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lunes, 17 de noviembre de 2025

PROFESORADO Andreas Schleicher, padre del Informe PISA: “Hoy, un buen profesor debe ser también buen psicólogo, buen trabajador social y buen mentor”

Andreas Schleicher informe PISA
“España es una excepción en el sentido de que no se observa una profesión docente en crisis, como en muchos otros países”, afirma el director de Educación de la OCDE

Afable, pulcramente vestido, y con su inconfundible mata de pelo blanca como la nieve, el alemán Andreas Schleicher, probablemente la persona más influyente hoy día en el mundo de la educación, se presenta en una de las salas nobles del Ministerio de Educación. Es lunes por la mañana, y en un par de horas presentará en Madrid a la prensa el informe TALIS, uno de los macroestudios ―en este caso, sobre el profesorado―, que publica regularmente la división de educación de la OCDE que dirige. El más conocido, el Informe PISA, que este matemático alemán, de 61 años, ideó a finales de la década de los 90, y sacude regularmente con sus clasificaciones del rendimiento académico de los alumnos los sistemas educativos de más de 80 países.

Pregunta: ¿Cómo ve la educación en España?
Respuesta: Bueno, hoy, con TALIS, miramos la educación a través de los ojos de los docentes, y debo decir que en el caso de España la imagen es muy positiva. La mayoría de los docentes están orgullosos de su trabajo. Están contentos con su trabajo, tienen un sentido de pertenencia con lo que hacen, valoran su relación con los estudiantes… A veces se enfadan con la burocracia excesiva, lo cual es normal. Pero, en general, España es una excepción. En el sentido de que no se observa una profesión docente en crisis, como ocurre en muchos otros países.


Andreas SchleicherAndreas Schleicher, el lunes, en un instante de la entrevista.
CLAUDIO  

P. La reforma educativa en España ha incorporado un enfoque basado en el aprendizaje por competencias, que algunos creen que requiere menos esfuerzo y reduce el nivel del alumnado. ¿Qué opina?
R. En realidad, creo que es al contrario. Memorizar contenidos, algo en lo que los estudiantes españoles solían ser muy buenos, requiere mucho menos esfuerzo que extrapolar lo que sabes y usar tus conocimientos para hacer cosas. Estar sentado en un aula escuchando a un profesor explicar un experimento es muy fácil. Hacer el experimento es realmente difícil. Pero requiere más de los docentes. Exige un buen nivel de colaboración entre el profesorado, en lo que por cierto, los datos de TALIS muestran áreas de mejora en España. Y no limitarse a impartir el currículo. Hoy día, para ser un buen docente no basta con ser un buen instructor. Necesitas ser un buen coach, un diseñador creativo de entornos de aprendizaje innovadores… Un buen indicador del trabajo que queda por hacer en España es el uso de la inteligencia artificial. En el país todavía se ve una gran brecha entre la relevancia de la IA y su incorporación a las prácticas del aula.

P. ¿Va a cambiar la IA la forma de enseñar y aprender?
R. La inteligencia artificial no es un poder mágico. Es simplemente un amplificador increíble, un acelerador impresionante. Amplificará las buenas prácticas docentes. Los profesores que ya están muy empoderados podrán volverse aún mejores con la IA. Por ejemplo, a la hora de analizar lo que los estudiantes están haciendo y apoyarlos bien. Pero también puede tener un efecto negativo si, por ejemplo, los docentes se convierten en esclavos de los planes lectivos generados por IA. Es decir, también puede ser una fuerza desempoderadora. Puede amplificar los sesgos o moderarlos. Por eso me parece importante que los docentes estén en el centro del diseño de estas herramientas. Que la cosa no se limite simplemente a adquirir un software y enviarlo a las escuelas. Los docentes deben ser parte del proceso, diseñadores, en lugar de solo usuarios. Y eso aún no lo vemos en España.

P. España está inmersa en una reforma del profesorado. ¿Qué le aconsejaría?
R. Como decía, España tiene un buen punto de partida. Los docentes, algo poco común en otros países, hablan bien de su salario, y bastante bien de la organización de su trabajo y del entorno laboral. De un lado, creo que la reforma debería impulsar una colaboración profesional profunda. Que los docentes trabajen juntos para estructurar buenas prácticas en el aula, compartir experiencias, participar en investigaciones, y en el diseño de nuevas tecnologías. Y, de otro, aunque la relación alumno-profesor es buena, y España tiene un buen número de docentes por cada 100 estudiantes, debería asegurarse de que los profesores con más talento enseñen en las aulas más complejas. El país no tiene todavía una tradición asentada de apoyo fuera del aula. Me refiero a construir relaciones con las familias, y con los estudiantes, particularmente en los contextos desfavorecidos. De nuevo: los buenos docentes de hoy deben ser también buenos trabajadores sociales, buenos psicólogos, buenos mentores.

