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martes, 16 de septiembre de 2025

Matemáticas. La polémica sobre Innovamat, el método de matemáticas que usa el 25% de los colegios catalanes : ¿innovación o un juego superfluo?

Dos alumnos de la escuela Bisbat d'Ègara, de Terrassa, manipulan material de Innovamat.
Un centro satisfecho con la metodología creada por una empresa vallesana y otro que lo ha dejado de usar explican sus razones.

“Innovamat es la solución a los malos resultados”, dicen unos. “Innovamat es el culpable de los malos resultados”, responden otros. Decir Innovamat no deja indiferente. Tiene sus defensores, que aplauden la forma didáctica y práctica de enseñar las matemáticas, pero también sus detractores, que lo ven como un método superficial y caro. Pero, ¿el método funciona? A unos colegios sí, a otros no. Y el Departamento de Educación admite que no puede evaluarlo porque es una empresa privada. A falta de evidencias, este diario ha recabado la experiencia de una escuela contenta con el programa y otra que lo abandonó hace un año porque no le funcionaba.

Innovamat es una creación de dos emprendedores -Jordi Balbín y Andreu Dotti- que iniciaron su andadura montando una academia de refuerzo escolar. Después organizaron extraescolares sobre matemáticas, hasta que decidieron crear su propia metodología, ayudados por licenciados en Didáctica de las Matemáticas. Empezaron en 2017 con 13 escuelas de primaria del Vallès -donde nació el proyecto-, pero al año siguiente ya eran 108 colegios y en 2021 inician un proceso de internacionalización, especialmente en Estados Unidos. “Era un buen momento porque con la nueva ley educativa, la Lomloe, se pide una enseñanza más competencial, pero nadie sabía hacerlo. No hemos creado una fórmula mágica, es solo que había una necesidad”, admite Balbín. Actualmente, Innovamat está implantado en unos 900 colegios (el 25%) e institutos, tanto públicos como privados, en Cataluña (y la empresa considera que aquí ha tocado techo) y 1.700 en toda España. Ubicada en Sant Cugat del Vallès, facturó 16 millones en 2023.

Cuando un centro contrata Innovamat, esta aporta los cuadernos de profesores y alumnos, una aplicación y material manipulativo, además de un asesor que forma a los docentes, al inicio de cada les indica qué enseñar y cómo, y ocasionalmente entra en el aula para observar si el método se está aplicando bien. El método propugna una enseñanza más práctica de la materia, basada en la experimentación, el razonamiento y la reflexión; en resumen, entender lo que se aprende. “Somos como una editorial matemática. No hemos inventado una metodología rara, sino basada en investigación y experiencias internacionales. Y para generar un conocimiento profundo de las matemáticas, el alumno tiene que comprender qué hace”, defiende Balbín.

La escuela Bisbat Ègara de Terrassa hace seis años que incorporó progresivamente el método. “Siempre hemos apostado por las matemáticas manipulativas y hasta teníamos nuestro propio material”, explica la directora Pepi Alcalde, quien admite que, al principio, tuvieron que lidiar con ciertas reticencias. “No todos los profesores se alinean, pero esto pasa con todos los proyectos y en todas las escuelas. Pero a medida que te pones te da tranquilidad, cuentas con el apoyo de la guía y te acompañan en la gestión del aula”.

Otros aspectos positivos, añaden, es que da seguridad a los maestros no muy doctos en la materia. “Antes pasabas más de puntillas por cosas que no dominas, como la geometría, que es muy abstracta, pero ahora te aseguras de que haces toda la materia y te indica las preguntas que debes hacer para que te entiendan” apunta Vanessa Lucas, jefa de estudios. Y también cuentan con un informe completo de la evolución de cada alumno. Este colegio de Terrassa se muestra contento con el programa, pero admite que no puede comparar los resultados de sus alumnos porque hasta de aquí dos años no pasará las pruebas diagnósticas de la Generalitat la primera promoción que ha trabajado toda la primaria exclusivamente con Innovamat.

Pero el sistema también tiene sus peros. “Aunque pasa con el resto de editoriales, y en los últimos años han ido mejorando, el problema es que no tienen adaptaciones por niveles y no está contemplado para niños con problemas de aprendizaje”, apunta Mar Valverde, referente de Innovamat en la escuela Bisbat d’Ègara. Y lista otros inconvenientes, empezando por el uso de las pantallas: 45 minutos en clase y 30 en casa a la semana. “También muchos padres se quejan, por un lado, por el precio -unos 45 euros por alumno al año- y porque ellos aprendieron las mates de una forma y sus hijos, de otra y a veces no lo entienden”.

