Mostrando entradas con la etiqueta tavernier. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta tavernier. Mostrar todas las entradas

miércoles, 31 de mayo de 2017

Entrevista a Bertrand Tavernier. En defensa del cine “La derecha y algunos ignorantes de la izquierda quieren terminar con el cine”

El cineasta firma una apasionada declaración de amor por el cine francés en Las películas de mi vida, una "autobiografía visual" testimonio de su admiración, con la que, además, denuncia la amnesia cinematográfica y la obligación social y política de defender el cine

No es un milagro. Es puro y contagioso amor por el cine. Después de ver las más de tres horas de Las películas de mi vida, de Bertrand Tavernier, lo único que de verdad quieres en ese momento, en la oscuridad de la sala de cine, es más cine, quieres ver las 94 películas que este gigante del cine francés ha mencionado en esta apasionante "autobiografía visual". “Es un testimonio de mi reconocimiento, de mi admiración, de mi respeto”, dice el cineasta, que propone en su película un excitante viaje personal por el cine francés desde los años 30 hasta los 70, en que él mismo se convirtió en director.

Estrenada en Cannes, la película que inauguró después Zabaltegi en el Festival de San Sebastián, es una de las declaraciones de amor por el cine más emocionantes de los últimos tiempos. Gemela de las que ha hecho Martin Scorsese en A Personal Journey with Martin Scorsese Through American Movies (Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano) e Il mio viaggio in Italia (Mi viaje a Italia), la película es, además, un elocuente documento de defensa del cine, en un momento en que “los políticos de derechas y algunos ignorantes de la izquierda quieren terminar con él”.

Todo comenzó en la cama de una clínica de los Alpes, donde el pequeño Bertrand Tavernier se curaba de tuberculosis. Allí vio Dernier atout, un divertido policíaco con el que debutó Jacques Becker en 1942, y allí empezó su emocionante viaje por el cine. Jean Renoir, Melville, Marcel Carné, Godard, Truffaut, Bresson, Louis Malle, Jean Vigo, Claude Sautet, Jacques Demy, Julien Duvivier… Y el inmenso actor Jean Gabin.

Hay mucho Jean Gabin en esta película…
Jean Gabin es Francia. Es el símbolo del compromiso con Francia. Hizo muchas películas muy buenas. Eso nunca es una coincidencia. Es importante saber que el gobierno de Vichy le hizo muy buenas ofertas para que se quedara durante la guerra, pero él decidió irse a EE.UU. y solo volvió para ponerse del lado de la Francia Libre de De Gaulle. Jean Gabin es uno de los que más me ha impresionado en el cine. Además, su francés era realmente extraordinario.

¿Por qué ha hecho esta película?
Por agradecimiento a los cineastas que forman parte de mi vida, porque quiero que todo el mundo tenga el mismo amor que tengo yo por estas películas. Por la humanidad, la emoción, la exigencia… Dos o tres veces hablo en la película de mis ‘shocks’. Todas las películas que nos encantan son un shock. Y haciendo este trabajo, descubrimiento tras descubrimiento he ido encontrando otras películas, a veces de un modo demasiado pintoresco, que también me han encantado. La mayoría las descubrí en cines de barrio. Veía una de Melville y solo pensaba que quería ver más películas de ese director.

¿Las películas de mi vida es también una forma de llamar la atención sobre la obligación de defender el cine?
Hay que defender como sea el cine y también su industria que, por cierto, crea muchos puestos de trabajo. Pero los movimientos políticos de derechas y algunos ignorantes de izquierda quieren terminar con él. Me alegro muchísimo de que la gente del cine en Francia se haya preocupado por la política, porque así es cómo estamos evitando que se carguen el cine.

Usted preside el Instituto Lumière, que se dedica a la conservación, ¿cuánto hay en su película de esa necesidad de conservar el cine?
Mucho, es un grave problema en el mundo. Aunque Francia empezó pronto a comprar películas para salvarlas. Es muy muy importante el trabajo que hace Martin Scorsese en The Film Fundation.

