El coordinador estatal de la Red de Solidaridad Popular, Ismael González, presenta la iniciativa en Valencia
Enric Llopis.
Con el precedente, entre otros, del Socorro Rojo en la España de los años 30 y los Panteras Negras de los Estados Unidos, ha comenzado a andar la Red de Solidaridad Popular (RSP), una iniciativa que poco a poco se extiende por las ciudades del estado español para combatir, con criterios de lucha política, autoorganización y sin incurrir en la caridad, los devastadores efectos de la crisis sobre un número creciente de ciudadanos. La red se presentó el pasado viernes en la sede de EUPV-IU en Valencia, con la participación del coordinador estatal, Ismael González.
La génesis de la red se asienta en varios principios. En primer lugar, resume González, la necesidad de pasar “de la resistencia a la autodefensa”. También, “el apoyo mutuo y la construcción de poder popular”. Porque, añade, “no es cierto que nos hallemos ante una crisis; es mucho más: el capital está cambiando el modelo de estado; el último ejemplo, la legislación de reforma de la Administración Local, que merma las competencias de los ayuntamientos para la prestación de servicios sociales”. Por otro lado, se trata de asumir la realidad objetiva con hechos y números: privatización de la sanidad y la educación, una tasa de paro del 27% (57% de desempleo juvenil), 1,8 millones de hogares donde no entran ingresos; y la reforma laboral y de las pensiones, entre otras medidas.
En ese contexto de “emergencia social” nace la Red de Solidaridad Popular, “con el fin de ofrecer desde la izquierda transformadora, alternativas a la gente que sufre la crisis”, apunta Ismael González, quien también advierte que éste es uno de los puntos en que la izquierda encuentra más problemas (presentar alternativas inmediatas y tangibles). De este modo, la red aparece como “un instrumento de resistencia y lucha política frente a las políticas neoliberales que condenan a las clases populares a la pobreza y la exclusión”, explica. Y reivindica la autoorganización (“las decisiones las ha de tomar la gente”) -siguiendo, entre otros ejemplos, el modelo de las Plataformas de Afectados por las Hipotecas (PAH)- pues “el estado ya no garantiza las necesidades básicas de los ciudadanos”.
Ideada en un principio por militantes del PCE e IU, la Red de Solidaridad Popular apuesta por un cambio en las mentalidades. “Mucha gente que se creía clase media, y se negaba a que la consideraran clase obrera, ahora han pasado directamente a ser pobres y excluidos”, explica el coordinador estatal de la RSP. Por eso, añade, “en los nuevos espacios que estamos creando hemos de mantener relaciones de igualdad y fraternidad; porque en nosotros también impera el egoísmo y el individualismo capitalista”. En otras palabras, se trata de “hacer del socialismo una praxis del presente y en las relaciones del día a día, en la vida cotidiana”.
La red tiene como objetivo impulsar programas de solidaridad que cubran “lo que ya no hace el estado” (en el manifiesto de presentación se advierte del riesgo de “la reaparición del fascismo y la xenofobia como consecuencia de estas necesidades que el estado ha dejado de cubrir”); para ello, se parte del análisis de la realidad específica de cada lugar: qué servicios públicos han sido liquidados o demediados; qué movimientos sociales están ya trabajando en la zona, por ejemplo, en dispensarios de alimentos, grupos de consumo o huertos urbanos. La idea, insiste Ismael González, es implementar formas de economía social y solidaria en convergencia con las organizaciones que operan en el terreno.
