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domingo, 18 de febrero de 2024

_- ChatGPT llegó hace un año a las aulas, ahora los profesores no quieren librarse de él.

_- La inteligencia artificial generativa supuso un terremoto educativo en todos los niveles. Rectores y docentes comparten cómo han integrado el bot en sus clases

Rectores y docentes comparten cómo han integrado el bot en sus clases.

Cuando los alumnos del Máster de Tecnología Aplicada a la Educación de la Universidad Internacional de Valencia (VIU) reciben su primera clase, el profesor empieza con una pregunta a ChatGPT. “¿La inteligencia artificial va a reemplazar a los docentes?”, teclea en el programa. La respuesta, inmediata y breve, es la misma en cada sesión: “No, siempre y cuando estén actualizados y formados”, contesta de forma escrita el bot conversacional. Una capa de asombro se extiende en el aula. A Francisco Recio-Muñoz, quien dirige este posgrado, le parece la contestación que dibuja con mayor precisión el futuro.

Esta semana se ha cumplido un año desde el aterrizaje de ChatGPT 3.5. Su poder conversacional y generativo le valieron la definición de tecnología revolucionaria. En cinco días alcanzó el millón de descargas, un hito nunca antes conseguido en tan poco tiempo por ninguna otra aplicación. El programa es capaz de generar textos coherentes y de entender y procesar el lenguaje natural en distintos contextos. En el ámbito educativo, posee una destreza notable para escribir código informático o para completar un ensayo universitario y podría aprobar el examen de selectividad, aunque por los pelos.

El debate sobre su prohibición parece estar superado. La conversación ahora se ha trasladado a cómo sacar el mayor potencial de esta tecnología en el aula. Para algunos profesores representa un desafío, otros ven con recelo su avance y cada vez más asumen que no podrían volver a dar clase sin el programa.
El profesor de la Universidad de Navarra (UNAV) Francesc Pujol, experto en ChatGPT, esta semana.El profesor de la Universidad de Navarra (UNAV) Francesc Pujol, experto en ChatGPT, esta semana.
Francesc Pujol (53 años) pertenece a este último grupo. El profesor en Liderazgo e Innovación en la Universidad de Navarra exige a sus alumnos en los últimos minutos de cada sesión que le realicen una pregunta “relevante” a ChatGPT de acuerdo al temario revisado durante clase. Después evalúa la respuesta que les devuelve el bot. “Si han hecho una buena pregunta significa que han entendido bien la clase”, explica el profesor, que más tarde las puntúa.

Pujol considera necesario que los estudiantes universitarios se gradúen con nociones básicas en el uso de inteligencia artificial (IA) generativa. “Mi misión es que los alumnos aprendan a pensar para el ámbito profesional. Los resultados ya no van a ser importantes, sino las preguntas. Hay que aprender a formular bien preguntas que nos lleven a escenarios nuevos donde se produzcan distintos tipos de reflexiones. Pero el programa solo me da respuestas buenas cuando le hago preguntas buenas. ¿Y de dónde salen? De entender mejor los problemas que nos rodean”, reflexiona el profesor. “Las empresas no van a esperar medio año a que se formen en inteligencia artificial; buscan personal que sepa aplicarla ya”, resalta.
Germán Ruipérez, fotografiado este jueves junto al rectorado de la UNED en Madrid.Germán Ruipérez, fotografiado este jueves junto al rectorado de la UNED en Madrid
Como él, otros docentes se han visto obligados a adaptar los criterios y las actividades de evaluación. Es el caso de Isidro Navarro (52 años), profesor de arquitectura en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), que asegura que la llegada de ChatGPT ha supuesto una revolución en sus clases. Gracias a la herramienta de inteligencia artificial generativa DALL-E, los estudiantes son capaces de recrear espacios urbanos o edificios con rapidez, cuando antes este proceso requería “días o semanas”. Germán Ruipérez, catedrático de Lingüística Alemana en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), coincide en la necesidad de adaptación. “Las pruebas de evaluación continua, consistentes en redactar un texto o un resumen, han caído en picado”, comparte.
Imágenes generadas por inteligencia artificial para clases de arquitectura del profesor de la Universitat Politècnica de Catalunya, Isidro Navarro.Imágenes generadas por inteligencia artificial para clases de arquitectura del profesor de la Universitat Politècnica de Catalunya, 
Tanto en el ámbito legal como en el educativo, la sensación es que se ha ido un par de zancadas por detrás de esta tecnología desde su lanzamiento. El auge exponencial durante los primeros meses de ChatGPT abrió el debate en Europa sobre hasta qué punto había que regularizarlo. Italia dio el primer paso a finales de marzo de este año, cuando bloqueó su uso por incumplir la normativa de protección de datos y por carecer de filtros para verificar la edad de los menores. Aunque la prohibición se levantó. A finales de mayo, una ristra de expertos en inteligencia artificial alertaron sobre el “peligro de extinción” que supone esta tecnología para la humanidad.

