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domingo, 15 de agosto de 2021

Leonardo Sciascia, 100 años de la conciencia de Italia

Varias reediciones celebran el centenario del autor siciliano, que analizó en su obra lo que todo poder tiene de “hecho criminal”. El tiempo le dio la razón en sus denuncias de la connivencia entre mafia y política

Dos años antes de su muerte, Leonardo Sciascia (Racalmuto, 1921-Palermo, 1989) decidió arremeter no sólo contra la Mafia, piedra negra de su país y de su tierra natal, Sicilia, sino contra aquellos que se aprovechaban de sus denuncias contra esa organización criminal para medrar en los negocios y en la política, entre ellos los líderes visibles e invisibles de la Democracia Cristiana, que dejó morir a Aldo Moro, secuestrado por esa otra banda implacable que fue la sangrienta Brigadas Rojas. En aquel país poseído por el gen más peligroso desde el fascismo de Mussolini, la arriesgada denuncia del hombre que había sido llamado “conciencia de Italia” le costó a Sciascia ataques que él arrostró sin otro apoyo, casi, que el que le dio el periodista más importante de entonces, Indro Montanelli, que dijo que no hacía nada sin pensar qué hubiera hecho en su lugar el autor de Todo modo.

Sciascia sobrellevó aquella polémica como una más de una vida que lo llevó del periodismo a la política y a la ficción literaria. Marcado por aquel asesinato (primavera de 1978) del influyente líder político abandonado por los suyos escribió El caso Aldo Moro, “terrible panfleto escrito cuando la muerte y el crimen atraparon a Italia del todo”, como escribió aquí Rafael Conte. Hasta entonces prácticamente todos sus libros, incluidas las ficciones (como A cada cual lo suyo, 1966, o Todo modo, 1974, reeditados ahora por Tusquets), tuvieron que ver con esa amenaza que removió la conciencia intelectual, política y poética del escritor de Racalmuto.

A cada cual lo suyo es el desarrollo, lleno de humor, de un incidente de cuernos que ocurre en un pueblo sin nombre que se va desarrollando de acuerdo con las instrucciones que hicieron visible el poder de la mafia. No hay en este libro, entre los primerizos de su obra, tan solo un relato de lo que ocurre en un pueblo cuando desvarían sus fortalezas morales, sino una crítica sistemática de los distintos poderes simbólicos manejados por la mafia para chantajear a la sociedad. Todo modo, por otra parte, es quizá la novela más completa en cuanto que reúne en un escenario perfecto para Sciascia, una iglesia que deviene en hotel, a un sacerdote que resulta ser como el capo de una mafia peculiar y a un grupo selecto de funcionarios y políticos que llevan a sus amantes a unos ejercicios espirituales en los que irrumpe dramáticamente el hábito mafioso del chantaje y el asesinato. Un pintor muy conocido, detrás del que se adivina el propio narrador, va interpretando las paradojas crueles que dan de sí las distintas escenas de aquella sucesión de hipocresías, como si estuviera describiendo los distintos estadios a los que llega la Mafia en su sistemática destrucción de instituciones e individuos.

Como suele ocurrir en Sciascia, especialmente en Todo modo, se muestran atisbos de las pasiones literarias que están detrás de su propia escritura, como Cervantes, Borges, Stendhal o los clásicos italianos. A esos escritores literarios él añadía Bertrand Russell y José Ortega y Gasset. Al pensador español llegó por casualidad cuando descubrió (según contó en un artículo publicado en EL PAÍS, donde colaboró habitualmente) en una librería un volumen traído de España por un soldado italiano que aquí hizo la guerra en el bando fascista. “Ortega. Me apasiona. Me ha enseñado tantas cosas. En un momento se le alejó de la cultura contemporánea. Fue una injusticia y un error”.

Como suele ocurrir en Sciascia, especialmente en ‘Todo modo’, se muestran atisbos de las pasiones literarias que están detrás de su escritura Entró en política, como concejal, en Sicilia, de la mano del Partido Comunista, aunque no militó (“estuve cerca del PCI porque era liberal”). A finales de los años setenta del siglo XX aceptó ser diputado del Partido Radical, y como tal presidió la comisión que estudió el asesinato de Aldo Moro, pero luego se cansaría de las servidumbres de ese oficio, que había alternado con la literatura, se retiró a vivir a París, a cumplir con la pasión de escribir y de editar, pues fue colaborador decisivo de la firma Sellerio, donde él descubriría para Italia al entonces (1983) muy joven pensador español Fernando Savater.