En un ambiente de precariedad extrema y zozobra para un número creciente de familias, hay algunos puntos esenciales para la RSP. El apoyo a la educación pública en colaboración con las Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos (AMPAS) y los colegios. Es ésta una necesidad perentoria ante los recortes en las becas de comedor, a las ayudas para las compras de libros y material escolar o ante un escenario de malnutrición infantil. “Es necesario que permanezcan abiertos en verano los comedores escolares y es algo que no se está planteando”, apunta González. Otra labor de “emergencia social” consiste -ante el desguace de la sanidad pública, universal y gratuita- en contar con acompañantes para personas migrantes y excluidas que no tengan acceso a la tarjeta sanitaria. O en la defensa contra la represión (a la RSP se ha incorporado recientemente la red de abogados que ofrece asesoramiento jurídico gratuito).
¿Cómo se organiza la red a escala estatal? Se han constituido en una primera fase tres grupos de trabajo: “comunicación”; “política” y “extensión organizativa”. Pero en cada lugar se adopta la forma que resulta más útil. Así, en Cantabria se ha realizado una división en dos áreas, “trabajo” y “pensamiento”. En la RSP de Fuenlabrada, por el contrario, se han puesto en marcha comisiones en materia de “apoyo”, “seguridad” y realización de “entrevistas y encuestas”. Pero, con independencia de la casuística, la RSP estatal propone como ejes la existencia de un grupo motor que asuma los principios políticos de la red, realice el diagnóstico y contacte con los movimientos sociales. E insiste en una cuestión básica: salir a la calle y fomentar la vinculación de la gente, la implicación directa, para que la lucha política no derive en asistencialismo.
Así las cosas, la RSP se halla en fase primaria (las primeras experiencias llevan funcionando unos seis meses). Está inscrita como asociación y dispone de unos estatutos en regla. Funciona, en términos prácticos, en ámbitos locales y de modo asambleario. El 19 de octubre está previsto en Madrid un encuentro estatal con el fin de intercambiar experiencias y mejorar la coordinación de las redes locales. “Es ésta una necesidad ante el crecimiento rápido que experimenta la RSP”, explica Ismael González. “Veremos entonces si podemos dar el paso a la organización de campañas estatales”, agrega.
Las prácticas concretas apuntan, por el momento, a la expansión del movimiento. En Cantabria llegó a recogerse una tonelada de alimentos para familias precarizadas; en Fuenlabrada, numerosas familias se implicaron en un dispensario social de vituallas; con este punto de partida, la gente hacía saber sus oficios y habilidades para constituir grupos de trabajo y vincularse a los mismos. En Rivas Vaciamadrid, se llevó a término la recogida y reparto de material escolar en colaboración con los colegios y las AMPA. En Cartagena se centraron los esfuerzos en el acopio y reparto de alimentos (trabajaron conjuntamente el 15-M, la PAH y la red). En cuanto a las iniciativas desarrolladas en Aragón, destaca el acceso a tierras para el cultivo, Bancos del Tiempo y “barras solidarias”.
Uno de los impulsores de la RSP en Valencia, Toni Parrilla, ha destacado en el acto de presentación de la red, que la sede se ubicará en la zona norte de la capital valenciana. Es allí donde se localizan barrios periféricos y obreros como Orriols, Torrefiel y Benicalap, donde las tasas de paro superan en algunos casos el 40%, y el déficit de equipamientos básicos ha sido denunciado reiteradamente por los vecinos. Además, en estas tres barriadas ya opera una de las asociaciones de desempleados existentes en Valencia.
Los pilares de la iniciativa son, por el momento, la soberanía alimentaria (se proyecta un dispensario de alimentos y el cultivo de tierras cedidas solidariamente por la Asamblea de Parados de Montcada); la educación (entre agosto y septiembre se tiene previsto crear un banco de libros y material escolar); en materia sanitaria, se continuará denunciando el cierre del antiguo Hospital de la Fe, que suministraba atención médica a la zona norte de la ciudad; también se ha contactado con psicólogos con el fin de que pueda facilitarse ayuda a personas que no puedan costearse un tratamiento. Además, ha detallado Parrilla, la red valenciana ha conversado con asambleas antirrepresivas y tiene la intención de abrir una cuenta solidaria para la colaboración económica.
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