Rafael Poch
La Vanguardia
Clément está allá arriba, en el suntuoso balcón de la Comédie Française que da a la parisina Place du Théatre. La institución fundada por Luis XIV en 1680 sobre la estela de Molière, fue ocupada el martes por los trabajadores del sector del espectáculo, audiovisual y la cinematografía, los llamados Intermittents. Se está negociando el recorte de su estatuto que les da seguro de paro entre un trabajo temporal y otro. Sobre las cinco de la tarde del martes cincuenta personas con pancartas se colaron en el teatro, se subieron al escenario e interrumpieron la representación de Lucrecia Borgia. Eric Ruff, administrador de la Comédie Française, pidió a la policía que no interviniese, pero el lugar está cerrado y bloqueado por los antidisturbios del CRS. Clément, que fuma un pitillo en el balcón, responde a mis señas desde la calle para hablar con el móvil. En la barandilla dos pancartas: “ninguna economía sobre las espaldas de los parados” y “Echemos a la derecha, sea nacionalista, republicana o socialista”. La policía no deja entrar a nadie, pero sí salir, explica el ocupante desde el balcón. ¿Alimentos? “La policía deja pasar suministros”, dice. Son varias decenas ocupando el lugar, que es confortable, asegura.
La ocupación forma parte de la protesta contra la ley laboral, que arrancó hace dos meses, y habría sido impensable sin el movimiento Nuit Debout, con casi un mes de vida. Ambos procesos han despertado a una Francia que bostezaba.
La Nuit Debout no es un movimiento verdaderamente masivo. Socialmente podría decirse incluso que es minoritario. Sin embargo las cosas importantes comienzan como asunto de minorías. Especialmente cuando una minoría inspira. Y esta minoría está inspirando a toda una sociedad que experimenta, desde hace décadas, un palpable descenso del nivel de vida.
De guardia en el teatro Odeón
“No creo que sin la Nuit Debout, los Intermittents hubieramos llegado a esto”, dice Guillaume, un montador de cine que monta guardia frente al Teatro del Odeón, en pleno barrio latino. “Como mucho, nos habríamos limitado a algunas manifestaciones”, explica. La Nuit Debout está uniendo reivindicaciones y protestas que antes iban aisladas. Es lo que llaman la convergencia de las luchas. “No se donde llegará, pero se está creando cierto ambiente”, dice el joven que reparte el boletín de los intermitentes y precarios. El Odéon fue ocupado el domingo, anulando la representación de Fedra. Esta semana se han ocupado otros diez teatros en ciudades de Francia. El jueves, pese al acuerdo laboral alcanzado otrosIntermittents ocuparon dos teatros más en Toulouse y Grenoble. Hay una atmósfera de contagio. Aun se está muy lejos de algo general, pero se llama a ello. “El Estado, las organizaciones patronales y los sindicatos reformistas están sujetos a los poderes financieros y ejecutan sus órdenes”, señala el boletín que reparte Guillaume. “Pedir la separación del Estado y el Medef (la gran patronal, una de las consignas de la protesta contra el proyecto de reforma laboral) no es más que una vana ilusión”, dice. El panfleto va mucho más allá de lo laboral: “La crisis no es una cuestión económica, sino una relación de fuerzas entre clases, no importa quien gobierne, la política es siempre la misma y esa lucha viene acompañada de una producción ideológica que concentra el debate en temas de la extrema derecha: seguridad, emigración, identidad nacional”. Y se habla de política internacional (¡una rareza!): “Europa ya forma parte de un conglomerado de guerras civiles que partiendo de Siria y de Turquía se materializa en el desplazamiento masivo de poblaciones que intentan acceder a un Norte cada vez más fortificado y asfixiado por la mordaza de la austeridad”.
Monsieur Periscope
Junto al grupo de trabajadores del espectáculo que monta guardia frente al Odéon, también bloqueado por los antidisturbios, encuentro a Rémy Buisine, Monsieur Periscope. Armado de su teléfono móvil, auriculares y una batería recargable, este joven de 26 años que trabaja a tiempo parcial en una radio comunal se puso a transmitir la Nuit Debout parisina desde su mismo inicio, la noche del 31 de marzo. Tres días después Rémy constató que su transmisión, vía la aplicación Periscope, era seguida por 80.000 personas. Su perfil ya supera más de seis millones de likes.
“Cuando vi que a media noche había 1200 personas en la Plaza de la República, me dije que comenzaba algo serio y me puse a transmitirlo en directo, desde entonces lo hago cada tarde porque es apasionante lo que está ocurriendo”, dice. Mientras hablamos, un marginal se acerca a los antidisturbios tocando en su armónica una canción del movimiento obrero francés de principios del siglo XX. De repente se baja los pantalones y les enseña el trasero. Los policías miran con desagrado pero no intervienen. Horas más tarde los antidisturbios entran en el teatro y sacan en volandas a los ocupantes. La gente decide marchar a pie hasta la Plaza de la República en manifestación. Son unos doscientos. Es medianoche y se grita, “¡París, levántate!”.
