Malcolm Gladwell, autor de best-sellers, tiene una oficina en una tranquila calle de Hudson, Nueva York, donde se sienta en un escritorio bajo un póster de Mao Zedong, el antiguo líder comunista de China. ¿Por qué? ¿Quizá para señalar que las ideas pueden ser peligrosas? No, no hay ninguna razón en particular. También hay otros dos carteles comunistas chinos en la pared. “Los encontré en internet por unos 10 dólares”, dijo Gladwell, de 61 años. “Simplemente, me parece divertido”. Gladwell, quien ha pasado su carrera empapado de ideas y traduciendo la investigación en ciencias sociales en utilidad cotidiana, dice que no se toma sus propias ideas demasiado en serio. Pero otros sí lo hacen.
Su primer libro, El punto clave, causó sensación cuando se publicó en 2000. El libro explicaba cómo algo ordinario —ya fuera un zapato (los mocasines Hush Puppies), un comportamiento (el robo) o una idea (“vienen los británicos”)— se extiende tanto que se convierte en epidemia. Los expertos en negocios, los líderes políticos y los luchadores comunes de ambos campos lo trataron como una Biblia, extrayendo de él ideas sobre cómo difundir sus propios productos y lanzamientos. Hoy, las escuelas de negocios han bautizado programas de liderazgo con el nombre de la obra de Gladwell, y muchos empresarios citan su famosa regla de que el verdadero logro tiene un costo: 10.000 horas de práctica.
En octubre publicará un nuevo libro, Revenge of The Tipping Point (La venganza del punto de inflexión). Gladwell cree que El punto clave se hizo muy popular porque encajaba con el optimismo de finales de la década de 1990; describía cómo crear un cambio positivo en un momento de potencial positivo, con el fin de la Guerra Fría y el descenso de la delincuencia. (El libro promovía la teoría policial de las “ventanas rotas”, que sugería que la forma de prevenir los grandes delitos era vigilar estrictamente los pequeños, una noción que dio lugar a prácticas policiales que muchos consideran ahora discriminatorias).
Revenge of The Tipping Point da la vuelta a la idea del primer libro y examina las fuerzas que impulsan las epidemias negativas, que a él le parecen más acordes con nuestro momento actual.
Gladwell sostiene que las epidemias —por ejemplo, una oleada de atracos a bancos— están determinadas por lo que él denomina “sobrehistoria”, es decir, el conjunto de reglas o normas que estructuran una comunidad determinada. (Un atracador de bancos con éxito en Los Ángeles, por ejemplo, es propenso a inspirar más). Explora el papel de los “superdifusores”, las personas mejor situadas para encender un comportamiento o una idea. Y examina cómo las proporciones de población conforman las comunidades; la dinámica de grupo tiende a mantenerse estable cuando las perspectivas minoritarias representan aproximadamente un tercio del tamaño total, lo que él llama “la ley del tercio mágico”.
Hablé con Gladwell sobre su carrera y su nuevo libro, en el que abundan las teorías llamativas, como en su pódcast Revisionist History. Esta entrevista ha sido editada y condensada.
Escribiste en David y Goliat, tu libro de 2013, sobre los beneficios de estar en desventaja. Al principio, estabas en desventaja, y ahora eres un periodista estrella. ¿Cómo altera eso la experiencia de emprender un nuevo proyecto?
Significa menos de lo que pensaba. La forma en que hago mi trabajo no ha cambiado. Sigo haciendo todos mis reportajes e investigaciones. Es la misma manera en que trabajaba cuando tenía 20 años. Pero sí significa que es más fácil que la gente me devuelva las llamadas.
¿Existe una cualidad de estar en desventaja en el hecho de asumir un riesgo creativo?
En este momento me resulta difícil imaginarme a mí mismo en desventaja. No sé si la idea de David y Goliat encaja en el mundo del periodismo. No creo que tengamos el poder que tienen los ejércitos. Nuestro poder es tan amorfo, vago, endeble y contingente.
¿No es el poder de la audiencia?
Supongo que sí, en cierto modo. Pero nunca me he hecho la ilusión de que el público me pertenezca, ni creo que me siga en el sentido de que lo esté convirtiendo a mis ideas. Lo divertido de leer uno de mis libros no es convertirse a una forma de pensar. Lo divertido es conocer una idea nueva, jugar con ella y decidir si te gusta, ¿no?
Tenemos una lectura de mesa el jueves para un episodio de pódcast que es una crítica de El punto clave, del capítulo sobre el crimen.