P. ¿No es mejor incorporar otros perfiles profesionales a la escuela?
R. Algunos países lo han hecho, han externalizado esas responsabilidades. Han dicho: vosotros, docentes, enseñad, y aparte contrataremos a un trabajador social o a un psicólogo. Y eso no es necesariamente algo positivo. Creo que el docente debe ver al estudiante como una persona, no solo enseñar ciencias, historia o matemáticas. Y eso requiere un cambio de mentalidad en los docentes y una estructura de apoyo a su alrededor, particularmente en las escuelas desfavorecidas. Especialmente en España, donde hemos visto un aumento de la inmigración y del alumnado en situación de desventaja social.

P. ¿Qué aconseja a España: reducir un poco la ratio de alumnos por clase en todo el sistema o bajarla de forma intensa en aquellos centros o aulas con más alumnado vulnerable o con necesidad de apoyo educativo? El país está ahora en ese debate.
R. No creo que España logre mucho, en términos de resultados, con la primera opción. Si vienes de un contexto privilegiado, siempre encontrarás puertas abiertas en tu vida. Alguien te ayudará siempre a dar el siguiente paso. Si vienes de un contexto desfavorecido, en cambio, solo tienes una oportunidad, y es encontrar un buen docente y una buena escuela. Si pierdes ese tren, todo lo demás conspirará en tu contra. Por tanto, creo que el sistema debe encontrar recursos para esos centros y aulas desfavorecidos. El único matiz que haría es que no se trata solo de más recursos. Francia, por ejemplo, ha duplicado los docentes en dichos entornos. Pero eso es solo parte de la respuesta. Otra, quizá más importante, es cómo hacer que los mejores docentes, los más experimentados, estén en las aulas más difíciles. Cómo hacerlo intelectualmente atractivo. Si eres un cirujano, no quieres operar apendicitis cada día, quieres hacer operaciones más desafiantes, y la sociedad te reconoce por ser capaz de hacerlo. En enseñanza no lo hacemos. Consideramos un castigo ir a una clase o escuela difícil, y eso hay que cambiarlo.

viernes, 9 de febrero de 2024

Luis Benveniste: “El informe PISA identifica dónde aprieta el zapato para poder tomar acciones”.

El director de Educación del Banco Mundial remarca que en la radiografía del sistema que se difunde el martes “hay que ver detrás del promedio del país, a quiénes va mejor y en qué circunstancias”.

Este martes se conocerán los resultados de las pruebas de calidad educativa PISA, que condicionan las políticas de los 81 países y territorios examinados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y previsiblemente serán negativos tras el desigual cierre de las escuelas por la pandemia (en algunos países, hasta dos años). Sin embargo, el argentino Luis Benveniste (Buenos Aires, 1966), director global para la Educación del Banco Mundial, sostiene que los resultados no deben afrontarse con temor, sino como una instantánea necesaria para tomar decisiones que palíen las carencias formativas de esta nueva generación. El exdirector regional de Desarrollo Humano para América Latina del banco, que es un experto en prácticas de evaluación de los alumnos y financiación educativa tras formarse en las universidades de Harvard y Stanford, concedió una entrevista a este diario el pasado miércoles en el marco de WISE 2023, un encuentro educativo de la Qatar Foundation y al que EL PAÍS acudió invitado.

Pregunta. ¿Qué tenemos que esperar del informe PISA tras la pandemia?
Respuesta. No he visto los resultados. La gran pregunta es cuál ha sido el impacto en las escuelas. Esta generación ha perdido tantos días de clase que hay que ver cómo habilitar la tarea educativa para verdaderamente dar la oportunidad a estos chicos y chicas de poder sacar todo el provecho posible a su experiencia escolar.

P. La inversión en educación resulta fundamental para mejorar el sistema, pero ¿es más importante formar muy bien a los profesores o que haya un ratio menor de niños en clase?
R. Es importante resaltar que los países más pobres gastan por alumno entre 30 y 50 dólares, más o menos [al año]. Y en un país de economía mediana es de 8.000 dólares. La diferencia es espeluznante. Allí es necesaria una mayor inversión, pero también el gasto podría ser más eficiente. Hay que saber dónde invertir para lograr resultados más fuertes, más claros. En muchos países del África subsahariana, por ejemplo, un aula puede llegar a tener 70, más de 100 niños... Es muy difícil para un maestro enseñar a leer a una clase tan diversa. Claramente, una reducción del tamaño es fundamental; pero, luego también lo es poder invertir en libros de texto, capacidad docente… son insumos fundamentales para lograr el aprendizaje.

