miércoles, 20 de marzo de 2024

Los mejores ejercicios para el dolor de cuello.

Si pasas mucho tiempo sentado o en tu teléfono, mejorar tu postura y fortalecer tu espalda sería muy útil.

A close up profile image of a woman's neck as she holds her head up.
Credit...Isabelle Zhao for The New York Times
A close up profile image of a woman's neck as she holds her head up.
Los expertos calculan que hasta un 80 por ciento de las personas experimentarán algún tipo de dolor cervical en su vida y que hasta la mitad de los estadounidenses lo padecería en 2023.

Ya sea como episodio aislado durante unos días o como dolencia más crónica, el dolor de cuello lo tenemos “prácticamente garantizado”, afirmó Ram Alluri, profesor clínico adjunto de cirugía ortopédica en la Facultad de Medicina Keck de la Universidad del Sur de California, especializado en cirugía de la columna vertebral.

Aunque nada puede evitar esas molestias totalmente, hay cosas que puedes hacer para reducir las probabilidades de padecerlas. Empieza por fortalecer los músculos del cuello y la columna vertebral y, como es lógico, esfuérzaste por mejorar la postura.

El dolor de cuello empieza en la columna
Aunque algunas veces el dolor de cuello es consecuencia de accidentes, caídas u otros acontecimientos traumáticos, la mayoría de las veces se debe a movimientos cotidianos como sentarse en el sofá, trabajar en la computadora, comer en la mesa o conducir, explicó Julia Bizjack, fisioterapeuta ortopédica de la Clínica Cleveland.

Cuando se es joven, encorvarse sobre la computadora portátil durante ocho horas quizá no tiene mucho impacto, pero a medida que se envejece, los discos de la columna vertebral, que actúan como amortiguadores, pierden su eficacia, un padecimiento que se conoce como discopatía degenerativa, comentó Alluri y agregó que el factor principal de esta enfermedad, que es un tipo de artritis, es la genética. Sin embargo, evitar hábitos poco saludables, como fumar, puede prevenirla, porque fumar puede acelerar la degeneración de los discos.

La mejor manera de prevenir el dolor de cuello es fortalecer los músculos paraespinales o paravertebrales, que se extienden desde la base del cráneo a lo largo de la columna vertebral, sostienen la espalda y ayudan a mantener la postura, junto con los músculos abdominales.

“Si esos músculos pueden mantenerse fuertes pueden evitar el aumento de movimiento a nivel del disco y las articulaciones, y eso puede minimizar o eliminar el dolor de cuello”, dijo Alluri.

Un metanálisis de 2023 descubrió que es muy probable que el ejercicio de fuerza, el estiramiento y caminar reduzcan la recurrencia del dolor de cuello. Además, Bizjack comentó que fortalecer los músculos de la parte superior de la espalda, el pecho y el tronco ayuda a mantener el cuerpo en posición erguida, lo que también contribuirá a prevenir el dolor de cuello.

Fortalecer la espalda para proteger el cuello La mayoría de las personas pierden fuerza en la parte superior de la espalda (incluidos los músculos paravertebrales) a medida que envejecen, tengan o no artritis. Esto hace que los hombros y la cabeza se inclinen hacia delante. La mejor manera de contrarrestarlo es fortalecer los músculos de la espalda y los hombros que mantienen el torso erguido, en lugar de encorvado. Puedes empezar en casa, sin pesas ni equipo, con algunos ejercicios específicos para el cuello.
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Isabelle Zhao for The New York Times

Uno sencillo que se puede hacer en casa o en el trabajo se realiza en una silla con respaldo. Coloca la mano sobre la frente y empuja hacia delante contra ella tan fuerte como puedas mientras sujetas la cabeza hacia atrás con la mano. Empuja durante 10 segundos, relaja y repite tres veces. También puedes hacer este ejercicio con la mano en la nuca, empujando la cabeza hacia atrás.

Otro ejercicio que puedes hacer en casa para fortalecer el tronco, la espalda y los hombros es la plancha, ya sea con los brazos estirados o apoyándote en los codos.

Si tienes pesas a tu alcance, puedes trabajar la parte superior de la espalda haciendo un remo vertical con mancuernas. En este ejercicio, sujeta una mancuerna en cada mano mientras estás de pie y dobla la cintura hasta que el pecho quede paralelo al suelo, con las rodillas ligeramente flexionadas. Junta los omóplatos y levanta las mancuernas hacia la cintura. Si tienes acceso a un gimnasio, Bizjack recomendó los jalones laterales con máquina en lugar de levantar mancuernas, porque es más fácil mantener la postura.

Aunque Bizjack explicó que no hay ningún ejercicio en particular que le recomendaría evitar a la gente, dijo que es importante mantener una buena postura cuando se hace entrenamiento de fuerza, y como siempre, parar si algo duele.

Siéntate erguido
Bizjack afirmó que, aunque tener músculos paravertebrales fuertes ayudarán a evitar que los hombros y el cuello se joroben, también es importante esforzarse de manera consciente para superar la mala postura. Ya sea que estés frente a la computadora, conduciendo o viendo la televisión, asegúrate de que tus hombros estén levantados y hacia atrás, no encorvados. La cabeza debe estar alineada con la espalda recta, no inclinada hacia delante.

Imagina que quieres verte lo más alto posible y piensa en alargar la columna como si hubiera un hilo desde la parte superior de la cabeza hasta el techo. Cuando trabajes en tu computadora, ajusta la altura de tu escritorio o de tu monitor para que esté a la altura de los ojos, lo cual evitará que inclines la cabeza hacia delante mientras trabajas.

Bizjack recomendó escribir “postura” en una nota adherible y ponerla sobre tu computadora. También puedes programar recordatorios periódicos en tu teléfono o en tu monitor de actividad física para estar atento a tu postura, sobre todo si pasas muchas horas en el escritorio o en el auto.

Al conducir (o al sentarte en la silla de tu oficina) asegúrate de contar con un apoyo lumbar adecuado que te ayude a permanecer erguido. En lugar de inclinarte hacia delante sobre el volante, lleva la cabeza un poco hacia atrás, hacia el reposacabezas, en línea con la columna vertebral.

Por último, pon atención a cómo utilizas el teléfono. Estar encorvado sobre este durante horas acabará por provocarte dolor cervical.

Si vas a pasar la noche leyendo, o subiendo y bajando por la pantalla del teléfono, Bizjack recomienda apoyar el dispositivo sobre una almohada. Acerca el teléfono lo suficiente para que puedas mantener la cabeza erguida, en lugar de inclinarte hacia delante, y haz pausas o cambia de postura —aun cuando estés bocarriba— para que el cuello descanse.