¿El capítulo de las “ventanas rotas”?
Sí, es como: “Estaba equivocado. Aquí está lo mal que me equivoqué. He aquí por qué me equivoqué”.
La idea de que el crimen era una epidemia y que el comportamiento criminal era contagioso es correcta. Pero la idea de que las ventanas rotas y parar y cachear eran la respuesta correcta a un contagio es completamente falsa.
¿Qué se siente revisar los trabajos que publicaste, que sin duda tuvieron un efecto en quienes toman decisiones de políticas, y pensar: “Estoy completamente en desacuerdo con mi yo del pasado”?
No tengo grandes dudas a la hora de decir que estaba equivocado. Si estás leyendo un libro que tiene 25 años, las cosas deben estar mal. Si no reconoces que el mundo ha cambiado en 25 años, algo te pasa.
Si reescribieras ahora el capítulo de las “ventanas rotas”, ¿cuál sería la conclusión?
Acabo de ir a Filadelfia a pasar un rato con quienes están haciendo de verdad “ventanas rotas”, literalmente “ventanas rotas”. Lo que pasa con las ventanas rotas es que no es una metáfora. Lo estaba tratando como una metáfora. No, no, no. Se trata literalmente de arreglar ventanas rotas.
Este es un grupo que limpia terrenos baldíos. Han limpiado miles de terrenos baldíos en Filadelfia. Y han medido la disminución de la delincuencia, mejoras en la salud mental.
¿Así que tu conclusión sería que no se trata de vigilar delitos menores para prevenir delitos mayores, sino de embellecer los entornos construidos?
Hay dos ideas. Una idea, que presenté en Hablar con extraños, es la vigilancia de precisión. La delincuencia disminuye cuando la policía comprende que su poder no es un instrumento contundente. Parar y cachear era un instrumento contundente. La policía de precisión dice que eso es estúpido. Estás alienando a la misma comunidad a la que intentas ayudar.
La otra parte es tratar las ventanas rotas como un factor literal, no como una metáfora.
¿Cómo equilibras tu papel de narrador y de traductor de los resultados de las ciencias sociales a personas poderosas que quieren actuar en consecuencia?
Es complicado. Creo que el mayor problema —y es algo en lo que soy mucho mejor ahora que cuando empezaba— es comprender que hay que comunicar la incertidumbre. Está bien tener una idea hermosa que presentar a la gente y ayudarles a entender cómo funciona el mundo. Pero creo que hay que comunicar la idea de que podría estar equivocada. No estamos presentando un hecho. Estamos jugando con una idea.
Yo no soy muy firme en mis ideas, y pienso que es importante que quien escriba sobre ideas recuerde a sus lectores que no deben serlo.
“Si no reconoces que el mundo ha cambiado en 25 años”, dijo Gladwell, “algo te pasa”. Credit... Peter Fisher para The New York Times. Has escrito sobre cómo influye el contexto social en el comportamiento.
En octubre publicará un nuevo libro, Revenge of The Tipping Point (La venganza del punto de inflexión). Gladwell cree que El punto clave se hizo muy popular porque encajaba con el optimismo de finales de la década de 1990; describía cómo crear un cambio positivo en un momento de potencial positivo, con el fin de la Guerra Fría y el descenso de la delincuencia. (El libro promovía la teoría policial de las “ventanas rotas”, que sugería que la forma de prevenir los grandes delitos era vigilar estrictamente los pequeños, una noción que dio lugar a prácticas policiales que muchos consideran ahora discriminatorias).
Revenge of The Tipping Point da la vuelta a la idea del primer libro y examina las fuerzas que impulsan las epidemias negativas, que a él le parecen más acordes con nuestro momento actual.
Gladwell sostiene que las epidemias —por ejemplo, una oleada de atracos a bancos— están determinadas por lo que él denomina “sobrehistoria”, es decir, el conjunto de reglas o normas que estructuran una comunidad determinada. (Un atracador de bancos con éxito en Los Ángeles, por ejemplo, es propenso a inspirar más). Explora el papel de los “superdifusores”, las personas mejor situadas para encender un comportamiento o una idea. Y examina cómo las proporciones de población conforman las comunidades; la dinámica de grupo tiende a mantenerse estable cuando las perspectivas minoritarias representan aproximadamente un tercio del tamaño total, lo que él llama “la ley del tercio mágico”.
