El informe Jaspers se lee como una novela, como una buena novela. Es eso: una excelente y documentada novela filosófica (que da juego para una futura obra de teatro de interés asegurado, o incluso para una “serie filosófica”), por contenido y por forma, que se abre con una cita de Jaspers: “Uno cree tener un suelo, pero lo que ha ocurrido es que ha ido a parar a un callejón sin salida”.
Jaspers recordemos fue el autor de un informe (negativo) sobre Heidegger, escrito en la Navidad de 1945, solicitado por el profesor Max Oehler (fallecido en marzo de 1946), uno de los miembros de la comisión de depuración política de la Universidad de Friburgo.
Son tres, cuatro más bien, los principales dramatis personae de esta novela, apta para todos los públicos (incluidos lectores/as no propiamente filosóficos): Heidegger, Jaspers y Arendt. También Gertrud Mayer, la esposa de Jaspers, de origen judío. La trama esencial: las turbulentas relaciones entre dos grandes de filosofía como Heidegger y Jaspers, con la presencia en determinados momentos de Arendt, alumna de ambas.
Una breve noticia sobre el autor: José Ignacio Nájera (Xauen (Marruecos), 1951) reside en Murcia desde los años ochenta del pasado siglo. Doctor en filosofía, ha ejercido como profesor de filosofía de secundaria. Entre sus novelas: Olvídate de Alcibíades, Hermanos mayores y El enfermo epistemológico (Premio Novela Pío de Baroja). Entre sus ensayos: Caminos de otoño y El universo malogrado. En 2020 ganó el Premio de Narrativa Vicente Blasco Ibáñez con este libro, con El informe Jaspers.
Componen el informe dos cartas (ficción) de Jaspers escritas desde Basilea, el 23 de febrero de 1963 (cuando Jaspers cumplía 80 años) y el 15 de marzo de 1965, una adenda de Gertrud Mayer y una nota bibliográfica.
En la nota bibliográfica, Nájera nos advierte que no obstante la ficcionalidad del relato (¡leemos una novela!), además de los epistolarios cruzados entre Heidegger, Jaspers, Arendt y Elfride Heidegger, y los diversos escritos autobiográficos de Jaspers y sus notas sobre Heidegger, la narración está en deuda con la obra historiográfica de autores como Hugo Ott, Jean Pierre y Emmanuel Faye, Ernst Nolte, Rüdiger Safranski, Víctor Farías, Áxel Xolocotzi, Otto Pögeller, Dominique Janicaud. En mi opinión, para penetrar más en Ser y tiempo y en las características político-ideológicas del filosofar de Heidegger, le hubiera sido útil al autor consultar también una obra decisiva sobre el filósofo : Heidegger: nazismo y política del Ser, de Nicolás González Varela:
Selecciono para incitar a la lectura de este “informe filosófico”:
1. “En abril del 27 recibí del editor de Heidegger un ejemplar de Ser y tiempo. Desenvolví el paquete con emoción, tanta que lo rasgué de mala manera. La fiera, por fin completa, estaba frente a mi vista. Sus entrañas las ocupaban cerca de cuatrocientas cincuenta páginas. Y ya sabía, por los pliegos ojeados previamente, que me encontraba ante una especie de inmenso jeroglífico. Al mismo tiempo que sentía admiración, y cierta envidia, sabía que tenía entre mis manos algo intranquilizador. Ser y tiempo es un libro que se ama y se odia, un libro que se desea y se detesta. Un libro que se abandona una y otra vez, y al que se vuelve con igual frecuencia. Es una obra diabólica por lo que trastorna y por lo que promete” (p. 27).
2. “La niebla de ignorancia que me envolvía con respecto a las simpatías nacionalsocialistas de Heidegger se empezaría a deshacer más deprisa con su nombramiento de rector [Universidad de Friburgo] en abril de ese mismo año, concretamente el 21 y con el ingreso en el partido… Heidegger parecía ser que estaba profundamente convencido de que la única salida era la fascista, ya que incluso venía votándola desde no se sabía cuándo. ¿Por qué Heidegger se mostró cauto conmigo en sus declaraciones? No lo sé. Quizá porque no me oyó decir nada a favor de lo que a él lo seducía. Es posible. Quizá porque yo estaba casado con Gertrud, que era judía. Es posible. ¿Por eso me pidió en una de aquellas últimas visitas a nuestra casa que fuese discreto con respecto a su publicidad? Puede ser. Tal vez los Jaspers ya pudiésemos ser una pequeña impedimenta para sus proyectos” (pp. 43-44).
3. “El espaldarazo que inicialmente Heidegger le proporcionó al nazismo sólo se lo podía dar él. Nadie era como el filósofo del ser y por eso tantos y tantos estuvieron a la escucha de sus discursos de apoyo. Y nada más acabar la guerra, ¿Qué tuvimos?, ¿una confesión de culpabilidad?, ¿una muestra de arrepentimiento? No, nada de eso, sólo falsas y taimadas excusas. Heidegger seguía actuando de igual modo tanto en la victoria como en la derrota, con una coherencia siempre al servicio de su interés” (p. 83).
4. “Por lo demás, hace muy poco -todavía está muy fresco- se ha producido la enésima arremetida pública y filosófica contra su pensamiento. Esta vez de la mano de Theodor Adorno. Este pensador, que hace mucho tiempo que está muy alejado de Heidegger, lo ha tachado de miope y arcaico presocrático. Bien, parece una tremenda e insultante andanada y así lo creerán muchos. Seguro que ellos no saben que Heidegger suscribiría para sí con gusto lo de “arcaico” y “presocrático”. Y con respecto a la miopía tampoco habría sido mal recibida, habida cuenta de lo virtuosa que resulta para ver mejor desde cerca” (p. 165).
Como no hay misterio, como no hay rompecabezas que resolver, me resisto a finalizar esta reseña sin dejar constancia de las palabras de Gertrud Mayer con las que Nájera cierra su novela: “Nuestra llamada excelente cultura no nos ha servido para nada; aún más, sirve de contraste patético de nuestra extrema barbarie. La que hemos expandido por Europa. Cierto es que no todos hemos estado en el mismo bando. Así es. Ellos dos estuvieron en partes distintas. Y digo “estuvieron” cuando uno de ellos dos, mi marido ya no está. El otro sigue viviendo en su Alemania, donde a día de hoy es cada vez más loado gracias a que las cosas se van olvidando. Nosotros, sin embargo, decidimos un buen día irnos porque no podíamos soportar tanta voluntad de desmemoria. Por mis lecturas de filosofía, bien sé que el profesor Heidegger abundó en la idea de que la voluntad de verdad consistía en buscar el desvelamiento. En hacer que lo velado salga de su oscuro estado. Pues bien, en su nota de duelo [un telegrama fechado el 2 de marzo de 1969: “Con respeto y dolor en el recuerdo de años lejanos, Martin Heidegger”] únicamente apela al recuerdo de los años lejanos. Sólo espero que algún día salgan a la luz los años postreros para ser desvelados y, ojalá, rechazados”. Esa ha sido en gran parte la tarea del autor en esta novela.
PS: Como se recuerda, Manuel Sacristán escribió su tesis doctoral sobre Las gnoseológicas de Heidegger (1959; reeditada en 1995 con prólogo de Francisco Fernández Buey) y estuvo muy interesado en la obra de Karl Jaspers. Lo reseñó para Laye y escribió sobre él en su artículo sobre la filosofía de la posguerra hasta 1959.
Fuente: El Viejo Topo, octubre de 2021.