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miércoles, 4 de octubre de 2023

Reseña de Coherencia cuántica y vida, de Teresa Versyp (2022) Física cuántica para comprender y orientar la conciencia

Fuentes: Rebelión [Imagen: Teresa Versyp]


El paradigma mecanicista que se impuso en física con la modernidad dejaba poco sitio para menudencias como la conciencia o la libertad, que pasaron a convertirse en entelequias alucinatorias, a modo de productos residuales de la todopoderosa materia.

Afortunadamente, el siglo XX trajo nuevos aires a una disciplina que vive hoy una efervescencia teórica y no se abstiene de reivindicar las visiones más antiguas y luminosas del espíritu humano. Algunos textos clásicos como El tao de la física (1975) de Fritjof Capra, Misticismo y física moderna (1980), de Michael Talbot o La totalidad y el orden implicado (1980), de David Bohm exploran estas conexiones.

Hay que reconocer, sin embargo, que la complejidad del asunto hace que se echen en falta obras de divulgación capaces de aunar claridad y rigor y atentas al mismo tiempo a los avances más recientes. Entre los científicos comprometidos en esta prometeica labor, un nombre a destacar es el de la física Teresa Versyp, autora de: La dimensión cuántica, de la física cuántica a la conciencia, de 2005 y ya en su 4ª edición, y Sobrevolando el territorio del Quantum, de 2012. En Coherencia cuántica y vida, publicado en 2022, completa el panorama descrito en sus trabajos anteriores con un recorrido sobre aspectos esenciales del nuevo paradigma, de la biología cuántica al universo multidimensional.

Implicaciones de la nueva física

La primera parte del libro está dedicada al formidable empeño de sintetizar en unas decenas de páginas los postulados básicos de la mecánica cuántica. Acostumbrados a nuestro bienquisto hogar tridimensional, inquieta descubrir que éste esconde en su interior un entramado en el que la lógica más elemental parece haber sido dejada de lado. Resulta que la materia viene a ser una forma de energía, cuya estructura profunda lleva asociada indeterminación e incertidumbre. Además, el observador es esencial en la evolución de los procesos, y en el fondo de todo nos aguarda el misterio del entrelazamiento cuántico, una “comunicación instantánea” entre eventos muy alejados que puede afectar a nubes de miles de átomos, o la no-localidad, que hace posible el teletransporte cuántico.

Se explora después la coherencia cuántica, que recientemente se ha demostrado que existe también en sistemas biológicos. Ésta consiste en un acoplamiento entre las vibraciones de un conjunto de moléculas que comparten la misma función de onda, lo cual puede darse en ámbitos variados, aunque por tiempos muy breves. Se presentan algunos casos. En la fotosíntesis, por ejemplo, las moléculas antena de la clorofila capturan fotones que desprenden electrones, pero sólo se alcanza la alta eficiencia observada en el transporte de la alteración si se considera que ésta viaja hasta el centro de almacenamiento de la energía por un mecanismo cuántico. En el reino animal diversas especies son capaces de captar la orientación del campo magnético terrestre, para lo cual se ha sugerido el papel de una proteína presente en la retina y sensible a este campo. En esto pueden intervenir procesos cuánticos, al igual que en el funcionamiento de los receptores olfativos, en la respiración e incluso en las mutaciones del ADN o en extraños efectos descritos para el ADN no codificante.

El modelo de organismo vivo que emerge de la nueva perspectiva es revolucionariamente novedoso. Un repaso da la biofísica cuántica del agua muestra que este compuesto, omnipresente dentro y fuera de nuestro cuerpo, forma estructuras estables por las interacciones debidas al carácter dipolar de su molécula. Estos “dominios de coherencia” vibran al unísono y son capaces de almacenar información correspondiente a las interacciones con biomoléculas próximas. Se discute el posible rol del agua en la captación de energías cósmicas, y algunas propiedades que se le han atribuido, aún mal entendidas. Se expone también la emisión espontánea de fotones en el rango ultravioleta por parte de los seres vivos, y los estudios y teorías al respecto, que en ocasiones parecen sugerir la existencia a través de esta energía de un sistema de comunicación entre las células.

El problema de la conciencia se ha comenzado a clarificar en tiempos recientes. A partir de los trabajos de John C. Eccles en la década de 1960 y los posteriores de Roger Penrose y Stuart Hameroff, sabemos que en las neuronas operan procesos cuánticos. Para estos últimos autores, la mente realiza la elección indeterminista que genera el subsiguiente estado neuronal por un autocolapso de la función de onda cuyos rasgos esenciales se describen en el libro. Se repasa también la teoría de Karl Pribram según la cual el cerebro utilizaría un sistema de interferencia de ondas para almacenar nuestros recuerdos como un holograma, así como las experiencias que muestran un carácter no-local en la conciencia, con posibles interacciones instantáneas entre cerebros separados miles de kilómetros. Resultan sorprendentes también los efectos que se han comprobado de personas en meditación sobre su propio organismo y su entorno.