Hilary Achauer es escritora independiente especializada en salud y forma física.

Cómo evitar el dolor de hombros. Este malestar dificulta la vida diaria y el sueño. Ponlo a raya con estos hábitos de ejercicio inteligente. 

Jonathan Glazer, el director judío de ‘La zona de interés’ que se atrevió a señalar a Israel desde los Oscar.


Actress Sandra Hueller, director Jonathan Glazer and actor Christian FriedelJonathan Glazer, en el centro, junto a los actores Sandra Hüller y Christian Friedel, en la rueda de prensa el pasado mes de mayo, en

Organizaciones judías en EE UU y políticos israelíes cargan contra el contundente discurso del cineasta británico, autor de culto con solo cuatro películas y veterano del vídeo musical.

“Todas nuestras decisiones [a la hora de hacer la película] buscaban reflejarnos y confrontarnos en el presente. No para decir ‘Mira lo que hicieron entonces’, sino ‘Mira lo que hacemos ahora’. Nuestra película muestra adónde nos lleva la deshumanización”. Así arrancaba el discurso de Jonathan Glazer (Londres, 58 años), con el Oscar a mejor película internacional en la mano por La zona de interés, la película que llevó el drama de Auschwitz hasta la última edición de los Oscar. “Ahora comparecemos aquí como hombres que se niegan a que su judaísmo y el Holocausto se vean secuestrados por una ocupación que ha llevado al conflicto a tantas personas inocentes, ya sean las víctimas del 7 de octubre en Israel o del ataque que se está llevando a cabo en Gaza”. Uno de los grandes realizadores de los vídeos musicales de los noventa, el director de cuatro filmes considerados de culto, el artista que ha sido capaz de transmitir en las salas de cine el horror de los campos de exterminio nazi sin que se vea ni una imagen de víctimas, salió el domingo de la gala de los Oscar reforzado como un creador con voz propia, sin miedo ni autocensuras.

Con su discurso logró un aplauso tibio en el patio de butacas del teatro Dolby, pero confirmó su idiosincrasia: Glazer ni quiere ni necesita casarse con nadie. Ahora bien, más allá de Los Ángeles, la respuesta no ha sido calma. En Israel, pese a la alusión directa, el discurso ha sido ignorado. Uno de los pocos ministros que ha respondido ha sido el de Diáspora y Lucha contra el Antisemitismo, Amijai Chikli. “No tengo ni idea de cuál es el nombre del tonto útil de turno que eligió anoche clavar un cuchillo en la espalda de su gente”, escribió un día después de los Oscar en la red social X, con una foto de Glazer en Los Ángeles, y le calificó de “judío autoantisemita” para el que “no hay perdón”. Danny Danon, diputado del mismo partido, el Likud, que lidera el primer ministro Benjamín Netanyahu, consideró “una vergüenza que un director judío se aproveche del escenario que le dieron para hacer declaraciones antisemitas comparando el Holocausto con la guerra inevitable que nos fue forzada”. Al tratarse de los Oscar, quien más ha cargado contra el cineasta no han sido los políticos israelíes, sino organizaciones judías con sede en Estados Unidos. La Liga Antidifamación subrayó que “Israel no secuestra el judaísmo o el Holocausto al defenderse de terroristas genocidas”, por lo que el discurso fue “incorrecto en los hechos y moralmente censurable”, mientras que el Congreso Judío Mundial lo definió como “una afrenta a la memoria de quienes sufrieron los horrores del Holocausto”.



Una imagen de 'La zona de interés', con el jardín de la casa del comandante de Auschwitz y, al fondo, el campo. 

Sin embargo, todas las consideraciones sobre el discurso se olvidan de la parte final del agradecimiento. Glazer rodó justo al lado del campo de Auschwitz (con la aprobación del Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau) en pos de resucitar la atmósfera, y dedicó el Oscar a una anciana polaca, Aleksandra Bystroń-Kołodziejczyk, a la que conoció antes del rodaje y que formó parte de la resistencia con tan solo 12 años. A las pocas semanas de conocerla Glazer, falleció. El equipo rodó en su casa, pegada al muro del campo, que ella rodeaba en bici para dejar manzanas (en uno de esos paseos encontró una partitura compuesta por el preso Joseph Wulf, que sobrevivió) para los presos. La bicicleta y los vestidos de Bystroń-Kołodziejczyk aparecen en La zona de interés, cuando en una secuencia nocturna se ve a una chica realizando la misma acción: escondiendo comida para los prisioneros. Una década con la película

Porque Glazer ha estado casi una década preparando La zona de interés, adaptación muy libre de la novela homónima de Martin Amis, que llegó a ver acabada la película antes de fallecer el mismo día en que el filme se estrenó en Cannes, donde ganó el Gran Premio del jurado. Meses después, en el certamen de San Sebastián, el cineasta, en una entrevista con el EL PAÍS, explicó que de pequeño le impresionó de niño ver imágenes del vandalismo de la noche de los cristales rotos: “Gente físicamente como mi padre, mis tíos, yo mismo, aparece recogiendo las lunas destrozadas de los escaparates. Como niño no entendía qué pasaba, pero me provocaba un sentimiento perturbador. Y lo mismo ocurría con los peatones que, sencillamente, veían sin actuar ni ayudar. ¿Por qué esa pasividad?”. Así buscó “la esquina de la historia desde donde encarar esos acontecimientos, un planteamiento que no hubiera surgido antes en pantalla”. En 2014 leyó una crítica de la novela homónima de Martin Amis, y sin leer el libro, solo con la reseña, le pidió a su productor, James Wilson (que recogió el Oscar con él, y que en la temporada de premios ha sido bastante beligerante contra cierta “simpatía selectiva”), que lo comprara. “Aunque el personaje del comandante creado por Amis es ficticio, yo indagué en las personas reales, y eso me supuso un largo viaje”. Por eso en la película los protagonistas sí portan los nombres auténticos: el comandante de Auschwitz Rudolf Höss y su esposa, Hedwig.

Actress Sandra Hueller, director Jonathan Glazer and actor Christian Friedel.