Inevitable hablar de las dos películas de Scorsese sobre el cine de EE.UU. y el italiano. Admiraba y admiro mucho lo que hizo, ¡alguien que dedica su tiempo a hacer una película sobre el cine de EE.UU. y otra sobre el cine italiano! Reconozco que me emocionó más lo que hizo del cine italiano. Y yo hacía mucho que tenía ganas de hablar del cine francés, por eso este testimonio de mi reconocimiento.

¿Sentir admiración hacia el trabajo de otros influye en el trabajo propio?
Mucho. Yo quería rendir de una manera muy espontánea mi admiración. Diría, además, que si tienes facilidad para admirar lo de otros, creces mucho y no pierdes el tiempo mirándote a ti mismo, que es lo que hacen muchos en el cine. Y la admiración puede tener múltiples caras.

Usted, que fue jefe de prensa de la Nouvelle Vague, no la menciona en la película. ¿No le parece importante en la historia del cine francés?
No era un movimiento, no tenían nada en común. No compartían, como Renoir, René Clair, Marcel Cané… el realismo poético. Nouvelle Vague no quiere decir nada, cada uno de ellos tenía una sensibilidad distinta. Lo único es que rodaban con cámara ligera, rápida. No quiero hablar de la Nouvelle Vague, lo que me interesa es el genio de Godard, el talento de Truffaut, de Agnès Varda… La Nouvelle Vague parece lo más importante del cine francés, pero eso es solo por ignorancia y por esa tendencia fanática de la crítica. Yo amo el cine, no le pongo etiquetas. Eso no quiere decir que no tenga espíritu crítico, que, por cierto, empieza a ser muy raro en este mundo de ‘las cifras de recaudación’. Cahiers du Cinema, que es una revista muy importante, hizo mucho daño al cine anterior a los años cincuenta. Dictaban sentencia.

Parece que sufrimos una especie de amnesia histórica del cine, ¿usted qué opina?
Lo mismo. Y la amnesia no es una cualidad. No se puede reducir la historia del cine a unos años, olvidando, por ejemplo, el cine de la ocupación en Francia. Es como decir que el cine español nace con Almodóvar, ¿y todo lo de antes? Saura, por ejemplo. ¡Esos cineastas consiguieron sobrevivir con Franco! Sin embargo, hay directores en España que tratan de demostrar que no existieron las películas anteriores. A partir del momento en que aceptamos la dictadura de la facilidad descarrilamos. En Francia pasa un poco igual. Y en EE.UU., aunque no pasa con Scorsese, Coppola, Robert Altman, herederos de Howard Hawks, Lubitsch, Preminger, John Ford… Podríamos acordarnos un poco más de ellos, valdría la pena.

Usted ha aprendido mucho del pasado del cine francés…
Del pasado siempre se aprende algo, pero hay que intentar no quedarse en él. Me enferma la nostalgia. Las películas francesas de la primera mitad del siglo XX hablaban de cosas de mucha actualidad hoy, de los inmigrantes, de los trabajadores, de la guerra, la ecología… Luego en la segunda mitad, el cine francés se olvidó de los obreros. Si el cine se olvida de la clase obrera empiezan a ganar terreno los ultraderechistas. La memoria es fundamental y es una cosa que te exige tiempo y el tiempo es lo que hace que dejemos a un lado lo superficial y lo estúpido. Hay que olvidarse de lo estúpido y curar heridas.

¿Siente que en Francia hay respeto por el cine?
Hay una buena parte de productores que no quieren que haga la segunda parte de la película, a partir de los años 70, y, sin embargo, es una de las que mejor se ha vendido en el extranjero, en todos los países. Esta se ha hecho gracias a Pathé y Gaumont, que no son cualquiera. Pero constantemente escucho a los productores decir que este tema no le interesa al público. Lo mismo he escuchado en otros momentos de mi carrera de la Guerra del 14, de la escuela y la educación, de la policía… En efecto, creo que muchas instituciones que deberían luchar para proteger la memoria del cine, no lo hacen. Pero, en general, hoy no se lucha mucho por nada, ni por la televisión pública, ni por la escuela, ni por la sanidad, ni por la cultura…

La opción ha sido hacer una serie para televisión.
Sí. Son ocho capítulos de una hora. No habrá segunda parte de la película porque no encuentro el dinero, pero sí hay dinero para la serie de televisión.