La experiencia con Innovamat no es positiva para todos los centros, y algunos deciden dejarlo. Es lo que hizo una escuela del Vallès Oriental, cuya directora solicita no identificar para evitar polémicas. Después de probar el método durante unos siete años y ver que “los aprendizajes no se acababan de consolidar”, hace un año lo cancelaron. “Un día hacías la división y no volvías a hacerla hasta tres semanas después, de modo que los alumnos no lo habían interiorizado”, explica la directora, quien también detalla que los alumnos se sabían los trucos para pasar de nivel en la aplicación.

“Cuando ves toda una generación de 1º a 6º y resulta que la resta no la saben hacer, quiere decir que algo está fallando, además los resultados de las competencias básicas empezaron a bajar”, relata la directora, quien también admite que, probablemente, no supieron aplicar el método. “Desde Innovamat ya te decían que no era necesario hacer todo el libro y que podías seleccionar, pero los profesores se tomaban el libro a rajatabla y como no les daba la vida no hacían todo el contenido, además no tomaban decisiones si algo no funcionaba”. Esta docente, que es especialista en matemáticas, asegura que modulaba el programa a sus conocimientos y su propia metodología. “Hasta que llegó un día que los alumnos me dijeron que me olvidara de Innovamat y explicara las cosas a mi manera porque me entendían mejor. El claustro también pidió eliminarlo porque veían que los niños no aprendían y a las familias tampoco les convencía, así que al final lo dejamos”.

Desde Innovamat son conscientes de las críticas y del ruido generado alrededor de ellos, pero consideran que son una minoría. “Estamos pidiendo a los docentes y escuelas que cambien la forma de enseñar y a veces eso genera fricción. También las familias tienen dificultad para ayudar a sus hijos porque ellos aprendieron de otra forma”, apunta Balbín.

“Te dicen qué debes enseñar, no cómo”
“Tiene que haber un debate responsable sobre cómo tiene que ser el aprendizaje de las matemáticas”, defiende Jordi Balbín, director de Innovamat en Cataluña. El problema es que esto no se ha producido ni parece que vaya a pasar a corto plazo. La directora del Bisbat d’Ègara, Pepi Alcalde, considera que el Departamento de Educación debería asumir los materiales y “unificar criterios”. “El Departamento te dice lo que tienes que enseñar, pero no cómo. Cada escuela tiene métodos diferentes, entonces es normal que los resultados también sean diferentes”.

Albert Granados, miembro de la Sociedad Catalana de Matemáticas, considera que, a nivel de metodologías, “los extremos son malos”. “No hay que hacer batería de ejercicios, hay que entender lo que se está estudiando, como dice Innovamat. Pero hay cosas que tardas a entenderlas y es la práctica lo que te ayuda, igual que cuando aprendes a tocar un instrumento”. Raül Fernández, presidente de la Asociación de profesores de matemáticas de Girona (Ademgi) apunta que Educación, de hecho, sigue una línea parecida a Innovamat, “por las actividades o programas que propone, como el Florence, que son más de pensar y razonar”. Fernández ve con simpatía la propuesta de Innovamat, aunque apunta que es “un poco encorsetada” y que una de las claves para que funcione es formar al profesorado. “Cada hora de clase requiere una hora de preparación, si no la clase puede ser un desastre. El problema es que a muchos docentes no les gustan las matemáticas y las últimas mates que hicieron fue en 4º de ESO”.

lunes, 15 de septiembre de 2025

Pantallas, juego y Matemáticas: el cóctel con riesgos de una ‘app’ que ya usan más de 1.700 colegios en España

Innovamat App colegios
La metodología de Innovamat, implantada sobre todo en centros públicos y usada a partir de los seis años, seduce a la comunidad educativa, pero genera incertidumbre al no conocerse el efecto de la gamificación de su app en los niños.

Una maestra de un colegio público de Madrid canta una canción a la vez que mueve sus brazos y manos de forma coordinada para que los niños de seis y siete años, recién terminado el recreo, le presten atención. “Si-si-si, len, cio-cio”. Poco a poco, se van sentando formando un corro en el suelo del aula y se unen al mantra. Funciona. Sobre un banco en el que está sentada la profesora, hay varias torres de tabletas. Los niños, excitados, dicen que la sesión que les toca es su favorita. En los próximos 40 minutos, se sentarán en sus mesas y practicarán ejercicios de matemáticas en una app gamificada: cuando aciertan, un muñequito aparece de forma inesperada y les da la enhorabuena, a la vez que en la parte izquierda de la pantalla aparece una barra que se va llenando de estrellas. Cuando fallan, no ganan estrella. Si el algoritmo detecta que se están esforzando, podrían recibir estrellas extra. Al finalizar el bloque de ejercicios, acceden a una ciudad virtual donde se les van desbloqueando edificios, donde pueden acudir a una tienda y comprar con las estrellas que han obtenido objetos como cipreses, farolas o bancos para poner bonita la ciudad, o incluso entrar en una feria.