Hablé con Gladwell sobre su carrera y su nuevo libro, en el que abundan las teorías llamativas, como en su pódcast Revisionist History. Esta entrevista ha sido editada y condensada.
Escribiste en David y Goliat, tu libro de 2013, sobre los beneficios de estar en desventaja. Al principio, estabas en desventaja, y ahora eres un periodista estrella. ¿Cómo altera eso la experiencia de emprender un nuevo proyecto?
Significa menos de lo que pensaba. La forma en que hago mi trabajo no ha cambiado. Sigo haciendo todos mis reportajes e investigaciones. Es la misma manera en que trabajaba cuando tenía 20 años. Pero sí significa que es más fácil que la gente me devuelva las llamadas.
¿Existe una cualidad de estar en desventaja en el hecho de asumir un riesgo creativo?
En este momento me resulta difícil imaginarme a mí mismo en desventaja. No sé si la idea de David y Goliat encaja en el mundo del periodismo. No creo que tengamos el poder que tienen los ejércitos. Nuestro poder es tan amorfo, vago, endeble y contingente.
¿No es el poder de la audiencia?
Supongo que sí, en cierto modo. Pero nunca me he hecho la ilusión de que el público me pertenezca, ni creo que me siga en el sentido de que lo esté convirtiendo a mis ideas. Lo divertido de leer uno de mis libros no es convertirse a una forma de pensar. Lo divertido es conocer una idea nueva, jugar con ella y decidir si te gusta, ¿no?
Tenemos una lectura de mesa el jueves para un episodio de pódcast que es una crítica de El punto clave, del capítulo sobre el crimen.
¿El capítulo de las “ventanas rotas”?
Sí, es como: “Estaba equivocado. Aquí está lo mal que me equivoqué. He aquí por qué me equivoqué”.
La idea de que el crimen era una epidemia y que el comportamiento criminal era contagioso es correcta. Pero la idea de que las ventanas rotas y parar y cachear eran la respuesta correcta a un contagio es completamente falsa.
¿Qué se siente revisar los trabajos que publicaste, que sin duda tuvieron un efecto en quienes toman decisiones de políticas, y pensar: “Estoy completamente en desacuerdo con mi yo del pasado”?
No tengo grandes dudas a la hora de decir que estaba equivocado. Si estás leyendo un libro que tiene 25 años, las cosas deben estar mal. Si no reconoces que el mundo ha cambiado en 25 años, algo te pasa.
Si reescribieras ahora el capítulo de las “ventanas rotas”, ¿cuál sería la conclusión?
Acabo de ir a Filadelfia a pasar un rato con quienes están haciendo de verdad “ventanas rotas”, literalmente “ventanas rotas”. Lo que pasa con las ventanas rotas es que no es una metáfora. Lo estaba tratando como una metáfora. No, no, no. Se trata literalmente de arreglar ventanas rotas.
Este es un grupo que limpia terrenos baldíos. Han limpiado miles de terrenos baldíos en Filadelfia. Y han medido la disminución de la delincuencia, mejoras en la salud mental.
¿Así que tu conclusión sería que no se trata de vigilar delitos menores para prevenir delitos mayores, sino de embellecer los entornos construidos?
Hay dos ideas. Una idea, que presenté en Hablar con extraños, es la vigilancia de precisión. La delincuencia disminuye cuando la policía comprende que su poder no es un instrumento contundente. Parar y cachear era un instrumento contundente. La policía de precisión dice que eso es estúpido. Estás alienando a la misma comunidad a la que intentas ayudar.
La otra parte es tratar las ventanas rotas como un factor literal, no como una metáfora.
¿Cómo equilibras tu papel de narrador y de traductor de los resultados de las ciencias sociales a personas poderosas que quieren actuar en consecuencia?
Es complicado. Creo que el mayor problema —y es algo en lo que soy mucho mejor ahora que cuando empezaba— es comprender que hay que comunicar la incertidumbre. Está bien tener una idea hermosa que presentar a la gente y ayudarles a entender cómo funciona el mundo. Pero creo que hay que comunicar la idea de que podría estar equivocada. No estamos presentando un hecho. Estamos jugando con una idea.
Yo no soy muy firme en mis ideas, y pienso que es importante que quien escriba sobre ideas recuerde a sus lectores que no deben serlo.
“Si no reconoces que el mundo ha cambiado en 25 años”, dijo Gladwell, “algo te pasa”. Credit... Peter Fisher para The New York Times. Has escrito sobre cómo influye el contexto social en el comportamiento.