Persiste la sensación de que el alumnado ha tomado rápidamente la delantera. Pujol lo constató mientras impartía un seminario a 200 alumnos de instituto. Les preguntó cuántos de ellos hacían uso de la herramienta y se levantaron prácticamente todos los brazos. Por ello, Ruipérez opina que ha pillado en fuera de juego a los docentes. “Es una revolución que ha venido de abajo arriba”, comenta el catedrático de Lingüística Alemana.

Los institutos toman las riendas

Serxio Gómez, de 44 años, es profesor de Tecnología en un instituto de A Coruña y habla convencido del potencial de ChatGPT. “Es una herramienta valiosísima que puede servir como un guía o un asesor y para tener un borrador inicial en las actividades y ofrecerles ideas creativas”, relata Gómez. Una visión que comparte Beatriz Méndez (49 años), profesora de Tecnología en el IES Rego de Trabe de Culleredo en la misma ciudad, que empezó a usarlo en marzo de este año para temas de programación. “La parte tediosa de escribir código se ha reducido”, comenta Méndez.

Ambos profesores gallegos coinciden en que el éxito de su uso radica en enseñar al alumnado a utilizarlo como un apoyo más, y no para “copiar y pegar” la información que ofrece. En el caso de Gómez, a principio de curso pactó un contrato con su alumnado en el que él les permitía hacer uso de ChatGPT en sus trabajos a cambio de que los estudiantes presentaran un documento explicando qué instrucciones le habían dado y para qué parte del trabajo lo habían usado. Todos firmaron.
 
Serxio Gómez, profesor de Tecnología en el Instituto Eusebio da Guarda (A Coruña), esta semana.Serxio Gómez, profesor de Tecnología en el Instituto Eusebio da Guarda (A Coruña), esta semana
Un aspecto en el que coinciden tanto profesores de instituto como de universidad es en la reducción de la carga de trabajo. Por ejemplo, en la preparación de clases, como comenta la gallega Méndez, o para la programación de las actividades del centro. Ruipérez estima que su trabajo de una semana se ha reducido “a una décima parte”.

La calculadora ha sido una metáfora recurrente en varios de los entrevistados en este reportaje para comparar el miedo a la introducción de ChatGPT. “Cuando se empezó a utilizar, se hablaba de que iba a limitar la capacidad del alumnado para hacer operaciones, y ahora es una herramienta más”, recuerda el profesor de Tecnología Serxio Gómez. También Ruipérez la menciona. A la gallega Méndez no le preocupa o, al menos, “no más que cuando llegó Google”. Ella apunta a la utilidad que puede tener para “atender la diversidad del alumnado”. Una idea con la que concuerda el catedrático emérito de Sociología Mariano Fernández Enguita. “ChatGPT puede actuar como un tutor para los estudiantes menos equipados. Es mejor que nada”, comenta.
Beatriz Méndez, profesora en el IES Rego de Trabe en Culleredo (A Coruña), esta semana.Beatriz Méndez, profesora en el IES Rego de Trabe en Culleredo (A Coruña), esta semana.
Formación del profesorado
Otra de las preocupaciones es la formación del profesorado. En la Universidad Complutense de Madrid se han ido desplegando cursos, según explica el rector de la institución, Joaquín Goyache, para preparar a los docentes. “Estamos desarrollando un programa para 50 formadores, uno por cada facultad”, anuncia, aunque admite que el proceso no llegará a completarse este año, sino que seguirá durante el siguiente. Esta lentitud preocupa a algunos profesores que opinan que la universidad necesita acelerar el paso para ponerse al día con este tipo de herramientas tecnológicas.