El caso Moro, y su interpretación del mismo, lo pusieron al rojo vivo contra la política oficial italiana. Él llegó a decir que semejante proceso representaba “una negación del Estado”. “Se ha querido afirmar contra Moro la existencia del Estado y en realidad era la negación”, dijo en EL PAÍS a José Martí Gómez y Josep Ramoneda. “Un Estado que permite que se pueda secuestrar al presidente del partido político más importante; un Estado que en 55 días no lo consigue más que muerto, y aún porque se le ha indicado el sitio; un Estado que no consigue proteger a ningún ciudadano… Un Estado así no tiene el derecho de afirmar la razón de Estado y de no negociar. La vida del ciudadano inocente está por encima de todo y hay que negociar”.

Su pasión por poner al servicio del compromiso político su propia vocación literaria venía, dijo él, de la experiencia de los pelotones de fusilamiento que ejecutaban a los enemigos de Mussolini, “una visión del poder como hecho criminal”. “El poder del Estado. El poder de la Iglesia. El poder mafioso”. Y serían esos poderes los que, en ficción y en periodismo o investigación, serían las dianas en las que clavó las flechas, a veces proféticas, de la prosa que lo convirtieron en la conciencia de Italia, como fue llamado por sus contemporáneos.

Fue, además, una persona extraordinaria, muy querido en Italia y por donde fue. De ese aspecto humano, uno de sus grandes amigos, el periodista Juan Arias, entonces corresponsal de EL PAÍS en Roma, que sigue en este periódico desde Brasil, nos hizo este apunte: “De Sciascia siempre aprecié su autenticidad. No tenía dobleces ni tampoco se doblegaba. Era austero en su vida e incorruptible. Fiel a sus amigos y siempre reservado. Era la conciencia crítica del país y siempre estuvo fuera de las modas. Era entrañable”.

https://elpais.com/babelia/2021-08-14/leonardo-sciascia-100-anos-de-la-conciencia-de-italia.html

jueves, 2 de agosto de 2018

Saviano: “¿Hemos vuelto a los tiempos de Mussolini?” El autor de ‘Gomorra’ es el intelectual que más se opone al Gobierno, y Matteo Salvini, líder de la xenófoba Liga, se ha querellado contra él por sus opiniones

Matteo Salvini grita y las encuestas burbujean. Anuncia que cierra los puertos en Twitter y su popularidad se dispara. Su estrategia del ruido no tiene límite. Si hace bromas macabras sobre migrantes o acusa sin pruebas a políticos, empresarios o escritores, su parroquia aplaude a rabiar. Y alrededor de él se hace el silencio. Como si el país, más bien su establishment, fuera incapaz de asimilar todavía la coronación de alguien de su naturaleza y siguiese paralizado desde las elecciones de marzo. Sin oposición política y con la clase intelectual y cultural en fuera de juego, una de las pocas voces en medio del ruido es la del escritor Roberto Saviano, amado y odiado a partes iguales en Italia. Un antagonista puro que ha iniciado una guerra sin cuartel contra el matonismo del líder de la Liga que le ha costado ya la amenaza de retirarle la escolta —que le acompaña desde que hace 12 años la Camorra pidió su cabeza tras la publicación de Gomorra— y también la primera demanda. Malos tiempos para la discrepancia.

La querella contra el escritor napolitano, que suele llamar a Salvini “el ministro de la mala vida [término con el que en Italia se alude a la mafia y al crimen organizado]” y le acusó de disfrutar con la muerte de niños en el mar a raíz del último naufragio en el Mediterráneo, ha llegado con el membrete oficial del Ministerio del Interior. Saviano, con sus habituales dificultades logísticas para las entrevistas —viaja en coche blindado con cinco carabinieri—, contesta a través de clips de audio de WhatsApp las preguntas de EL PAÍS. “Lo que ha hecho Salvini significa juzgar a un escritor y movilizar contra la libertad de expresión a un Gobierno entero. Es un acto intimidatorio muy grave secundado por todo el Ejecutivo, ya que nadie se ha distanciado de ello. Este Gobierno no está dispuesto a aceptar críticas, puntualizaciones o análisis del impacto que sus reformas pueden tener en la economía italiana o en la población”.

En la denuncia del ultraderechista Salvini también se alude a las constantes acusaciones al ministro de mantener relaciones con la ‘Ndrangheta’ y de encubrir una suerte de “pacto de no agresión”. “Acepto todas las críticas, pero no permito a nadie decir que ayudo a la mafia. Es una mierda que combato con todas mis fuerzas”, señaló el viernes el ministro en Facebook en un tono y un lenguaje sin sutilezas que han dejado de sonar extraños en Italia. El ministro del Interior y líder de la xenófoba Liga, más allá de la política, empieza a ser corrosivo para el tejido cultural e intelectual del país, que lleva callado todos estos meses.

