Rectores y docentes comparten cómo han integrado el bot en sus clases.
Cuando los alumnos del Máster de Tecnología Aplicada a la Educación de la Universidad Internacional de Valencia (VIU) reciben su primera clase, el profesor empieza con una pregunta a ChatGPT. “¿La inteligencia artificial va a reemplazar a los docentes?”, teclea en el programa. La respuesta, inmediata y breve, es la misma en cada sesión: “No, siempre y cuando estén actualizados y formados”, contesta de forma escrita el bot conversacional. Una capa de asombro se extiende en el aula. A Francisco Recio-Muñoz, quien dirige este posgrado, le parece la contestación que dibuja con mayor precisión el futuro.
Esta semana se ha cumplido un año desde el aterrizaje de ChatGPT 3.5. Su poder conversacional y generativo le valieron la definición de tecnología revolucionaria. En cinco días alcanzó el millón de descargas, un hito nunca antes conseguido en tan poco tiempo por ninguna otra aplicación. El programa es capaz de generar textos coherentes y de entender y procesar el lenguaje natural en distintos contextos. En el ámbito educativo, posee una destreza notable para escribir código informático o para completar un ensayo universitario y podría aprobar el examen de selectividad, aunque por los pelos.
El debate sobre su prohibición parece estar superado. La conversación ahora se ha trasladado a cómo sacar el mayor potencial de esta tecnología en el aula. Para algunos profesores representa un desafío, otros ven con recelo su avance y cada vez más asumen que no podrían volver a dar clase sin el programa.
El profesor de la Universidad de Navarra (UNAV) Francesc Pujol, experto en ChatGPT, esta semana.Francesc Pujol (53 años) pertenece a este último grupo. El profesor en Liderazgo e Innovación en la Universidad de Navarra exige a sus alumnos en los últimos minutos de cada sesión que le realicen una pregunta “relevante” a ChatGPT de acuerdo al temario revisado durante clase. Después evalúa la respuesta que les devuelve el bot. “Si han hecho una buena pregunta significa que han entendido bien la clase”, explica el profesor, que más tarde las puntúa.
Pujol considera necesario que los estudiantes universitarios se gradúen con nociones básicas en el uso de inteligencia artificial (IA) generativa. “Mi misión es que los alumnos aprendan a pensar para el ámbito profesional. Los resultados ya no van a ser importantes, sino las preguntas. Hay que aprender a formular bien preguntas que nos lleven a escenarios nuevos donde se produzcan distintos tipos de reflexiones. Pero el programa solo me da respuestas buenas cuando le hago preguntas buenas. ¿Y de dónde salen? De entender mejor los problemas que nos rodean”, reflexiona el profesor. “Las empresas no van a esperar medio año a que se formen en inteligencia artificial; buscan personal que sepa aplicarla ya”, resalta.
Germán Ruipérez, fotografiado este jueves junto al rectorado de la UNED en MadridComo él, otros docentes se han visto obligados a adaptar los criterios y las actividades de evaluación. Es el caso de Isidro Navarro (52 años), profesor de arquitectura en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), que asegura que la llegada de ChatGPT ha supuesto una revolución en sus clases. Gracias a la herramienta de inteligencia artificial generativa DALL-E, los estudiantes son capaces de recrear espacios urbanos o edificios con rapidez, cuando antes este proceso requería “días o semanas”. Germán Ruipérez, catedrático de Lingüística Alemana en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), coincide en la necesidad de adaptación. “Las pruebas de evaluación continua, consistentes en redactar un texto o un resumen, han caído en picado”, comparte.
Imágenes generadas por inteligencia artificial para clases de arquitectura del profesor de la Universitat Politècnica de Catalunya, Tanto en el ámbito legal como en el educativo, la sensación es que se ha ido un par de zancadas por detrás de esta tecnología desde su lanzamiento. El auge exponencial durante los primeros meses de ChatGPT abrió el debate en Europa sobre hasta qué punto había que regularizarlo. Italia dio el primer paso a finales de marzo de este año, cuando bloqueó su uso por incumplir la normativa de protección de datos y por carecer de filtros para verificar la edad de los menores. Aunque la prohibición se levantó. A finales de mayo, una ristra de expertos en inteligencia artificial alertaron sobre el “peligro de extinción” que supone esta tecnología para la humanidad.
Persiste la sensación de que el alumnado ha tomado rápidamente la delantera. Pujol lo constató mientras impartía un seminario a 200 alumnos de instituto. Les preguntó cuántos de ellos hacían uso de la herramienta y se levantaron prácticamente todos los brazos. Por ello, Ruipérez opina que ha pillado en fuera de juego a los docentes. “Es una revolución que ha venido de abajo arriba”, comenta el catedrático de Lingüística Alemana.
Los institutos toman las riendas
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