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lunes, 28 de noviembre de 2016

LO QUE SABEN LOS IGNORANTES

Llevamos un año de victorias de la irracionalidad. Más que los votantes, me parecen culpables los políticos que se han olvidado de servir a la sociedad.

ESCRIBO estas líneas en el calentón del triunfo de Trump, y para cuando aparezcan (la impresión de El País Semanal se toma 15 días) quizá otros comentaristas hayan dicho lo mismo. Ojalá, porque eso indicaría que empezamos a tomarnos en serio este problema. En el primer ar­tícu­lo que publicó tras las elecciones, mi admirado John Carlin decía: “Los analfabetos políticos que votaron a Trump han caído en lo que la historia juzgará como un acto de criminal irresponsabilidad hacia su propio país”. Muy cierto. Esos votantes son unos incultos y también los culpables directos del desastre. Han ganado los supremacistas blancos, los partidarios del rifle, los sexistas irredentos. Que nadie se llame a engaño: el machismo, ese prejuicio tan soterrado y poderoso, ha sido una de las causas por las que Clinton perdió.

Pero, además de esto, yo creo que hay gente con una responsabilidad aún mayor por lo que está sucediendo en el mundo. Llevamos un año de victorias de la irracionalidad, del retrogradismo, de la demagogia. Y los analistas políticos, ante cada derrota del sentido común, llámese Brexit o trumpismo, se limitan a decir: son unos ignorantes y se han equivocado.

Pues sí, son ignorantes y se equivocan, de la misma manera que se equivocó trágicamente el pueblo alemán en 1932 cuando votó a Hitler (1). Pero ¿por qué está sucediendo de repente todo esto? ¿Qué es lo que saben esos ignorantes para portarse así? Pues saben, o sienten, que no pintan nada. Que esta democracia supuestamente representativa no les representa en absoluto. Que hay una distancia sideral entre sus problemas y la clase política. Que la mayoría de los políticos no trabajan para el bien común, sino para su propio provecho. Y que el sistema es una maquinaria férrea, inmutable y ajena que les aplasta una y otra vez: la crisis mundial la están pagando los ciudadanos más desfavorecidos.

Los profesores Vitali, Glattfelder y Battiston estudiaron en 2011 más de 43.000 empresas multinacionales y descubrieron que el 80% de ellas estaba controlado por tan sólo 737 personas. Hay un millar de individuos que poseen el mundo, y los políticos deberían estar de nuestra parte, de parte de todos los demás ciudadanos, para intentar controlar a los potentados. Pero ¿acaso alguien siente que están de nuestro lado? Yo, desde luego, no. La democracia, que tiene a su favor la transparencia, nos muestra una y otra vez todos los fallos del sistema, su corrupción, su hipocresía. Y la gente ignorante, harta de no sentirse ni siquiera escuchada, se vuelve hacia los profetas antisistema, hacia los neonazis, los neoestalinistas o los tiranos teocráticos como el ISIS, creyéndolos puros y distintos. Un trágico error que vamos a pagar todos con sangre, porque fuera del sistema democrático sólo está el infierno. Pero, claro, para que la democracia siga funcionando hace falta devolverle la legitimidad y la credibilidad que ahora parece haber perdido.

De modo que sí, querido Carlin, esos analfabetos que votaron a Trump han cometido un acto de criminal irresponsabilidad, pero a mí aún me parecen más culpables los políticos que se han olvidado de su condición de servidores de la sociedad y que se diría que sólo viven para sus propios intereses. Creo que muchos de los votantes de EE UU no se sienten representados ni por los demócratas ni por los republicanos y, por otra parte, ¿qué ejemplo de veracidad dan todos esos sectarios como Susan Sarandon que prefieren seguir empecinados en las luchas partidistas en vez de pensar en los ciudadanos, en el bien común? El mismo ejemplo que dio la izquierda aquí tras las primeras elecciones, cuando, en vez de pactar, como les ordenaban las urnas, prefirieron convocar nuevos comicios porque creyeron que sacarían más tajada, más poder personal, sillones, cargos.

Cuando, días antes de las elecciones, Trump rompió con los republicanos, ya sospeché que ganaría. Porque eso le daba aún más credibilidad al energúmeno: “Ha roto con los políticos corruptos, él sí que va a ser capaz de hablar por nosotros”, me imagino que pensaron los analfabetos de Carlin. Equivocadamente, desde luego. Y, aun así, algo saben. Algo fundamental que deberíamos ser capaces de escuchar.
Rosa Montero.
 http://elpaissemanal.elpais.com/columna/lo-saben-los-ignorantes/



Nota:
(1) A Hitler le entregó el poder el presidente Hindenburg, el 30 de enero de 1933, no había obtenido mayoría absoluta en las últimas elecciones ni en ninguna de las realizadas en democracia, es más, en las últimas de noviembre del 32, antes de ser nombrado canciller, obtuvo el 33%. Había perdido más de 2 millones de votos en 2 meses, con respecto a la anterior de septiembre del 32, -con más de un 37% de votos, en 8 años, cuando había comenzado con un 3% en 1924-. Es decir, que los alemanes después de ir votándole cada vez más a los nazis, comenzaron a ser conscientes del profundo error de darle la confianza y empezaron a cambiar sus votos. Por primera vez, en noviembre del 32, la carrera ascendente se interrumpió, bajó y perdió votos.

Ya resultó en vano, los poderosos que habían ayudado con grandes sumas de dinero y apostado por los nazis, lo tenían más que decidido. De ahí que, ante la bajada en solo 2 meses de más de 2 millones de votos que no esperaban, e intuyendo, después de ese fracaso, que Hitler ya nunca lograría la mayoría absoluta democráticamente, le entregaran el poder aún sin conseguir dicha mayoría.

Los partidos de izquierda también cometieron errores pues valoraron mal lo que les aguardaba el futuro con los nazis. Cuando llamaron a la estrategia de Frentes Populares era tarde para contrarrestar los planes que los poderes fácticos tenían programados.

En Italia ya habían aplicado en 1922 la estrategia de dar el gobierno a partidos fascistas, mediante la farsa llevada a cabo por Mussolini y su marcha sobre Roma, una parodia -a las que nos quieren hacer ver son aficionados bastantes italianos- de golpe de estado con el acuerdo del Rey.

La Historia, que editan y promocionan los poderosos, se empeña una y otra vez en afirmar que Hitler fue votado por la mayoría del pueblo alemán, lo que es falso.

Después, ya con una dictadura feroz y la izquierda ilegalizada, exiliada o prisionera en campos de concentración, si hubo remedo de elecciones. No fueron democráticas. Incluso unas de 1937, en los centros de trabajo para elegir "sindicalistas", no obtuvo más del 30% de representantes nazis, lo que provocó que no se volvieran a repetir en contra de sus mismas normas que figuraban como anuales).

Lo sorprendente es que, una y otra vez, se mantenga la mentira de que el pueblo alemán dio el poder, mediante elecciones democráticas, a Hitler.