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sábado, 6 de diciembre de 2025

Muere a los 96 años Frank Gehry, un gigante de la arquitectura y el metal. El Museo Guggenheim Bilbao es una de sus obras más celebradas


Frank Gehry, el arquitecto que convirtió el metal en olas, uno de los más populares del mundo, ha muerto este viernes en su casa de Santa Mónica, en la costa de Los Ángeles, en California. La noticia de la muerte del creador del museo Guggenheim Bilbao la ha confirmado la jefa de personal de su estudio, Gehry Partners, a medios como  Los Angeles Times o The New York Times. Estaba pasando una corta pero intensa enfermedad respiratoria. Tenía 96 años.

Gehry, que en realidad se llamaba Ephraim —Frank— Owen Goldberg, fue una estrella tardía, pero fulgurante, en el mundo de la arquitectura e incluso de la cultura popular, donde hizo buenas migas, estupendos contactos y grandes amigos. Fue enormemente productivo en la última etapa de su vida, y uno de los pioneros en usar la tecnología en combinación con el metal, especialmente el titanio, para crear estructuras de una geometría nunca antes vista. Considerado como uno  de los más destacados representantes del deconstructivismo, para él, la obra arquitectónica debía ser concebida como una obra de arte integral cuyo resultado pudiera semejarse al ofrecido por una escultura.

En 1989 ganó el premio Pritzker, el más prestigioso del mundo de la arquitectura. Pero la apertura, en 1997, del Guggenheim Bilbao, le convirtió en una estrella absoluta ya con 68 años, y al edificio en una avanzadilla de lo que vendría en el siglo XXI. La espectacularidad del continente, con su inmensa estructura de titanio en el corazón de la ciudad, cambiaron por completo la faz de la ría del Nervión y de todo Bilbao, reconvirtiéndolo de bastión industrial a polo de atracción cultural, turístico y gastronómico. Su impacto fue tal que se llegó a llamar efecto Guggenheim.

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FOTOS: Las obras del arquitecto Frank Gehry, en imágenes 

De ahí que solo un par de años después, Gehry decidiera crear a su gemelo, la sede de la Filarmónica de Los Ángeles, situada en el centro financiero de la ciudad (su downtown). El llamado Walt Disney Concert Hall, que empezó a construirse en 1999 y fue inaugurado en octubre de 2003, no solo fue aclamado por su diseño y por su acústica, sino que revitalizó estética y culturalmente el distrito. “Los músicos me cuentan constantemente que sienten al público, y el público me dice que se siente muy conectado con los músicos. Eso marca una gran diferencia”, contaba en una entrevista con la revista de la Filarmónica hace un par de años. Reconocido constructor de auditorios musicales, también es suyo el Jay Pritzker Pavilion de Chicago.

En el año 2000 le salió otro hermanito, el hoy Museo de la Cultura Pop de Seattle, en el Estado de Washington. Financiado por Paul Allen, cofundador de Microsoft con 250 millones de dólares, su impacto y repercusión, al igual que su acabado, fueron menos poderosos. En 2014, de la mano de Bernard Arnault y del entonces presidente francés François Hollande, inauguró otro de sus edificios estrella, la Fundación Louis Vuitton de París, 11.000 metros cuadrados de arte y cristal. Quedará ya como obra póstuma el Guggenheim de Abu Dabi, que tiene prevista su apertura para el próximo año 2026, tras más de 20 desde que se le encargó y con una década larga de retrasos.

El exterior del Walt Disney Concert Hall, sede de la Filarmónica de Los Ángeles.

El exterior del Walt Disney Concert Hall, sede de la Filarmónica de Los Ángeles.

Pese a ser canadiense, nacido en Toronto en febrero de 1929, Gehry hizo de Estados Unidos su patria, y en especial de California. En su adolescencia se mudó junto a su familia a Los Ángeles (su padre había sufrido un infarto y le habían recomendado un clima más suave que el de Toronto), donde se naturalizó estadounidense. De ahí que desarrollara el grueso de su carrera profesional en su Estado de acogida. Primero estudió en el L.A. City College, una especie de universidad municipal, para pasar luego a la prestigiosa USC (la Universidad del Sur de California). Después hizo el servicio militar en Atlanta, Georgia, y más tarde siguió con sus estudios, esta vez en Harvard.