El londinense aseguraba en septiembre: “Seamos honestos. Nadie nace como asesino de masas, sino que paso a paso la pasividad, el querer ser aceptado, les lleva a ese destino. Esa escalada se da incluso hoy en día”, palabras que se han vuelto aún más relevantes desde el pasado 7 de octubre, cuando estalló la guerra en Gaza. Acabada esa charla, el cineasta recordaba una conversación con su padre: “En mi casa nunca se habló claramente del Holocausto, aunque estaba ahí”, recordaba. “Mi familia se asentó en Reino Unido, procedente de Ucrania y Besarabia tras el pogromo de 1903. En fin, cuando mi padre se enteró de que estaba con este proyecto, me dijo: ‘No sé por qué haces esto. Déjalo pudrirse’. Y esas tres palabras [en inglés Let it rot] me provocaron una respuesta rápida: ‘De verdad me gustaría que se pudriera, pero eso no solo ocurrió en el pasado”.

Glazer estudió de niño en una escuela judía en Camden, el barrio londinense en el que creció y aún vive. Su familia era judía reformista, y de crío se apuntó al programa Givat Washington, por el que pasó cinco meses en Israel, en una villa juvenil mezcla de instituto y kibutz. Después de licenciarse en diseño de teatro en la Universidad de Nottingham, empezó a dirigir tráileres. En 1993 estrenó tres cortos que le abrieron camino en la publicidad y posteriormente en los vídeos musicales.

En 1997 ganó el premio MTV a mejor director de videoclips, y su firma está en esos filmes para Radiohead, Nick Cave, Jamiroquai, Blur o Massive Attack. En ese momento decidió saltar al cine, una pasión heredada de su padre. Admirador de Kubrick, Glazer solo ha dirigido cuatro películas en su vida: Sexy Beast (2003), una brutal película de gánsteres rodada en parte en España con Ben Kingsley y Ray Winstone; Reencarnación (2004), con Nicole Kidman descubriendo en un niño el alma de su marido muerto; Under The Skin (2014), a la que dedicó también una década de producción y en la que Scarlett Johannson encarna a una despiadada alienígena, y La zona de interés, que el domingo obtuvo dos premios Oscar (película internacional y sonido). Glazer la rodó primero con los actores encarnando esa vida común de los Höss, y posteriormente, para que no afectara a los intérpretes, le añadió los ruidos y los gemidos de desesperación que provocaba la maquinaria de los campos de exterminio nazi.

En septiembre, Glazer dijo a El PAÍS: “No quería hacer una pieza para museos, hecha con una distancia gratificante para la audiencia. Porque así te olvidas de la increíble capacidad de ser humano para cometer crímenes aberrantes, de manera pasiva o activa. Es tan fácil ir hacia eso...”. El domingo su intervención fue, sencillamente, coherente con sus palabras.

https://elpais.com/cultura/premios-oscar/2024-03-13/jonathan-glazer-el-director-judio-de-la-zona-de-interes-que-se-atrevio-a-senalar-a-israel-desde-los-oscar.html#?rel=lom


ÓPERA Kirsten Flagstad, la voz del siglo XX que logró vencer a las ‘fake news’ que la vincularon con los nazis La traducción al castellano de la biografía de la legendaria soprano wagneriana escrita por Ingeborg Solbrekken ofrece un admirable testimonio de superación frente a las mentiras oficiales acerca de una cantante descomunal

La soprano noruega Kirsten Flagstad ensaya en el Covent Garden Opera House, en Londres, acompañada del compositor Karl Rankl.
La soprano noruega Kirsten Flagstad ensaya en el Covent Garden Opera House, en Londres, acompañada del compositor Karl Rankl.
ÓPERA Kirsten Flagstad, la voz del siglo XX que logró vencer a las ‘fake news’ que la vincularon con los nazis.

 La traducción al castellano de la biografía de la legendaria soprano wagneriana escrita por Ingeborg Solbrekken ofrece un admirable testimonio de superación frente a las mentiras oficiales acerca de una cantante descomunal

El 2 de febrero de 1935, una soprano noruega llamada Kirsten Flagstad (Hamar, 1895 - Oslo, 1962) causó furor en su debut, cantando Sieglinde de La valquiria de Wagner, en la Metropolitan Opera de Nueva York. “Una cantante para nosotros totalmente desconocida ha provocado el éxtasis entre el público con su maravillosa voz”, afirmó entonces la gran Geraldine Farrar durante la retransmisión radiofónica. En los seis años siguientes, hasta abril de 1941, Flagstad se convirtió en su máxima estrella e incluso en su tabla de salvación económica. Cantó en casi 250 representaciones de las principales óperas de Wagner (desde El holandés errante hasta Parsifal) junto a Fidelio de Beethoven. Y fue bautizada por la crítica como “La voz del siglo”.

El 22 de enero de 1951, esa misma soprano noruega regresó al Met, tras casi una década de ausencia, para cantar su mítica interpretación de la princesa irlandesa en una función de Tristán e Isolda, de Wagner. Sin embargo, su actuación fue recibida con duras protestas, sonoros abucheos, cartas insultantes y hasta amenazas de lanzarle ácido durante la actuación. La representación exigió estrictas medidas de seguridad, con las luces ligeramente atenuadas y agentes de policía por todas partes. Pero Flagstad volvió a incendiar el teatro neoyorquino con su voz y tuvo que salir a saludar hasta en veinte ocasiones tras la caída del telón.

Entre una y otra actuación había mediado la Segunda Guerra Mundial, pero también una terrible campaña de desprestigio. Esta paradoja de una artista tan querida y odiada ha inspirado la biografía, de 2021, de la escritora y dramaturga noruega Ingeborg Solbrekken (Etnedal, 62 años), Kirsten Flagstad. La voz del siglo, que la editorial Fórcola acaba de publicar en español. Se trata de su cuarto libro en noruego sobre su legendaria compatriota, tras La voz (2003), Locura y juicio: el caso de traición contra Kirsten Flagstad y Henry Johansen (2007) y Conspiración contra Kirsten Flagstad. La persecución del Estado noruego a una estrella mundial (2016).

La biografía tiene trazas de novela policiaca, pero también está minuciosamente documentada. La autora parte de las principales publicaciones previas sobre la cantante, como su autobiografía redactada por Louis Biancolli, en 1952, o la memoria personal que publicó su pianista y estrecho colaborador, Edwin McArthur, en 1965. E incluye la documentación recopilada por el crítico noruego Torstein Gunnarson. Pero también consigue desmontar toda la campaña contra ella a través de las cartas declaradas “confidenciales” por el Ministerio de Asuntos Exteriores noruego.