Por qué existe un cierto silencio en el mundo cultural respecto a lo que sucede? “Quien no se ha expresado en estos meses es porque sabe, como lo sé yo, que a quien hace nuestro trabajo no le conviene hablar. Dicen que yo digo lo que pienso para tener visibilidad. Pero es una visibilidad que provoca millones de insultos en las redes. También la desconfianza de quien debería apoyar mi trabajo. Te condenan al paredón. Nadie tiene el coraje de decir que, en realidad, callan por temor a que lleguen menos propuestas, menos proyectos de trabajo, menos libros, menos periódicos, se compren menos entradas para tus películas o vendas menos discos. Piensan que quien invierte en ti, quiere hacerlo con tranquilidad, sin tener que preocuparse por una declaración que has hecho o una toma de posición política determinada. Pero, ¿por cuánto tiempo podremos soportar esto? ¿De verdad pensamos que lo que está sucediendo es aceptable?”.

Rodillo político
Lo que sucede tiene la forma de enorme rodillo político y cultural. Movimiento 5 Estrellas y Liga, dos formaciones de corte populista sin un sustrato intelectual en las bases, disfrutan de una creciente mayoría absoluta que ha asfaltado muchos de los debates intelectuales que solían brotar con facilidad en Italia. El relato oficial habla hoy de combatir la inmigración, enfrentarse a los socios europeos y buscar nuevos aliados, aprobar una ley de defensa propia a mayor gloria de los lobbies armamentísticos, bajada de impuestos a las rentas altas, descalificaciones a adversarios. “Aunque estén legitimados en las urnas, no pueden traicionar nuestra historia, los valores que nos han traído hasta aquí y han evitado las guerras”, advierte Saviano.

Pero algunos valores cambian y la relación de Italia con Europa, por ejemplo, pasa por un momento incómodo. “Bruselas se ha convertido en el chivo expiatorio. Y no digo que carezca de responsabilidad, al contrario. Pero la dirección la da la política nacional. Italia es rehén de sus dirigentes clásicos desde hace mucho tiempo. Antes de cabrearme con Bruselas, buscaría la responsabilidad de este desastre dentro de nuestras fronteras. Pero atentos, porque el objetivo de Salvini es destruir Europa como la habíamos conocido, produciendo desde el sur un efecto pinza con Putin desde el Este”.

El clima de tensión está especialmente inflamado desde las redes y sin respuesta desde los partidos tradicionales o la encanecida clase intelectual, desarmados digitalmente y faltos de reflejos. “Contra cualquier voz crítica, salen hordas de haters en las redes sociales. Hay falsos economistas, falsos intelectuales, falsos bloggers que difunden fake news. Digo falsos porque no tienen ninguna competencia. Alguno ha leído alguna cosa, pero es imposible confrontar con ellos más allá del insulto. Y son conscientes de lo que hacen. Están pagados para crear una narración contraria, pero más simple e inmediata. Vamos hacia el punto cero de la comunicación. Y quien tiene algo de notoriedad, al final, teme ser atacado personalmente. Si ganas algo, mejor estar callado. Así es como Mussolini atacaba a [Giacomo] Matteotti antes de ser asesinado. ¿Hemos vuelto a los tiempos de esos tiempos? ¿Estamos aceptando como escritores, periodistas, guionistas, actores, escenógrafos no contar nada, no devolverle a nuestro público alguna cosa?”.

 “NO PUEDEN QUITARME LA ESCOLTA POR SER CRÍTICO CON EL GOBIERNO”

La guerra entre Matteo Salvini y Roberto Saviano empezó hace mucho tiempo. Pero alcanzó su punto más grotesco cuando el ministro del Interior amenazó al escritor con retirarle la escolta de cinco carabinieri que lleva desde 2006, cuando el clan de los Casaleses puso precio a su cabeza. Salvini es el titular de la cartera que, entre otras cosas, debería ocuparse de combatir a las mafias y velar por la seguridad personal de jueces y periodistas amenazados. Pero hacía días que no le gustaban las críticas que recibía por parte del escritor a su política migratoria. “Serán las instituciones competentes las que valorarán si corre algún peligro, también porque me parece que pasa mucho tiempo en el extranjero. Valoraremos cómo se gasta el dinero de los italianos. Le mando un beso”, soltó en un programa televisivo.

Salvini sabe que una parte de Italia no traga a Saviano y el debate del coste de su escolta, por muy absurdo que parezca, sirve para despertar las bajas pasiones de una parte de su electorado más radical. Saviano, pasado ya un mes de aquellas palabras, reflexiona sobre la amenaza. “La asignación de la escolta no va en función de la simpatía que se tiene por alguien. No se quita por ser crítico con el Gobierno. Además, no decide el ministro del Interior, sino una oficina para la seguridad personal. Esta arbitrariedad pone en riesgo el Estado de derecho”.

Una arbitrariedad que Salvini aplica a todos sus supuestos enemigos. Esta semana, por ejemplo, aseguró que la ONG española Proactiva Open Arms solo verá Italia en postal. Lo hizo después de ser criticado por su director, Óscar Camps, convertido ya en uno de sus nuevos y electoralmente rentables enemigos. 

https://elpais.com/cultura/2018/07/21/actualidad/1532191972_864253.html?
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