El arquitecto venía de una familia trabajadora y migrante. Su padre, neoyorquino, al que no era demasiado cercano, trató de convertirse en boxeador y finalmente fue vendedor y camionero. Fue su madre, Thelma, nacida en Polonia y migrante en Canadá, y sus abuelos maternos, quienes le inculcaron al joven Frank su pasión por el arte, la música y la literatura. Su propia madre, así como su primera esposa, Anita Snyder (con quien estuvo casado entre 1952 y 1966) le animaron a cambiarse el apellido de Goldberg a Gehry, para que su origen no se identificara tanto como judío. Él mismo explicó en alguna ocasión que a principios de su carrera sufrió comportamientos antisemitas y hubo otros arquitectos que no quisieron trabajar con él por su ascendencia.

Tras su matrimonio y posterior divorcio de Anita, con quien tuvo dos hijas, Brina y Leslie (fallecida de cáncer de útero en 2008), volvió a casarse, con Berta Aguilera, en 1975. Juntos tuvieron dos hijos, Sam, también arquitecto, y Alejandro, artista.

Después de Harvard, y tras ahorrar durante un tiempo para poder vivir un año en su adorado París, Gehry regresó a Los Ángeles, que siempre amó y donde permaneció toda su vida. En una biografía de 2009 afirmaba que el caos, la constante mezcla de personas, el mundo del cine y la sensación de frontera de la ciudad, en permanente desarrollo, le enamoraban. De ahí que se estableciera en la costera Santa Mónica, donde siguió con su carrera y se asentó hasta su muerte.

En Los Ángeles también deja el edificio de la Facultad de Derecho de la Universidad Loyola Marymount o el Museo de Ciencia, de 1984, así como la biblioteca Frances Howard Goldwyn, en Hollywood, de 1985, o el Binoculars Building, un edificio de 1991 con forma de prismáticos. También quedan varias casas: la suya de Santa Mónica, Gehry Residence, de 1978; la Spiller House, en Venice, de 1980; o la Norton House, también en Venice, de 1984. En downtown, frente al Walt Disney Concert Hall, creó un lujoso edificio residencial de 45 plantas y más de 400 viviendas, llamado The Grand LA, precisamente donde tiene su restaurante angelino el chef español José Andrés. En el sur de California están el Acuario de Cabrillo o las oficinas de los trabajadores de Disneyland en Anaheim.

Un estudio propio
Tras trabajar en varias firmas, con 33 años abrió su estudio en Santa Mónica (California) Frank O. Gehry & Associates, su primera oficina de arquitectura. Creó un estilo propio como reacción a la frialdad de los edificios modernistas en boga en las remodelaciones que hizo a su propia casa o en dos colecciones de muebles de cartón, Easy Edges (1969) y Experimental Edges (1979). En 1965, un estudio minimalista en el 7001 de la avenida Melrose, su primera gran obra, que creó para un artista gráfico, Lou Danzinger, llamó la atención del público y desde ahí los encargos se multiplicaron.

Al ganar el Pritzker en 1989, sus proyectos se multiplicaron por todo el mundo. Tras el museo bilbaíno, en España realizó la escultura del Pez Dorado, de 56 metros de largo y 35 metros de altura en los jardines del Hotel Arts, en el Paseo Marítimo de Barcelona, o las bodegas del Marqués de Riscal en Elciego (Álava). “He querido diseñar algo excitante, de fiesta, porque el vino es placer”, contaba  a este diario en 2006, cuando se inauguraron, para convertirse después, como tantos de sus edificios, en epicentro de atracción turística de toda la región.

Además del célebre premio arquitectónico, en 2008, la Bienal de Venecia le otorgó el León de Oro en reconocimiento a toda su carrera. En Estados Unidos, recibió la medalla de oro de arquitectura de la American Institute of Architects en 1999 y la prestigiosa Medalla Presidencial de la Libertad de Estados Unidos en 2016, el mayor honor civil del país, que le entregó el presidente Barack Obama. Entonces, el presidente le aplaudió como “toda una inspiración”: “La obra de Frank nos enseña que, aunque los edificios sean sólidos y estén fijados al suelo, al igual que todas las grandes obras de arte, pueden elevar nuestro espíritu. Pueden elevarnos y ampliar nuestros horizontes”.