Historiador
El mito de “La Tercera España”, cuyo origen resulta un tanto confuso aunque se suele asociar a Niceto Alcalá-Zamora y a Salvador de Madariaga, resurgió a fines del siglo pasado con el libro de Andrés Trapiello Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939), publicado por Planeta en 1994. Como he escrito en otra ocasión[1] esta obra, un compendio de historias y leyendas carente del más mínimo aparato crítico, vino a ser una respuesta a Literatura fascista española, de Julio Rodríguez-Puértolas (Akal, 1986), que reunió allí a los escritores que apoyaron el fascismo español mostrando una amplia selección de los textos que escribieron. Para el pensamiento dominante que se había ido consolidando desde la transición, este libro resultaba una provocación al mostrar abiertamente un pasado que se consideraba enterrado desde que se aprobó la Constitución de 1978. Además, ese contenido se oponía frontalmente a la campaña que desde 1983 venía haciéndose desde El País, por entonces la “referencia dominante”, a favor de algunos de esos escritores, caso de Foxá, Sánchez Mazas, Mourlane, Del Valle, D’Ors, Torrente, Tovar, Rosales, Vivanco, Laín o Ridruejo por parte de Pere Gimferrer, Francisco Vega Díaz o Rafael Conte. Trapiello, en esa misma línea, los reivindicaba, lo cual no era novedad, ya que lo venía haciendo desde los primeros años ochenta cuando decidió recuperar a Sánchez Mazas en la editorial Trieste. Sirva este preámbulo para que quede claro el contexto en que enclavar la recuperación de “La Tercera España”.
De todas formas no fue hasta este siglo cuando este mito encajó en la realidad española al presentarse como otra opción frente al movimiento pro memoria surgido en torno a 1996-97. Como se suponía que todo había quedado bien establecido desde la transición, la “memoria histórica” fue considerada un movimiento indeseable desde ámbitos tan diferentes como el mediático, el académico y el político. Se trató de una lucha desigual, ya que oponía a un movimiento social, potente pero minoritario, con el poder real de los medios de comunicación, todos muy críticos cuando no acérrimos enemigos de dicho movimiento; con la Academia, que osciló entre el compromiso con la memoria de algunos de sus miembros, en medio de la inhibición general, y el embate revisionista que animó a otros a decir lo que habían callado hasta el momento; y con los grupos políticos, siempre reacios a mirar atrás y de los que bastará con decir que lo único que salió de ellos fue la tímida “ley de memoria” de 2007 por parte de Rodríguez Zapatero.
Antes de entrar en materia cabe añadir algo sobre “La Tercera España”. Se trata de un invento asociado desde su origen a quienes decidieron huir del país ante la convulsión desatada por el golpe militar de julio de 1936.[2] Se insiste siempre en que formaron parte de ella aquellas personas que no se identificaron con ninguno de los dos bandos, que no se sentían ni rojos ni azules.[3] Escapaban de esa España tantas veces plasmada en el recurso al cuadro de Goya “Duelo a garrotazos”. Pero la realidad no fue esa.[4] En febrero de 1936 las elecciones generales habían dado el triunfo a los partidos agrupados en el Frente Popular, quienes estaban decididos a llevar a cabo su programa después de las trabas y problemas surgidos en el primer bienio (1931-1933) y a la marcha atrás que en una serie de cuestiones clave acarreó el segundo (1933-1936). Pero la idea de acabar con la República no surge tras las elecciones sino que cabe rastrearla hasta el mismo 14 de abril de 1931, con resultados en agosto de 1932; durante el llamado “Bienio Negro”, con la búsqueda de ayuda en la Italia fascista, y, sobre todo, tras la victoria del Frente Popular, con toda la trama, civil y militar, a toda máquina para impedir que se instalara el nuevo poder salido de las urnas.
Chaves Nogales con Unamuno y Azorín en la celebración del cuarto aniversario de la fundación del diario Ahora (diciembre de 1934)(foto: Obra periodística, tomo I, Diputación de Sevilla, 2001)
Es esa maquinaria la que se mueve con toda su fuerza en África el día 17 de julio y en la península el día siguiente provocando el caos en todo el país y consiguiendo imponerse por la violencia y el terror en cuestión de días o semanas en más de la mitad del territorio. No estamos ante dos bandos destrozándose mutuamente, sino ante una gravísima y brutal agresión por parte de militares y paramilitares fuera de la ley a un Estado democrático y a un gobierno legal, que no estaba preparado para hacerles frente y que tardará meses en reponerse y poder controlar la situación. ¿Dónde estaba la “Tercera España” en esos primeros tiempos? ¿Acaso la República buscaba el enfrentamiento? ¿Deseaban la guerra los dirigentes republicanos y la izquierda en general? ¿Azaña, sus ministros y los partidos agrupados en el Frente Popular representaban lo mismo que los militares que llevaban meses tramando el golpe?