¿Qué influye en nuestro contexto actual para que en Revenge of The Tipping Point quieras analizar qué impulsa un cambio social negativo?
El libro se enmarca en la crisis de los opioides. Estamos hablando de más de 100.000 muertes al año por sobredosis, una cifra asombrosa, alucinante.
Pensarías que es de lo único de lo que estaríamos hablando.
Presentas teorías interesantes sobre lo que aceleró la crisis de los opioides. Describes a los médicos “superdifusores” que, cortejados por las empresas farmacéuticas, recetaron un gran número de opioides; examinas la variación de los niveles de sobredosis entre los estados que exigían a los médicos hacer copias adicionales de sus recetas y los que no lo hacían.
Pero, ¿qué hay de factores como la avaricia empresarial, la falta de regulación federal, las comunidades susceptibles a la adicción debido a la devastación económica y los sentimientos de abandono? ¿Cómo entiendes el papel que desempeñaron todas esas otras variables?
Era consciente de que estaba escribiendo un capítulo y no un libro. También era consciente de que no soy el primero en escribir sobre esto. Antes que yo, se han publicado libros realmente asombrosos sobre los opioides. Así que quería aportar algo más.
En este tipo de libros, nunca se puede contar toda la historia. Hay que elegir los aspectos en los que se cree que hay más posibilidades de hacer avanzar los conocimientos de la gente. Por ejemplo, la idea de que la crisis de los opioides no era nacional, que había una “variación en áreas pequeñas” significativa, me parece realmente interesante. La idea de que la inmensa mayoría de los médicos que recetaron analgésicos lo hicieron de forma ética. Así que no se trata de una acusación contra la profesión médica. La profesión médica hizo su trabajo. Un pequeño grupo de marginados fue identificado y atacado por una empresa farmacéutica rapaz.
Una cosa que ha cambiado desde El punto clave es que ahora tienes hijos. ¿Tienes en cuenta los resultados de sus investigaciones a la hora de educar a tus hijos? Por ejemplo, has escrito que cuando los adolescentes deciden a qué universidad ir, deberían elegir ser un pez grande en un estanque pequeño en lugar de un pez pequeño en una gran escuela de élite.
Les he dicho a todos mis amigos que estoy totalmente dispuesto a ser un hipócrita en todas estas cuestiones. Opinaba sobre la paternidad antes de ser padre. Ahora que soy padre, no creo que vuelva a opinar sobre la paternidad.
¿De verdad? Si tus hijos quisieran ir a Brown, no dirías: “No, espera…”
Lo primero que te das cuenta es que no es tu decisión. Incluso ahora, que mis hijos son muy pequeños, la mayoría de las cosas que hacen, creo que es mi decisión, pero en realidad no lo es.
¿Pondré mi propio deseo narcisista de ver a mis hijos triunfar o posiblemente triunfar por delante de su propio bienestar? Tal vez. Solo pienso que tienes que reconocer tu propia fragilidad como persona y como padre.
El libro se enmarca en la crisis de los opioides. Estamos hablando de más de 100.000 muertes al año por sobredosis, una cifra asombrosa, alucinante.
Pensarías que es de lo único de lo que estaríamos hablando.
Presentas teorías interesantes sobre lo que aceleró la crisis de los opioides. Describes a los médicos “superdifusores” que, cortejados por las empresas farmacéuticas, recetaron un gran número de opioides; examinas la variación de los niveles de sobredosis entre los estados que exigían a los médicos hacer copias adicionales de sus recetas y los que no lo hacían.
Pero, ¿qué hay de factores como la avaricia empresarial, la falta de regulación federal, las comunidades susceptibles a la adicción debido a la devastación económica y los sentimientos de abandono? ¿Cómo entiendes el papel que desempeñaron todas esas otras variables?
Era consciente de que estaba escribiendo un capítulo y no un libro. También era consciente de que no soy el primero en escribir sobre esto. Antes que yo, se han publicado libros realmente asombrosos sobre los opioides. Así que quería aportar algo más.
En este tipo de libros, nunca se puede contar toda la historia. Hay que elegir los aspectos en los que se cree que hay más posibilidades de hacer avanzar los conocimientos de la gente. Por ejemplo, la idea de que la crisis de los opioides no era nacional, que había una “variación en áreas pequeñas” significativa, me parece realmente interesante. La idea de que la inmensa mayoría de los médicos que recetaron analgésicos lo hicieron de forma ética. Así que no se trata de una acusación contra la profesión médica. La profesión médica hizo su trabajo. Un pequeño grupo de marginados fue identificado y atacado por una empresa farmacéutica rapaz.
