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sábado, 15 de marzo de 2025

«Basta de limpieza étnica»

Fuentes: democracynow.org/es

Discursos de los directores palestino e israelí de la película “No Other Land”, ganadora del Premio Óscar a mejor documental. Watch/Listen/Read in English La película palestino-israelí “No Other Land” ganó el Premio Óscar al mejor documental en la ceremonia celebrada el domingo 2 de marzo. La película sigue a la comunidad palestina Masafer Yatta, ubicada en el territorio ocupado de Cisjordania, en su lucha por permanecer en sus tierras frente a las demoliciones de viviendas que lleva a cabo el ejército israelí y los violentos ataques de colonos judíos que buscan expulsarla. El equipo que realizó la película está conformado por cineastas palestinos e israelíes, entre ellos el periodista palestino Basel Adra, habitante de Masafer Yatta, y el periodista israelí Yuval Abraham quienes, además, protagonizan el documental. Para ver el informe completo en inglés, haga clic aquí. Transcripción AMY GOODMAN: El domingo se celebraron los premios Óscar. En la categoría de mejor documental se hizo historia. SAMUEL L. JACKSON: “Y el Óscar es para ‘No Other Land’”. AMY GOODMAN: La película palestino-israelí “No Other Land” (en español, Ninguna otra tierra) ganó en la categoría de mejor documental. La película aborda la lucha de los palestinos en la comunidad de Masafer Yatta, en la Cisjordania ocupada, para permanecer en su tierra a pesar de los violentos ataques de colonos judíos que buscan expulsarlos. El documental fue realizado por un equipo de cineastas palestino-israelíes, entre ellos el periodista palestino Basel Adra, que vive en Masafer Yatta, y el periodista israelí Yuval Abraham. Ambos hablaron en la ceremonia. Estas fueron las palabras expresadas por Basel Adra, quien se convirtió en el primer cineasta palestino en ganar un Óscar. BASEL ADRA: “Muchas gracias a la Academia por el premio. Es un gran honor para nosotros cuatro y para todos los que nos apoyaron en la realización de este documental. Hace unos dos meses, me convertí en padre. Y espero que mi hija no tenga que vivir la misma vida que yo estoy viviendo ahora, siempre con miedo, siempre temiendo los actos de violencia de los colonos, las demoliciones de viviendas y los desplazamientos forzados que mi comunidad, Masafer Yatta, enfrenta todos los días bajo la ocupación israelí. ‘No Other Land’ refleja la dura realidad que hemos padecido durante décadas y a la que aún nos resistimos mientras pedimos al mundo que adopte medidas serias para detener la injusticia y detener la limpieza étnica del pueblo palestino”. Por su parte, Yubal Abraham, expresó: YUVAL ABRAHAM: “Hicimos esta película, palestinos e israelíes, porque juntos nuestras voces son más fuertes. Nos vemos unos a otros. Vemos que la atroz destrucción de Gaza y su pueblo debe terminar, y que los rehenes israelíes brutalmente capturados en los ataques del 7 de octubre \[de 2023] deben ser liberados. Cuando miro a Basel, veo a mi hermano. Pero no somos iguales. Yo vivo bajo un régimen en el que yo soy libre bajo la ley civil y Basel está bajo leyes militares que destruyen su vida y que él no puede controlar. Hay un camino diferente: una solución política, sin supremacía étnica, con derechos nacionales para ambos pueblos. Y tengo que decirlo aquí: la política exterior de este país está ayudando a bloquear ese camino. ¿No ven que estamos interconectados? ¿Que mi pueblo puede estar realmente seguro si el pueblo de Basel es realmente libre y está seguro? Hay otro camino. No es demasiado tarde para la vida, para quienes están vivos. No hay otro camino. Muchas gracias”. AMY GOODMAN: Esas fueron las palabras expresadas por Yuval Abraham y Basel Adra, codirectores de “No Other Land”, la película que acaba de ganar el Óscar al Mejor Documental. Visite democracynow.org/es para ver nuestras entrevistas con Yuval Abraham y Basel Adra. Traducido y editado por Igor Moreno Unanua e Iván Hincapié. Fuente: https://www.democracynow.org/es/2025/2/18/basel_adra

martes, 10 de marzo de 2020

Historia de la patata frita que cruzó la alfombra roja. Una patata de cine.

