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miércoles, 26 de junio de 2024

SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. Max Hastings regresa a la Segunda Guerra Mundial con ‘Operación Pedestal’, un épico relato de sangre y fuego en el mar: “Inevitablemente, no todo el mundo es un héroe”

El portaviones Indomitable, de la Royal Navy, en 1943, en una imagen del Museo Royal Air Force.
El portaviones Indomitable, de la Royal Navy, en 1943, en una imagen del Museo Royal Air Force.
El popular historiador británico recupera la tremenda aventura de la flota británica enviada a socorrer Malta y de paso brinda un gran homenaje a la Royal Navy.

El prestigioso y popular historiador militar Max Hastings (Londres, 78 años) vuelve a la Segunda Guerra Mundial embarcándose en un capítulo menos conocido para el público en general que las grandes campañas y batallas icónicas de la contienda (y menos relevante), pero sin duda tremendo y lleno de emoción o, como el propio autor apunta, “una epopeya de coraje, determinación y sacrificio”. En su nuevo libro, Operación Pedestal (Crítica, 2024), Hastings narra con su inimitable estilo, caracterizado por la exhaustiva documentación y la mezcla de hálito épico y atención al factor humano, el envío en verano de 1942 de una gran flota británica, la mayor reunida desde la batalla de Jutlandia en 1916, para aliviar la dramática situación de la isla de Malta, asediada por los alemanes y los italianos. En la singladura, eleva un gran homenaje a la marina de su país.

La Operación Pedestal, apoteosis de la Royal Navy, la Marina Real, fue un monumental vía crucis marino, con cuatro días de especial calvario, marcado por los sobrecogedores ataques por mar y aire a cargo de verdaderos enjambres de submarinos, lanchas torpederas y bombarderos enemigos. El centro de la operación era un convoy de 14 mercantes (cargados varios de ellos con combustible y municiones: ideal para saltar por los aires) que iba protegido por la friolera de más de medio centenar de navíos de guerra incluidos dos acorazados (uno de ellos el poderoso HMS Nelson), cuatro portaviones (la aviación embarcada debía proporcionar cobertura sobre la marcha), siete cruceros y 32 destructores. El objetivo de esta masa de barcos de 15 kilómetros de ancho y que se perdía en el horizonte era tratar de atravesar de oeste a este un peligrosísimo Mediterráneo dominado por el Eje para acudir en ayuda de Malta, cuyo destino era una cuestión esencial no sólo desde el punto de vista estratégico sino del honor nacional, aparte de que la población estaba al borde de sufrir hambre.
El portaviones Indomitable alcanzado durante la Operación Pedestal.

El portaviones Indomitable alcanzado durante la Operación Pedestal. 

En unas páginas de las que emana todo el dramatismo y el estruendo del sangriento episodio envuelto en el fragor del mar y el ruido de los cañones, el olor del salitre y de la cordita, Hastings nos muestra la cara atroz de la guerra, pero también actos de abnegación y heroísmo, y nos traslada a un momento oscuro en el que parecía que nada podía detener a Hitler e impedir que la esvástica siguiera extendiendo su sombra sobre el mundo.

El relato de Hastings nos lleva desde las reuniones del Almirantazgo hasta las cuitas del más humilde marinero (la mayoría no sabía nadar) y las meditaciones más profundas de los submarinistas (“butta la pasta!”, era la orden más importante en los sumergibles italianos). Seguimos el convoy (y a sus enemigos) desde su formación entre grandes dudas, pues hacía poco que se había consumado el desastre del PQ17, hasta la llegada a Malta. Con ataques salvajes de los Stukas, Ju-88 y Heinkel 111, y con grandes tragedias, como el estremecedor hundimiento del portaviones Eagle por los torpedos del U-73 o la destrucción del crucero Cairo y el petrolero Ohio por los del submarino italiano Axum, mandado por Renato Ferrini. Y anécdotas como, entre otras de mascotas a bordo, la del canario que apareció en la cubierta del destructor Ashanti y el alcoholismo por estrés de la mona del Laforey, o que los submarinistas alemanes se rociaban con colonia 4711 para tratar de ocultar el tufo a lobo.
Max Hastings19/05/23 El historiador Max Hastings, fotografiado en Londres.

