El periodista y escritor Paco Cerdà desmenuza en el libro de no ficción ‘14 de abril’ las horas que precedieron a la proclamación de la Segunda República a partir sobre todo de vivencias de personas anónimas.
Hay días que parecen durar mucho más de 24 horas, jornadas que atraviesan la historia para perpetuarlas a base de dramas, muertes, esperanzas, euforias, intrigas… Así sucedió en España el 14 de abril de 1931, cuando las masas rebeladas en las calles se llevaron por delante, en unas horas, el régimen monárquico para proclamar la Segunda República, tras el triunfo en las principales ciudades en las elecciones municipales celebradas 48 horas antes. El periodista y escritor Paco Cerdà (Genovés, Valencia, 37 años) ha fragmentado aquella efeméride en la obra de no ficción 14 de abril (Libros del Asteroide). Un relato que nos sitúa como espectadores de acontecimientos protagonizados sobre todo por personas anónimas para saber qué sintieron y pensaron. “Ese día arrolló muchas pequeñas historias que suelen pasar desapercibidas, la historia desde abajo, que llamaba [el historiador] Edward Palmer Thompson”, explica Cerdà a unos metros del Palacio de Cibeles, entonces Palacio de Comunicaciones, el primer edificio oficial en Madrid en que se izó la bandera republicana esa fecha.
Cerdà, colaborador de EL PAÍS, cuenta que se zambulló en aquel 14 de abril “porque realmente lo desconocía, aparte de lo más sabido, lo de la gente en la calle, la huida de Alfonso XIII…”. “Sin embargo, fue una epopeya luego olvidada, una revolución improvisada que se ha descuidado porque la República fue tan convulsa y el franquismo distorsionó aquello; incluso la Transición mostró desinterés y la reciente memoria democrática se ha centrado más en la guerra y la posguerra”, añade.
La narración “trepidante, apasionada”, en palabras de Elvira Lindo, como si fuera un directo de televisión desde diferentes lugares, comienza con la muerte de Emilio Arauzo Honorio, obrero caído por dos disparos en una manifestación en Madrid ahogada a tiros por la Guardia Civil. Ese es el rasgo más sorprendente de esta obra: que la Segunda República no llegó por la calle de Alcalá entre flores, abrazos y besos. Hubo represión y muertos.
El escritor y periodista Paco Cerdà, el 7 de noviembre delante del Ayuntamiento de Madrid, primer edificio de la capital en que ondeó la bandera republicana el 14 de abril de 1931. ÁLVARO GARCÍA
“Es lo que me llevó a escribir así este libro porque contrasta con la imagen que tenemos”. El autor escrutó todos los periódicos españoles publicados el 15 de abril para descubrir “la historia de Emilio, la del telegrafista Francisco Pàmies [muerto en Barcelona por una bala perdida en un tiroteo en la Casa de Correos], los disparos en Moaña [Pontevedra]… esas muertes fueron sacrificios por una causa colectiva. Yo no lo haría, pero la historia no avanzaría sin ellos. Muertes que también simbolizan la de la propia monarquía”.
Cerdà, ganador por este título que ahora se ha publicado del Segundo Premio de No Ficción Libros del Asteroide en febrero, sumó a su pasión por la historia una cuestión personal para sacarlo adelante. “Mi abuelo, de 97 años, tiene en su casa un retrato al óleo de su padre, fusilado en 1943, concejal republicano en Burjassot (Valencia). Tras la Guerra Civil fue detenido, estuvo cuatro años preso y lo fusilaron. Mi abuelo, que le llevaba comida, perdió a su padre con 17 años. Pienso que si no hubiera habido un 14 de abril, quizás mi abuelo no habría perdido a su padre, pero es una paradoja porque, a la vez, fue un día necesario, de esperanza e ilusión, para romper con el caciquismo, el oscurantismo…”.