Las ventas de la marca coruñesa Bonilla a la Vista se han disparado en España tras el Oscar de 'Parásitos', pero los consumidores gourmet de Corea del Sur se disputan el producto desde 2016


SILVIA R. PONTEVEDRA Arteixo 27 FEB 2020 -

Hay una imagen que expresa el delirio que sembraron las patatas fritas Bonilla a la Vista cuando arribaron a Corea del Sur, en abril de 2016. Como en una escena de racionamiento en guerra, una hilera de mujeres hacen cola en la caja de los grandes almacenes Hyundai en Seúl, y cada una lleva dos latas de 500 gramos de la marca gallega de aperitivos. La fila avanza disciplinadamente con la esperanza de pagar por fin y llevarse el cotizado producto a casa. El primer barco cargado con esta mercancía acababa de llegar al país tras 42 días de navegación y el atraque había sido retransmitido por la tele. No había envases suficientes para satisfacer tanta expectación creada por los distribuidores coreanos que las habían descubierto en un viaje a España, así que el supermercado improvisó una norma: cada cliente podía llevarse dos latas. Solo dos. En un par de horas se agotaron. Cuando le tocó su turno, una señora con un niño en brazos hizo valer los derechos del menor. "Dos personas, cuatro latas", reivindicó aupando al pequeño.

La anécdota la cuenta con la energía de los tiempos en que repartía las patatas por los bares en su Guzzi roja el dueño de la fábrica. César Bonilla, de 87 años, hijo de Salvador Bonilla, que fundó la marca (de churros y patatas) meses antes de nacer el crío, en 1932, va dando saltos en su relato sin perder casi nunca el hilo. Habla de la primera churrería en Ferrol; del hotel que abrieron luego y fracasó; del día en plena postguerra en que tuvieron que marchar de su ciudad de origen "con una mano delante y otra detrás". De cómo empezaron de nuevo en A Coruña, donde ahora tienen seis churrerías; de las noches que pasaba solo cortando finas láminas de tubérculo; de las tortillas que a la mañana siguiente preparaba su madre con los extremos que no daban para hacer patatas fritas; del día en que un empresario le encargó 100.000 bolsas para la visita de Juan Pablo II en 1989 y luego le devolvió sin contemplaciones las 40.000 que no había vendido.

Bonilla relata con todo lujo de detalles cómo un día una emigrante enamorada de sus productos le pidió que le montase una churrería en Venezuela y allá se fue para instalarle unas máquinas. Habla también de las veces que ha rechazado convertir su marca en franquicia, porque "la calidad exige un control y esto se complica en la distancia" y de cómo un grupo de Corea del Sur quiso replicar allá la fórmula de las churrerías coruñesas. Lo deseaban con tanto ahínco que "ya tenían elegido un local", pero el gallego se mantuvo firme y ese barco jamás zarpó.

Una trabajadora de Bonilla a la Vista empaqueta latas de patatas en la factoría de Arteixo (A Coruña).

Una trabajadora de Bonilla a la Vista empaqueta latas de patatas en la factoría de Arteixo (A Coruña). Ó.C.

Hoy, este amante del mar (excampeón de pesca submarina que ha tenido varios veleros y ahora navega en barco a motor) sigue capitaneando la nave industrial que fundó en Arteixo (A Coruña) en 1988, sin la bendición de su padre, para retomar la fabricación de patatas que este había abandonado tres décadas antes porque prefería centrarse en el chocolate con churros. Allí, César Bonilla recibe excursiones escolares y últimamente decenas de reporteros que han picado el cebo de una publicidad no buscada. Hoy le ha visitado incluso un equipo que quiere rodar un documental.

En la madrugada de los Oscar, el turno que entra a las cuatro para producir 23.000 churros para la hostelería ya estaba friendo la masa cuando supo que la triunfadora había sido la coreana 'Parásitos'. En la película, como glamuroso aperitivo de una familia adinerada, se ve la inconfundible lata blanca de patatas con el velero azul sobre un mar ondulado y la tipografía de la marca. "Bonilla a la vista" era la proclama que repetía Salvador, cabo de maniobras en el puerto de Ferrol, cuando desde el barco, en la noche, le preguntaban "¿quién va?". Lo de envasar en lata fue, sin embargo, un empeño del hijo cuando montó la fábrica, porque así (aunque en formato cuadrado y retornable) las transportaba de joven a los bares para que no se rompieran con el traqueteo de la moto.

https://elpais.com/economia/2020/02/26/actualidad/1582747058_120007.html