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miércoles, 19 de octubre de 2022

_- MÉTODO MONTESSORI Miriam Escacena: “Si en otros países hay escuelas públicas basadas en pedagogía Montessori, deberíamos hacerlo posible en España”

_- Un niño de tres años se divierte en un taller de cocina para aprender a hornear y hacer pasteles.  CAROLINA BP (GETTY IMAGES)

La autora del libro ‘Comunicación con bebés. Mis manitas hablan’ explica que los tres pilares de este método de enseñanza son el propio niño, tener un ambiente preparado y el adulto que acompaña.

Hace años que la pedagogía Montessori dejó de ser una moda, aunque para muchos puede suponer cierta novedad. Sin embargo, nació a principios del siglo XX de la mano de Maria Montessori, “una excepcional maestra italiana que se dio cuenta en la Europa de entreguerras de la necesidad de dar una vuelta enorme a la pedagogía hasta el momento usada en las escuelas”, explica Miriam Escacena, ingeniera de profesión, guía Montessori, autora del libro Comunicación con bebés. Mis manitas hablan y organizadora del congreso gratuito internacional y online dedicado a este método de enseñanza, que se celebra entre el 4 y el 7 de octubre. ¿En qué consiste y qué tiene de particular esta pedagogía? ¿Es accesible para todo el mundo?

PREGUNTA. ¿Ha dejado ya de ser Montessori una pedagogía que está de moda para estar ya plenamente implementada?
RESPUESTA. Yo no diría que está plenamente implementada, pero desde luego que ha dejado de ser una moda si en algún momento lo fue. Cada vez hay un interés mayor en pedagogías alternativas, y entre ellas la de Montessori destaca por su base científica. Cada vez más padres y madres quieren educar a sus hijos desde otra perspectiva, poniendo al niño y a sus necesidades en el centro, y esta destaca por ello. Actualmente, habrá en torno a un centenar de escuelas en España (principalmente en la etapa de cero a seis años). En el directorio Ludus.org podemos observar claramente el incremento de iniciativas de diferentes corrientes. Pero lo que verdaderamente nos hace pensar que estamos ante un cambio de paradigma es el creciente interés de escuelas tradicionales que están llevando a cabo proyectos de transformación en sus aulas, como por ejemplo el colegio público San Benito en Madrid, el Ricardo Codorníu en Murcia, o el C.E.I.P. Antonio Machado en Talavera de la Reina (Toledo).

P. Si tuviera que definir dicha pedagogía con tres ejes, ¿cuáles elegiría?
R. El método Montessori se basa en tres pilares fundamentales: el niño, el ambiente preparado y el adulto que acompaña. En primer lugar, sin duda alguna, el niño en el centro, esa es la base de la pedagogía Montessori. Todo lo que se hace y cómo se hace es para adaptarnos a él y conseguir que desarrolle al máximo todo su potencial. Está claro que cada menor de edad tiene unos ritmos distintos, y con el método Montessori nos adaptamos a ellos.

Por ejemplo, si un alumno tiene interés por las letras a los tres años, desde una pedagogía como Montessori se le acompañará y ayudará a aprovechar al máximo los llamados periodos sensibles, pero también se respetará que otro, a los cinco, todavía no esté preparado a nivel cognitivo para adquirir este aprendizaje. Eso hace que aprendan según sus intereses, con lo que redunda en un aprendizaje mucho más significativo.

Respecto del ambiente preparado, se toma conciencia de la importancia de adecuar el espacio en el que se va a desenvolver el niño, ya que gracias a su mente absorbente irá adquiriendo todos sus aprendizajes, simplemente observando y actuando en el día a día (lo que la doctora Montessori llamó “mente absorbente” hoy sabemos que es la plasticidad cerebral, que es especialmente relevante en la infancia). En este sentido, diseñamos ambientes de aprendizaje y seleccionamos materiales educativos poniendo énfasis en la experimentación sensorial.

Y, por último, es necesaria una preparación del maestro y actuar con un gran amor por el niño. Este es quizá el reto más difícil de lograr, ya que implica cambiar nuestra mirada a la infancia y, poco a poco, desterrar patrones adquiridos de nuestra sociedad que están normalizados, como educar con métodos conductistas basados en premios y castigos, hacer todo por los niños aunque puedan hacerlo (no permitiendo que se desarrolle su autonomía), o desligar las emociones del proceso educativo.

Miriam Escacena, experta en la metodología Montessori.

