sábado, 11 de septiembre de 2021

"Estamos consumiendo pescado contaminado por los residuos electrónicos que enviamos a África"

      Quema de basura electrónica en Agbogbloshie, un barrio de Acra, la capital de Ghana. 

 ¿Quién no tiene un móvil, una tableta e, incluso, un coche eléctrico? ¿Quién no se queja cuando sus aparatos electrónicos comienzan a cargar peor y a disminuir la durabilidad de sus baterías? ¿Cada cuánto tiempo cambiamos nuestros dispositivos electrónicos?

Pero ¿quién sabe cómo y de dónde proceden los materiales necesarios para fabricar esas baterías? ¿Quién sabe qué pasa con los dispositivos que tiramos?

Los dispositivos electrónicos que todos y todas tenemos son una mezcla compleja de cientos de materiales. Entre los que se encuentran metales pesados como plomo, mercurio o cadmio. Para que se hagan una idea, un teléfono móvil tiene entre 500 y 1 000 compuestos diferentes. Además, hay que saber que la obtención de estos materiales pone en riesgo la salud de los trabajadores y las trabajadoras que extraen los metales en las minas y fabrican los productos.

Y al final de su vida útil, si esos materiales no son tratados adecuadamente, las sustancias peligrosas que contienen pueden contaminar el medio ambiente y afectar a la salud de las personas.

El círculo vicioso de los dispositivos electrónicos
La mayoría de los metales necesarios para la producción de dispositivos electrónicos son extraídos en minas de países en vías de desarrollo, como África. Una vez obtenidos, son comprados por grandes empresas asiáticas para producir los componentes de los aparatos electrónicos.

Finalmente, los teléfonos inteligentes, tabletas y coches eléctricos producidos serán vendidos en todo el mundo. Aunque la mayoría de los consumidores vivirán en países desarrollados, como los de América del Norte y Europa.

Pero esto no es todo. Cuando nuestros dispositivos electrónicos ya están obsoletos y su batería no dura lo suficiente, el viaje de los metales pesados que comenzó en las minas africanas termina con el envío de nuestra basura electrónica de nuevo al continente africano.

Los países ricos pagarán a los países pobres por hacerse cargo de su basura, siendo una parte importante de su economía. Pero causando un gran problema medioambiental, ya que el reciclaje en estas zonas no está lo suficientemente desarrollado.

El caso del vertedero de Ghana
A modo de ejemplo, en Ghana, país de África occidental, está uno de los vertederos de residuos electrónicos más grandes del mundo, y recibe principalmente desechos electrónicos europeos. En este vertedero, la basura tecnológica se acumula para ser posteriormente quemada.

Esos desechos pueden empezar a descomponerse, produciendo gases que van a la atmósfera y líquidos que penetrarán en la tierra. Su quema también emitirá gases peligrosos que pasan a la atmósfera. Estudios previos ya han demostrado que el vertedero de desechos electrónicos de Ghana causa una contaminación importante del suelo y la atmósfera por metales pesados.

Sin embargo, las poblaciones locales desconocen los problemas ambientales que producen estos desechos electrónicos, respirando esos gases y consumiendo los recursos naturales de los alrededores. No existe ningún control sanitario previo.

Los Estados europeos se benefician del transporte ecológico sin carbono gracias a los automóviles eléctricos que llevan minerales africanos en sus baterías.

La contaminación regresa a Europa
La vuelta de la basura electrónica europea a los países africanos cierra un círculo que es un claro ejemplo de la política global actual: el primer mundo extrae lo que necesita y devuelve lo que ya no quiere.

El enorme coste ambiental de los metales necesarios para saciar la necesidad cada vez mayor de dispositivos eléctricos y electrónicos en países desarrollados lo están pagando los países productores y receptores de desechos en África.

Mientras tanto, los Estados europeos se benefician de los nuevos aparatos y el transporte ecológico sin carbono gracias a los automóviles eléctricos que llevan minerales africanos en sus baterías.

Pero quizás ese círculo no sea perfecto y esta contaminación esté llegando a los ciudadanos europeos. Los productos del mar podrían ser un posible vector de contaminación por metales pesados entre África y Europa.

Los metales pesados producidos en áreas mineras y en vertederos de desechos electrónicos llegan a las aguas costeras a través de ríos y riachuelos y se acumulan en los sedimentos marinos.

Los minerales de la basura electrónica contaminan la tierra y los ríos y acaban en el mar.

Desde allí, entrarán en la cadena trófica a través del plancton. Luego pasarán a los peces que consumen ese plancton para, finalmente, terminar en los grandes depredadores.

La acumulación de estos metales contaminantes dependerá de las especies, dependiendo de su nivel trófico, su historia de vida y sus hábitos de alimentación.

Un ejemplo de pescado altamente depredador que acumula metales pesados es el atún. Este pescado no es aconsejable para niños y mujeres embarazadas debido al alto contenido en mercurio que puede presentar. La presencia de metales en estos peces depende de la especie, el sexo y la zona en la que se desarrolle.

El pescado capturado en aguas africanas entra en el comercio mundial y se puede vender en cualquier lugar, apareciendo en el mercado europeo. Los acuerdos de asociación de pesca sostenible de la Unión Europea permiten a los barcos de la Unión capturar atún mientras migra a lo largo de las aguas africanas.

Por tanto, si la contaminación africana por metales pesados llega al atún en mar abierto a través de las plumas de los ríos y la cadena trófica, Europa podría estar consumiendo la contaminación por metales pesados a través de la ingesta de especies marinas capturadas en aguas africanas.

¿Qué obtendríamos si analizásemos atunes procedentes de diferentes zonas de pesca y comercializados en España? ¿Estarían los metales extraídos en minas africanas, presentes en los desechos electrónicos, concentrados en atunes procedentes de aguas africanas? 

 Hay 12 acuerdos de asociación de pesca sostenible en vigor entre la UE y países del océano Atlántico, Pacifico e Índico.

La respuesta es sí. Los resultado de un estudio que hemos publicado recientemente muestran concentraciones más altas de todos los metales analizados en atunes capturados en aguas africanas, sobre todo de mercurio y plomo.

Además, las concentraciones de metales en los atunes están relacionadas con las concentraciones encontradas en las aguas donde fueron capturados, mostrando que los peces están incorporando los metales presentes en el ambiente en el que viven.

¿Qué podemos hacer?
Ahora que sabemos que el océano nos devuelve todo lo que le enviamos, y que puede estar dañando nuestra salud, ¿qué podemos hacer?

Estos son algunos ejemplos de vías de actuación:

1. Estudiar en profundidad cómo pasa la contaminación por metales de los ríos y la tierra al mar.

2. Estudiar en profundidad cómo se acumulan estos metales en la cadena trófica marina.

3. Estudiar el riesgo de ingestión de metales pesados a través del consumo de productos del mar contaminados con metales procedentes de la minería y la basura electrónica.

4. Educar en un consumo responsable de aparatos electrónicos, dando a conocer la procedencia y el tratamiento de los residuos derivados.

5. Trabajar hacia la mejora en el tratamiento de desechos electrónicos en los países productores e importadores.


*Este artículo se publicó originalmente en The Conversation. Puedes leer la versión original aquí.

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