¿Cuál es el personaje favorito de Max Hastings en Pedestal? “Posiblemente el capitán del destructor HMS Ledbury, Roger Hill, excéntrico, impulsivo (llegó a lanzarse al agua para rescatar a los tripulantes de un hidroavión Sunderland abatido) e indisciplinado, un verdadero bucanero, pero el tipo de hombre que representaba lo mejor del espíritu de la Royal Navy. Su temperamento salvaje era lo que hacía falta en una operación como Pedestal, donde, en general, casi todos los capitanes de la Royal Navy lo hicieron muy bien. Hay que recordar el factor psicológico de que en aquel momento de la contienda, cuando los alemanes aún no habían sido detenidos en Stalingrado y Hitler iba de victoria en victoria, nadie podía estar seguro de que los nazis llegarían a ser derrotados”.

En la forma tan vívida con que Hastings cuenta la ordalía marina de Pedestal (del lado británico se perdieron 9 mercantes y 4 buques de guerra, con muchos más dañados seriamente) ha influido su experiencia directa como invitado en portaviones, submarinos y torpederas y sobre todo embarcado en 1982 en el transporte de tropas Canberra, donde iban dos batallones de Royal Marines y uno de paracaidistas, durante la Guerra de las Malvinas, que cubrió como corresponsal. “Desde luego, haber estado en un buque bajo el fuego y ver barcos explotar, arder e irse a pique, y aviones caer, me ha ayudado mucho a describir los acontecimientos de Pedestal”, señala el historiador. “Algunas armas usadas allí, como los cañones Bofors y las ametralladoras Bren, eran todavía las mismas de Pedestal. Y los equipos: me tuve que poner la misma clase de protección, casco, manoplas y capucha ignífuga que los marinos que zarparon hacia Malta. La de las Falklands, las Malvinas como dicen ustedes, fue una guerra muy anticuada. La mayoría de los capitanes tenían como referencia las películas de la Segunda Guerra Mundial y parecía que revivían esas historias. Un día, en el puente de mando de una fragata, escuché a un oficial gritar: ‘Recordad chicos, ¡cuando vengan vamos a enviarlos al infierno!’, lo mismo que decían los capitanes de Pedestal “.
El maltrecho mercante 'Ohio' llega a Malta.

El maltrecho mercante 'Ohio' llega a Malta.  

El historiador aprecia “un pedigrí, una línea” en los oficiales de la Royal Navy por los que tiene una debilidad —al parecer también por el mujeriego comandante italiano de cruceros Alberto da Zara, que se decía que había seducido a Wallis Spencer, futura duquesa de Windsor— y de los que canta en su libro su “excelencia y bravura” como émulos de Nelson y Jack Aubrey. “Le voy a contar una historia muy snob. De camino a las Falkland me dijo un oficial de la marina: ‘Eres un privilegiado, vas a ser testigo de cómo la Royal Navy entra en combate mandada por última vez por gentlemen; luego todos serán mecánicos de garaje”. Hastings continúa: “Admiro mucho el ethos de la Royal Navy, todo el mundo celebra los Spitfires y el glamour de la RAF, pero seguir adelante mientras observas cómo van hundiendo uno por uno los barcos de tu flota, atravesar las pavesas humeantes en que se han convertido los buques de tus camaradas, para eso has de desplegar el tipo de valentía que hacía falta para ganar la guerra”. Solo le falta entonar el Rule, Britannia!

Hastings describe, sin embargo, cómo, en el otro lado del espectro, en Pedestal algunas tripulaciones de mercantes perdieron los nervios y abandonaron sus barcos aunque estos no estaban en peligro de hundirse. “Así es, cuando un carguero explotaba por efecto de los ataques, a veces los del siguiente, que presenciaban la escena, se lanzaban aterrorizados al mar; si todos hubieran hecho lo mismo no hubiera llegado ni un solo barco a Malta. Es comprensible. Pasa en todas las batallas: inevitablemente, no todo el mundo es un héroe. Lo sorprendente no es que algunos saltaran, sino que tantos no lo hicieran. Y no hay que olvidar que las tripulaciones de los mercantes, que no eran buques de guerra, no eran soldados”.
El submarino italiano 'Cobalto' alcanzado por el fuego de los escoltas del convoy, antes de hundirse.
 El submarino italiano 'Cobalto' alcanzado por el fuego de los escoltas del convoy, antes de hundirse.