Flagstad había debutado en el Festival de Bayreuth, en el verano de 1934, en una edición extremadamente politizada por los nazis. Pero después consiguió centrar su exitosa carrera lejos de su influencia, entre Nueva York y Londres. No obstante, sus problemas comenzaron tras la ocupación de Noruega por el Tercer Reich. La soprano actuó incesantemente en funciones de ópera y en conciertos benéficos por toda Norteamérica, aunque cantar Wagner se convirtió en un problema. El embajador noruego en Estados Unidos, Wilhelm von Munthe af Morgenstierne, consideró su concierto en Washington, del 27 de noviembre de 1940, como un acto hostil y una traición, al no incluir canciones noruegas. Fue la chispa de una campaña contra ella que se agravó después de regresar a su país, en mayo de 1941, mientras seguía controlado por los nazis.

Solbrekken engancha al lector narrando todas las particularidades que rodearon estos acontecimientos. Lo hace con cada tema del libro por medio de breves apartados y pequeñas digresiones. Un discurso fluido que no elude múltiples temas colaterales, como la trama de cada ópera o el interés de los ideólogos nazis hacia Noruega como origen de la raza germánica. Tampoco elude el retrato psicológico de la cantante. Kirsten era una artista tan descomunal para la música como diminuta para la empatía. Lo demuestra su fría relación tanto con su madre Maja, como con su hermana Karen-Marie y su hija Else. Pero también hacia las pocas personas en quien confiaba, como el pianista Edwin McArthur y el actor Bernard Miles.

También fue una esposa abnegada que, en realidad, había regresado a Noruega por petición de su marido, Henry Johansen, un empresario oportunista que colaboraba con los nazis. Pero la soprano se mantuvo firme y nunca actuó en la Noruega ocupada, pues limitó sus apariciones públicas durante la guerra a Estocolmo y Zúrich. De todas formas, el diplomático Morgenstierne, convertido en el auténtico villano del libro, consiguió tejer una red oficial de bulos y calumnias en torno a ella como simpatizante de Hitler. Flagstad vivió un terrible calvario, después de 1945, que destrozó su prestigio, su salud y sus finanzas. Se la asoció con un movimiento clandestino nazi, denominado El anillo económico, y no solo le embargaron sus bienes, sino que le negaron un pasaporte y su marido murió en prisión sin poderse despedir de él.

Hasta 1947 no pudo volver a cantar en los grandes escenarios de ópera, pero tuvo que enfrentarse, en adelante, a una opinión pública contaminada por infundios acerca de su colaboración con el nazismo. En Noruega terminó siendo declarada oficialmente “muerta” por las autoridades y la familia real se desentendió de ella. Un acoso misógino, según subraya Solbrekken, que no padecieron otros artistas masculinos con vínculos mucho más claros con el Tercer Reich. El estrés que le produjeron tantos insultos y protestas durante sus actuaciones derivó en un brote de psoriasis cada vez más grave y en episodios de depresión y ansiedad. El libro también retrata algunos desahogos, como su afición por el alcohol y los naipes. Siempre viajaba con un maletín que contenía petacas de martini, coñac y whisky, aunque nunca bebía antes de cantar. Y solía realizar complejos solitarios con dos barajas durante los descansos de las representaciones y conciertos.

Pero el libro dedica bastantes páginas a su evolución vocal. A sus primeros pasos como cantante de ópera, de los 25 a los 35 años, desde el repertorio ligero y la ópera cómica hasta los dramas wagnerianos. Una época en que su voz creció ostensiblemente en volumen y color, al tiempo que se ensanchaban sus músculos y se rasgaban sus vestidos. Pero también recopila múltiples testimonios y opiniones de críticos de la época. A destacar el apartado dedicado al experto wagneriano Ernest Newman, que describió en The Sunday Times la pureza y calidez de su voz, tras escuchar su debut londinense en 1936, como un brillante y claro sol incidiendo en la nieve. Un crítico que admiró la peculiaridad de su instrumento, con un registro grave y medio de una calidad exquisita, y unos potentes agudos que brillaban como una radiante luz blanca. Pero que también atacó la parquedad psicológica de sus interpretaciones wagnerianas como Isolda y Brünnhilde.

Tampoco faltan comentarios acerca de sus mejores grabaciones. Es el caso de sus registros en directo, desde 1935 hasta 1941, junto al tenor Lauritz Melchior, con quien no se llevaba bien, o bajo la batuta de Wilhelm Furtwängler, desde 1937 hasta 1952, que fue siempre su director predilecto. Y hay un jugoso apartado acerca de su legendaria grabación de Tristán e Isolda de EMI/Warner Classics donde actuó como mediadora entre Furtwängler y el productor Walter Legge. Precisamente a raíz de esa grabación se explican los problemas que tuvo con el do sobreagudo en su madurez, tanto en Tristan e Isolda como en Sigfrido y El ocaso de los dioses, y la necesidad de reforzarlo en estudio con la voz de otras sopranos.

A pesar de ello, su voz siguió impresionando hasta el final. Resulta impagable el testimonio que recoge Solbrekken del asistente de producción de Decca, Erik Smith, durante la grabación de El oro del Rin, en el otoño de 1958. De esa venerable anciana con un sombrero gracioso que tejía chalecos para todo el mundo y que, cuando tenía que cantar el personaje de Fricka, dejaba las agujas y cubría a la mismísima Filarmónica de Viena con su fabuloso chorro de voz. El ingeniero Gordon Parry también recuerda que apagó algunos los micrófonos de las voces para equilibrar la mezcla y el director George Solti rememora esa increíble voz que siempre flotaba por encima de la orquesta y podía cabalgar sobre la cresta de la ola sonora.

Las grabaciones fueron el verdadero testamento de Flagstad. Su relación con Noruega remontó en sus últimos años con su nombramiento, en 1958, como primera directora de Den Norske Opera. Pero nunca quiso una tumba, pues en su testamento pidió ser incinerada y que no se conservasen sus cenizas. La edición española de Javier Jiménez se beneficia de abundantes y explicativas notas adicionales con códigos QR que permiten acceder a páginas web y a numerosas grabaciones disponibles en YouTube. El libro se abre con un prólogo de Fernando Fraga y a la ágil traducción de Lotte K. Tollefsen le faltó una revisión técnica que hubiera evitado algunos errores como traducir el referido “do sobreagudo”, que utiliza Wagner en Isolda y Brünnhilde, como “do sostenido”, cuando paradójicamente esa nota siempre es natural.

martes, 19 de marzo de 2024

Rudolf Höss, el comandante a cargo de Auschwitz cuya vida familiar retrata la inquietante película “Zona de interés”

Rudolf Höss

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Rudolf Höss durante su juicio, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial.


Rudolf Höss se unió al Partido Nazi cuando tenía 21 años. Comenzó su carrera en los campos de concentración nazis a los 34, y a los 39 ya se había convertido en el comandante de Auschwitz.

