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miércoles, 22 de abril de 2015

El gran álbum de los emigrantes españoles en Estados Unidos. Un libro reúne 327 fotos de la vida de los que se marcharon a hacer las Américas

"Dentro de pocos años, […] aquellos españoles que están en Hawai trabajando por su salvación serán buenos ciudadanos estadounidenses". Este recorte en The Washington Post del 14 de diciembre de 1907 ilustra la llegada de decenas de miles de emigrantes de Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Andalucía, Valencia… entre el último tercio del siglo XIX y comienzos del XX a una tierra que les prometía oportunidades. Campesinos y obreros que no sabían ni una palabra de inglés y con apenas unas monedas en los bolsillos, reunieron el valor de embarcarse a Estados Unidos para huir de la miseria o de un servicio militar obligatorio cuyo probable destino era morir en las guerras norteafricanas.

Las fotos —con la pátina sepia o en blanco y negro— de aquellas vidas han permanecido desperdigadas en álbumes familiares, cajones, cajas o baúles como los que tenía Elena Barquilla en su casa de Trujillo (Cáceres), forrados con periódicos de 1913 y repletos de imágenes de sus bisabuelos en California.

Ahora, un precioso libro, Invisible Immigrants Spaniards in the US (1868-1945),  de James D. Fernández y Luis Argeo, ha reunido 327 fotos y documentos que cuentan la aventura de aquellos españoles que hicieron las Américas. "Mi abuelo paterno, en la cubierta del SS Aquitania. Llegó en 1926 y trabajó de fogonero en Newark", detalla el pie de una de esas instantáneas, en la que se ve a un grupo en el que sobresale la boina negra de Adolfo Losada.

Este gran álbum —en edición bilingüe, inglés y español— de lo que Fernández (Nueva York, 1961) denomina "el heroísmo de lo cotidiano" forma parte de un proyecto que incluye un archivo digitalizado y dos películas ya exhibidas, para alumbrar un capítulo de la historia de España "sobre el que hay mucho desconocimiento", señala el periodista Luis Argeo (Piedras Blancas, Asturias, 1975). “Se ha hablado sobre todo de los que se fueron a Latinoamérica. En EE UU, los españoles fueron invisibles, en comparación con la cantidad de italianos o irlandeses que emigraron”... (foto: españoles en  Mountain View, California)
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2015/03/31/actualidad/1427815418_291816.html

domingo, 26 de enero de 2014

La literatura hispana se convierte en potencia cultural en EE UU. Derribadas las barreras originales, se ha forjado una nueva identidad cuyo catalizador es el español.

El fenómeno de fusión es aplicable a la potencia de su literatura, que se expresa en inglés

Estados Unidos no se entiende si se ignora el español. El significado de toponímicos como Los Ángeles, El Paso, Colorado o Nevada es transparente. Otros conllevan una historia más recóndita, como California, término procedente de las novelas de caballerías, en cuya lectura se forjó la imaginación de los conquistadores, quienes proyectaban sus fantasías sobre la inasible realidad en la que se veían inmersos. California era el nombre de una isla habitada exclusivamente por mujeres donde se asentaban los dominios de la mítica Calafia, la reina negra de Las Sergas de Esplandián (1510). El origen de la latinización de Estados Unidos se remonta a 1848, año en que se firma el Tratado de Guadalupe-Hidalgo, en virtud del cual México cede al poderoso vecino del norte más de la mitad de su territorio nacional a cambio de 15 millones de dólares. La cesión incluía la totalidad de lo que hoy constituyen los Estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México y Texas, así como extensas zonas de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Con las tierras, pasó a pertenecer a otra nación una población cuyo idioma era el español. Tan traumático trasvase selló de manera irreversible el destino bilingüe y bicultural del país, fenómeno reforzado por un flujo migratorio que mantiene permanentemente viva la fuerza de la lengua española y las culturas de que es vehículo.

Es en este vasto contexto donde, tras más de siglo y medio de pervivencia de la tradición literaria en castellano, surge la figura de Rolando Hinojosa-Smith, decano de las letras chicanas, cuyo nombre ha sonado en más de una ocasión como candidato al Premio Cervantes. La propuesta está doblemente justificada, ya que a sus méritos como escritor se añade su valor como representante de una forma de escribir que hunde sus raíces en lo más profundo de nuestra historia literaria.

La obra narrativa de Hinojosa-Smith, de una cohesión admirable, consta de 15 novelas que se integran en una serie conocida como Viaje de la muerte en Klail City. El lenguaje de Hinojosa-Smith remite directa y deliberadamente al de los prosistas castellanos del siglo XV. Un año después de su publicación, Hinojosa-Smith cambió el título originario de la segunda entrega de la serie (Klail City y sus alrededores) por otro tomado de una obra compuesta a mediados del siglo XV por el historiador Fernán Pérez de Guzmán. Imposible encontrar credenciales castellanas más prístinas que estas: Pérez de Guzmán fue bisabuelo de Garcilaso de la Vega, tío del marqués de Santillana y sobrino del canciller Pedro López de Ayala. El guiño de Hinojosa-Smith no se queda ahí. La cuarta novela de la saga lleva el título de una obra de Hernán Pérez del Pulgar que data de 1488 (y por tanto es, al igual que Generaciones y semblanzas anterior a la existencia misma del vocablo América). Hinojosa-Smith se limitó tan solo a cambiar un vocablo: Claros varones de Belken, en lugar del originario Claros varones de Castilla. Belken es el nombre de un condado ficcional de impronta faulkneriana cuya capital es Klail City, una de las ciudades de un valle situado a orillas de la frontera entre Texas y México. Escenario de todas las novelas de Hinojosa-Smith, el valle es un lugar a la vez mítico y real.

Hace unos meses, la editorial Xordica recuperó para los lectores españoles la primera novela de Hinojosa-Smith, Estampas del valle, obra publicada hace más de cuatro décadas, y con la que su autor obtuvo el Premio Quinto Sol. El retraso pone de relieve la falta de atención por parte de nuestro mundo editorial hacia la literatura de los latinos de Estados Unidos. Son varias las ramas que integran esta tradición. La de mayor peso, por razones históricas y de contigüidad geográfica, es la de origen mexicano, seguida de las de procedencia caribeña: puertorriqueños, dominicanos, y cubanos, cada una con sus rasgos distintivos. A ello se suma la producción, considerablemente irregular, que aportan las comunidades oriundas del resto de América Latina. El fenómeno más interesante en relación con los diversos grupos de origen hispánico es la erosión de las barreras que los mantenían separados, lo cual ha desembocado en la forja de una nueva identidad. En Estados Unidos hay inmigrantes de origen mexicano, caribeño, sur o centroamericano, pero todos se sienten latinos o hispanos. El catalizador de este proceso es el español, cuya fuerza se renueva de manera constante gracias al flujo incesante de emigrantes. Este fenómeno de fusión se aprecia también en la literatura, aunque es preciso señalar que el vehículo expresivo es (incertidumbres futuras aparte) mayoritariamente el inglés.
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