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viernes, 5 de enero de 2024

Cuando escribimos a mano memorizamos mejor. No abandonemos la caligrafía.

La generalizada digitalización de la enseñanza empieza a verse cuestionada por estudios y voces que se centran en las ventajas de la escritura frente al teclado.

Caligrafía
Un niño escribe en una escuela de primaria de París, en mayo de 1982.

Dejar de escribir a mano afecta a la capacidad de memorizar. Esa es la conclusión a la que han llegado varios expertos a través de sus investigaciones. Sin embargo, en las últimas décadas la digitalización de los sistemas educativos ha llevado a abandonar progresivamente la caligrafía tradicional. En los países nórdicos, que son un punto de referencia para el resto del mundo, que son un punto de referencia para el resto del mundo, la hiperdigitalización comenzó a principio de la década de 2000 con la inclusión de ordenadores y sistemas electrónicos en las aulas. Poco a poco, estos elementos han reemplazado a la escritura tradicional, hasta el punto de que a finales de 2022 Suecia anunció un plan de digitalización total en sus aulas.

No obstante, dio marcha atrás a principios del pasado verano, con la llegada de la coalición de centroderecha al Gobierno. El detonante fueron los bajos resultados de los alumnos en las Pruebas PIRLS 2021 (Estudio Internacional de Progreso en Comprensión Lectora) —que se hicieron públicos la primavera pasada— en el área de comprensión lectora. 

En contraposición, este mismo curso, Finlandia, otro de los países de referencia en la educación europea, ha completado el abandono de la caligrafía cursiva o inclinada, la propia de los textos dictados en cuadernos, quedándose sólo con la de palo, similar a la mecanografiada.

Las distintas posturas de ambos países revelan una tensión de fondo, en la que numerosos expertos cuestionan la exclusión total de la escritura manual de las aulas y la vida diaria. El escritor y lingüista José Antonio Millán publicó a finales de noviembre Los trazos que hablan (Ariel), un ensayo donde repasa la historia de la escritura desde su nacimiento hace 5.000 años, y donde trata de responder a una pregunta: ¿Es necesario enseñar la caligrafía manuscrita? En conversación con EL PAÍS, Millán responde con rotundidad: “Sí. No tenemos que dejarlo porque la escritura manual está vinculada a nuestro cerebro, a nuestra capacidad de memorizar, a nuestro sistema psicomotor”.

No se trata sólo del ámbito psicológico. Los dos tipos de escritura, la manual y la mecanografiada, tienen diferencias, que analiza el profesor de Psicología del Pensamiento y del Lenguaje de la Universidad de Murcia Javier Marín en ‘Lo que el teclado se llevó: ¿qué hemos perdido al dejar de escribir a mano?’, el artículo que publicó a mediados de septiembre en The Conversation junto a otros dos investigadores. El artículo recuerda una anécdota que se remonta a 1882, cuando el filósofo Friedrich Nietzsche recibe la esfera de escribir Mallin-Hansen, una máquina con teclas. El pensador había comenzado a tener problemas de visión, hasta tal punto que la caligrafía tradicional se había convertido en una odisea para él. Su amigo el compositor Heinrich Köselitz fue uno de los primeros en analizar los efectos del nuevo artefacto en su escritura: los textos de Nietzsche se habían vuelto telegráficos, más escuetos. Su estilo había cambiado.

Más allá de la anécdota, Marín se centra su artículo, coescrito con otros dos profesores, en un aspecto principal: la capacidad de memorizar los contenidos. En su artículo, los investigadores hacen referencia a un estudio de 2021 publicado en Reading and Writing, una revista interdisciplinar, en el que se comparaba la retención a corto y a medio plazo de las palabras que se habían aprendido tecleándolas o escribiéndolas de forma manual. “El recuerdo era mejor cuando se aprendía con el lápiz y papel que con el teclado”, concluyen.

En otro experimento anterior, publicado en Human Movement Science en 2006, un grupo de adultos trataron de aprender un lenguaje asiático. Al acabar, no se notaron apenas diferencias entre aquellos que lo hicieron a mano de los que teclearon, pero pasados unos meses estos últimos habían olvidado gran parte de la información. “Al teclear es más difícil memorizar las palabras”, señala Marín, apuntando a que los mayores recursos mentales que exige el tecleo faltan luego a la hora de recordar.

La memoria no es la única ventaja. “Escribir a mano tiene efectos positivos en el aprendizaje de las letras, en la lectura y en la propia escritura”, recalcaba Karin James, profesora de Ciencias de la Psicología y del Cerebro de la Universidad de Indiana, que ha dedicado toda su carrera al estudio de los efectos de la escritura tradicional en el cerebro, en un artículo publicado en 2019 en la revista científica LDA Bulletin.

Además de la capacidad de memorización, la decena de expertos consultados para este reportaje relacionan la escritura manual con su influencia en el sistema psicomotor. El catedrático de Psicobiología por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Manuel Martín-Loeches, explica: “A la hora de escribir a mano se hace un movimiento más complejo, una secuencia que es la que después hará que se activen zonas del cerebro que nos ayuden a entender secuencias de ideas, de pensamientos”.

Los expertos señalan más beneficios de la escritura a mano. El catedrático de Neurología Marcelo Berthier, que ha estudiado la relación entre el aprendizaje y la caligrafía tradicional, habla del aprendizaje del no uso, que es un fenómeno que consiste en que cuando uno deja de hacer una tarea, la actividad de la red neuronal que se encarga de ella se regula a la baja. “Teclear elimina el componente motor de la escritura”, relata por teléfono.

Otro de los beneficios de la escritura a mano es que favorece la esquematización: aquellos que recurren a la escritura manual tienen mayor capacidad para sintetizar los contenidos que los que lo hacen tecleando. Berthier explica este proceso: “Al teclear, el alumno trata de recoger toda la información que escucha, mientras que al hacerlo a mano no es tan rápido”. Esto provoca, según los investigadores que han ahondado en el tema, que sea más sencillo filtrar lo que se oye al escribir a mano.

No obstante, los teclados tienen otros beneficios que superan a la caligrafía tradicional. Por ejemplo, la mecanografía aporta mayor rapidez a la hora de escribir. Esto se ve reflejado en varios estudios universitarios —de las Universidades de Princeton y la de California, entre otras—que destacan que los usuarios de un ordenador portátil en sus clases escriben 33 palabras por minuto frente a las 22 de los que recurren a la escritura manual.

La escritura manual lleva milenios con nosotros. Los teclados han aportado rapidez, inmediatez y se han convertido en imprescindibles para el día a día de la sociedad. Frente a las tensiones de la digitalización, los investigadores plantean una solución en el sistema educativo: una educación híbrida en la que se empleen los dos tipos de escritura para beneficiarse de ambas. Para los adultos y sus rutinas, recomiendan aquella hecha a mano para tareas diarias que pueden ayudar a memorizar lo que se ha hecho, lo que se va a hacer, y lo que queda por hacer.


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