Gutmaro Gómez, profesor de Historia en la Universidad Complutense de Madrid, considera que en el mundo educativo “no todos están acostumbrados a innovar”. “Ven cierto recelo con los cambios tecnológicos, como si los alumnos fueran a usar estas herramientas solo para copiar y no para estudiar”, reclama, y defiende que su clase de Historia Contemporánea “debería empezar a impartirse en aulas de informática”. El docente, que tiene a su cargo alrededor de 200 estudiantes de grado, también ha empezado a usar en sus clases DALL-E para recrear momentos bélicos y generar mapas antiguos.
Gutmaro Gómez, historiador en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense en Madrid, esta semana.Gutmaro Gómez, historiador en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense en Madrid, esta semana.

Este verano, el Parlamento Europeo acordó por amplia mayoría abrir las discusiones para sacar adelante una Ley de Inteligencia Artificial, cuya previsión es que se apruebe antes de que termine el año. La Conferencia de Rectores de las Universidades (CRUE) también está preparando un manual de prácticas responsables para el uso de la inteligencia artificial a nivel universitario. Así lo confirma Daniel Crespo, rector de la Universitat Politècnica de Catalunya. “Debemos hacer un esfuerzo para que nuestros alumnos sean usuarios expertos en el uso de esta tecnología”, subraya Crespo, que rechaza la idea de que las universidades impartan un curso especializado y general para el uso de la inteligencia artificial y aboga porque cada una de las asignaturas moldee el uso por su cuenta. 

Daniel Crespo, en su despacho del rectorado de la Universidad Politécnica de Cataluña.Daniel Crespo, en su despacho del rectorado de la Universidad Politécnica de Cataluña.

Las universidades en línea tampoco quiere quedarse atrás. Eva María Giner, rectora de la VIU, mira con preocupación la llegada de ChatGPT, pero afirma que es mejor actuar con asertividad para que sea una herramienta de apoyo para mejorar el trabajo de docentes y alumnos. “En esta universidad ya es una herramienta vital para mejorar los procesos de evaluación”, comparte Giner.

“Lo que vemos hoy en ChatGPT es la peor versión de lo que tendremos en cinco años”, resuelve Pujol, de la Universidad de Navarra. En la VIU, 600 estudiantes de edades variopintas, que serán futuros profesores o que ya han iniciado este camino, se preparan para liderar la transformación en el aula a través del máster que ofrece la institución. “Son ellos quienes nos piden que les indiquemos cómo usar ChatGPT. No se quieren quedar atrás”, zanja Recio-Muñoz. El director del programa cree que primero los docentes deben entender qué implica la innovación en el aula. “Aunque la transformación sea tecnológica, es un proceso de socialización y de comprensión interna de cada profesor”, sentencia.
 
Eva María Giner, rectora de la Universidad Internacional de Valencia, en una fotografía tomada en la sede esta semana.Eva María Giner, rectora de la Universidad Internacional de Valencia, en una fotografía tomada en la sede esta semana.

lunes, 20 de marzo de 2023

ChatGPT y el método socrático.