@begonapina

Fuente: http://www.publico.es/culturas/bertrand-tavernier-derecha-y-ignorantes.html

lunes, 22 de mayo de 2017

Si el cine francés se olvida de la clase obrera, el resultado es Marine Le Pen"

Bertrand Tavernier (Lyon, 1941) no había nacido cuando se estrenaron la mayoría de Las películas de mi vida, su nuevo filme. Pero sus raíces e infinito conocimiento de la industria francesa le convirtieron en una enciclopedia de directores, luchas obreras y gustos estéticos del cine de aquella época. El documental se cuenta en tres horas de visionado, 94 películas y 582 extractos de lo que él considera la excelencia gala.

Eso sí, hasta 1970. Ese fue el año en el que Tavernier se estrenó como director y, como confesó durante la promoción, cuando su cine entró en conflicto con el de los demás. Esto no le hizo perder la devoción por sus colegas ni trasladó su mirada hacia su propio ombligo, como critica a muchos directores. La admiración constante y la consigna de que "el cine debe ser social y político" le convirtieron en uno de los nombres más respetados del séptimo arte.

El hombre que nos dio grandes obras como La vida y nada más y Hoy comienza todo usa su último filme como una lección de humildad y de historia: la que se cuenta a través de la pantalla y, en ocasiones, tiene más memoria que la clase política. Reconoce que Francia vive un periodo convulso y que lo peor -Marine Le Pen- está por llegar. Pero también tiene esperanzas en la nueva generación de cineastas, aquella que se olvida de la nouvelle vague para empaparse de la fibra social de sus antecesores. Todo, por supuesto, con un aire muy francés.

Dicen que para ser un buen escritor hay que ser un lector voraz, ¿ocurre lo mismo para ser buen director?

Es cierto que muchos grandes directores son unos espectadores extraordinarios. Gente como Jacques Becker, Tarantino, Michael Powell o la práctica totalidad de cineastas italianos.

En nuestro oficio es necesario estar al corriente de lo que se hace alrededor de uno mismo, aunque solo sea para evitar errores. Para no volver a inventar la pólvora, como yo les digo a mis estudiantes. Porque se creen que son los pioneros en todo, pero hay muchísima gente que ha inventado la pólvora antes.

Las películas de mi vida llega hasta 1970, justo cuando comenzó a hacer cine. ¿Es más complicado mostrar admiración por sus coetáneos? ¿Separar su éxito del suyo propio?

En parte sí, porque en ese momento tenía un conflicto de intereses entre mis películas y las películas de los otros. La otra razón es que el periodismo actual es muy suspicaz. Podrían haber dicho que incluyo las películas que han sido financiadas por las mismas personas que pusieron dinero en las mías. O que digo cosas buenas de un actor por amiguismo, o porque ha trabajado conmigo.

Martin Scorsese hizo lo mismo en Il mio viaggio in Italia (Mi viaje a Italia) y Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano.

Justo. Él se detiene en el año en el que se convierte en director. Cuando eres director, tienes orgullo de lo que haces y no te detienes a compararte con otras personas. No debes, al menos.

Y además, el tiempo me permite tomar distancia para una película como esta. La memoria es uno de los temas principales La memoria es algo que requiere tiempo, porque el tiempo es lo que sana las querellas y las luchas estúpidas. Permite olvidar todo lo que sea superficial.

Al despertar el día, La bestia humana y casi todas las películas de su filme son muy políticas. Sin miedo a posicionarse con la clase obrera en plena época del Frente Popular. ¿Se ha perdido eso?

Sí, el cine captó de forma maravillosa épocas como la del Frente Popular. Los directores sabían filmar a los obreros, entrar en contacto con su rutina. Pero también hubo un gran número de cineastas que rodaban más a gusto con los medios ricos y elitistas que en un entorno proletario.

A partir de la mitad de los años 60, los obreros desaparecen del cine francés. Los jóvenes cineastas se prestaron más a las historias autobiográficas y, a su vez, los partidos de izquierda franceses perdieron el interés por la clase obrera. Si el cine francés y la política de izquierdas se olvidan del proletariado, el resultado es Marine Le Pen.