En ese cargo, seguía las órdenes de Heinrich Himmler, uno de los hombres más poderosos de la Alemania nazi. Por encima de Himmler estaba Hitler.

En la atroz historia del Holocausto, Höss es recordado por su obediencia irrestricta a sus superiores y por ser un innovador que logró aumentar a dimensiones inimaginables la capacidad para matar personas en el campo de exterminio de Auschwitz.

A los 46 años, terminó ejecutado en la horca por sus crímenes en el mismo lugar que los cometió, Auschwitz.

“Zona de interés”, la película inspirada en su vida familiar durante la Segunda Guerra Mundial, se llevó este domingo el Oscar a la Mejor Película Internacional.

Dirigida por Jonathan Glazer, cautivó a la crítica por su mirada original sobre el Holocausto, una que pone el foco precisamente en la banal vida cotidiana de la familia de Höss, uno de los mayores victimarios.

La historia de la película transcurre casi enteramente en la agradable casa de la familia, que tiene un jardín amplio que la esposa de Rudolf dedica largas horas a cuidar y una piscina en la que juegan sus cinco hijos.

Un muro gris separa la casa del campo de exterminio y esconde de los ojos de la familia la tragedia de magnitudes escalofriantes que estaba ocurriendo en Auschwitz.

La película es de ficción. Está, de hecho, basada vagamente en una novela del escritor británico Martin Amis.

Pero, como delatan los nombres de los personajes, es también un intento de imaginar la normalidad de Rudolf Höss y su esposa Hedwig, los de la vida real, quienes efectivamente vivían en una amplia casa junto al campo de exterminio y disfrutaban de una cómoda vida mientras él tomaba algunas de las decisiones más atroces y brutales de la Historia.

El mismo Höss, durante los juicios de Núremberg, estimó el número de víctimas de Auschwitz entre 2,5 y 3 millones.

Fotograma de “Zona de interés”

Fotograma de “Zona de interés”

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La película es hablada en alemán, polaco y yidis, y representó a Reino Unido en los Oscar de este año.

El joven soldado
La vida personal y familiar de Höss se conoció por sus memorias, que se publicaron en español bajo el título de “Yo, el comandante de Auschwitz”.

Höss venía de una familia acomodada y muy católica. En sus memorias, cuenta que no tuvo amigos en la infancia, su padre lo crió con estricta disciplina militar y creció sintiéndose incapaz de expresar afecto.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, siendo aún un niño, convenció a su madre de dejarlo ser enfermero auxiliar de la Cruz Roja.

A pesar de que su padre lo había encaminado para ser sacerdote, Höss tenía otras ideas. “Quería ser soldado, y sobre todo no quería perderme esa guerra”, escribió en sus memorias

Con 16 años, lo consiguió. Se unió a un batallón y fue a pelear en el frente iraquí.

“Jamás volví a sentir un terror semejante al que se apoderó de mí en aquel momento”, escribió Höss sobre su primer combate. “Continué disparando, con mayor seguridad, tiro tras tiro, tal como me habían enseñado en el cuartel, sin pensar en el peligro”.

Cuando volvió de la guerra, se había quedado huérfano. Entonces, decidió unirse a los Fraikorps, ejércitos paramilitares y ultranacionalistas de soldados que, como Höss, habían ido a la guerra y se sentían incapaces de volver a la vida civil.

En sus memorias, recuerda crímenes que atestiguó en el conflicto que perduraba en los países bálticos después de la Primera Guerra Mundial.

“¡Cuántas veces tendría que presenciar el horrible espectáculo de casas quemadas y cuerpos carbonizados de mujeres y niños! Me parecía entonces que la locura destructiva de los hombres había alcanzado su paroxismo y que no podría ir más allá”, escribió sobre los letones en su autobiografía.


Rudolf Höss junto a otros dos oficiales de las SS en 1944.

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Höss, a la derecha, junto a otros dos oficiales de las SS en 1944.

Condenado a prisión

En 1922, Höss se afilió al Partido Nazi. Poco después, fue condenado a 10 años de prisión por participar en el asesinato a un maestro de escuela, al cual acusaba de haber traicionado a un soldado de su mismo bando. Pagó solo 4 gracias a una amnistía general.

En sus memorias, describe Höss: “Mis largos años de aislamiento en la celda de una prisión me ayudaron a comprender que sólo me atraía una cosa: llegar a tener una granja con la que alimentar y asegurar una existencia sana a una familia numerosa. Ese proyecto se convirtió en el objetivo de mi existencia”.

Al salir de la cárcel, buscó la manera de realizarlo. Trabajó en granjas en el nororiente alemán y se unió a la Liga Artaman, un movimiento de ultraderecha, que años después sería absorbido por el Partido Nazi, que abogaba por el regreso de los alemanes de “la decadencia de las ciudades” al “idilio rural”.

Allí conoció a Himmler, quien años después sería su jefe en el ejército alemán, y a su esposa, Hedwig, interpretada en “Zona de interés” por Sandra Hüller.

“La animaba el mismo ideal que a mí. En cuanto nos vimos supimos que estábamos hechos el uno para el otro”, expresó Höss sobre Hedwig en sus memorias.

En los campos de concentración

En 1934, Höss se unió a las SS, el ejército de Hitler.

Abandonó su sueño de vivir en una granja para ir a trabajar en los campos de concentración nazis, donde tuvo una carrera meteórica.

Trabajó por años en Dachau y Sachsenhausen, que en esa época albergaban principalmente a prisioneros políticos, hasta que en 1940, se le ordenó estudiar la posibilidad de construir un campo de concentración en Auschwitz. Dio su visto bueno y se convirtió en el comandante.

Heinrich Himmler inspeccionando la construcción de la tercera fase de Auschwitz

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Heinrich Himmler inspeccionando la construcción de la tercera fase de Auschwitz. A la derecha, Rudolf Höss.

En sus años en ese cargo, Höss fue el responsable de que Auschwitz pasara de ser un proyecto que llegaron a construir un puñado de soldados a ser una máquina de muerte.

Su política era simple: trabajo forzado y represión brutal.

“Cada preso debía servir a las necesidades de la guerra”, decía. Ese trabajo forzado era clave para cumplir con los encargos colosales que le hacían sus superiores, aún con pocos recursos.

Ante la puesta en marcha de las cámaras de gas en Auschwitz, Höss expresó sentirse “aliviado”. Dijo que el gaseamiento era preferible al fusilamiento, que “habría supuesto una carga demasiado pesada para los hombres de las SS”.