Esta actividad forma parte de la metodología para el aprendizaje de las Matemáticas de Innovamat, una empresa lanzada en 2017 por varios ingenieros en Cataluña —con una facturación en 2023 de unos 16 millones de euros— para darle una vuelta al método tradicional, arrinconar la memorización y poner el foco en el razonamiento. La propuesta de Innovamat para Primaria (donde la asignatura ocupa cuatro sesiones a la semana) consiste en destinar tres días a la “construcción de conocimiento”, la manipulación de objetos y el trabajo en grupo o individual con lápiz y papel, y una única sesión (normalmente la de los viernes) a la app gamificada, cuyo impacto en los menores no ha sido evaluado, tampoco sus posibles efectos adictivos. En todas las sesiones, el profesor puede proyectar videos explicativos con dibujos animados.

Con sus contenidos adaptados a los requisitos curriculares de las autonomías, 1.723 centros educativos en España usan Innovamat, de ellos, más de 1.200 son públicos y el resto concertados y privados de Cataluña, Madrid, Baleares, Valencia, Canarias, Navarra, y País Vasco. Aunque la app está disponible desde Infantil hasta Secundaria, el juego de la ciudad virtual solo funciona en Primaria (de los seis a los doce años). “En Secundaria no lo pusimos porque no genera engagement (en español, compromiso o entusiasmo)”, apunta Oriol Plans, responsable de la empresa en España, que admite que no han estudiado los posibles riesgos de su uso en edades tempranas porque “resultaría muy complicado aislar el consumo de pantallas que hace cada menor dentro y fuera de la escuela”. Dentro del equipo técnico de Innovamat —presente en otros ocho países de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica—, hay 10 doctores en didáctica de las matemáticas, psiquiatras y psicólogos, entre otros.

El pasado marzo, la Asociación Española de Pediatría advirtió sobre la necesidad de eliminar de las apps con finalidad educativa los juegos, las estrategias de gratificación inmediata, o cualquier mecanismo que favorezca comportamientos adictivos. En un comunicado, señalaron que existe un debate científico sobre qué impacto tienen las pantallas en la salud a lo largo de la vida, especialmente en la infancia, “al poder afectar al neurodesarrollo, al aprendizaje, al desarrollo psicoafectivo y a la instauración de hábitos de vida”. “En medicina, cuando se aprueba el uso de un medicamento nuevo es obligatorio realizar estudios experimentales con grupos control para demostrar que el fármaco es mejor que los que ya existen. Además, se hace seguimiento de los efectos secundarios. En las aplicaciones que afirman tener una finalidad educativa se deberían seguir los mismos criterios, pero esto no se hace”, apunta la pediatra María Salmerón, que junto a otros doctores analizaron a petición de la Agencia Española de Protección de Datos una selección aleatoria de apps educativas para detectar ese tipo de patrones.

Irene, de 40 años, lleva a su hijo de siete años a un colegio concertado donde usan Innovamat desde hace dos cursos. Ella cree que se está usando a los pequeños como “conejillos de indias”, que el juego de la ciudad genera competividad entre los alumnos y comparación entre ellos, precisamente porque no todos terminan la sesión con el mismo número de estrellas. “Me da mucho miedo que les den recompensas, ¿qué diferencia hay entre esto y un videojuego?”, sostiene, tras contar que su preocupación comenzó cuando su hijo le decía que no quería ponerse malo los viernes para no perderse la clase con tabletas de Innovamat.

Hay otro tipo de familias como la de Edurne, que durante años han hecho todos los esfuerzos para que sus hijos no consuman pantallas en casa y de pronto se encuentran con que es el propio colegio el que se las empieza a meter, con el agravante de que van acompañadas de una actividad lúdica. “Mi hijo (de seis años), como mucho, ve una película de vez en cuando. Yo soy directora de arte, trabajo con desarrolladores y conozco algunas de las técnicas que se usan para atraer... no sabemos cómo pueden afectar estos juegos con recompensa al desarrollo de niños tan pequeños, si no lo tienen probado, nos lo tienen que decir”, expone.