En la última década, el cine francés ha recuperado historias sobre la crisis y la precarización de la clase media. La ley del mercado, El capital o Dos días y una noche. ¿Por qué no cala ese mensaje?

Creo que el cine puede muchas cosas, pero no lo puede todo. El cine francés actual, desde hace quince años, ha vuelto a descubrir al mundo obrero. Cineastas como los que mencionas, Stéphane Brizé, Jacques Audiard o Philippe Lioret, lo han hecho de forma estupenda. Tienen más conocimiento de nuestra sociedad y han hablado mejor de lo que ocurre Francia que muchos políticos.

En España, nuestro presidente admitió que no ve películas españolas. ¿Ocurre eso en Francia? ¿Es una muestra de su desinterés?

El cine ha lanzado señales de alarma. Hay muchos documentales y películas que alertan de los problemas sociales y ha habido una sordera espantosa por parte de los políticos. Ellos tampoco ven nuestras películas, no conocen el mundo real como nosotros.

Por ejemplo, en Francia tenemos a una política -no diré su nombre- responsable de los asuntos relacionados con la pobreza. Vio mi película Hoy comienza todo -estrenada en 1999- hace cuatro años. Cuando la vio, me dijo: "es increíble, aparecen todos los dramas sociales de la actualidad". Es cierto que aparecen, pero no les interesan. Ella está en el poder desde hace cinco años y no ha adoptado ninguna medida para subsanarlos.

En la película utiliza a menudo el calificativo "muy francés" para referirse a actores, a un plano o a la música. ¿Cómo definiría ese adjetivo?

Hay películas que se desposan con la identidad de su país. Pero en el cine francés se han abierto muchas corrientes complejas. Por ejemplo, algunos grandes cineastas estaban marcados por el cine norteamericano y lo conocían muy bien. Jacques Becker, por ejemplo, tomaba el ritmo de Hollywood, pero hacía películas muy francesas sobre la realidad y la sociedad francesas.

Jean Pierre Melville también se alimentó solo del cine americano y hacía películas en homenaje a esa industria. Lo gracioso es que nunca llegaron a proyectarse allí porque tenían un tono tan especial, tan personal, que no gustaban a aquella audiencia. Él y otros muchos directores ponían algo original. Daban un color y una ironía propios de aquí.

También ocurría con los exponentes de la nouvelle vague. Truffaut y su pasión por Hitchcock o Rivette por Howard Hawks. ¿La admiración ennoblece el oficio de director?

Me encanta esta pregunta. Yo pienso que sí, claro. Primero, me gustan los directores clásicos de cine norteamericano porque son muy modernos. También me gustan los directores actuales: Tarantino, Steven Soderbergh, Alexandre Payne y muchísimos más.

Creo que la admiración hacia las personas que han existido antes que uno mismo es un sentimiento muy gratificante. Victor Hugo escribió: "yo conozco a muchos autores que se resecan por su falta de admiración". Yo también he conocido a muchos cineastas que solo están interesados en sí mismos y su obra se encoje cada vez más, se hace menos interesante con los años. La gente que está al día, abierta al cine del resto del mundo, en cambio, ha rodado películas extraordinarias hasta el final de sus vidas.

En la otra cara, ¿qué peligros tiene que un cineasta se estanque en el pasado?

Mi película no es en absoluto nostálgica. Está llena de admiración, es pasional, pero en ningún momento digo que ese cine sea mejor que actual. Creo que hay películas excepcionales y que, en cualquier caso, el cine francés está muy vivo. También tiene muchos problemas, pero siempre los ha tenido.

En su película, por la época, no aparecen mujeres cineastas. Hoy en día existe una generación muy importante de directoras francesas: Sophie Marceau, Celine Sciamma o Maïween le Besco. ¿Diría que la escasa paridad es uno de los problemas de la industria?

Estoy encantado de que haya mujeres cineastas. Ha sido una tarea difícil. En los años 30 había dos y no había ninguna mujer política. El cine no mostraba una situación formidable, pero ganaba dos a cero a la política. Tuvimos que esperar hasta 1946 para que una mujer saliese electa en Francia.