“Durante el último semestre de 1941 y el primero de 1942, se había dedicado a innovar: lejos de contentarse con seguir órdenes, tomó iniciativas para aumentar las capacidades de exterminio en Auschwitz”, explica el historiador británico Laurence Rees.

Auschwitz se escogió como centro de exterminio para los judíos, entre otras razones, por su capacidad para reducir cuerpos a cenizas, que llegó a ser de unos 2.000 por hora.

Su vida familiar

En esa época, la familia Höss vivió en lo que se conocía como la zona de interés de Auschwitz.

Se trataba de un área de 41 kilómetros cuadrados, administrada por las SS, que separaba el campo de exterminio de la mirada de testigos y forasteros.

Mientras en Alemania escaseaba la comida, los Höss llevaban una vida más que cómoda.

“Todos los deseos que expresaban mi mujer o mis hijos les eran concedidos”, expresó Höss en sus memorias.


Fotograma de “Zona de interés”

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Sandra Hüller, nominada al premio Oscar a la Mejor Actriz por “Anatomía de una caída”

Es esa vida apacible y bucólica, en la que el horror de lo que pasaba detrás del muro gris apenas se insinuaba, lo que decide retratar Glazer en su inquietante película.

Hay una escena, por ejemplo, en la Hedwig recibe un abrigo de piel que había sido robado a una víctima de Auschwitz. En otra, Rudolf, mientras se baña en el río con sus hijos, encuentra una mandíbula humana.

El horror no se ve nunca explícitamente, pero se cuela por las rendijas. Y, sobre todo, se hace presente a través del sonido.

“¿Es un grito o el silbato de un tren? ¿O es el bebé de la casa? Somos deliberadamente ambiguos”, le dijo Johnnie Burn, el ingeniero de sonido de “Zona de interés”, a BBC Culture.

“Hay una película que ves, y hay una película que escuchas”, expresó el director.

Sin embargo, ninguna de esas pistas de lo que pasaba a pocos metros de su casa inmutaba a la Hedwig que aparece en la película. Ella amaba la casa y la vida a las afueras de Auschwitz.

De hecho, el conflicto central de la película surge cuando Rudolf recibe un ascenso y le tiene que decir a su esposa que debe marcharse a Berlín.

Eso también ocurrió en la vida real, a finales de 1943. Y, como en la película, el resto de la familia se quedó a vivir en Auschwitz.

Lo que ya no se ve en la película es que Höss regresó a los pocos meses con el encargo de llevar a cabo la que se conoce como “Operación Höss”, que consistió en llevar a Auschwitz a más de 400.000 judíos húngaros en un lapso de dos meses. La inmensa mayoría fueron enviados inmediatamente a las cámaras de gas.

Después de la guerra

Rudolf Höss siendo extraditado luego de los juicios de Núremberg

Rudolf Höss siendo extraditado luego de los juicios de Núremberg

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Höss siendo extraditado luego de los juicios de Núremberg.

Al final de la guerra, la familia Höss se escondió en el norte de Alemania, con la esperanza de esperar hasta poder escapar a Sudamérica, pero no lo consiguieron.

Rudolf se ocultó en una granja y las autoridades tardaron un año en dar con su paradero. Lo delató su anillo de boda, que tenía grabados su nombre y el de Hedwig.

Fue el primer nazi de alto rango en confesar los crímenes de Auschwitz, y fue condenado a morir en la horca.

Las investigaciones de historiadores y psicólogos para entender la psique de los líderes del horror del Holocausto han apuntado a que Höss era un nazi convencido y sobre todo extremadamente obediente.

Después de la guerra, mostró signos de arrepentimiento.

“Ahora me doy cuenta de que todo ese encarnizamiento mío no podían contribuir en nada a la victoria alemana. Pero, en esa época, estaba firmemente convencido de que acabaríamos ganando la guerra y no quería permitirme el menor traspié ni el menor desfallecimiento”, expresó en sus memorias que escribió mientras esperaba la pena capital.

El psiquiatra estadounidense Leon Goldensohn dijo que, durante los juicios de Núremberg, Rudolf Höss le respondió en tercera persona pero refiriéndose a sí mismo: “Ahora él se da cuenta de que no era bueno. Después de la rendición, llegó a la conclusión de que el exterminio de los judíos no era como le habían dicho y que hoy se siente tan culpable como todos los demás”.

En una entrevista con The Guardian, el director de “Zona de interés”, Jonathan Glazer, expresó que su intención con la película no era tanto hacer una historia de nazis como una sobre la naturaleza humana.

Al poner el foco en la vida familiar de los Höss, “quería desmontar la idea de que son anomalías, casi sobrenaturales”. “Quería humanizarlos”, dijo Glazer en otra entrevista con el New York Times.

“Para mí, no es una película sobre el pasado. Trata sobre el ahora, y sobre nosotros y nuestra similitud con los perpetradores, no nuestra similitud con las víctimas”, agregó.



El Primer Folio: el libro publicado hace 400 años que hizo famoso a William Shakespeare y salvó del olvido a obras como "Macbeth" y "Julio César"

El Primer Folio abierto en la página titular

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  • AuthoEn un cuarto reservado para lectura de la Biblioteca Británica, en Londres, estoy esperando apreciar de cerca el ejemplar de un libro publicado hace 400 años que solo antes he visto expuesto a través de una gruesa vitrina.
En un cuarto reservado para lectura de la Biblioteca Británica, en Londres, estoy esperando apreciar de cerca el ejemplar de un libro publicado hace 400 años que solo antes he visto expuesto a través de una gruesa vitrina.

El director del acervo impreso de la biblioteca, Adrian Edwards, entra empujando un carrito metálico, abre una compuerta bajo llave, saca de su funda un grueso volumen de más de 30cm de alto y 20cm de ancho, lo recuesta en un atril sobre la mesa y lo abre a su página titular:

Mr. William Shakespeares Comedies, Histories & Tragedies (Las comedias, historias y tragedias de don William Shakespeare), la primera edición de la obra completa del dramaturgo más famoso del mundo, publicada en noviembre de 1623.

Más allá de la emoción de ver en minucioso detalle sus páginas amarillentas con el paso del tiempo y el relieve del grabado de la icónica imagen del bardo, es difícil exagerar la importancia y significado de este libro histórico conocido hoy como el Primer Folio.

“El significado principal es que contiene 36 obras de Shakespeare, 18 de las cuales nunca habían sido impresas antes y no sobrevive ningún manuscrito de estas obras”, dice Adrian Edwards pasando delicadamente las páginas.

“No existen copias de archivo de los Actores del Rey [el nombre de la compañía de Shakespeare bajo auspicio real], nada, solo los textos que están en el Primer Folio”, añade.
 