Una realidad revolucionaria

Los últimos capítulos están dedicados a presentar un esbozo de la teoría de las Supercuerdas y la teoría M, que persiguen la unificación de las cuatro interacciones existentes, así como de la Relatividad de Einstein. Se describen luego los problemas que plantean la “materia oscura” y la “energía oscura”, y el significado de los agujeros negros y los agujeros de gusano, atajos que conectan con otros universos o regiones distantes del nuestro. Esta base sirve a Versyp para discutir la perspectiva emergente de un revolucionario universo multidimensional, fruto de la ciencia más sofisticada, pero que en su opinión corrobora visiones antiguas del ser humano y su relación con el cosmos, registradas en la mitología y el arte.

Ahondando en esto, el libro concluye con una reflexión personal en la que se exprimen los aspectos tratados para elaborar propuestas capaces de orientar nuestra vida. De esta forma, si hemos atisbado una extraña conexión en la raíz de todo de lo existente, el eje motriz que puede guiarnos no ha de ser otro que una profunda empatía. En una línea acorde con la esencia de la meditación, se propone así que la atención al propio cuerpo y a los ritmos de la naturaleza y el cultivo del desapego han de propiciar la solidaridad que alumbre una nueva visión. Se insiste además en la apertura hacia otras culturas y tradiciones, capaces de enriquecernos más de lo que pensamos.

La física avanza de forma extraordinaria y muchos de sus desarrollos tienen un gran potencial para vislumbrar el significado de procesos tan cruciales como la vida y la conciencia. Es por ello, que trabajos de divulgación claros y rigurosos, como los de Teresa Versyp, resultan imprescindibles. Superar el paradigma mecanicista impreso en nuestras mentes por siglos de ciencia desnortada ha de servir para reelaborar profundamente las nociones sobre el lugar que ocupamos en el cosmos, lo cual a fin de cuentas es la base de todo nuestro actuar.


Blog del autor:


En él puede descargarse ya su último poemario: Los libros muertos.

domingo, 15 de abril de 2018

Quién era Kurt Gödel, el hombre que caminaba con Albert Einstein (y al que comparan con Aristóteles)

Kurt Gödel y Albert Einstein
Eran una pareja singular, por varios motivos.

El que llevaba su camisa arrugada, pantalones holgados sostenidos con suspensores y sus rebeldes rizos blancos, llevaba tiempo ya sorprendiendo a los residentes de Princeton, Estados Unidos, con sus largas caminatas -algo poco común en esa época por esos lares- durante las que a menudo se le veía disfrutando de un helado.
Se trataba nada menos que de Albert Einstein, quien ya para esa década de 1930 era el científico más famoso del mundo.

Pero ahora lo acompañaba un hombre más joven, con una vestimenta más tradicional, gruesas gafas y una expresión austera.

Aunque no tan famoso, era muy conocido, particularmente en los círculos académicos por haber "sacudido los fundamentos de nuestra entendimiento (…) de la mente humana", según declaró la Universidad de Princeton al otorgarle un doctorado honorario.

El acompañante de Einstein era el matemático austríaco Kurt Gödel, a menudo descrito como el más grande filósofo lógico desde Aristóteles.

Dos décadas y media
Ambos habían llegado a Princeton debido al Tercer Reich, uno por ser judío y el otro por escapar su destino como soldado del ejército nazi.

Ambos rechazaban la teoría cuántica, en contra de la corriente dominante.

Y ambos compartían una experiencia que los hacía verdaderamente excepcionales: habían cambiado nuestra percepción del mundo cuando tenían 25 años de edad.

Einstein con su brillante E=mc2 y Gödel con su descubrimiento de que nunca puedes estar seguro de que 1 no es igual a 0.
Y, mucho más, en ambos casos.

El señor "por qué"
Gödel había nacido en Austria en 1906, un año después de que Einstein probara que el tiempo, como hasta entonces había sido entendido, era ficción.

Su familia le dio el apodo de "señor por qué" y su inmensa curiosidad lo llevó a explorar desde lenguas y religiones hasta historia y matemáticas.

Fue esta última la que lo cautivó y para cuando, a los 18 años, llegó a la Universidad de Viena, ya sabía todo lo que sobre ella le podían enseñar en los cursos regulares.

Eventualmente, se interesó por la lógica matemática, "una ciencia anterior a todas las otras, que contiene las ideas y principios que subyacen a todas las ciencias", según dijo.