¿Qué opina de la novela Mar cruel, de Nicholas Monsarrat, de la que toma el título para uno de sus capítulos? “¡Fabulosa! Siempre he sido un gran admirador. Uno de los libros más destacables sobre la Segunda Guerra Mundial. Muestra de manera fidedigna cómo era la vida en un barco de guerra de la Royal Navy. Cómo la mayor parte del tiempo no estaban en acción sino alertas y en condiciones muy penosas. A bordo de un buque de gran tamaño aún podía ser soportable, pero en las unidades pequeñas, fragatas, corbetas, era extraordinario lo que tenías que soportar, y hay que recordar que nueve décimas parte de la tripulación no eran profesionales sino personal reclutado. Una de las cosas que me fascina de los marineros es que si eres soldado puedes escaquearte de la acción, incluso los pilotos tienen opciones, pero en un barco haces lo que el capitán quiere. No te queda otro que acompañarlo, así decida embestir un submarino. No eres diferente de un esclavo romano en una galera. Incluso si el capitán ordena un movimiento suicida has de secundarlo”.

Los aviadores y marinos italianos fueron muy valientes, y uno de sus submarinos protagonizó el ataque más devastador de un sumergible en la guerra”

Aunque Operación Pedestal sea en gran parte una loa a los marinos británicos y a la Royal Navy, Hastings trata bien al enemigo. Destaca, y sorprende por ello, su retrato de los italianos. “Siempre que escribo intento pensar qué puedo contar a la gente que no sepa ya. Al documentarme vi que no había casi nada escrito de Pedestal del lado italiano. Me temo que los británicos somos muy proclives a caricaturizar a las tropas italianas. Es cierto que en tierra en el desierto no les fue muy bien, pero sus pilotos y sus marinos eran muy valientes. Fue uno de sus capitanes de submarino, Ferrini, con el Axum, el que protagonizó el más devastador ataque de un sumergible en la Segunda Guerra Mundial. Y las tripulaciones de las lanchas torpederas MS y MAS actuaron con increíbles valor y eficacia contra la flota. Es de justicia mostrarles el respeto debido. En el siglo XXI ya no vale escribir con clichés nacionalistas”.

Ha hablado de Monsarrat, ¿qué opina de otro autor de emocionantes novelas marinas de la Segunda Guerra Mundial como Alistair MacLean, el autor de HMS Ulises en el que resuenan los Oerlikon y pom-pomps? “Muchos de mi generación leímos sus novelas en la adolescencia, a mí me parecen buenísimas. Ahora se le considera pasado de moda, pero sus historias son maravillosas. Los que no lo han leído deberían hacerlo. Insufló nueva vida a esas batallas en el mar”. Hastings recalca que los convoyes en el Ártico y la guerra marítima en esas latitudes eran muy distintos a combatir en el Mediterráneo en una cosa esencial: si tu barco se hundía camino de Múrmansk morías en cuestión de minutos mientras que en el sur podías vivir horas en el agua. “El Mediterráneo era amable, el Ártico despiadado”, zanja.
Imagen del hundimiento del carguero 'Waimarama' durante la Operación Pedestal.

Imagen del hundimiento del carguero 'Waimarama' durante la Operación Pedestal. 

El padre de Max Hastings, Macdonald Hastings, célebre corresponsal de guerra, desembarcó en Normandía el Día D. ¿Qué opina el historiador del 80 aniversario, recién celebrado? “Estuve en Normandía hace un mes, me sorprendió y me conmovió lo encantadores que fueron los franceses, a los que se les acusa de maleducados. Es triste pensar que seguramente es la última vez que se conmemora la fecha con supervivientes. Mi padre creía que los estadounidenses habían ganado la guerra ellos solos mascando chicle. Hoy todos los historiadores están de acuerdo en que el teatro decisivo fue el del Este. Gran Bretaña tiene que enorgullecerse de haber resistido sola en 1940, pero honestamente, fueron los EE UU y el Ejército Rojo los que ganaron la guerra. A los rusos de hoy no se les cuenta que entraron en Berlín calzando botas enviadas por los EE UU, y en camiones estadounidenses, ellos no tenían nada, los alemanes habían arrasado con todo al invadirlos. Por otro lado, los rusos modernos tampoco saben que la URSS era aliada de Hitler hasta que éste la invadió. Y que el combustible soviético hacía volar a la Luftwaffe durante la Batalla de Inglaterra”.