Hay días que parecen durar mucho más de 24 horas, jornadas que atraviesan la historia para perpetuarlas a base de dramas, muertes, esperanzas, euforias, intrigas… Así sucedió en España el 14 de abril de 1931, cuando las masas rebeladas en las calles se llevaron por delante, en unas horas, el régimen monárquico para proclamar la Segunda República, tras el triunfo en las principales ciudades en las elecciones municipales celebradas 48 horas antes. El periodista y escritor Paco Cerdà (Genovés, Valencia, 37 años) ha fragmentado aquella efeméride en la obra de no ficción 14 de abril (Libros del Asteroide). Un relato que nos sitúa como espectadores de acontecimientos protagonizados sobre todo por personas anónimas para saber qué sintieron y pensaron. “Ese día arrolló muchas pequeñas historias que suelen pasar desapercibidas, la historia desde abajo, que llamaba [el historiador] Edward Palmer Thompson”, explica Cerdà a unos metros del Palacio de Cibeles, entonces Palacio de Comunicaciones, el primer edificio oficial en Madrid en que se izó la bandera republicana esa fecha.
Cerdà, colaborador de EL PAÍS, cuenta que se zambulló en aquel 14 de abril “porque realmente lo desconocía, aparte de lo más sabido, lo de la gente en la calle, la huida de Alfonso XIII…”. “Sin embargo, fue una epopeya luego olvidada, una revolución improvisada que se ha descuidado porque la República fue tan convulsa y el franquismo distorsionó aquello; incluso la Transición mostró desinterés y la reciente memoria democrática se ha centrado más en la guerra y la posguerra”, añade.
La narración “trepidante, apasionada”, en palabras de Elvira Lindo, como si fuera un directo de televisión desde diferentes lugares, comienza con la muerte de Emilio Arauzo Honorio, obrero caído por dos disparos en una manifestación en Madrid ahogada a tiros por la Guardia Civil. Ese es el rasgo más sorprendente de esta obra: que la Segunda República no llegó por la calle de Alcalá entre flores, abrazos y besos. Hubo represión y muertos.
El escritor y periodista Paco Cerdà, el 7 de noviembre delante del Ayuntamiento de Madrid, primer edificio de la capital en que ondeó la bandera republicana el 14 de abril de 1931. ÁLVARO GARCÍA
“Es lo que me llevó a escribir así este libro porque contrasta con la imagen que tenemos”. El autor escrutó todos los periódicos españoles publicados el 15 de abril para descubrir “la historia de Emilio, la del telegrafista Francisco Pàmies [muerto en Barcelona por una bala perdida en un tiroteo en la Casa de Correos], los disparos en Moaña [Pontevedra]… esas muertes fueron sacrificios por una causa colectiva. Yo no lo haría, pero la historia no avanzaría sin ellos. Muertes que también simbolizan la de la propia monarquía”.
Cerdà, ganador por este título que ahora se ha publicado del Segundo Premio de No Ficción Libros del Asteroide en febrero, sumó a su pasión por la historia una cuestión personal para sacarlo adelante. “Mi abuelo, de 97 años, tiene en su casa un retrato al óleo de su padre, fusilado en 1943, concejal republicano en Burjassot (Valencia). Tras la Guerra Civil fue detenido, estuvo cuatro años preso y lo fusilaron. Mi abuelo, que le llevaba comida, perdió a su padre con 17 años. Pienso que si no hubiera habido un 14 de abril, quizás mi abuelo no habría perdido a su padre, pero es una paradoja porque, a la vez, fue un día necesario, de esperanza e ilusión, para romper con el caciquismo, el oscurantismo…”.
