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martes, 11 de mayo de 2021

_- El libro de culto de la ingeniería que reapareció en un trastero. La mítica biografía de Eugène Freyssinet que publicó José Antonio Fernández Ordóñez en 1978, descatalogada hace años, vuelve al mercado tras el hallazgo de varias cajas con ejemplares intactos.

_- En 1978, el desaparecido sello español 2c Ediciones publicó una biografía del ingeniero francés Eugène Freyssinet (1879-1962) que traspasó los márgenes en los que suele difundirse un libro de divulgación técnica. Despertó gran interés en el mundo de la ingeniería porque se trataba del primer volumen que presentaba de manera global la vida y la obra del hombre que revolucionó el arte de la construcción en el siglo XX con la invención del hormigón pretensado, pero además fue apreciado fuera de ese ámbito porque era también un relato apasionante que reconstruía la peripecia vital de una personalidad soñadora que arriesgó su carrera y su fortuna para desarrollar su invento. Y otro de sus valores era cómo estaba escrito: su autor era José Antonio Fernández Ordóñez (Madrid, 1933-2000), ingeniero pero también gran teórico y humanista, que fue miembro de la Academia de las Artes de San Fernando y presidente del Patronato del Museo del Prado.

La biografía se vendió muy bien y en pocos años quedó descatalogada, al tiempo que se publicaban y agotaban sus traducciones al francés, inglés y japonés. La versión francesa se reeditó hace una década pero no la española, de manera que aquella primera edición de 1978 se convirtió en un libro de culto para los ingenieros y objeto de deseo de buscadores de joyas bibliográficas en los circuitos de segunda mano. La historia podría terminar aquí, pero hace tres meses se produjo uno de esos giros de guion que solo parecen posibles en la ficción: ordenando un trastero de la casa donde vivió Fernández Ordóñez, habitada todavía por su viuda, la familia encontró unas cajas que contenían 600 ejemplares intactos de la edición de 1978. La sorpresa fue mayúscula. “No tenemos ni idea de cómo llegaron ni cuánto tiempo pudieron estar ahí. Pensamos que quizá la editorial los encontró olvidados en sus almacenes y los envió a casa cuando cerró. Pero es solo una especulación”, relata aún con incredulidad su hijo David Fernández Ordóñez, también ingeniero.

Siendo un libro de culto, la familia podría haber obtenido un buen beneficio económico poniendo a la venta esos ejemplares a precio libre en el circuito de segunda mano, pero desde el primer momento tuvieron claro que no querían especular con el hallazgo. “Pensamos que debíamos darle la mayor difusión posible con un precio accesible. Que los ingenieros jóvenes pudieran leerlo y disfrutarlo como lo hicieron los de generaciones anteriores. O cualquier persona de cualquier otra profesión, porque también se puede leer casi como un libro de aventuras”, recuerda David Fernández Ordóñez.

De esta forma, los herederos se pusieron en contacto con Cinter, editorial de divulgación especializada en ingeniería, para poner en circulación los ejemplares en el mercado regulado. “No dudamos ni un segundo. Sabíamos que había mucha gente buscándolo e incluso en algún momento nos planteamos nosotros mismos hacer una reedición. Nada más anunciar la venta en nuestra web y redes sociales recibimos 50 reservas y ya llevamos más de 300 vendidos”, explica el director de Cinter, Valentín J. Alejándrez, subrayando también la importancia de poner este libro de nuevo en circulación a un precio accesible: “Muchos de quienes lo leyeron en su momento aseguran que cambió el concepto que tenían de la ingeniería y nuestra labor como editores es intentar que eso también llegue a las nuevas generaciones, no especular con ello”.

