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sábado, 16 de julio de 2022

Las fiestas de la sangre. Hacer un espectáculo de la lenta y cruel muerte de un animal es algo inadmisible, y supone una aceptación social de la violencia




Años atrás yo solía escribir todos los veranos un artículo denunciando el comienzo de esta orgía de dolor y sangre que es la temporada estival de fiestas populares, casi todas ellas consistentes en torturar colectiva y alegremente a algún animal. Hoy retomo el asunto, porque los bárbaros siguen cometiendo crueles barbaridades en nombre de la tradición y de la cultura. Supongo que antes me sentía más obligada a insistir en la denuncia porque por entonces había muy poca gente animalista, ahora por fortuna no es así.

La ola retrograda que recorre el mundo a animado a nuestros rancios patrios, los voxeros, a convertirse  en ruidosos adalides de las corridas de toros (una tontería porque la abolición de la tauromaquia no es de derechas ni de izquierdas , sino un hito esencial del desarrollo cívico y humano) Pero por mucha chundarata que le echen vamos ganando los animalistas. Por ejemplo, tan solo en las tres ultimas semanas ha pasado todo esto; el cantante Bryan Adams, que es vegano, ha rechazado actuar en la plaza de toros de Illescas y han tenido que trasladar el concierto a un campo de futbol. Un juez mexicano ha prohibido las corridas en La Mexico, la plaza de toros más grande del mundo por la denuncia de una ONG Y Eibar ha decidido derribar la plaza de toros y convertirla en un parque.  La mal llamada fiesta nacional, con su acompañamiento de violentos y beodos festejos populares, pertenece al ayer. De hecho, no creo que exista dentro de 30 años. 

Es una actividad agonizante; de 2007 a 2019, los festejos taurinos en plaza han bajado de 3.651 a 1.425: un 61% menos (según datos del Ministerio de Cultura). En 2019 había registrados 9.993 profesionales taurinos, pero solo 5.356 licencias estaban activas. ¡Y con qué risible actividad! Por ejemplo, solo estaban activos 139 toreros de 499 (el 28%) y el 41% de esos 139 solo actuaron en uno o dos festejos al año; en cuanto a los novilleros, solo 116 de 1.280 estaban activos (9%) y el 38% de esos 116 solo participaron en uno o dos festejos (datos obtenidos por José Enrique Zaldívar, presidente de AVATMA, la asociación de veterinarios contraria a la tauromaquia, a partir de estadísticas de la página taurina Mundotoro la PAC (Política Agraria Común) y sin eso tienen una supervivencia improbable.

Y no, el toro bravo no es una especie animal única. Según expertos como Luis Royo, veterinario e investigador genetista del Serida (Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario del Principado de Asturias), los análisis indican que la raza de lidia no tiene ningún rasgo genético que no se haya encontrado en otras razas bovinas en España. Esto es, no tienen suficientes diferencias biológicas con los toros comunes para ser una especie y ni siquiera una subespecie. 

Por supuesto que, más allá de la tauromaquia, existe el espanto de los mataderos y del maltrato en el transporte y demás barbaries a las que sometemos a nuestros compañeros de planeta.  Pero la diferencia es que hacer un espectáculo de la lenta y cruel muerte de un animal es algo inadmisible, y supone una aceptación social de la violencia que nuestro desarrollo cívico ya ha superado. En el fondo, todo es un problema de rutinas, de una ceguera mental causada por el prejuicio que los incapacita para percibir el dolor de otro ser.  Hasta 1928, los caballos de los picadores no tenían peto. Todas las tardes los toros destripaban dos o tres caballos; les metían los intestinos en el patio a puñados, los cosían en vivo y los volvían a sacar.  “Los pobres jacos caminan pisándose las tripas”, escribió Valle-Inclán. Pues bien, cuando se implantó el peto en 1928, Ortega y Gasset, que no era precisamente un imbécil, publicó un artículo indignado diciendo que esa medida protectora acababa con la grandeza de la fiesta. ¡Y era nuestro mayor intelectual! Así de feroz y de salvaje era la sociedad española, que pocos años después se abismó en la carnicería de la Guerra Civil.  Si hoy día llenáramos las Ventas con los mejores aficionados y sacáramos a los caballos sin peto y los destriparan, toda la plaza se pondría a vomitar horrorizada. Porque, por fortuna, hemos crecido como sociedad por encima de esa atrocidad. Dentro de 30 años sentiremos lo mismo ante los festejos de hoy: horror, escándalo y repulsa. Por cierto: prohibición ya de las repugnantes becerradas, esa tortura y muerte de bebés.