Como suele suceder en cada encuentro con Hastings, este (el pasado lunes 10 de junio), también ha ido a coincidir casualmente con una fecha señalada de la Segunda Guerra Mundial: se cumplían 80 años de la matanza de Oradour-sur-Glane, cuando elementos de la 2 ª división Panzer de las SS Das Reich, camino del frente de Normandía, asesinaron a 642 hombres, mujeres y niños de la población francesa en represalia por las acciones de la Resistencia. “Así es, dediqué a la sangrienta marcha de esa división a través de Francia uno de mis primeros libros [Das Reich, Pan Books, 1983]”, señala Hastings. “Es una historia mucho más fea que la de Pedestal, operación en la que, pese a todo el horror consustancial a la guerra, no hubo actos inhumanos ni crímenes de guerra, y los combates se libraron con cierta decencia, tratando incluso, ambos bandos, de salvar las vidas de los enemigos que caían al mar. Lo de la Das Reich fue espantoso, mientras escribía el libro pude entrevistar todavía a supervivientes de la división y uno me dijo que no entendía por qué tanto revuelo y escándalo por lo de Oradour ‘cuando en Rusia hacíamos lo mismo todos los días’. Es un shock cuando entiendes que las tropas de las Waffen SS estaban entrenadas y condicionadas para creer que la fuerza despiadada es la mayor virtud, y que la compasión era vista como una debilidad sin lugar en su ideario. Todas las guerras son experiencias aterradoras, pero en la historia de Pedestal, aunque fuera una batalla feroz y sangrienta, nadie hizo nada vergonzante”.

El debate que trata de abrir la ultraderecha alemana sobre las Waffen SS es estéril, en el cuerpo la crueldad estaba institucionalizada” Hastings subraya que es estéril e interesado el debate que ha tratado de crear la ultraderecha alemana sobre si había en las Waffen SS hacia el final de la guerra combatientes normales, no fanatizados. “Es un intento evidente de blanquear el cuerpo para excusarlo. Es cierto que, aunque todo el que llevó armas al servicio de Hitler tenía motivo para avergonzarse, no podemos decir que todos fueran criminales, ni siquiera en las Waffen SS. En todas las guerras hay gente que se comporta de manera terrible, y otros que no tanto. Pero intentar aplicar eso a las Waffen SS es querer ignorar lo que eran. Prácticamente todas las unidades del cuerpo se involucraron en crímenes de guerra. En las Waffen SS la crueldad estaba institucionalizada. Cualquier intento de exonerarlas ni que sea parcialmente es una manipulación ideológica. Da miedo ver cómo se intenta defenderlas. Hay una fealdad esencial en la extrema derecha de hoy. Incluso Meloni, que puede parecer menos execrable, habla bien de Mussolini”.
El portaviones 'Eagle' hundiéndose tras ser alcanzado por torpedos durante la Operación Pedestal.

El portaviones 'Eagle' hundiéndose tras ser alcanzado por torpedos durante la Operación Pedestal. 

 Con respecto a la guerra de Ucrania, dice que él nunca pensó que Rusia pudiera colapsar como creyeron algunos optimistas. “Pero es muy importante apoyar a Ucrania porque si Putin se sale con la suya pagaremos un precio altísimo todos”. Considera que los países nórdicos “se han comportado bien, han sido muy valientes, pero el resto de Europa y EE UU sobre todo muy a menudo se han limitado a ofrecer grandes palabras”. Y añade: “Putin piensa que Occidente es decadente, y tiene algo de razón”. Hastings no cree en todo caso que Putin pueda extinguir Ucrania, “pero sí convertirla en un lugar terrible para vivir”.