En el momento del lanzamiento, la app de Innovamat no tenía un tiempo limitado, aspecto que cambió a los pocos años, cuando los creadores recomendaron no superar los 40 minutos a la semana dentro del horario lectivo. Este curso, por primera vez, los alumnos de Primaria que quieran utilizar la app en casa no podrán acceder a la parte de la ciudad. “Lo hemos cambiado para que las familias estén más tranquilas”, reconoce en declaraciones a este periódico Isaac Sayol, cofundador y director de producto de Innovamat.

Para ellos, el uso de la app es esencial porque recoge información sobre el rendimiento de los niños, sobre sus dificultades en matemáticas, y el algoritmo adapta el tipo de tareas al ritmo de aprendizaje. Cada semana, el docente recibe un informe con la evolución de cada alumno. “La app es la que mide el nivel de conocimiento y permite que cada estudiante avance a un ritmo, cosa que solo con el papel es imposible... les pedimos que practiquen durante 40 minutos, muy concentrados, y metimos la parte de la ciudad virtual para darles un respiro. El tiempo que pasan en la ciudad son unos cinco minutos, entre un bloque y el otro”, insiste Sayol.

Ese tipo de gamificación, ¿sigue la lógica de los videojuegos? Joaquín González Cabrera, investigador principal del grupo de ciberpsicología de la Universidad Internacional de La Rioja (Unir) y autor de un informe sobre las cajas botín para el Ministerio de Derechos Sociales y Consumo, considera que en edades tan tempranas puede que el niño no tenga clara la pauta de por qué le dan un número de estrellas al terminar cada uno de los ejercicios. “Si se diese un refuerzo fijo, es decir, si al finalizar cada ejercicio recibiesen siempre lo mismo, no sería tan problemático, pero esa incertidumbre supone una pérdida de control por parte del niño”, señala. El experto cree que es muy improbable que 40 minutos de uso a la semana puedan resultar adictivos, pero sí considera necesaria una reflexión, saber si ese diseño puede estar moldeando la personalidad de un niño de seis años o puede estar afectando a áreas de su vida.

Ignacio Civeira, psiquiatra infantojuvenil y miembro del Centro Integral de Prevención e Investigación de Adicciones Comportamentales del Hospital Gregorio Marañón (el único servicio de este tipo en el sistema de salud público madrileño) no ha probado la app de Innovamat, pero considera que ese tipo de tecnología “no compensa los posibles riesgos”. “No tienen desarrollado el cerebro que nos ayuda a razonar y a pensar antes de actuar, entonces ese estímulo, esa gamificación, entra a formar parte de lo que es su sistema nervioso”, señala el doctor. Acostumbrarse a esa “entrada gratuita de estímulos”, de sensaciones inmediatas, se puede convertir en un automatismo y eso “lucha frontalmente” con cualquier proceso pedagógico que implique esfuerzo. “Introducirles a tan temprana edad esas herramientas es un secuestro y una castración del valor de la espera, del aburrimiento, de saber ganarte las cosas sin una recompensa tan inmediata.. el trabajo de la frustración forma parte de la vida”.

Si esos automatismos se instauran a una edad temprana, sostiene Civeira, luego será más difícil poder cambiarlo. En el equipo de Civeira han visto en estudios con ratones y en clínica que hay personas que son “muy vulnerables” a ese tipo de estímulos. “Son herramientas potencialmente adictivas para ciertos perfiles y es un riesgo que no debemos correr”.

Evidencia científica
Organismos como la Real Sociedad Matemática Española (RSME) no tienen una postura sobre la pertinencia o no de usar herramientas gamificadas con recompensa en el aprendizaje de la materia; es un tema que todavía no se ha puesto encima de la mesa.

Ismael Sanz, investigador y director del programa de economía de la educación en el servicio de estudios de las cajas de ahorro Funcas, ha publicado recientemente una revisión de la evidencia científica sobre los programas de aprendizaje asistidos por tecnología, y una de las conclusiones es que la retroalimentación inmediata —el hecho de conocer al momento si lo han hecho bien— es clave para los estudiantes, así como que los algoritmos funcionan mejor en el aprendizaje de Matemáticas que de Lengua. El reto, señala Sanz, está en los tiempos, ya que según el informe PISA 2022, a partir de los 60 minutos de práctica con herramientas digitales los efectos positivos desaparecen por la posible distracción (en el caso de alumnos de 15 años).

Sobre los efectos de la gamificación, Sanz señala que según un metaanálisis reciente, mejora la motivación y la implicación de los alumnos, pero no está claro que tenga un impacto positivo en el aprendizaje. “Por esa falta de contundencia, es importante que ese tipo de herramientas sean evaluadas”, considera el también profesor de la Universidad Rey Juan Carlos.