Sí, esta industria ha sido una profesión de hombres también por razones físicas. Entraron más mujeres cuando la técnica evolucionó y hubo cámaras más ligeras y menos proyectores. Por supuesto, han existido mujeres que tuvieron un papel importante en la liberación femenina de la industria. En mi película subrayo sus guiones o su trabajo en el equipo.

Pero es cierto que los directores lo monopolizaban todo. En los años 40 había dos mujeres, en los 50, tres. Ahora hay muchas más y varias están seleccionadas para el festival de Cannes. Es un avance progresivo, pero por fin hay mujeres cineastas.

En la película utiliza a menudo el calificativo "muy francés" para referirse a actores, a un plano o a la música. ¿Cómo definiría ese adjetivo?

Hay películas que se desposan con la identidad de su país. Pero en el cine francés se han abierto muchas corrientes complejas. Por ejemplo, algunos grandes cineastas estaban marcados por el cine norteamericano y lo conocían muy bien. Jacques Becker, por ejemplo, tomaba el ritmo de Hollywood, pero hacía películas muy francesas sobre la realidad y la sociedad francesas.

Jean Pierre Melville también se alimentó solo del cine americano y hacía películas en homenaje a esa industria. Lo gracioso es que nunca llegaron a proyectarse allí porque tenían un tono tan especial, tan personal, que no gustaban a aquella audiencia. Él y otros muchos directores ponían algo original. Daban un color y una ironía propios de aquí.

También ocurría con los exponentes de la nouvelle vague. Truffaut y su pasión por Hitchcock o Rivette por Howard Hawks. ¿La admiración ennoblece el oficio de director?

Me encanta esta pregunta. Yo pienso que sí, claro. Primero, me gustan los directores clásicos de cine norteamericano porque son muy modernos. También me gustan los directores actuales: Tarantino, Steven Soderbergh, Alexandre Payne y muchísimos más.

Creo que la admiración hacia las personas que han existido antes que uno mismo es un sentimiento muy gratificante. Victor Hugo escribió: "yo conozco a muchos autores que se resecan por su falta de admiración". Yo también he conocido a muchos cineastas que solo están interesados en sí mismos y su obra se encoje cada vez más, se hace menos interesante con los años. La gente que está al día, abierta al cine del resto del mundo, en cambio, ha rodado películas extraordinarias hasta el final de sus vidas.

En la otra cara, ¿qué peligros tiene que un cineasta se estanque en el pasado?

Mi película no es en absoluto nostálgica. Está llena de admiración, es pasional, pero en ningún momento digo que ese cine sea mejor que actual. Creo que hay películas excepcionales y que, en cualquier caso, el cine francés está muy vivo. También tiene muchos problemas, pero siempre los ha tenido.

En su película, por la época, no aparecen mujeres cineastas. Hoy en día existe una generación muy importante de directoras francesas: Sophie Marceau, Celine Sciamma o Maïween le Besco. ¿Diría que la escasa paridad es uno de los problemas de la industria?

Estoy encantado de que haya mujeres cineastas. Ha sido una tarea difícil. En los años 30 había dos y no había ninguna mujer política. El cine no mostraba una situación formidable, pero ganaba dos a cero a la política. Tuvimos que esperar hasta 1946 para que una mujer saliese electa en Francia.

Sí, esta industria ha sido una profesión de hombres también por razones físicas. Entraron más mujeres cuando la técnica evolucionó y hubo cámaras más ligeras y menos proyectores. Por supuesto, han existido mujeres que tuvieron un papel importante en la liberación femenina de la industria. En mi película subrayo sus guiones o su trabajo en el equipo.

Pero es cierto que los directores lo monopolizaban todo. En los años 40 había dos mujeres, en los 50, tres. Ahora hay muchas más y varias están seleccionadas para el festival de Cannes. Es un avance progresivo, pero por fin hay mujeres cineastas.

Fuente:
http://www.eldiario.es/cultura/cine/Bertrand-Tavernier-cine-frances-Marine-Le-Pen_0_637986533.html