Netanyahu es un hombre malvado e Israel se ha convertido en algo que no reconozco” Pasando al otro foco bélico, la guerra de Gaza, Hastings considera que es “una gran tragedia” y que israelíes y palestinos van a sufrir las consecuencias durante generaciones. El historiador conoce personalmente a Benjamín Netanyahu (y escribió una biografía de su hermano Yoni, el héroe de las fuerzas especiales abatido en Entebbe en 1976). “Nunca he tenido la menor duda de lo que es: un hombre muy, muy malo”. Recuerda haberle oído decir en una cena en 1978: “Tenemos que hacer que todos los palestinos salgan de Cisjordania en la próxima guerra”. Hastings publicó esas opiniones y “Netanyahu dijo: ‘Max Hastings es un mentiroso’. Netanyahu es un hombre de muchas maldades”. Militarmente, “la campaña no tiene sentido, están limitándose a castigar y creando una nueva generación de terroristas”. El historiador añade: “He visto como trata el Ejército a los palestinos y si yo fuera palestino los odiaría. Siempre he admirado a Israel y creído en el genio judío, he estado en sus guerras. Pero se han convertido en algo que no reconozco”.

¿Volverá a la Segunda Guerra Mundial? “Sí, de hecho, acabo de publicar un nuevo libro sobre la Operación Biting, el asalto paracaidista en febrero de 1942 para capturar componentes de la red de radar (nombre en código Würzburg) establecida por los nazis en la costa norte de Francia. Si se me permite decirlo, el libro ya está en la lista de más vendidos. Por edad, no creo que escriba ya grandes obras globales sobre la guerra, pero disfruto mucho contando estas historias de formato más reducido”.

Con Max Hastings nunca dejarías de seguir hablando de cosas interesantes, y en la conversación sale el aspecto aéreo de la guerra de Corea —sobre la que tiene un gran libro, The Korean War (Pan, 1988)—. “Cuando los estadounidenses se encontraron con los reactores Mig 15 soviéticos no podían creérselo, fue un shock tremendo, como lo fue el Sputnik luego, porque siempre subestimaban a los rusos…”.

sábado, 31 de diciembre de 2016

Diciembre de 1941: Alemania y Japón pierden la guerra. Es el momento que marcó el punto de inflexión de la contienda después del ataque de Pearl Harbor y el fracaso nazi en la URSS.


Resultado de imagen de leaves fall   Diciembre de 1941 fue el momento en que las potencias del Eje, la  Alemania nazi y el Japón imperial, perdieron  II Guerra MundialSin embargo, todavía quedaban cuatro años de batallas, los peores, durante los que alemanes y japoneses cometieron la mayoría de las atrocidades, incluyendo las cámaras de gas y el exterminio del pueblo judío. Tuvieron que ver cómo sus dos países eran borrados del mapa bajo los bombardeos aliados para rendirse. La guerra se acabó en Europa en mayo de 1945 y en Asia en agosto, tras la devastación atómica de Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, algunos no tardaron en ver el principio del fin. El primer ministro británico, Winston Churchill, que recibió con enorme alivio el ataque contra la base estadounidense de Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 ya que significaba la entrada en la guerra de EE UU, afirmó: "La suerte de Hitler está sellada. Y los japoneses serán reducidos a polvo".


La ofensiva contra Pearl Harbor, el puerto estadounidense en Hawái que este lunes visita por primera vez el primer ministro japonés, Shinzo Abe, tenía como objetivo la destrucción de los portaviones estadounidenses y fue un fracaso. Tuvo lugar en el mismo momento en que las tropas nazis combatían desesperadamente a las puertas de Moscú, pero tampoco alcanzaron a conquistar la capital rusa, lo que condenó a su Ejército a una derrota segura a manos del general invierno ruso. La invasión alemana de la URSS empezó el 22 de junio de 1941 y el avance fue fulminante durante el verano. Sin embargo, las tropas de Hitler quedaron embarradas —literalmente— cuando empezaron las lluvias otoñales en las inmensas estepas.

Pearl Harbor también representó un gigantesco error de cálculo. Como relata en BBC History Magazine el investigador Nicholas Best, autor de Seven Days of Infamy: Pearl Harbor Across the World, el ataque se planificó un domingo por la mañana porque, normalmente, los portaviones estadounidenses se encontraban en puerto. Su importancia estratégica era mucho mayor que la de cualquier otro buque. Sin embargo, sólo cuando los aviones ya estaba en el aire y no podían dar marchas atrás se dieron cuenta de que los barcos habían zarpado. El almirante japonés Yamamoto no se unió a la celebración general tras la ofensiva por ese motivo.