La inteligencia artificial se incorporará también al aula, porque ninguna tecnología que sea útil ha dejado de utilizarse

Mientras los docentes se esfuerzan por desarrollar métodos de enseñanza capaces de incorporar las nuevas tecnologías y capturar la atención de unos alumnos cada vez más saturados de estímulos, la tecnología avanza a una velocidad que deja obsoletas las innovaciones antes incluso de que lleguen a implantarse. El pasado 30 de noviembre la compañía Open AI, creada en 2015, lanzó al mundo su ChatGPT, un sistema de inteligencia artificial basado en los modelos neuronales del lenguaje, capaz de hacer de forma autónoma y en cuestión de segundos un resumen perfecto de un informe, traducir un texto, construir un soneto, redactar una noticia o crear un cuento.

Esta nueva herramienta ha generado grandes expectativas. En cinco días logró más de un millón de usuarios y está siendo la gran novedad tecnológica de este año. Las prestaciones que ofrece suponen un salto más disruptivo del que en su momento fueron los motores de búsqueda. El acceso rápido a cualquier información depositada en la red permitió un gran salto en todos los trabajos relacionado con el conocimiento. ChatGPT va más allá. No se limita a ofrecer, como hace Google, una relación de accesos a webs y datos que luego hay que valorar, ordenar, relacionar e interpretar. La propia herramienta hace ese trabajo.

Es cierto que todavía tiene importantes limitaciones, entre ellas que no es capaz de distinguir lo que es verdadero de lo que es falso, si está bien presentado, y que la información que ahora maneja es la producida hasta 2021, pero como recordaba el investigador Michael Wooldridge, del Instituto Alan Turing de Londres, harían falta mil vidas humanas para poder leer todos los textos que tiene introducidos en el sistema. Si en sus primeros pasos ofrece unos resultados tan espectaculares, en un lenguaje tan natural, qué no será cuando tenga acceso a la última información disponible en la red y mejore sus programas de autoaprendizaje.

Todo esto va a tener un impacto enorme en todos los ámbitos relacionados con el conocimiento, pero especialmente en el aula. En los procesos de aprendizaje. Si disponemos de calculadora, ¿para qué aprender a dividir o dedicar tiempo a hacer ejercicios de cálculo? Con el ChatGPT se planteará el mismo viejo dilema, pero aplicado a todo lo que se puede aprender. Hasta ahora, el reto de los docentes era enseñar a los alumnos a buscar en Internet. A discernir entre las fuentes fiables de las que no lo son. A saber interpretar los datos obtenidos y utilizarlos de forma rigurosa y creativa.

Cualquier profesor puede ahora averiguar si el trabajo de un alumno es un mero corta y pega. Basta con hacer una búsqueda en Google para descubrir un plagio. Con ChatGPT va a ser prácticamente imposible discernir de dónde procede la información. Porque todo lo que crea es un trabajo original… hecho a demanda. Y puede utilizar el lenguaje de una forma más precisa, rápida y con más gracia que muchos estudiantes. Y con el tiempo, podrá hacerlo también de forma más creativa.

Todo esto simplifica el acceso a la información, pero complica la enseñanza y el aprendizaje. Al final, la inteligencia artificial se incorporará también al aula, porque ninguna tecnología que sea útil ha dejado de utilizarse. Pero habrá que saber manejarla y es posible que al final del camino, todas estas innovaciones nos conduzcan, paradójicamente, de vuelta a la oralidad. Será la única forma de evaluar. Que el alumno utilice las herramientas que quiera y pueda para buscar la información, pero que sea capaz de explicar el resultado. En persona y de viva voz. Eso llevará a poner más énfasis en la pregunta y en las consecuencias de la respuesta, que en la tecnología. Se trata de incorporar la inteligencia artificial en el aula como una extensión de nuestro cerebro, y utilizar la propia inteligencia, como siempre, para cuestionar las respuestas y resolver los dilemas que se nos presenten. Larga vida al método socrático.

https://elpais.com/sociedad/2023-01-16/chatgpt-y-el-metodo-socratico.html