidad que está surgiendo y la obligada ralentización de la vida, que ha permitido levantar la alfombra y descubrir lo que había debajo, han puesto el foco sobre un problema hasta ahora ignorado. “La soledad es un estado mental subjetivo. Mucha gente puede sentirse sola en medio de la multitud, ir a una fiesta y ser incapaces de conectar con nadie. Y otros pueden estar solos en casa, o con alguna otra persona, y sentirse muy a gusto consigo mismos”, empieza por aclarar la doctora Sarita Robinson, profesora titular de la Escuela de Psicología en la Universidad de Central Lancashire.

La tesis doctoral de Robinson se titulaba Respuestas Cognitivas y Neuroinmunes ante una Amenaza. “Vivimos un momento artificial, en el que nuestra capacidad de conectar con nuestras redes sociales habituales se ha visto reducida. Y es esa pérdida la que nos puede conducir a una sensación de soledad. Lo que debemos hacer es parar un minuto y autoevaluarnos: ‘¿Me siento realmente solo? ¿Siento que tengo a mi alrededor el apoyo social de amigos y familiares que necesito?”. Si la respuesta no satisface, la solución está al alcance de la mayoría. Videollamadas, grupos de whatsapp o simples conversaciones telefónicas.

El problema surge en aquellos que no consiguen salir del laberinto de su soledad con estas estrategias, o que no tienen acceso a ellas. Ahí es donde debe responder la tribu. “Esa es nuestra responsabilidad social, que no podemos desatender. Y aplaudo las leyes de ‘buen samaritano’ que está poniendo en marcha el Reino Unido, para que un ejército de voluntarios preparados llame a la gente mayor, los más vulnerables, y les ofrezca compañía. Porque esta realidad está ya entre nosotros desde hace mucho tiempo. Son cientos de miles los ancianos olvidados en todos los países. Quizá el coronavirus tenga la virtud de poner en el foco este problema”, dice Robinson.

El idioma inglés diferencia entre loneliness y solitude. El español solo tiene una palabra: soledad. Pero es fácil entender que no es lo mismo sentirse solo que disfrutar de un aislamiento voluntario.

Jacqueline Olds, profesora de Psiquiatría en la Universidad de Harvard, lleva décadas escribiendo sobre el asunto. Y denunciando lo que llama “el culto a la actividad”. “Toda esa gente que llena su tiempo con el trabajo, el gimnasio, los eventos sociales, las tiendas, van a tener ahora una situación complicada cuando tengan que manejar su propia soledad”, dice.

—¿Y cuál es el remedio?

—Hay un fabuloso psicólogo en Estados Unidos, de origen húngaro, llamado Mihály Csíkszentmihály, que escribió hace 25 años un libro llamado Flow (Flujo). Algunas personas tienen un par de veces al día lo que él llama flow experiences (la traducción más aproximada sería la de momentos en los que te dejas llevar). Son situaciones en las que disfrutas tanto lo que estás haciendo que el tiempo parece detenerse y podrías estar toda la vida así. La mayoría de nosotros tenemos una o dos cosas que nos gustan. Otros no. Y van a tener que encontrar aquello que dé contenido a su tiempo— defiende Olds.

Todas estas recetas, admite la profesora, pierden mucho sentido cuando cae sobre las personas una avalancha en forma de ruina económica. Cuando la pobreza entra por la puerta, la felicidad se va por la ventana. “Lo sé, es duro e injusto. Mucho más en Estados Unidos, que no tiene la red de asistencia social de Europa. Ojalá hubiera una gran solución, más allá de las pequeñas respuestas de los cientos de ONG”, dice.

Pero en la medida en que el problema al que haya que enfrentarse sea el de la soledad, ambas profesoras insisten en ver una oportunidad brillante en el hecho de poder redescubrir el valor de la comunicación humana. Robinson sugiere un pequeño juego lleno de anticipación. Cada vez que venga a la cabeza alguna de las cosas que el aislamiento impide (tomar un café o quedar a comer con un amigo, visitar algún lugar concreto) debe escribirse una pequeña nota, aplastarla en una bola de papel y guardarla en un tarro. Y esperar al momento en que todo acabe, para que una mano inocente saque la primera bola y comencemos a cumplir anhelos. “Incluso aquellos que normalmente se sienten solos, he descubierto estos días, tienen mejor ánimo. Creen que, por una vez, todos estamos en el mismo barco”, apunta Olds. “El hecho de que, al final, nos juntemos todos en una misma batalla que no es otra que el de salvar la vida humana, aunque estemos solos en nuestras casas, es algo maravilloso”, asegura.

La soledad afecta especialmente a la gente mayor, pero atormenta mucho más a los jóvenes, como demostró en 2010 una encuesta de la Fundación para la Salud Mental del Reino Unido. Hasta un 36% de las personas entre 18 y 34 años admitían un estado de tristeza. Y a los inmigrantes, y a los desempleados, y a las madres o padres solteros, y a las personas con problemas mentales, y paradójicamente, a aquellos que se dedican a atender a los dependientes. Ahora el coronavirus ha hecho que la soledad afecte a mucha más gente, aunque viva acompañada. Y amenaza con agravar esta epidemia oculta, pero puede ser el inicio de su solución. Aproximarse al abismo por unas semanas puede ser un modo de entender lo que supone vivir cada día asomado a él de un modo crónico. 

https://elpais.com/ideas/2020-03-30/estar-confinado-y-solo-lo-que-esta-crisis-revela-del-gran-mal-oculto-de-nuestra-epoca.html

Cómo afrontar el confinamiento


viernes, 8 de junio de 2018

Se cierra el cerco alrededor de Julian Assange por Rafael Poch

Tras seis años de confinamiento, incomunicado y aislado, el imperio se cobra su cuenta.
A principios de abril, Joseph Di Salvo, subcomandante del mando sur (Southcom) del ejército de Estados Unidos, visitó Quito. El asunto de su visita era la negociación para la reapertura de una base militar americana en Ecuador. El anterior presidente, Rafael […]
http://rafaelpoch.com/author/rafaelpoch/