Adrian Edwards,  director del acervo impreso de la Biblioteca Británica con una copia del Primer Folio
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Adrian Edwards, director del acervo impreso de la Biblioteca Británica con una copia del Primer Folio Pie de foto,

La Biblioteca Británica cuenta con cinco copias del Primer Folio y Adrian Edwards es director de esa colección.

Sin este libro se hubieran perdido clásicos como Macbeth, Julio César, Antonio y Cleopatra, Noche de reyes, La fierecilla domada y La tempestad, entre otros.

Además de garantizar la supervivencia de su obra y cimentar su valor literario, el Primer Folio también fue crucial en establecer la figura y grandeza de Shakespeare y de difundirlas por el mundo.

Las copias existentes han sido cuidadosamente estudiadas por expertos, revelando detalles sobre las prácticas teatrales de la época, las técnicas de impresión y el mercado de los libros de principios del siglo XVII. También han dado pistas y generado polémica sobre la identidad del dramaturgo.

El propio libro ha creado su propia historia, acumulando las huellas, marcas y anotaciones de sus diferentes dueños a lo largo de los siglos, aumentando exponencialmente su valor con el traspaso de mano en mano entre bibliófilos, filántropos, instituciones y museos. El más reciente ejemplar fue vendido en subasta por casi US$10 millones.

Lista de obras que se hubieran perdido sin el Primer Folio
Lista de obras que se hubieran perdido sin el Primer Folio
 Un proyecto riesgoso y complejo

Siete años después de la muerte de Shakespeare, dos colegas de su compañía actoral, John Heminges y Henry Condell, se asignaron la tarea de reunir todos los manuscritos del autor, negociar los derechos de publicación y editar en un gran tomo las obras completas.

Era una empresa inusual para la época, como me contó Emma Smith, profesora de Estudios de Shakespeare de Hertford College, Oxford, y autora de varios libros sobre el tema.

“Debido a que el teatro era una forma de entretenimiento popular, no había mucho interés en leer los libretos”, explica.

“Es como ahora que estamos en una era de narrativa dramática en televisión, pero no tenemos una cultura de producir los libretos de [series como] ‘Sucesión’ o ‘Juego de Tronos’, lo mismo ocurría con el teatro entonces”.

Solo el contemporáneo de Shakespeare Ben Jonson había publicado con anterioridad un volumen de obras de teatro completas, las suyas propias, que incluía sus poemas también.

Pero la iniciativa de Heminges y Condell era un proyecto enorme, complejo, costoso y arriesgado.

Grabado de una imprenta del siglo XVII 

Grabado de una imprenta del siglo XVII

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El trabajo de impresión en el siglo XVII era arduo y lento. Había que armar las planchas tipográficas letra por letra.

En primer lugar estaba la tarea de recopilar los textos fidedignos de las obras, seguramente de los archivos de la compañía actoral. No obstante, algunas obras también circulaban individualmente en versiones alteradas en pequeños libros o cuartillas, en panfletos y en copias pirateadas.

Pero en la página introductoria Heminges y Condell aseguran que su folio sigue “las copias verdaderas y originales”.

Luego había que negociar los derechos. No existía la propiedad intelectual como tal, las obras pertenecían a la compañía teatral para montarlas en el escenario, pero su publicación estaba regida por un ente conocido como la Compañía de Impresores.

“Los impresores tenían un sistema de registro mediante el cual sus miembros podían ingresar ciertos títulos en una gran bitácora y los derechos de muchos de estos se aseguraban así”, dice la profesora Emma Smith.

“Lo que tuvieron que hacer [Heminges y Condell] era convencer a quienes hubieran comprado esos derechos a que se los vendieran”.

Una prueba de esa dificultad podría encontrarse en el hecho que la pieza Troilo y Crécida, incluida en el Primer Folio, no aparece descrita en el índice de obras, seguramente porque sus derechos fueron negociados a última hora, después de que la página de índice ya estuviera impresa.

El alto costo del papel en esa época hacía prohibitivo la reimpresión de dicha página. También implicaba que el texto de las 36 obras tenía que caber apretado en el menor número de páginas posibles, que llegó a ser de aproximadamente 900.

Teniendo en cuenta que la tipografía tenía que ser compuesta letra por letra se puede uno imaginar el largo trabajo de impresión.

¿Una empresa comercial o un acto fraternal?

Un monumento en Londres, con el busto de Shakespeare que conmemora a John Heminges y Henry Condell

Un monumento en Londres, con el busto de Shakespeare que conmemora a John Heminges y Henry Condell

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Este monumento en Londres conmemora la labor de John Heminges y Henry Condell para producir el Primer Folio.

No se sabe, entonces, por qué los dos actores colegas de Shakespeare decidieron embarcarse en esta empresa, ni cuál era su objetivo final.

Está el ángulo comercial, por supuesto. Presumiblemente, los editores colocaron de primera la obra La tempestad, que no había sido publicada antes, igual que Cimbelino, que está al final de la colección, para que de cualquier lado que un cliente potencial abriera el libro se encontrara con algo nuevo, algo que no había sido impreso antes y así estimular la necesidad de comprarlo.

Para algunos expertos, el hecho que Shakespeare haya mencionado a Heminges y Condell en su testamento de 1616 y dejado dinero para comprar anillos en su memoria implica de alguna manera que los había comisionado para producir su legado literario, señala la profesora Smith.

“Pudo tratarse de un acto fraternal hacia su amigo y colega. Otra, que quisieran presentar la compañía Actores del Rey a una audiencia más amplia. Tal vez a una audiencia más sofisticada tanto con un teatro escenificado como impreso”, dice la académica.

Un ejemplar del Primer Folio que se encuentra en el castillo de Windsor, abierto en la página titular de La tempestad
Un ejemplar del Primer Folio que se encuentra en el castillo de Windsor, abierto en la página titular de La tempestad

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La tempestad, nunca antes impresa, encabeza el orden de obras en el Primer Folio.

Adrian Edwards, de la Biblioteca Británica, plantea la posibilidad que la influencia de Shakespeare estaba declinando frente a nuevos dramaturgos y esta publicación pretendía rehabilitarlo ante las nuevas generaciones.

“Su obras no se estaban presentando con la frecuencia de antes. El teatro era algo que se presentaba un par de veces y luego se olvidaba. Tal vez un grande y costo volumen era parte de la propaganda para establecer a Shakespeare como una importante figura cultural”, especula Edwards.