No. No hubo dos bandos, sino un agresor y un agredido que se vio obligado a defenderse. Bando, en sentido literal, solo hubo uno, el de los golpistas, frente a un gobierno y un país a los que se impusieron por la fuerza. En aquellos momentos muchos de quienes estaban en lugares de responsabilidad, desde el alcalde de una pequeña localidad hasta el presidente del gobierno, hubieran deseado escapar de la realidad y pasar a una hipotética “tercera España” libre de aquella amenaza. Pero no podían, ya que su compromiso político y la responsabilidad que habían contraído al asumir sus cargos, les exigía afrontar aquella terrible realidad que se les presentaba. Lo mismo pensaron muchos ciudadanos, mostrando su oposición al golpe militar e incluso ofreciéndose a defender lo que tanto trabajo les había costado conseguir.
Algunos, sin embargo, incapaces de soportar la situación, optaron por salir del país. Y lo malo no es que hicieran esto, que cabe comprender como reacción humana ante el peligro y el miedo, sino que quisieron presentarlo como la única salida ante un conflicto en el que no se identificaban con ninguno de los dos bandos, ni con los agresores ni con los agredidos. Porque hay que aclarar que el terror fue el principio básico de los golpistas desde el primer momento, pero nunca del gobierno de la República, por más que en su territorio se cometieran terribles crímenes tras la quiebra de los resortes del Estado para mantener el principio de autoridad.
Es en este contexto en el que cabe analizar el caso de Manuel Chaves Nogales, protagonista de una operación de recuperación ya analizada en el artículo aludido que se inicia en la pasada década –ajena por completo a la investigación iniciada en 1990 por María Isabel Cintas, de la que se nutrió torticeramente– desde las páginas de Babelia, suplemento de El País, y que se prolongó durante varios años hasta culminar en 2012 y 2013 en diversos actos, publicaciones e incluso un documental cuya publicación tuvo como prologuista a Soledad Gallego-Díaz, actual directora del periódico.[5]
Hablamos de algo más que de recuperar la obra de un periodista importante, ya que se trata de un proyecto de más calado con el que se pretendió ofrecer una nueva visión de la República y la guerra civil. Se trataba de retorcer todo, empezando por la obra de Chaves, para que quedara de relieve que a partir del 18 de julio solo hubo dos opciones: comunismo o fascismo, y que solo mentes preclaras como la de Chaves Nogales percibieron pronto que allí sobraban, ya que podían ser engullidos por ambos bandos. Todo ello se hizo sobre la base del que llamaron “el eslabón perdido”, que no era otra cosa que el prólogo de A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España (Santiago de Chile, 1937), obra que reunía una serie de relatos relacionados con la situación creada tras el golpe militar y cuyo prólogo fue escrito en los primeros meses de 1937, es decir, tras la huida.
Los principales responsables de la operación fueron Andrés Trapiello, Antonio Muñoz Molina y el periodista Jesús Ruiz Mantilla, todos ellos reunidos en el suplemento Babelia de 28 de febrero de 2009, donde pudieron leerse frases que recuerdan a los martirologios y las vidas de santos:
… cuando en España la cosa se puso cruda y salpicaba la sangre, Chaves exigió eso tan poco valorado entonces como era el sentido común… (Sin firma).
… su vida fue una película en una época trágica y revuelta. (…). (Sin firma).
… quiso alertarnos y dar luz. Por eso recogió el estigma del olvido. (Sin firma).
;… tuvo que huir de España hacia Francia pero su compromiso no le dio tregua. Le persiguieron los nazis y la izquierda le condenó a la hoguera por no responder al patrón de los dogmas. (Sin firma). …
... su inteligencia tan aguda le permitió intuir que a pesar de todo, el fascismo no prevalecería sobre Europa. (Muñoz Molina). …
... la trayectoria de Chaves es equivalente a nuestra trayectoria como país. (Trapiello). …
.... Chaves advirtió y denunció antes que nadie la semejanza del terror, que estaba siendo igual en uno y otro lado. (Trapiello).
Seguir aquí:
https://conversacionsobrehistoria.info/2020/02/11/de-como-el-pensamiento-dominante-lo-devora-todo-el-caso-de-chaves-nogales-i/
… cuando en España la cosa se puso cruda y salpicaba la sangre, Chaves exigió eso tan poco valorado entonces como era el sentido común… (Sin firma).
… su vida fue una película en una época trágica y revuelta. (…). (Sin firma).
… quiso alertarnos y dar luz. Por eso recogió el estigma del olvido. (Sin firma).
;… tuvo que huir de España hacia Francia pero su compromiso no le dio tregua. Le persiguieron los nazis y la izquierda le condenó a la hoguera por no responder al patrón de los dogmas. (Sin firma). …
... su inteligencia tan aguda le permitió intuir que a pesar de todo, el fascismo no prevalecería sobre Europa. (Muñoz Molina). …
... la trayectoria de Chaves es equivalente a nuestra trayectoria como país. (Trapiello). …
.... Chaves advirtió y denunció antes que nadie la semejanza del terror, que estaba siendo igual en uno y otro lado. (Trapiello).
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https://conversacionsobrehistoria.info/2020/02/11/de-como-el-pensamiento-dominante-lo-devora-todo-el-caso-de-chaves-nogales-i/