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lunes, 6 de marzo de 2017

_--¿POR QUÉ ES MALO EL ACEITE DE PALMA? Tan apreciado por la industria como denostado por los nutricionistas, el aceite de palma está en boca de todos. Éstos son los motivos para mantenerlo lejos de tu estómago.

_--La nutrición y la alimentación son dos campos en los que con frecuencia aparece un nuevo jinete del apocalipsis, un enemigo mortal contra el que emprender una cruzada dedicada a atacar sin dar cuartel todo aquello que incluya ese ingrediente o ese comportamiento alimentario. El caso más representativo ahora mismo –y con bastante justificación–, es el del azúcar. Pero no es el único: el aceite de palma se ha convertido en otra de esas bestias negras, sobre todo por ser un ingrediente muy común en los alimentos procesados... y solo en ellos. Algo que de entrada solo puede ser calificado como agravante.

No todos los aceites y grasas vegetales son iguales, ni mucho menos, y sus efectos sobre la salud de los consumidores también son bastante diferentes. Mientras algunos tienen un perfil que podría definirse como saludable, el consumo de otros están asociados al incremento del riesgo de padecer diversos trastornos nada deseables. Por esta razón la actual norma sobre el etiquetado en los alimentos de la Unión Europea dejó claro que tenía que evitarse la poco concreta y bastante laxa expresión “aceites vegetales” –hasta hace poco habitual en las listas de ingredientes–, o por lo menos concretar en el etiquetado el origen de esos aceites y grasas. Entre los principales sospechosos de estar ocultos bajo ese genérico figura el aceite de palma y sus múltiples derivados.

Esta grasa nunca ha gozado de buena prensa, pero el sumario de su caso se enriquece cada día con más pruebas en su contra. Aunque es imposible dejar de mencionar las implicaciones políticas, medioambientales y sociales de su producción –es muy recomendable visitar el blog Carro de combate para ponerse al día sobre estas cuestiones– aquí nos centraremos en la idoneidad de su uso como alimento (más bien como ingrediente). También sumaremos a su historial las últimas implicaciones que tiene su consumo sobre la salud, recientemente comunicadas por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.

Su origen y usos
El aceite de palma y sus derivados se obtienen del fruto de la especie Elaeis guineensis, conocida como palma africana o aceitera, que con origen en el continente africano se introdujo de forma masiva en el suroeste asiático a principios del siglo XX, aunque también hay importantes plantaciones en América del Sur. Más allá de sus usos alimentarios, los derivados del aceite de palma también se emplean en la industria de la cosmética –con él se elaboran cremas, pasta de dientes o jabones– y en la producción de biodiesel.

También se puede encontrar en una amplia variedad de platos preparados, helados, salsas, margarinas, galletas, bollería, pizza, chocolates, confitería en general, aperitivos dulces y salados, palitos de pan, etcétera. Podríamos decir que, respecto a los alimentos procesados, tiene el don de la ubicuidad: los que por un motivo u otro han prescindido de su uso son minoría frente a los que lo incorporan en alguna de sus variantes.

Algunas de las empresas del sector alimentario que más usan este ingrediente son Unilever, Nestlé, Kellogg’s, Burger King, McDonalds, Starbucks o Ferrero, entre muchas otras. Para una información más completa en el blog Carro de combate hay un listado de las marcas más habituales  listado de las marcas más habituales en las que vas a poder encontrar esta grasa. Además, en algunas culturas –y también en algunos establecimientos de restauración y cadenas– el aceite de palma se utiliza como el medio en el que realizar las frituras, e incluso se emplea para aliñar.

Aceite sin procesar. WIKIMEDIA
A pesar de que el Reglamento Europeo 1169/2011 Sobre la información alimentaria facilitada al consumidor entró en vigor en diciembre de 2014, todavía hay algunos fabricantes y distribuidores de alimentos que se ponen la norma por montera y evitan su mención en el etiquetado. Además, cuando se hace, puede disfrazarse usando algunos pseudónimos, por ejemplo: aceite de palmiste, grasa vegetal fraccionada e hidrogenada de palmiste, estearina de palma, palmoleina u oleina de palma, manteca de palma o haciendo uso del nombre científico de la especie (Elaeis guineensis).

