viernes, 23 de febrero de 2018

Henry Giroux: El neoliberalismo y el asedio a la educación superior




Desde hace varias décadas Henry Giroux viene denunciando el auge y despliegue de lo que hoy podemos denominar el autoritarismo del siglo XXI. La consumación de un proceso originado a partir de la reestructuración total del poder por parte de las élites norteamericanas, cuyo eje central y estratégico es el ataque directo sobre las instituciones fundamentales para la democracia y el control pleno sobre ellas.

En parte, este proyecto surge como respuesta a la ola democratizadora que afectó significativamente a mediados del siglo pasado los Estados Unidos. La amenaza que supuso esta fuerza democratizadora al poder y privilegios de los grupos hegemónicos empresariales, les hizo tomas consciencia de la urgente necesidad de transformar la política en una cuestión privada, que debía tener lugar al margen de los ciudadanos. Este es uno de los principales rasgos del nuevo autoritarismo; la conformación de un tipo de estado fundido y dominado completamente por el minoritario grupo empresarial dominante que concibe a sus propios ciudadanos como enemigos y ve con urgencia la necesidad de despolitizarlos, convirtiéndolos en meros consumidores, mediante la imposición de una propaganda que hace concentrar la atención sobre las cosas más superficiales. Lo que Chomsky ha llamado una “filosofía de la futilidad” (Chomsky, 2004, p.203).

En buena medida uno de los principales blancos de ataques han sido las universidades, las cuales tienen una enorme importancia, en tanto dispositivos culturales, en la configuración de los deseos, las identidades, el accionar de los sujetos y la creación de imaginarios. Henry Giroux, uno de los más destacados críticos culturales y representante de la pedagogía radical norteamericana, pone el acento a lo largo de su vasta obra, sobre el peligro que acecha a las universidades, y a la educación pública en general. El curso de los acontecimientos no ha hecho hasta ahora más que confirmar sus “predicciones”.

La actual etapa de capitalismo neoliberal se caracteriza por un constante ataque hacia la democracia, y consecuentemente hacia sus instituciones fundamentales (Giroux, 2015a, p. 16). Las raíces de este ataque tienen que ver con el peligro que la democracia le representa al poder. Hay que hacer notar que en una democracia verdadera la opinión pública tiene peso e incide directamente sobre las decisiones del gobierno. Por esta razón a los poderosos nunca les ha gustado la democracia pues implica restarles poder y ponerlo en manos de la población mayoritaria.

Hoy en día el poder de las corporaciones alcanza niveles apenas imaginables hace algunas décadas. Esto no es más que la culminación de un proceso que inició aproximadamente en la década de los 60 la cual estuvo marcada por un enorme activismo social y expansión democrática. Ello movió a las élites estadounidenses a poner en marcha un ambicioso plan para contener lo que llamaron un “exceso de democracia” (Giroux, 2006, p. 18). Ante la ausencia de propuestas alternativas definitorias de los conceptos básicos constitutivos de un discurso progresista, fue tomando fuerza creciente un discurso público cuyo pilar era la ausencia de ciudadanía crítica y un patriotismo despojado de las notas emancipatorias propias de la democracia. En la práctica, este discurso ha derivado en una serie de agresiones militares externas y en la militarización interna de la sociedad norteamericana (Giroux, 2006, p. 15). Mediante la amnesia total respecto del importante papel que históricamente ha jugado la lucha popular en la historia de la democracia, ha tenido lugar una deconstrucción de la noción de ciudadanía y, con ello, la subordinación de las libertades individuales a la seguridad nacional y el orden interno. Bajo este esquema las universidades, la prensa independiente y los movimientos sociales se conciben como un peligroso desafío a la autoridad gubernamental (Giroux, 2006, p. 18). Es fácil entender la necesidad imperiosa sentida por los dueños de la sociedad estadounidense para lanzar la ofensiva en contra de las instituciones fundamentales encargadas de limitar el sufrimiento de los más débiles. La crisis que vive actualmente la educación superior debe verse enmarcada en esta crisis mayor de la democracia (Giroux, 2015a, p. 16).

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Marlon Javier López es profesor de filosofía en la Universidad de El Salvador (UES)

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