P. ¿Es el método Montessori para todos?
R. La ratio profesor/alumno que hay en los centros con esta pedagogía hace que sea mucho más fácil atender las necesidades de cada alumno. Por ejemplo, en un aula tradicional puede haber unos 25 niños y un maestro, en una escuela Montessori habrá dos o tres adultos para un grupo de 25. Por tanto, es un método válido para cualquier menor, incluso está demostrada su eficacia en aquellos con necesidades especiales o específicas. Además, se mezclan pequeños de diferentes edades, por lo que en el aula hay materiales educativos para diferentes niveles y, en consecuencia, es más fácil crear un currículo específico adaptado al desarrollo de cada uno.

P. Siguen siendo centros caros. ¿Por qué no logran una financiación para que más niños puedan acceder a ellos?
R. Las escuelas que se basan en esta pedagogía suelen ser iniciativas de familias que defienden otro tipo de educación más respetuosa con la infancia. No reciben dinero ni ayudas de las administraciones públicas, por tanto, en la mayoría de las ocasiones, ven la luz gracias a la inversión del propio patrimonio familiar bajo su propia cuenta y riesgo. Esto forma parte de un debate político que debería abrirse y en el que se cuestionará cuál debería ser el verdadero objetivo de la educación y que tuviese en cuenta la irrupción en nuestro país de iniciativas que defienden nuevos formatos educativos avalados por la neurociencia. En los últimos 40 años llevamos nueve reformas legislativas del sistema educativo español, que se quedan en lo superficial, y ha llegado el momento de plantearse un verdadero cambio. Si en Italia, EE UU e incluso Argentina hay escuelas públicas basadas en pedagogía Montessori, deberíamos hacerlo posible en España.

P. Si una familia no puede costear un centro, ¿cómo puede acceder a sus enseñanzas?
R. Cada vez hay más familias que se forman por su cuenta y están aplicando el método Montessori como filosofía de crianza y educación, y hay cada vez más cursos en los que se da a conocer esta pedagogía también a padres y madres para que puedan aplicarla en casa. Los docentes también se están formando para aplicar el método en sus aulas de escuelas tradicionales, tanto públicas como privadas o concertadas. Por tanto, aunque las familias no puedan acceder a un centro 100% Montessori, sí que pueden encontrar proyectos educativos muy interesantes en escuelas tradicionales, especialmente en la etapa de cero a seis años.



Método Montessori: qué es y qué deben saber los padres a la hora de elegirlo para sus hijos



lunes, 17 de octubre de 2022

No coger al bebé cuando llora o ser rígido con las rutinas diarias: las huellas del conductismo en la crianza actual

     Una madre coge con cariño a su bebé llorando. BEN BLOOM (GETTY IMAGES)

Esta corriente psicológica se olvidaba de las emociones y establecía unas pautas que los padres debían seguir a rajatabla. Se entendía que atender a los niños y ser cariñosos con ellos era una manera de malcriarlos. Afortunadamente hemos avanzado mucho.

A finales del siglo XIX y principios del XX, el enfoque que dominaba en psicología era el psicoanálisis de Sigmund Freud. Sin embargo, poco a poco, una nueva corriente psicológica empezaba a hacer sombra al psicoanálisis con unas ideas radicalmente opuestas. A esta corriente se la conoce con el nombre de conductismo, aunque también se ha denominado behaviorismo, concepto que proviene de la palabra inglesa behaviour (conducta). Y es que el conductismo no se detenía a analizar las emociones, los sentimientos ni ningún proceso interno, sino que solo estudiaba lo que era observable. Por este motivo se centraba únicamente en la conducta y el comportamiento de los niños.

El conductismo nace en la segunda década del siglo XX de la mano del psicólogo norteamericano John B. Watson. En lo que a la crianza y educación se refiere, establecía una serie de principios y recomendaciones rígidas para que madres y padres las siguieran a rajatabla. No se promovía el trato cercano ni la validación de las emociones del menor; más bien, todo lo contrario. Le concebían como una máquina a la que se debía dominar y adiestrar de manera rígida y estricta. Entendían que mostrar amor a los niños o establecer contacto físico con ellos, lejos de ayudarles, reforzaría la dependencia de los menores hacia sus padres. Querían fomentar la independencia y que el niño se hiciera valer por sí mismo desde la frialdad y la exigencia sin cariño. Suelo explicar en numerosas ocasiones que la independencia no es algo a lo que pueda aspirar el ser humano, sino, más bien, a la interdependencia. No podemos olvidar que somos una especie social, de apegos, que nos desarrollamos y vivimos en tribu. A pesar de que estemos hablando de una corriente psicológica de principios del siglo XX, creo que estas ideas y prácticas no resultarán infrecuentes en la actualidad.