La biografía es el resultado de 15 años de trabajo de José Antonio Fernández Ordóñez, que empezó el proyecto poco después de la muerte de Freyssinet, por lo que tuvo acceso al testimonio directo de muchas personas que trabajaron con él y consiguió planos originales que se reproducen en el libro, además de fotografías de sus obras tomadas por él mismo en varios viajes que hizo a Francia. La narración pone en relación sus trabajos con el relato de su experiencia vital y la descripción de su personalidad, por lo que ofrece un nivel de lectura técnico y otro más literario. “Freyssinet no solo estaba interesado en la realización de proyectos o cálculos. A él le gustaba participar en todo el proceso de construcción, estar a pie de obra, por lo que tenía un gran conocimiento de los materiales y se convirtió en un virtuoso del hormigón armado. Pero no se conformó con eso, sino que decidió experimentar y eso fue lo que le llevó a desarrollar el hormigón pretensado, mucho más resistente que el armado, lo que empezó a permitir la construcción de estructuras más finas y esbeltas. Los puentes que se proyectan hoy serían inimaginables sin su hallazgo”, resume Alejándrez.

Esto lo supo apreciar mejor que nadie Fernández Ordóñez, un ingeniero dotado de un profundo interés por lo estético, que volcó en su cátedra de Historia y Estética de la Ingeniería Civil en la Escuela de Madrid y en trabajos como el viaducto sobre el Paseo de la Castellana de Madrid del que cuelga una escultura de Chillida, proyectado en colaboración con Julio Martínez Calzón y Alberto Corral. Quizá por eso su biografía de Freyssinet se ha convertido en un clásico: puso en valor su legado más allá de sus hallazgos técnicos.

Años más tarde, en su discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1990, Fernández Ordóñez, reafirmó su admiración por Freyssinet como “el más grande constructor de todos los tiempos”. “Nos acerca a ese punto de contacto entre el sueño y la vida, sin el cual el sueño no es más que utopía abstracta y la vida sólo trivialidad. (…) El camino de la razón, en cuyo dominio trabaja el ingeniero, nunca debería entrar en colisión con el amor a la belleza. Y hoy menos que nunca, cuando los medios técnicos ofrecen posibilidades ilimitadas. En mi opinión, la dificultad radica en coordinar y equilibrar la imaginación que produce la forma con la razón que la determina y la fija. (…) Es esencial el amor a los materiales, el amor a la belleza de la materia, cuyo conocimiento nos debería permitir utilizarlos mejor. El tratamiento cuidadoso de los materiales amorosamente realizados en una obra de ingeniería constituye un paso muy importante en el intento sempiterno de alcanzar la belleza de la obra”.

El discurso, por cierto, fue publicado por la Academia de San Fernando y de esa edición original aparecieron también ejemplares en el trastero de los Fernández Ordóñez. La familia los ha puesto en circulación a través de Cinter junto con la biografía de Freyssinet: como si hubieran esperado todos estos años juntos para volver a ver la luz.

https://elpais.com/babelia/2021-05-07/el-libro-de-culto-de-la-ingenieria-que-reaparecio-en-un-trastero.html

martes, 11 de febrero de 2020

_- Desigualdad de emisiones: existe un abismo entre los ricos y los pobres del mundo.

_- Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes. Isaac Newton.

Los muros más poderosos se desmoronan por sus fisuras- Proverbio chino

La congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez agitó la política medioambiental al publicar un esbozo general de un Green New Deal, un plan para hacer de Estados Unidos una economía neutra en emisiones de carbono en los próximos diez años, reduciendo así tanto la pobreza como la desigualdad. Elogiada por muchos, como una propuesta de un paso radical y necesario, el presidente Trump respondió en Twitter con su estilo habitual:

«Pienso que es de gran importancia para los demócratas seguir adelante con su Green New Deal. Sería genial para la así llamada “Huella de carbono” eliminar permanentemente todos los aviones, coches, vacas, petróleo, gas y el ejército –incluso si ningún otro país hiciera lo mismo. ¡Brillante!»

El Green New Deal no llama directamente a la gente a consumir menos carne. Pero el argumento de que resolver el cambio climático significa cambiar nuestras dietas está de fondo, y Ocasio-Cortez misma ha establecido la relación.

