En 1870 los osage fueron desplazados de sus tierras y ubicados en un seco y pedregoso rincón de Oklahoma. Sin embargo, el descubrimiento de una inmensa reserva de petróleo en el subsuelo convirtió a este pueblo nativo americano en el más rico per cápita del mundo a principios de 1920. Modestos asentamientos como Gray Horse se llenaron de fastuosas casas, enormes coches e indios con un extenso servicio personal en un orden social inaudito en EE UU. Una oscura conspiración de hombres blancos, en connivencia con las autoridades y las fuerzas del orden, inició un lento e implacable trabajo de robo y exterminio para acabar con los osage y quedarse con el dinero del petróleo, una época que los nativos definen como una “orgía de chanchullos y explotación”.
El nacimiento del FBI
Los osage contrataron a detectives privados como el mítico William J. Burns, siempre al borde de la ley, o a la agencia Pinkerton que poco pudieron hacer ante la connivencia de las autoridades, policía y jueces con los asesinos. W. W. Vaughan, el primer abogado que se interesó de verdad por los osage, murió arrojado desde un tren cuando tenía en su poder pruebas esenciales para destapar la trama. La prensa de la época hablaba de “complot para matar a los indios ricos” pero nadie hacía nada.
Tras un tortuoso proceso, Hale fue condenado por algunos de los asesinatos, pero el libro, con una estructura del mejor thriller, va más allá y destapa una conspiración más amplia. “Soy un gran lector de novela negra y eso me ha ayudado mucho. Además, la gente lo vivió como un misterio. Mollie no sabía quién iba a ser el siguiente en morir, quién les estaba matando. Con esta forma de narrar trato de atrapar al lector y de transmitir lo mejor posible la realidad”, cuenta Grann, que estuvo cinco años investigando el caso.
Las instituciones blancas y el 'establishment universitario borraron esta tragedia de la narración histórica establecida porque las víctimas eran indias David Grann
Sin embargo, los malos de esta historia no contaban con un factor: el FBI y la ambición del joven J. Edgar Hoover. La agencia federal se había creado en 1908 y en los años veinte del siglo pasado tenía una estructura débil y escasa jurisdicción en casos de asesinato, pero sí podía actuar en todo lo que pasara en las reservas indias. Armado de su despiadada inteligencia y usando como jefe de la investigación al agente White –un implacable vaquero de otro tiempo, un hombre de honor que no usaba armas y causaba respeto y estupor entre los criminales– el director del FBI convirtió el caso en el pilar sobre el que construyó el prestigio de la agencia. “Hoover lo usó para avanzar en todos los sentidos. Así es como acumuló todo el poder y empezó a abusar de él. Solo tenía 28 años pero ya se veía su genio organizativo, su megalomanía y su obsesión por la buena prensa”, explica Grann.
“Estas son tierras empapadas en sangre”, dice la nieta de una de las víctimas, parte de un pueblo orgulloso que no quiere ni puede olvidar. El autor lo explica así: “Las instituciones blancas y el establishment universitario borraron esta tragedia de la narración histórica establecida porque las víctimas eran indias. Cuando conoces a los descendientes osage empiezas a comprender el infierno que vivieron, historia viva para ellos, una masacre que no ocurrió hace 300 años sino en pleno siglo XX”.
'El viejo y la pistola', más allá del 'true crime'
David Grann (1967) es un escritor que investiga o un investigador que escribe. En el momento álgido de las historias basadas en crímenes reales, de la producción en masa de libros y podcast sobre true crimes, Grann se toma su tiempo, intenta entender las claves, ir más allá. "No se trata de buscar lo sensacional, la sangre o un cadáver", afirma. El viejo y la pistola y otros relatos de true crime (publicado también por Literatura Random House) recoge tres de sus mejores reportajes publicados en The New Yorker a lo largo de los tres últimos lustros. Un elegante ladrón septuagenario maestro en fugas, un escritor polaco que incluyó las claves de su crimen en una novela y un artista francés del engaño protagonizan los tres relatos, historias que si fueran ficción nadie creería y que guardan algunas de las esencias de un periodista que se aventuró en el interior del Amazonas en busca de una ciudad perdida o que encontró el éxito desentrañando las claves de la extraña muerte del mayor experto mundial en Sherlock Holmes.