Hay una doble justificación para explicar su uso masivo: es muy económico comparado con grasas y aceites de otro origen, y además es muy versátil. Una de las características más apreciadas por la industria es su temperatura de fusión, que le hace permanecer sólido a temperatura ambiente manteniendo al mismo tiempo una textura sedosa y untuosa.

Por esta razón se emplea con generosidad en confitería, formando muchas veces parte de las coberturas de chocolates, bombones y demás. Permanece sólido, mantiene la forma del producto y cuando se introduce en la boca funde de forma agradable. Se le podrían encontrar sustitutos –por ejemplo aceite de soja, otros aceites hidrogenados o manteca de coco– pero no son tan económicos como los derivados del aceite de palma. Y ya sa sabe: un balance de cuentas saneado, en verde o en positivo, es básico industria alimentaria. Cuanto más en verde mejor (el balance, claro).

Sus efectos en la salud
La causa contra el aceite de palma por sus efectos sobre la salud lleva abierta bastantes años. El argumento principal ha sido –y sigue siendo–, su perfil lipídico: es decir, la naturaleza de los ácidos grasos que lo componen. Básicamente es una grasa especialmente rica en ácidos grasos saturados, directamente vinculados con el incremento de distintas enfermedades metabólicas. Recordemos que una vez subsanado el tropezón histórico de considerar de forma automática cualquier grasa como ’mala’ –aunque aún perdure en el inmovilista conocimiento de algunos– se hicieron dos grandes grupos con las grasas, las ‘buenas’ y las ‘malas’.

El papel de las malas les tocó a aquellas que respondían al perfil bioquímico de las saturadas, y el de las buenas al resto (más o menos, con muchos matices en los que no voy a entrar). El cambio en este grasiento paradigma ha culminado con las recomendaciones de la mayor parte de instituciones sanitarias de evitar en la medida de lo posible el consumo de alimentos portadores de grasas saturadas. Lo recomiendan la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), la OMS, las recientes Guías Dietéticas para Norteamericanos  y ya en España la  Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD).

Pero el asunto toma un especial interés cuando recientes investigaciones ponen de manifiesto que no todas las grasas saturadas son iguales: datos recientes apuntan con bastante convencimiento a que no todos los alimentos portadoras de grasas saturadas son ‘malos’, y que también hay ‘buenas’ entre las grasas saturadas. Parece ser que aquellos alimentos portadores de cadenas largas e impares de carbonos de ácidos grasos serían beneficiosos, frente a aquellos ácidos grasos con cadenas más cortas y pares de carbonos.

Entrando en detalle, detalle, uno de los sospechosos de subirse al pódium de las peores grasas saturadas es el ácido palmítico, un ácido graso con una cadena de carbonos relativamente corta –16 átomos– y par. Obviamente el ácido palmítico recibe este nombre por ser un componente característico del aceite de palma, y hay pocas dudas respecto a su presencia en la dieta en relación con diversas disfunciones metabólicas, entre ellas, la diabetes. Pero no se vayan todavía, que aún hay más.

En relación directa con la manera en la que se procesa el aceite de palma, más que con su composición particular en ácidos grasos, el pasado mes de mayo la EFSA publicó un informe titulado Contaminantes presentes en los aceites vegetales fruto de su procesamiento en el que cobraba un especial protagonismo el carácter genotóxico y carcinogénico de una familia de compuestos denominadas ésteres glicidílicos de ácidos grasos, que se forman por el tratamiento de los aceites vegetales a altas temperaturas (a más de 200ºC). Algo habitual en el caso del aceite de palma, ya que este proceso es necesario para eliminar su marcada apariencia rojiza y mejorar su sabor y olor.