Pero el tuit de Trump tenía que ver con el dinero en varios sentidos. Las medidas medioambientales y las soluciones al cambio climático suelen aparecer (o se habla de ellas) como programas de austeridad. Para reducir «nuestro» impacto «nosotros» necesitamos consumir menos: comer menos carne, caminar en vez de conducir, volar menos, comprar menos ropa de moda, etcétera.

Desde las calculadoras de huella de carbono personales hasta artículos señalando cuántas Tierras necesitamos para sostener el consumo del ciudadano medio de Reino unido, Europa o Estados Unidos, se identifica como problema el consumo. Reduce el consumo, dice el argumento, y resolverás el cambio climático. Pero ¿es «nuestro» consumo realmente el problema? ¿Quién es «nosotros», por cierto?

Consumo desigual a nivel mundial
Ya se ha dicho antes, pero hay que repetirlo. La mayoría de la población del mundo contribuye muy poco en cuanto a emisiones de carbono o impactos medioambientales en general. Podernos ir más allá mirando también las emisiones de carbono importadas –esto es, las emisiones que vienen de la producción de bienes y servicios en países tales como China, que son consumidas en los países ricos del norte global–. Si incluimos las emisiones importadas, las emisiones de todos los británicos solo han disminuido marginalmente desde 1990.

Cuando nos aproximamos a las emisiones de esta manera, está claro que el problema no es la sobrepoblación o China, sino los ricos en la tierra. Después de todo, ser rico, especialmente ser ultra-rico, significa ser directamente responsable, ya sea a través del consumo o del control, de la mayoría de las emisiones de carbono del mundo. Por ejemplo, Oxfam ha encontrado que el 10% más rico produce la mitad de las emisiones de carbono mundiales, mientras que la mitad más pobre solo un 10%.

¿Quiénes son este 10% más rico? La cifra no es de países sino de personas –los 770 millones o aquellos quienes hacen el 10% más rico de la población mundial. La disparidad es incluso más alarmante cuando miramos las diferencias entre los ultra-ricos y el 50% inferior a un nivel global, donde un individuo ultra-rico normal produce 35 veces las emisiones de carbono de alguien de la mitad inferior y 175 veces las de alguien del 10% más pobre. Esta cohorte de ultra-consumidores no está distribuida uniformemente por el planeta. Un 40% vive en los EE. UU., un 20% vive en la UE y un 10% en China.

Fijarse en el 10% más rico es una manera muy útil para ver que cosas como las emisiones de carbono no son solo mundialmente desiguales, sino que son también desiguales dentro de las fronteras nacionales.

El detalle clave aquí es la disparidad enorme en gran parte de los países ricos entre las emisiones de los hogares ricos y pobres. Tanto en EE. UU. como en Reino Unido, el 10% más rico produce al menos cinco veces las emisiones del 50% más pobre. Y estas son sus emisiones de consumo (y no incluye aquellas emisiones producidas por las personas que trabajan para ellos –sus limpiadores, conductores, etc.– que aumentarían sus impactos).

Podríamos agravar más estas cifras atendiendo a la desigualdad entre los géneros, donde los hombres tienden a producir más emisiones de carbono que las mujeres, o a la desigualdad racial, que se extiende incluso a las emisiones, con la gente blanca produciendo más que ninguna otra.

Pero esto no es todo. Mientras es relativamente simple dar cuenta de la gran disparidad inicial –ser rico al fin y al cabo va sobre tener más dinero, más cosas, casas más grandes, y super-yates– esto falla cuando damos cuenta de la totalidad de la disparidad. Ser rico te proporciona más influencia política. Esto significa financiar partidos y campañas políticas, tener acceso a legisladores y lobistas. Y esto significa el control sobre las grandes corporaciones, y, así, del poder sobre los negocios y las industrias que producen la mayoría de las emisiones de carbono.