El gran investigador británico  Antony Beevor explica ese momento clave en La II Guerra Mundial (Pasado y Presente): "Muchos oficiales alemanes que estaban luchando en el frente del Este no sabían muy bien qué pensar cuando escucharon la noticia del ataque sobre Pearl Harbor. Los más lúcidos intuían que esta guerra mundial, con EE UU, el Imperio Británico y la URSS unidos en el mismo bando contra ellos, no se podía ganar. El rechazo en las puertas de Moscú combinado con la entrada en guerra de Estados Unidos convirtieron diciembre de 1941 en el punto de inflexión geopolítico de la guerra. Desde ese momento, Alemania pasa a ser incapaz de ganar la II Guerra Mundial, aunque mantiene un poder enorme para causar muerte y destrucción".

Max Hastings, otro gran experto en el conflicto, ofrece un punto de vista similar en Se desataron todos los infiernos. Historia de la Segunda Guerra Mundial (Crítica): "Con todo, aún habrían de transcurrir muchos meses para que los aliados advirtieran que habían cambiado las tornas. En 1942, el Eje aún logró triunfos espectaculares y, sin embargo, la realidad histórica crucial es que los altos funcionarios del Tercer Reich consideraron, ya en diciembre de 1941, que era imposible obtener la victoria militar al no haber logrado derrotar a la URSS. Aunque hubo quien se aferró a la esperanza de que Alemania negociase una paz aceptable, todos, incluido tal vez el mismísimo Hitler, en lo más recóndito de su conciencia, sabían que había pasado el momento decisivo".

Por un lado, la potencia industrial de EE UU puesta al servicio de los aliados era imbatible y permitió no sólo interminables reservas de armamento, sino también mantener las líneas de aprovisionamiento a través de las distancias siderales del Pacífico. Por otro, el desgaste en hombres y armas de los nazis en la URSS —como relata Hastings, sólo en la batalla de Moscú, que se desarrolló entre octubre de 1941 y enero de 1942, participaron "seis Ejércitos alemanes, 1,9 millones de combatientes, 14.000 cañones, un millar de carros de combate y 1.390 aviones"— hizo también que Alemania perdiese cualquier oportunidad de victoria.

Sin embargo, el punto de inflexión no quedó claro hasta por lo menos un año más tarde, cuando tanto los japoneses en el Pacífico como los alemanes en Rusia y el norte de África comenzaron a sufrir claras derrotas. Sólo con la rendición nazi en Stalingrado, en febrero de 1943, los aliados supieron que habían ganado la guerra, aunque lo más difícil quedaba por delante: echar a japoneses y alemanes de los países que habían ocupado y luego derrotarlos en su territorio. Millones de personas sufrirían y morirían todavía bajo el horror totalitario. Fueron, además, los años cruciales del Holocausto: solamente en  Auschwitz, entre julio de 1942 y octubre de 1943, 750.000 seres humanos fueron asesinados. La guerra tal vez había terminado, la muerte no había hecho más que empezar.

HOLLYWOOD NEUTRAL
Tanto la invasión de la URSS como Pearl Harbor fueron ataques a traición: Stalin y Hitler habían firmado un pacto, mientras que EE UU se había mantenido celosamente neutral. Nada refleja con tanta precisión esa voluntad de mantenerse fuera del conflicto como Hollywood, cuyas producciones se estrenaban —con éxito— en los países del Eje. Nicholas Best relata que, justo cuando se produjo el ataque japonés, se estaba rodando La señora Miniver, una historia ambientada en Inglaterra durante los bombardeos nazis dirigida por William Wyler.

El tono del filme cambió completamente y se transformó el guion, que pasó de ser una historia principalmente romántica a convertirse en una película de propaganda bélica. Fue en ese momento cuando se añadió el famoso discurso del vicario rural: "No es la guerra de los soldados en uniforme, es la guerra de la gente y no debe ser combatida sólo en los campos de batalla, sino en las ciudades y los pueblos, las factorías y las granjas, en el corazón de cada mujer, hombre, niño que ame la libertad". La voluntad absoluta y el sacrificio de millones de personas fueron decisivos para derrotar a los totalitarismos. Sin embargo, lo cierto es que en diciembre de 1941 la locura belicista de dos países que quisieron construir imperios milenarios los llevó a derrotarse a sí mismos en medio de un baño de sangre como no ha vuelto a conocer la historia.

http://internacional.elpais.com/internacional/2016/12/20/actualidad/1482257258_091336.html