Serían estos compuestos de nombre impronunciable los que una vez ingeridos se transformarían gracias a nuestro metabolismo en glicidol (o 2,3-epoxi-1-propanol) una sustancia de marcado carácter teratogénico y sobre el que no se puede establecer un nivel de ingesta seguro, en palabras de la jefa del Panel de expertos de la EFSA sobre contaminantes en la cadena alimentaria.

Conclusión
El caso del aceite de palma y su presencia en los alimentos queda visto para sentencia basándonos en los siguientes hechos:

Su perfil en ácidos grasos saturados es, desde hace mucho tiempo, considerado como poco saludable y por lo tanto como poco recomendable.

Dentro de este perfil saturado, recientes investigaciones aportan más pruebas de las ya existentes sobre el perjuicio que supone el ácido palmítico. Lo que convierte al aceite de palma, especialmente rico en este ácido graso, en una de las peores elecciones alimentarias.

En nuestro medio es prácticamente imposible encontrarlo fuera de los alimentos procesados, los cuales ya sabes que cuentan con dos velas negras (por definición) por su escaso interés nutricional y su habitual riqueza en hidratos de carbono refinados, azúcares y sal, además de por la naturaleza de sus grasas. La presencia de compuestos potencialmente carcinogénicos fruto de su necesario procesamiento ponen la guinda a este pastel que, esperemos, no lleve aceite de palma.

Ahora, el que decide eres tú.

http://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2017/02/16/articulo/1487259154_419212.html?rel=cx_articulo#cxrecs_s

EL CASO DE LA NUTELLA

La actual polémica con el aceite de palma está en cierta medida originada por el mensaje de que La Nutella provoca cáncer . Un mensaje como solo algunos medios de comunicación y el juego del “teléfono roto” típico de las redes sociales son capaces de generar. Te recomiendo que para poner un poco de  cordura sobre este tema te acerques al siempre muy recomendable blog de Beatriz Robles  sobre seguridad alimentaria, además de a este artículo que ha publicado en Buena Vida.

lunes, 3 de octubre de 2016

El gran negocio detrás del aceite de palma. Una investigación del colectivo Carro de Combate destapa las repercusiones de este producto omnipresente en nuestra cesta de la compra.



Consumes aceite de palma cada día, pero es probable que nunca lo hayas visto físicamente. Ni sepas que detrás de este producto hay una historia de deforestación, desplazamiento de poblaciones, explotación laboral, inversiones de fondos públicos y grandes beneficios para unos pocos. El proyecto de investigación del colectivo de periodistas Carro de Combate destapa todo lo que hay detrás de este líquido rojo.

“Nos parecía muy interesante hablar del aceite de palma porque es un producto del que la población general apenas tiene información. Parece que no lo consumimos”, explica Aurora Moreno, una de las autoras de la investigación. Ha sido a raíz de un cambio en la regulación europea de etiquetado cuando este producto se ha hecho más visible. “Hasta hace poquito se podía poner en la lista de ingredientes simplemente aceite vegetal. Ahora tienen que poner qué tipo de aceite utilizan. Por eso pensamos que era un momento muy oportuno, porque muchos consumidores se iban a dar cuenta de que el aceite de palma está en todas partes”, explican desde Carro de Combate.

Lo primero que sorprende es descubrir que la mitad de los productos procesados que consumimos contiene aceite de palma. Lo encontramos en las galletas, chocolates, bollería, dulces, margarina y sopas envasadas, por ejemplo. Pero también está presente en productos de higiene como champú, gel o pasta de dientes, y a partir de él se puede producir biodiésel. Esto nos puede dar una idea de la importancia que esa materia prima ha alcanzado en la economía mundial. “Está muy alejado de nosotros, porque no se produce en las zonas donde vivimos y, sin embargo, lo consumimos masivamente”, destacan las investigadoras.