Momento en el que la bandera republicana es izada en el Parlamento de Cataluña, el 14 de abril de 1931. EFE
A la vez, “hubo una ambición de los dirigentes republicanos, que se saltaron la legalidad”. “La República podía haber esperado para una transmisión del poder, y no fue así”. Con ello se refiere a la escena principal del drama, retratada en el libro. “Cuando a las dos del mediodía, Niceto Alcalá-Zamora [líder de los republicanos, que había sido dos veces ministro con el rey] y el conde de Romanones, ministro de Estado, se reúnen en la casa de Gregorio Marañón en Madrid. Ahí ya no hay marcha atrás, solo queda decir a qué hora y por dónde saldrá el rey de España. He podido reconstruir ese momento, cómo se saludaron, cómo se sentaron, porque Ortega y Gasset, entre otros, lo contaron”.
Previa a esa “rendición de Breda”, como la califica el autor, había acaecido otro hecho clave: el general Sanjurjo, jefe de la Guardia Civil, se pone del lado republicano para evitar que corra la sangre. “Esto significó que el rey estaba más solo que la una, un hecho acompañado del abandonismo de los monárquicos”.
Gobierno provisional de la República, en una imagen del 15 de abril de 1931: sentados, desde la izquierda: Francisco Largo Caballero (Trabajo), Santiago Casares Quiroga (Marina), Niceto Alcalá-Zamora (Presidencia) y Álvaro de Albornoz (Fomento). De pie, desde la izquierda: Indalecio Prieto (Hacienda), Luis Nicolau D´Olwer (Economía), Marcelino Domingo (Instrucción Pública y Bellas Artes), Miguel Maura y Gamazo (Gobernación), Manuel Azaña (Guerra), Alejandro Lerroux (Estado) y Fernando de los Ríos (Justicia). Gobierno provisional de la República, en una imagen del 15 de abril de 1931: sentados, desde la izquierda: Francisco Largo Caballero (Trabajo), Santiago Casares Quiroga (Marina), Niceto Alcalá-Zamora (Presidencia) y Álvaro de Albornoz (Fomento). De pie, desde la izquierda: Indalecio Prieto (Hacienda), Luis Nicolau D´Olwer (Economía), Marcelino Domingo (Instrucción Pública y Bellas Artes), Miguel Maura y Gamazo (Gobernación), Manuel Azaña (Guerra), Alejandro Lerroux (Estado) y Fernando de los Ríos (Justicia). ARCHIVO DÍAZ CASARIEGO (EFE)
¿Pero hubo algún instante en que todo pudo echarse a perder? “Aquel día amaneció sin que nadie supiese lo que iba a suceder, pero a media mañana parecía irrefrenable. Fue fundamental esa primera bandera republicana en el Ayuntamiento de Éibar [Gipuzkoa], aún de madrugada. La monarquía, desequilibrada porque unos obreros elegidos en las elecciones llegan al pleno del Ayuntamiento, quitan el retrato del rey y proclaman la República”.
Sobre el armazón de este libro, “que tiene una mirada comprometida”, Cerdà descarta que haya plasmado algo que se pueda considerar ajeno a los hechos reales. “La clave siempre es que haya un documento que sustancie lo escrito”. Y pone como ejemplo el capítulo dedicado a la célebre actriz Margarita Xirgu: “Vi en la cartelera de un periódico de aquellos días que actuaba en el teatro Muñoz Seca, en Madrid. Vi cuál era la primera frase que decía en la obra. ¿Cómo iba vestida? Consulté el Centro de Documentación Teatral, que tiene fotos de la representación. Luego vi en la fundación con su legado una carta que había enviado ese día, en la que hablaba de un accidente casero que le produjo unas quemaduras en el brazo izquierdo...”.
Un método que ha necesitado dos años de documentación: cartas, dietarios, memorias, hemeroteca, cables diplomáticos… “El periodismo narrativo”, dice, que entronca con Manuel Chaves Nogales, Gay Talese, Ramón J. Sender y, más recientes, Svetlana Aleksiévich, Emmanuel Carrère o Éric Vuillard. Cerdà está convencido de que “hay una clara tendencia a seccionar la historia para contarla en píldoras pequeñas y transversales; un cruce de caminos entre el rigor del periodismo, la belleza de la literatura y la mirada ponderada de la historia”.