Watson, padre del conductismo, publicó en 1928 un libro titulado Psychological Care of Infant and Child en el que daba consejos a las madres sobre cómo se debían relacionar con sus hijos y las invitaba a no besarles ni abrazarles. Además, proseguía, estas no debían, bajo ningún concepto, atender de manera inmediata al niño cuando lloraba, independientemente del motivo del llanto: miedo, tristeza, hambre, cansancio... Lejos de ser una manera afectuosa, respetuosa y cercana de atender al menor, la madre se relacionaba con su hijo como si de una máquina se tratase. Watson decía textualmente en el libro: “Existe una forma racional de tratar a los niños. No abrazarles, ni acariciarles nunca, ni dejarles sentarse en el regazo. Si tiene que hacerlo, bésele una sola vez en la frente al darle las buenas noches. Estréchele la mano por la mañana. Ofrézcale una palmadita en la cabeza si ha realizado un trabajo extraordinario o una tarea muy difícil. Inténtelo. Al cabo de una semana, verá cuán sencillo es ser perfectamente objetiva con su hijo, y amable al mismo tiempo. Se avergonzará del modo sensiblero, empalagoso, en que lo estaba tratando”.

La investigación científica, la neurociencia y el sentido común han demostrado que los niños, como seres vulnerables e inmaduros, precisan de la atención sensible y respetuosa de sus progenitores, quienes son los encargados de atender sus necesidades. A pesar de que hoy se siga escuchando que lo que necesita un niño etiquetado como “malo” o “desobediente” es mano dura, lo que realmente precisa es comprensión, amor y mirada incondicional por parte de sus figuras de referencia. Llama la atención que lo que Watson describía en su libro fue aplaudido en diferentes ámbitos. Al filósofo Bertrand Russell le encantó el libro, la revista Parents Magazine decía que debía estar “en el estante de cualquier madre inteligente” y la publicación Atlantic Monthly lo denominó como “un don del cielo para los padres”.

El conductismo tuvo una enorme influencia en la psicología evolutiva, la educación infantil y la pediatría de aquella época. Los profesionales recomendaban a los padres que se mantuvieran apartados de sus hijos y que fueran rígidos con los tiempos y rutinas para ofrecerles una educación de calidad. Como decíamos antes, más que atender personas de manera individualizada y respetuosa, parece que estábamos hablando de simples máquinas. Por ejemplo, en cuanto a la alimentación, Watson y los conductistas eran partidarios de alimentar a los bebés en horas concretas que no se podían flexibilizar bajo ningún concepto. Nada de alimentar a demanda. A pesar de que el pequeño llorase, debían mantenerse firmes y esperar a que fuera la hora de la comida. Por supuesto, en esos momentos de lágrimas no se permitía tranquilizar ni coger al bebé en brazos porque eso significaba malcriarle y ablandarle.

Con estas pautas y orientaciones tan extendidas de principios del siglo pasado educaron muchas madres y padres a sus hijos. Muchos de los progenitores lloraban al ver sufrir a sus hijos. Algunas madres sabían que aquello que estaban haciendo no era lo adecuado para sus hijos, pero quiénes eran ellas para contradecir lo que las autoridades pediátricas recomendaban sin dudar.

En esos tiempos se entendía que atender a los niños y ser cariñosos con ellos era una manera de malcriarlos. Hoy es cierto que siguen coleando estas ideas, aunque, afortunadamente, hemos avanzado mucho. Hay que reconocer el camino que hemos recorrido, pero no debemos perder de vista que aún hay mucho que recorrer hasta llegar a la meta: entender que los niños son vulnerables y que, nos guste o no, los adultos somos imprescindibles para que crezcan sanos y con una buena salud mental. Si queremos una sociedad sensible, respetuosa y empática, debemos empezar mirándonos a nosotros mismos para poder ayudar a nuestros menores.

*Rafa Guerrero es psicólogo y doctor en Educación. Director de Darwin Psicólogos. Autor de los libros ‘Educación emocional y apego’ (2018) y ‘¿Me acompañas?’ (2022).