Pero ¿por qué aceite de palma y no otro?
Hace 30 años apenas se producía un millón y medio de toneladas, y hoy en día es el aceite más consumido del mundo, con un tercio de la producción mundial. El cultivo de palma no sólo es sencillo, sino que tiene unos rendimientos por hectárea mucho mayores que otras plantas productoras de aceite, explican. Además, en los países en desarrollo era más fácil y barato continuar ampliando sus cultivos en bosques vírgenes que mejorar la productividad de los que ya había. Por eso la expansión de la palma aceitera se ha dado a costa de bosques de alto valor ecológico, pues ambos necesitan las mismas condiciones climáticas para existir. “La devastación ha sido inmensa en países como Indonesia y Malasia, que controlan, a día de hoy, el 86% de la producción mundial”, apuntan.

La investigación de Carro de Combate ha llevado a Nazaret Castro, Laura Villadiego y Aurora Moreno a rastrear las plantaciones de palma no sólo en Asia, sino también en América Latina y África, para descubrir los impactos de este monocultivo. Ahora presentan sus primeras conclusiones.

Incendios y esclavos
En el sudeste asiático, el cultivo de palma se relaciona con la deforestación, los incendios masivos, las inundaciones y los problemas de abastecimiento de agua. “Indonesia sobrepasó en 2012 a Brasil en la rapidez con la que pierde sus bosques y tiene ahora la tasa de deforestación más elevada del mundo”, indican. 1,7 millones de hectáreas fueron arrasadas en 2015 por unos fuegos que se repiten cada año. “Quemar el suelo es la forma más rápida de limpiarlo. Por eso la utilizan”, explica Laura Villadiego. Y por este motivo Indonesia es, además, el tercer emisor mundial de gases de efecto invernadero, por detrás de Estados Unidos y Brasil.

En cuanto a Malasia, el gran drama tiene el rostro de trabajadores migrantes: “La mayor parte son de Indonesia. Trabajan en situaciones muy cercanas a la esclavitud. Generalmente, estas grandes plantaciones tienen en medio un pueblecito en el que viven. Y en muchos casos no pueden salir de ahí, están literalmente retenidos, y para asegurarse que así sea les confiscan los pasaportes”, explica Villadiego. En el caso de Malasia, estos trabajadores migrantes no tienen derecho a casarse o registrarse legalmente. Generalmente tras 10, 15, 20 años acaban teniendo relaciones con mujeres locales. “Ha nacido una generación completa de niños apátridas que no pueden ser reconocidos legalmente, porque la legislación no lo permite. Algunas estimaciones hablan de incluso 50.000 niños sin nacionalidad por esta cuestión”, denuncia.

En Ámérica Latina, Colombia es el mayor productor, por delante de Ecuador. En estos países, las plantaciones de palma han sido potenciadas desde el Estado, siendo el único cultivo subvencionado. Al no tratarse de una producción tan competitiva en los mercados internacionales como la asiática, lo que intentó la industria palmera fue crear mercados nacionales de agrocombustibles, con un importante apoyo gubernamental. “Se ha publicitado la palma como alternativa a los cultivos ilícitos –coca y marihuana– cuando en realidad no es así. Donde se está plantando palma antes se plantaban cultivos para la alimentación local, como yuca, maíz y árboles frutales”, explica Castro.

Además, este cultivo ha entrado de la mano, en muchos casos, de grupos paramilitares. “En Colombia, el auge de la palma de aceite ha llegado de la mano de la brutal violencia de los paramilitares, que, con total impunidad, sembraron el terror en varias regiones del país a finales de los años 90 y obligaron a desplazarse a pueblos enteros en territorios como el Chocó o Montes de María”, relata Castro. “Donde antes había tierras fértiles para el cultivo de alimentos que convivían en armonía con la vegetación local, ahora hay sólo palma. En esos territorios la palma es, más que un lucrativo negocio –que también–, un modelo para el control del territorio”, explican en su informe.