La revolución godeliana
Hasta el cambio del siglo pasado, la matemática ofrecía esa valiosa cualidad llamada certitud: era un mundo en el que todo era verdadero o falso, correcto o errado y si te aplicabas con tesón siempre podías llegar a descubrir cuál era cuál.

No obstante, cuando en 1900 el Congreso Internacional de Matemáticos se reunió en París el ambiente era de esperanza y pero también inseguridad.

Si bien la edificación de las matemáticas era grande y bellamente decorada, sus cimientos, llamados axiomas, habían sido sacudidos.

Su consistencia estaba siendo cuestionada y parecía que posiblemente eran paradójicos.

Pero durante el congreso, un joven llamado David Hilbert estableció un plan para reconstruir los fundamentos de las matemáticas, para hacerlos consistentes, abarcadores y libres de paradojas.

Hilbert era uno de los matemáticos más grandes que jamás haya existido, pero su plan fracasó espectacularmente debido a Kurt Gödel.

Con su tesis de doctorado, Gödel le puso punto final a ese sueño.
Demostró que había algunos problemas en las matemáticas que eran imposibles de resolver, que la brillante y clara llanura de las matemáticas era en realidad un laberinto repleto de potenciales paradojas.

Más puntualmente Probó que... en cualquier sistema formal axiomático consistente que pueda expresar hechos sobre aritmética básica hay enunciados verdaderos que no se pueden probar dentro del sistema y que la consistencia misma del sistema no puede ser probada dentro de ese sistema. Son los teoremas de la incompletitud y si te dejaron confundido, no estás sólo.

El mismo Russell admitió su confusión cuando se enteró.
"¿Debemos pensar que 2 + 2 no es 4 sino 4,001?", preguntó.

Hay más verdades que las que podemos probar
Quizás es cierto que "dar una explicación matemáticamente precisa de los teoremas sólo obscurece su importante contenido intuitivo para casi cualquier persona que no sea especialista en lógica matemática", como señaló el profesor emérito de Matemáticas del Harvey Mudd College Melvin Henriksen en la revista Scientific American.

Pero por suerte han habido varios intentos de poner en palabras sencillas los teoremas de la incompletitud para que todos comprendamos la inmensidad del logro de del "señor por qué".

Lo que Gödel hizo era usar matemáticas para probar que las matemáticas no podían probar todas en matemáticas.

Mostró que en cualquier sistema hay afirmaciones que son verdaderas pero que no se puede probar que lo son.

O, como lo expresó el escritor Thomas Pynchon en su novela "El arco iris de la gravedad", "cuando todo ha sido arreglado, cuando nada puede fallar o sorprendernos siquiera… algo lo hará".

El caso es que... Gödel cambió la forma en que entendemos qué es la matemática, y las implicaciones de su trabajo en física y filosofía nos llevan al límite de lo que podemos saber.

Los teoremas de la incompletitud revolucionaron las matemáticas e inspiraron a personas de la talla de John von Newman, quien creó la teoría del juego y Alan Turing, el creador del modelo de las computadoras que usamos.

Más tarde, resultaron invaluables para la ciencia de la informática, pues el reconocimiento de que hay cosas que no se pueden probar marcó un límite a lo que las computadoras pueden resolver, evitando la pérdida de tiempo tratando de hacer lo imposible.

Para algunos filósofos, los teoremas demuestran que la mente humana tiene una cualidad especial que no puede ser imitada por las computadoras: nosotros podemos entender que la "oración de Gödel es verdadera" pero las máquinas no.

Los teoremas han impactado otros campos del saber y muchos apuestan que seguirán haciéndolo, entre ellos el físico matemático y filósofo Roger Penrose, quien considera que podrían ayudarnos a descubrir una nueva física que devele el misterio de la conciencia.

Charlas y temores
Hacia finales de su carrera, cuando estaba semiretirado, Einstein le comentó a Oskar Morgenstern -uno de los cofundadores de la teoría del juego- que seguía yendo a su oficina sobre todo para tener el privilegio de caminar con Gödel, algo que hizo a menudo hasta su muerte en 1955.

Iban charlando desde y hacia el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, ese exclusivo club intelectual cuyos miembros tenían una sola tarea: pensar.

A eso se siguió dedicando Gödel, con la brillantez que lo caracterizaba. Pero algunos de esos pensamientos eran oscuros.

Siempre vivió atormentado por temores y uno de ellos era que lo envenenaran, por lo que se rehusaba a comer a menos de que su esposa Adele probara su comida primero.

Cuando ella se enfermó y tuvo que ser hospitalizada por un largo período, Gödel prácticamente dejó de alimentarse.
Por miedo a que lo mataran, murió de inanición, en 1978.

http://www.bbc.com/mundo/noticias-43568588