Una cosa que ha cambiado desde El punto clave es que ahora tienes hijos. ¿Tienes en cuenta los resultados de sus investigaciones a la hora de educar a tus hijos? Por ejemplo, has escrito que cuando los adolescentes deciden a qué universidad ir, deberían elegir ser un pez grande en un estanque pequeño en lugar de un pez pequeño en una gran escuela de élite.
Les he dicho a todos mis amigos que estoy totalmente dispuesto a ser un hipócrita en todas estas cuestiones. Opinaba sobre la paternidad antes de ser padre. Ahora que soy padre, no creo que vuelva a opinar sobre la paternidad.
¿De verdad? Si tus hijos quisieran ir a Brown, no dirías: “No, espera…”
Lo primero que te das cuenta es que no es tu decisión. Incluso ahora, que mis hijos son muy pequeños, la mayoría de las cosas que hacen, creo que es mi decisión, pero en realidad no lo es.
¿Pondré mi propio deseo narcisista de ver a mis hijos triunfar o posiblemente triunfar por delante de su propio bienestar? Tal vez. Solo pienso que tienes que reconocer tu propia fragilidad como persona y como padre.
Empezaste tu carrera en un mundo mediático muy diferente. Tenías un estilo narrativo que consistía en presentar grandes ideas y vincularlas a historias, a pruebas. El consumo de medios ha cambiado mucho. Estamos viendo este aumento del antiexperto: la gente adora a Joe Rogan, obtiene sus noticias de TikTok.
¿Cómo afecta la aceptación de la antiexperiencia al modo en que el público recibe tu trabajo?
Me cuesta creer que estemos en un momento de antiexperiencia. No me lo creo. No soy un oyente habitual de Joe Rogan. De hecho, me comprometí a escuchar un episodio con Andrew Huberman. [Huberman es un neurocientífico de Stanford que presenta un popular pódcast] Supongo que es polémico, no tengo ni idea.
Me pareció un gran episodio. Rogan dejó que alguien que sabe sobre el cerebro y el desarrollo humano viniera a su programa y hablara durante dos horas. Eso es lo contrario de anti-experiencia. Y Rogan lo hace semana tras semana: invita a su programa a quien sabe algo y lo deja hablar. A veces no estoy de acuerdo con la persona que tiene en su programa, pero otras veces aprendo mucho. Es un modelo de consumo diferente para encontrar expertos, pero no es anti-expertos.
Pero también lleva a gente cuyas ideas van completamente en contra del consenso médico, ¿no?
Trae a quien tiene algo que decir y lo deja hablar largo y tendido. Mientras que en el mundo de los medios de comunicación con el que crecí, queríamos a alguien que fuera un guardián e hiciera una curaduría. Él no hará eso.
La gente quiere cada vez más experiencia sin curaduría. ¿A veces eso crea problemas? Sí, mucha gente no se vacunó contra la covid y murió por ello. Eso es muy desafortunado. Soy plenamente consciente de lo que ocurre cuando dejas que florezcan mil flores. [Ahí está Mao, o al menos un eco de él, otra vez]. Pero también soy consciente de que a veces hay algo hermoso en el hecho de que estemos abriendo el acceso a la gente como nunca antes lo habíamos hecho.
En la reseña que Steven Pinker hizo de uno de tus libros, escribió que “cuando la educación de un escritor sobre un tema consiste en entrevistar a un experto, es propenso a ofrecer generalizaciones banales, obtusas o rotundamente erróneas”. Diste una respuesta convincente en tu blog. Parece que su crítica se refería a la tensión entre el trabajo de un escritor y el de un científico social.
Siempre tengo noticias de quienes han leído libros míos y han tomado ideas y las han hecho suyas de una determinada manera. Volviendo a El punto clave original, mucha gente que pensaba en el problema de cómo dar a conocer algo o hacer cambiar de opinión a la gente se fijó en ese libro. No lo trataron como un libro de instrucciones. Pero vieron en ese libro ideas que les ayudaron a dar forma a sus propias estrategias. Y eso me parece hermoso.
Escribes que los grupos funcionan bien cuando “un grupo de personas ajenas al grupo” alcanza un cuarto o un tercio del tamaño total del grupo. Lo llamas “la ley del tercio mágico”. ¿Por qué llamarla ley? Dado que tienes ideas vagas.