PISA es una foto de una generación de alumnos en un momento

P. En 2014, en una controvertida carta, 83 expertos alertaron a la OCDE de que los gobiernos hacían reformas educativas sin gran calado solo para salir mejor en la foto de PISA. ¿Está de acuerdo?
R. El informe PISA es una foto de una generación de alumnos en un momento. Y eso nos puede dar mucha información con datos sobre las condiciones de la escuela, de los docentes, del contexto de los alumnos en sus hogares... Una pintura mucho más detallada permite identificar dónde hay problemas, dónde aprieta el zapato, para poder tomar acciones. Ahora, la meta no es mejorar los resultados en la prueba, sino cómo asegurarnos de que los estudiantes puedan adquirir esas competencias fundamentales para poder realizarse, contribuir al crecimiento del país y abrir oportunidades laborales que les satisfagan y que contribuyan a la productividad de la economía.

P. ¿Pero se toman realmente decisiones un poco cosméticas?
R. No se puede generalizar. Si pensamos que la prueba PISA refleja algo valioso, tiene cierto valor mejorar los resultados. Ahora, el valor de la prueba no es esta en sí, sino lo que representa.

P. Asia no para de despuntar mientras ha bajado Finlandia, que siempre ha sido la referencia. ¿Hay que ir hacia más deberes y clases particulares?
R. Asia verdaderamente ha tenido una performance excelente. Corea del Sur, Singapur, China, Vietnam... ―un país con recursos mucho menores que muchos países de Europa― tienen una capacidad para apoyar el aprendizaje de los conocimientos básicos y fundamentales que es impresionante. Hay muchos estudios enfocados en entender cuáles son los ingredientes de Asia. El mundo ha aprendido mucho sobre cómo enseñan las matemáticas, sobre su currículum escalonado ―para ir construyendo conocimientos más complejos a lo largo de un año escolar―, o del rol y la capacitación del docente. Por ejemplo, Corea puso mucho énfasis en la pedagogía y el manejo del aula, y eso ha impactado en el aprendizaje.

P. ¿Qué tendría que hacer en España para mejorar en PISA?
R. Mirá, no podría opinar porque tendría que aprender más sobre cuáles son los problemas que afronta España. No puedo dar una respuesta, porque honestamente no sé. Pero creo que la prueba PISA sí ofrece una oportunidad para indagar, para entender cuáles son las variables, los factores que influyen con mayor fuerza en el aprendizaje de los chicos y chicas y, a partir de ahí, reflexionar sobre cómo se responde a esta situación. Esa es la oportunidad que PISA presenta. Si nos quedamos en que el promedio es 520 [puntos], no aprendimos nada. 520, 540, eso no dice nada. Pero PISA abre la puerta a conocer los factores que llevan a esos resultados. Los promedios, además, esconden muchas cosas y hay que ver detrás, ver a quienes va mejor, a quienes peor, en que circunstancias, en qué tipo de clases, con qué tipo de maestros, en qué regiones... Hay montones de factores que explican ese resultado promedio.

Tenemos una obligación con la próxima generación de darles todas las herramientas necesarias para que consigan el éxito en un contexto sociopolítico complejo

P. ¿Y se atreve a hacer un diagnóstico de América Latina y el Caribe, que conoce bien? ¿La situación es tan dramática?
R. Sí, es dramática. Y también recordemos que América Latina fue una de las regiones más impactadas por la covid y los cierres de escuela han sido de los más largos del mundo [225 días de media]. Por lo tanto, la pérdida del aprendizaje ha sido notable. Es importante ver los resultados de las pruebas PISA para empezar a entender cuáles son las secuelas que ha dejado el covid y qué hacer. Porque tenemos una obligación con la próxima generación: darles todas las herramientas necesarias para que consigan el éxito en un contexto sociopolítico complejo, en el que el mundo del trabajo está cambiando muy rápidamente y en el que las nuevas tecnologías están haciendo una disrupción importante de todos los ámbitos en los que los jóvenes interactúan. La educación es una herramienta básica, necesaria para poder navegar de la mejor forma en la vida y para poder potencializar todo con lo que uno nace.

P. ¿El Banco Mundial está trabajando para frenar el retroceso de los escolares tras la pandemia?
R. Por supuesto. Hoy en día estamos centrados en la crisis educativa y en el hecho de que aproximadamente dos tercios de los niños en países en vías de desarrollo no adquieren las competencias más fundamentales; que nosotros referimos como la capacidad de leer un texto y comprenderlo a los 10 años. Hay que asegurarse de que la experiencia educativa aporte las capacidades fundamentales: poder leer, hacer matemáticas básicas, adquirir las capacidades socioemocionales fundamentales ―como la resolución de problemas de comunicación―... Toda la evidencia apunta a que estos son los cimientos básicos para luego poder construir otros conocimientos más profundos, más técnicos. Sin eso, verdaderamente se hace muy difícil potenciar toda la capacidad de una persona.