Un director de un colegio público de un municipio a unos 20 kilómetros de Madrid, que prefiere no dar su nombre, cuenta que en su centro, que empezó a usar Innovamat hace tres cursos, la media de las notas en Matemáticas ha superado por primera vez a la de Lengua. “Hemos tenido que desaprender y esta metodología nos convence, a diferencia de las editoriales tradicionales que te dan una guía didáctica, con ellos hay un contacto humano con los formadores”, indica. Su centro ha recibido en los últimos cuatro años 33 pantallas gigantes que sustituyen a las antiguas pizarras y 110 tabletas para el uso de los alumnos.

El centro educativo elige
En España, son los centros educativos los que deciden qué materiales didácticos seguir cada curso. La ley educativa de 2006 (LOE) establece que “la edición y adopción de los libros de texto y demás materiales no requerirán la previa autorización de la Administración educativa”, y prevé que, en todo caso, “estos deberán adaptarse al rigor científico adecuado a las edades de los alumnos y al currículo aprobado por cada Administración educativa”. La supervisión corresponde a la Inspección Educativa, y se suele producir si se presenta alguna denuncia, señalan fuentes del sector editorial.

Según reconoce el propio responsable de Innovamat en España, Oriol Plans, en otros países esos procesos están “más profesionalizados”. Pone el ejemplo de Estados Unidos, donde en cada distrito hay un organismo independiente —del que cuelgan todos los colegios de la zona— que es el encargado de analizar varias propuestas, pilotar varias de ellas, analizar los resultados y decidir. “Es un proceso más meditado. En España, se decide de forma democrática entre el equipo directivo y el claustro de profesores”, dice Plans.

Preguntados por el uso de este tipo de apps gamificadas, desde la Asociación Nacional De Editores de Libros y Material de Enseñanza (Anele) señalan que las editoriales educativas “cuidan mucho que los niños menores de 10 años no tengan una dependencia excesiva de las pantallas, por lo que, fundamentado en la evidencia científica, tratan de que el uso de la tecnología esté muy medido”. “Ese tipo de actividades no son habituales en los proyectos editoriales en esas edades”, precisan. Antonio Garrido, director general de Edebé, señala que hay un consenso generalizado de que no es recomendable introducir elementos de gamificación en edades tempranas por los posibles riesgos. Sí se introduce la digitalización, generalmente a partir de los 10 años, pero con actividades que tratar de huir de la gamificación. “Nos regimos por el rigor metodológico y pedagógico necesario, sí hay materiales digitales de apoyo al profesor como recreaciones en 3D del funcionamiento del corazón o del movimiento de los planetas, por ejemplo”, añade.

En el mercado, existen otras opciones similares a Innovamat. Snappet es otra de las plataformas que ha desarrollado contenidos curriculares para la enseñanza de matemáticas y lenguas, y está presente en 500 colegios de diferentes autonomías, un 60% de ellos concertados y un 40% públicos. La responsable de la empresa en España, Marta Cervera, explica que desde el principio —la compañía nació en Holanda en 2014 y aterrizó en España en 2016— los desarrolladores tuvieron claro que la app gamificada para la práctica de ejercicios sería muy sobria, sin ningún tipo de recompensa, avatares (muñecos animados), colores llamativos o flashes con movimientos. Al terminar la actividad, el alumno solo recibe un tic de verificación si lo ha hecho correctamente o una cruz si se ha equivocado. “Se decidió de forma deliberada que no se quería apostar por un diseño ni una mecánica que pudiesen generar adicción, apostamos por el estilo sobrio, más serio”, añade Cervera.

Desde su lanzamiento, Innovamat ha contado con el asesoramiento de diferentes matemáticos, como Cecilia Calvo, miembro de la Federación Española de Profesores de Matemáticas. Ella explica que el motivo por el que diseñaron la app fue conseguir un feedback inmediato, ya que la evidencia científica ha mostrado que es clave para el aprendizaje. A eso se sumó que hay muchas actividades que es difícil practicar en papel, como la geometría, que necesita un número elevado de imágenes muy detalladas y supondría un malgasto de papel.

Con el algoritmo de Innovamat cada alumno recibe nuevos ejercicios en función de los errores que comete. “¿El motivo por el que lo creamos? buscamos gestionar la frustración clásica de las matemáticas, cuando lo hacías mal en papel y no sabías cómo avanzar... pretendemos frenar la ansiedad matemática”, zanja Isaac Sayol, cofundador de la empresa.