Pérdida de autonomía
En Ecuador, por su parte, la palma se está promoviendo como alternativa de desarrollo para la selva amazónica. Pero, como denuncia Castro, “cuando la palma entra, no sólo destruye la biodiversidad de ese territorio, también la capacidad de esas comunidades para poder desarrollar sus formas de vida”. La palma necesita muchos nutrientes y tras ella el suelo queda destruido, “difícilmente se puede plantar después ninguna otra cosa”, destaca la investigadora. Con ella coincide Nathalia Bonilla, activista de la organización Acción Ecológica en Ecuador: “Pasados los 25 o 30 años que permanece productiva la planta, los campesinos han perdido la riqueza de su suelo y han visto cómo se contaminaban sus fuentes hídricas al tiempo que han perdido autonomía, porque lo que antes podían vender por sí mismos a los consumidores, ahora sólo tiene un comprador posible: la empresa palmera a la que pertenece la planta procesadora”.

En zonas con un grave problema de desempleo es sencillo convencer a la población: “Esas inversiones llegan con el discurso de fomentar el desarrollo local y crear puestos de trabajo, así que la gente lo empieza a ver como una forma de desarrollarse. Tienen quejas, pero se las callan; no hay un discurso de resistencia”, reconoce Castro. Pero algo no encaja, como explica el profesor de la Universidad Andina Carlos Larrea: “El banano emplea diez veces más trabajadores por hectárea que la palma aceitera. Si lo que se espera es que la palma sea la solución al agudo problema del desempleo en [la región ecuatoriana de] Esmeraldas, la apuesta parece equivocada”.

En el caso de África, aunque se trata del territorio originario de la palma, las grandes plantaciones industriales comenzaron en los últimos diez años. La producción se concentra en la zona occidental, en países como Camerún. La industria ha descubierto un territorio con gran potencial de crecimiento, dado que allí encuentran mano de obra barata, población que conoce cómo trabajarla y gobiernos muy dispuestos.

En contrapartida, “está habiendo una respuesta bastante organizada, en Camerún al menos, de defensores del medio ambiente y de pueblos autóctonos y protegidos, como los pigmeos”. Contra una de las principales empresas francesas del sector, por ejemplo, sus trabajadores se han organizado en seis países y han mantenido reuniones en París con los dirigentes, explica Aurora Moreno.

Entre realidades tan lejanas y nuestra realidad diaria existe una conexión, y es nuestra cocina. Los mayores compradores de aceite de palma del mundo son viejos conocidos en nuestra cesta de la compra: las multinacionales Nestlé y Unilever. “Lo que no nos hace bien no es el aceite de palma en sí, sino esa falta de diversidad y esa manipulación de los alimentos. Nos alimentamos con unos pocos ingredientes, porque son los más rentables y más manejables para la industria”, insisten desde Carro de Combate. ¿Como huir de ellos? La clave, para estas investigadoras, está en cocinar más y comprar menos alimentos procesados. “No digo que comprando alimentos frescos estén ausentes de problemas, pero seguramente van a tener menos”, afirman. En definitiva, cocinar no deja de ser un acto político más.

Cooperación cómplice del negocio
El crecimiento meteórico de la industria palmera ha sido impulsado por las agencias de Cooperación al Desarrollo de diversos países europeos, el Banco Mundial y muchos fondos de inversión, como el Fondo Africano para la Agricultura. Estas instituciones han respaldado supuestos proyectos de desarrollo relacionados con la palma. Así ha sucedido en la isla de Sumatra (Indonesia) o en la R. D. del Congo, donde una empresa financiada por organismos de coopera­ción europeos, entre ellos la AECID española, ha sido acusada de acapara­miento de tierras y explotación de sus trabajadores.

Fuente:
http://www.diagonalperiodico.net/cuerpo/31516-gran-negocio-detras-del-aceite-palma.html