Es por diversión. Quiero decir, yo no lo llamo una ley con mayúsculas.
Hay dos cosas aquí. Estás confundiendo la aplicación y el principio. Parece que en varios contextos, la dinámica del grupo cambia cuando una voz disidente alcanza el 30 por ciento. Me parece bien decir que hay algo realmente interesante en “un tercio”. Eso no significa que se pueda aplicar en todos los casos, ¿verdad? Lo difícil es decir: “Bien, ¿cuándo se aplica este principio?”. Lo que me encantaría ver es más experimentación. Hagamos un estudio aleatorio sobre lo que ocurre si agrupas a los grupos minoritarios en las aulas en torno al 30 por ciento.
Ese es el objetivo del libro, dar a la gente la sensación de que el mundo que te ha tocado no es el mundo con el que tienes que conformarte.
Me cuesta creer que estemos en un momento de antiexperiencia. No me lo creo. No soy un oyente habitual de Joe Rogan. De hecho, me comprometí a escuchar un episodio con Andrew Huberman. [Huberman es un neurocientífico de Stanford que presenta un popular pódcast] Supongo que es polémico, no tengo ni idea.
Me pareció un gran episodio. Rogan dejó que alguien que sabe sobre el cerebro y el desarrollo humano viniera a su programa y hablara durante dos horas. Eso es lo contrario de anti-experiencia. Y Rogan lo hace semana tras semana: invita a su programa a quien sabe algo y lo deja hablar. A veces no estoy de acuerdo con la persona que tiene en su programa, pero otras veces aprendo mucho. Es un modelo de consumo diferente para encontrar expertos, pero no es anti-expertos.
Pero también lleva a gente cuyas ideas van completamente en contra del consenso médico, ¿no?
Trae a quien tiene algo que decir y lo deja hablar largo y tendido. Mientras que en el mundo de los medios de comunicación con el que crecí, queríamos a alguien que fuera un guardián e hiciera una curaduría. Él no hará eso.
La gente quiere cada vez más experiencia sin curaduría. ¿A veces eso crea problemas? Sí, mucha gente no se vacunó contra la covid y murió por ello. Eso es muy desafortunado. Soy plenamente consciente de lo que ocurre cuando dejas que florezcan mil flores. [Ahí está Mao, o al menos un eco de él, otra vez]. Pero también soy consciente de que a veces hay algo hermoso en el hecho de que estemos abriendo el acceso a la gente como nunca antes lo habíamos hecho.
En la reseña que Steven Pinker hizo de uno de tus libros, escribió que “cuando la educación de un escritor sobre un tema consiste en entrevistar a un experto, es propenso a ofrecer generalizaciones banales, obtusas o rotundamente erróneas”. Diste una respuesta convincente en tu blog. Parece que su crítica se refería a la tensión entre el trabajo de un escritor y el de un científico social.
Siempre tengo noticias de quienes han leído libros míos y han tomado ideas y las han hecho suyas de una determinada manera. Volviendo a El punto clave original, mucha gente que pensaba en el problema de cómo dar a conocer algo o hacer cambiar de opinión a la gente se fijó en ese libro. No lo trataron como un libro de instrucciones. Pero vieron en ese libro ideas que les ayudaron a dar forma a sus propias estrategias. Y eso me parece hermoso.
Escribes que los grupos funcionan bien cuando “un grupo de personas ajenas al grupo” alcanza un cuarto o un tercio del tamaño total del grupo. Lo llamas “la ley del tercio mágico”. ¿Por qué llamarla ley? Dado que tienes ideas vagas.
Es por diversión. Quiero decir, yo no lo llamo una ley con mayúsculas.
Hay dos cosas aquí. Estás confundiendo la aplicación y el principio. Parece que en varios contextos, la dinámica del grupo cambia cuando una voz disidente alcanza el 30 por ciento. Me parece bien decir que hay algo realmente interesante en “un tercio”. Eso no significa que se pueda aplicar en todos los casos, ¿verdad? Lo difícil es decir: “Bien, ¿cuándo se aplica este principio?”. Lo que me encantaría ver es más experimentación. Hagamos un estudio aleatorio sobre lo que ocurre si agrupas a los grupos minoritarios en las aulas en torno al 30 por ciento.
Ese es el objetivo del libro, dar a la gente la sensación de que el mundo que te ha tocado no es el mundo con el que tienes que conformarte.
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