https://elpais.com/eps/2022-07-10/las-fiestas-de-la-sangre.html

sábado, 23 de noviembre de 2019

La prohibición del ‘foie’ desata una guerra entre animalistas y restauradores en Nueva York

La prohibición de vender el lujoso producto procedente del hígado de oca enfrenta a animalistas y restauradores

La Estatua de la Libertad, con una oca bajo el brazo.
La Estatua de la Libertad, con una oca bajo el brazo. 
El mes de octubre terminó con una buena noticia para los activistas y defensores de los derechos de los animales: el Ayuntamiento de Nueva York aprobó una ley que prohíbe, a partir de 2022, la comercialización del foie gras, bajo multas de entre 500 y 2.000 dólares (entre 448 y 1.792 euros) que pueden ir acompañadas de hasta un año de cárcel para quien se empeñe en vender el preciado manjar procedente del hígado de la oca.

La decisión fue tomada gracias a la batalla de grupos de activistas de liberación animal que denunciaron repetidamente la crueldad a la que las ocas son sometidas mediante tubos adheridos a sus gargantas, forzadas a una alimentación excesiva para aumentar la grasa de sus hígados (que llegan a pesar 10 veces más de lo normal) y magnificar el sabor del foie. Este proceso de engorde hace que los animales sufran un intenso dolor hepático, trastornos respiratorios y compresión pulmonar “con el único objetivo de crear un producto de lujo”, según la concejala neoyorquina Carlina Rivera, impulsora de la medida.

“Queremos que nuestra ciudad sea juzgada no solo por cómo tratamos a nuestra gente, sino también a nuestros animales”, afirmó el 30 de octubre Corey Johnson, portavoz del Ayuntamiento. Nueva York se suma así a la prohibición ya vigente en California y Chicago. La prohibición de comercializar el foie también rige en países como Reino Unido, Israel, India, Dinamarca, Finlandia, Alemania, Italia, Noruega, Polonia, Turquía y República Checa. La ley, aprobada por 42 votos a favor y 6 en contra, ha resultado muy polémica considerando que Nueva York, una meca gastronómica internacional, es una de las ciudades donde más foie se consume en el mundo: se sirve en más de mil restaurantes.

“Esto es idiocracia”, se lamentaba en su cuenta de Twitter Dave Chang, chef con dos estrellas Michelin y propietario de la cadena Momofuku. “¿Podemos decir que alimentar a la gente con jarabe de maíz alto en fructosa, colorantes alimentarios, exceso de sal, pesticidas y otros aditivos causa “menos sufrimiento” que la producción de foie gras? (…) No creo que nos hayamos hecho todas las preguntas necesarias ni considerado las suficientes opiniones para comenzar a prohibir determinados alimentos sin ningún proceso que guíe estas decisiones”, puntualiza Daniel Rose, el celebrado chef de Le Coucou, considerado uno de los mejores restaurantes franceses de Nueva York. “Solo acepto esta decisión si prohibir el foie gras en Nueva York genera una conversación sobre el estado de la comida en Estados Unidos y la situación de los animales en general”, subraya.

La noticia es una tragedia para las principales granjas de Upstate, que abastecen a los restaurantes de la ciudad: Hudson Valley Foie Gras, La Belle Farm y Rougié, que crían en torno a 350.000 ocas anualmente y que han unido fuerzas creando el Catskill Foie Gras Collective para informar a los consumidores de las consecuencias de esta ley. El colectivo anuncia que recurrirá la sentencia: emplea a más de 400 personas, muchas de ellas inmigrantes, que perderán sus trabajos, y asegura que las ocas son criadas en libertad (no hacinadas en cajas) y en sitios limpios con buena ventilación.

“Las tradiciones que existen desde hace más de 4.500 años no pueden ser abolidas simplemente porque alguien abuse de su poder”, señala Nikola Smatrakalev, director general de Rougié, quien recalca que ninguno de los 51 miembros del Ayuntamiento de Nueva York ha aceptado su invitación para visitar las granjas y ver las condiciones reales de los animales.

“Confiamos en que la ley no llegue a cumplirse”, afirma Marcus Henley, gerente de Hudson Valley Foie Gras, “nos recuerda el enfoque autoritario y fascista de las leyes de bienestar animal: Hitler también prohibió el foie gras en 1933”.

https://elpais.com/elpais/2019/11/13/eps/1573671426_964933.html?rel=str_articulo#1573990037388