El libro, que con la opción de una pasta en cuero de cabra se vendía a 20 chelines, unos US$200 de hoy día, no fue lo que se llamaría un best seller, pero con el tiempo fue adquiriendo clientela, hasta el punto de que salieron tres ediciones más en el siglo XVII; de ahí que a la primera edición se la conozca como el Primer Folio.

El tamaño y peso del Primer Folio aseguró su permanencia, indica Emma Smith. “No es un libro que se pierda fácilmente y en los períodos históricos cuando el teatro se ha interrumpido ha sido la misma presencia física de este ejemplar de Shakespeare lo que ha permitido que su obra ingrese otra vez al repertorio”.

Cuatro tomos correspondientes al Primer, Segundo, Tercer y Cuarto Folio.
Cuatro tomos correspondientes al Primer, Segundo, Tercer y Cuarto Folio

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Las cuatro ediciones de las obras de Shakespeare publicadas en el siglo XVII se conocen respectivamente como Primer, Segundo, Tercer y Cuarto Folio.

El polémico retrato de Shakespeare

Otro aspecto que ha contribuido a la trascendencia de este volumen es el retrato que lo acompaña, algo muy poco usual para un libro de la época.

En la página titular, que lee “Las comedias, historias y tragedias de don William Shakespeare”, hay un gran grabado con la imagen del autor que se ha vuelto icónica y nos ha permitido visualizarlo a él y relacionarlo con su obra.

“Pienso que lo que el Primer Folio sugiere es que, al leer las obras, estamos leyendo la mente de un individuo y, naturalmente, una mente interesante”, resalta la profesora Smith.

El ilustrador y artista Martin Droeshout fue quien creó el grabado, pero los expertos han detectado cambios en el retrato en diferentes ejemplares. Hay por lo menos tres versiones del grabado y la copia del folio que Adrian Edwards me muestra en la Biblioteca Británica es la original.

“Sólo sobreviven cuatro copias [del folio] en todo el mundo con esta versión del retrato”, me muestra. “La sospecha es que, después de unas impresiones [Droeshout] no estaba satisfecho y empezó a hacerle cambios. Le añadió bastante sombra alrededor del cuello y después decidió agrandar el tamaño del bigote de Shakespeare”.

Grabado de Shakespeare que aparece en el Primer Folio.

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Grabado de Shakespeare que aparece en el Primer Folio

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La imagen por la que la mayoría del mundo reconoce a Shakespeare.


Por el alto costo del papel, esas pruebas preliminares no se desecharon y fueron incluidas en los primeros ejemplares del folio. Esos cambios en el grabado de Shakespeare han contribuido a generar todo tipo de teorías que cuestionan la real autoría de las obras.

Una es la “teoría oxofordiana” que dice que el Shakespeare de Stratford upon Avon que nos da la historia era analfabeto, un actor de segunda sin preparación alguna que en realidad fue testaferro del aristócrata contemporáneo Henry De Vere.

No obstante, la profesora Emma Smith apunta a una triangulación de pruebas que deja pocas dudas de quién es el verdadero autor.

“Diría que hay bastante evidencia contemporánea que vincula a Shakespeare el actor, Shakespeare el dramaturgo y el Shakespeare que vive y muere en Stratford upon Avon”, asegura.

“Así que no hay espacio para la idea de que él fuera la marioneta de algún noble que no era capaz de admitir la autoría de las obras”.

Emma Smith, profesora de Estudios de Shakespeare del Hertford College, Oxford, con una copia del Primer Folio de la Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur, Sídney, Australia.

Emma Smith, profesora de Estudios de Shakespeare del Hertford College, Oxford, con una copia del Primer Folio de la Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur, Sídney, Australia

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La profesora Emma Smith ha estudiado varios ejemplares del Primer Folio. Aquí está con la copia de la Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur, Sídney, Australia.

Un talismán

Se estima que la tirada del Primer Folio en 1623 fue de unos 750 ejemplares, de los cuales han sobrevivido unos 325 debidamente autenticados por expertos. Estas copias se encuentran distribuidas por todo el mundo, en bibliotecas, instituciones, museos y colecciones privadas.

Curiosamente, ninguna copia es igual a la otra. Además de los cambios mencionados al retrato de Shakespeare, durante el proceso de impresión se descubrieron errores de tipografía que se fueron corrigiendo sobre la marcha, produciendo libros con una mezcla de páginas de errores y correcciones.

“Todos estos libros son diferentes en varias formas y fueron diferentes desde el mismo principio”, indica Emma Smith.

“Probablemente han sido alterados más bajo la presión de sus diferentes dueños que los han reencuadernado, remendado, o ‘mejorado’ a su manera”.

A algunos les han cambiado el orden de las obras, a otros arrancado páginas y reemplazado estas con copias facsimilares. Varios están anotados por sus dueños con comentarios, tachones, interpretaciones, poemas adicionales y firmas. También hay dibujos, garabatos, marcas de una copa, manchas de té, comida y otras huellas.

Página de la copia del Primer Folio en la colección real con anotaciones de un dueño anterior.

Página de la copia del Primer Folio en la colección real con anotaciones de un dueño anterior

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Un antiguo dueño de esta copia del Primer Folio en la colección real británica anotó con su puño y letra algunos de los personajes destacados en el índice de obras.

“Nos ofrecen una conexión con el pasado”, dice la profesora Smith. “Si ves que alguien ha subrayado una frase en particular eso deja entrever una visión del mundo de alguien más, la mente de otra persona y eso puede ser muy conmovedor”.

La procedencia de estos ejemplares sobrevivientes y cómo se han distribuido a través del mundo se ha vuelto un aspecto importante de las investigaciones shakesperianas, añade la académica de Oxford.

En la biblioteca Morgan de Nueva York, por ejemplo, hay un ejemplar que se sabe que estuvo en una escuela de Alemania a mediados del siglo XVIII, lo que apunta a que hubo una recepción extraordinaria de Shakespeare entre los poetas y estudiosos alemanes mucho antes de que el dramaturgo volviera a ser popular en el mundo angloparlante en ese siglo.

Además de haber preservado para la posteridad 36 obras de Shakespeare y de revelar aspectos sociales, culturales y económicos de su época, algo extraordinario ha pasado con el Primer Folio que le ha dado su propia identidad más allá de su contenido y que lo ha vuelto tan cotizado que la última copia se subastó en US$9.978.000 en 2020.

“En parte se ha convertido en un talismán para todo tipo de cosas asociadas con Shakespeare”, concluye la profesora Emma Smith. “Pero en parte pienso que se ha convertido en un libro que es valioso por su propia historia y sus propios 400 años de existencia”.


https://www.bbc.com/mundo/articles/crgp87lkkk3o