Se están forjando dos frentes
En Francia se sufren dos grandes situaciones; la involución socio-laboral del capitalismo neoliberal común a tantas otras sociedades del Norte y del Sur, y la específica reacción racista-identitaria que anima la particular ideología sudista francesa y que el Frente Nacional capitaliza. La Nuit Debout tiene su tarea de combate en esos dos frentes. Para el primero de ellos es fundamental el nexo sindical que se está forjando gracias al proyecto de reforma laboral. En el segundo es imprescindible que esta incipiente ola rebelde arraigue en los barrios periféricos, lasbanlieues, espacio de los sectores emigrantes más directamente afectados por la precariedad, la estigmatización y el racismo.
En una entrevista con mi compañera Eva Cantón, de El Periódico, el sociólogo Michel Fize explica la ausencia de las banlieues en los escenarios de la Nuit Debout, diciendo que su sujeto precario y marginado, “tiene una relación muy complicada con la palabra”. “Como Nuit Debout gira en torno a la expresión, los jóvenes más desfavorecidos no se encuentran cómodos en este tipo de concentraciones, se sienten inferiores respecto a los jóvenes con un nivel cultural superior al suyo”, “cuando no se tienen palabras. El modo de expresión es la violencia, pero detrás de ella hay sufrimiento”, dice. Esa ausencia es un defecto fundamental, pero es reparable. La expulsión de la plaza, el día 16 de abril, del fast thinker neocon, Alain Finkielkraut, uno de los abanderados del racismo islamófobo e identitario francés, tan criticada por el establishment, no fue en absoluto una mala señal, sino simple expresión de lucidez. El tiempo dirá.
Problemas y ventajas
Hay también en este movimiento un rechazo generacional a la organización del que algunos hacen virtud. No es el caso del demógrafo Emmanuel Todd, un ex sesentayochista que lo critica como defecto. “Son como nosotros, pero en peor”, dice de la Nuit Debout. “Los sesentayochistas descubrieron las alegrías del individualismo, pero tenían detrás suyo, sus familias, una sólida formación en los colectivos: el Partido Comunista, la Iglesia, los sindicatos… Las actuales generaciones ya nacieron individualistas, son sesentayochistas al cuadrado, casi ontológicos. Ni siquiera tienen el recuerdo de aquellos colectivos fuertes. Y la voluntad de no organizarse casi se eleva a rango de religión”, explica en una entrevista con la revista Fakir. “Es terrible porque si supieran…, si supieran hasta qué punto están organizados los tipos que tienen enfrente; los patrones, el Estado, el Partido Socialista, los bancos… Son verdaderas máquinas”.
“La derecha y los liberales, de derecha o izquierda, crearon think tanks, asociaciones favorables a los intereses de la patronal, han creado medios de comunicación y alimentan todo eso con el dinero de las grandes empresas”, advertía el director de Le Monde Diplomatique, Serge Halimi, en un acto de la Nuit Debout celebrado el día 20 en la Bolsa de Trabajo de París. “Gracias a eso son cada vez más poderosos y más ricos” Y ¿qué tienen enfrente?: un conglomerado de asociaciones celosos de sus parcelas, su singularidad y su autonomía. “Sin aliados, sin prioridades, sin organización, ¿cómo realizar los objetivos en cuanto remita el periodo intenso de las ocupaciones y las manifestaciones?”, dijo Halimi.
Pero este fenómeno francés tiene también algunas ventajas respecto a su pariente español del 15-M / Podemos (que no he vivido en directo). Uno es el citado nexo laboral, con la parte activa y rescatable del movimiento sindical. El diálogo que la plaza ha establecido con los sindicalistas (la noche del jueves en París, en presencia de los líderes de la CGT y otros sindicatos) es importante. Otro es la existencia en Francia de intelectuales de izquierda en ruptura con el establishment con cierta influencia. En España no había gente como Serge Halimi, Emmanuel Todd, Fréderic Lordon o Jacques Sapir, que poco a poco se dejan ver por la plaza y aportan su reflexión. Y una tercera ventaja es la existencia de un presidenciable de izquierdas ya rodado y con carisma. No cae bien a todo el mundo y parece de buen tono achacarle minucias desde cierto esnobismo gauchiste, pero Jean-Luc Mélenchon (4 millones de votos en 2012) es un hecho capaz de unir un amplio malestar por encima de los partidos…
“Aún es difícil vislumbrar adonde llegará todo esto”, dice Rémy. “No me atrevo a aventurar un pronóstico”, responde Guillaume. Clement, el de la Comédie Française, estima que el movimiento iniciado no se va a parar así como así. Y esa es la impresión: Va a ser muy difícil que el movimiento Nuit Debout en alianza con el medio laboral se apague así como así, especialmente si prende en las ciudades dormitorio del extrarradio que concentran el grueso de la miseria.
Fuente original: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2016/04/29/una-francia-que-despierta-57609/
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martes, 3 de mayo de 2016
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