¿Un problema de elección?
El problema con las historias de exceso de consumo no es solo que el consumo está lejos de ser el problema, sino que se hace así para que sea precisamente una cuestión de elección. Los ingresos discrecionales –la porción de tu dinero que queda tras pagar todo lo que necesitas– se incrementa cuanto más rico eres. Para la mayoría de la gente, no queda mucho una vez has pagado por las cosas que necesitas. Y si incluimos aquellos bienes así llamados discrecionales que realmente no lo son –teléfonos móviles, por ejemplo–, entonces la mayoría de personas realmente no «elige» consumir de una manera significativa. Más que eso, lo que pueden elegir está en gran medida determinado por grandes empresas transnacionales, las cuales suelen estar controladas por los mismos ultra-ricos cuyo consumo es desproporcionadamente el problema.

Dado que el problema es abrumador, me atrevo a decir, los hombres blancos ricos no nos hacemos ningún favor asignando la culpa a poblaciones enteras, sean estas la humanidad, los estadounidenses o incluso todo el norte global. Pensar de esta manera hace más difícil identificar la actual fuente del problema y formular soluciones para él. Es decir, mejor que sumarnos a otro día de «lunes sin carne» y renunciar a la carne, deberíamos «comernos al rico».

Nicholas Beuret Es profesor en la Universidad de Essex. Su investigación trata las políticas ambientales y de uso de recursos en relación con el cambio climático.

Fuente:

https://theconversation.com/emissions-inequality-there-is-a-gulf-between-global-rich-and-poor-113804?utm_source=twitter&utm_medium=twitterbutton
Traducción: Roberto Álava Temática:

viernes, 4 de julio de 2014

Oporto

Ruta por Oporto. Del Café Majestic a la Fundación Serralves

Los días son tan luminosos que las fachadas de la Ribeira parecen haber sido recientemente pintadas. Rojos sobre todo, pero también amarillos y azules intensos. Otras lucen azulejos que les dan más singularidad. Terrazas, tabernas, buenos restaurantes con festines marinos, y las ropas tendidas como velas al viento. El río Duero bajo los puentes. El de Luis I (1886), por encima del muelle, todo de hierro y de dos pisos. El de María Pía (1877) o el de São João (1991), más reciente, fino, etéreo. En el de María Pía, Seyrig interpretó a Eiffel: un sueño largo, un tiovivo, un funambulismo seguro. Unos pilares junto al de Luis I nos recuerdan que allí estuvo otro anterior a todos estos, el puente Pênsil, que en 1841 sustituyó al puente de las Barcas.

Desde los muelles, desde el Postigo do Carvão, la única puerta monumental que se conserva de las 18 que tenía la muralla Fernandina (siglo XIV), observo el funicular dos Guindais, que sube hasta la Rua Augusto Rosa, es decir, va desde el muelle de la Ribeira hasta el barrio de Batalha. Oporto es dura de caminar, tiene cuestas por doquier. Ahora todo lo revisito. La Casa do Infante, donde supuestamente vino al mundo don Enrique el Navegante, y hoy es Archivo Histórico Municipal después de Casa de la Moneda o Aduana; el Mercado Ferreira Borges; el Palacio de la Bolsa; las iglesias de San Francisco y la de San Nicolás, una barroca y la otra de azulejos azules. Aparte de las vistas que se contemplan desde la plaza de la catedral, lo más interesante para mí de esta fortaleza medieval es el claustro de azulejería. En la plaza de la Libertad me entristece ver el antiguo Café Imperial convertido en un McDonald’s. Sin embargo, el Café Majestic resiste, apenas hay sitio para sentarse. Pocas veces he visto tantas mesas colocadas por metro cuadrado. Mejor esto que la comida basura. En la estación de San Bento me encuentro como en casa. Está igual que siempre. Paseo por ella como si lo hiciera, en viajes anteriores, con familiares que ya tomaron el tren sin retorno. Muy cerca entro en la Capilla de las Almas, un pequeño templo, también con fachada de azulejos que reproducen las vidas de san Francisco de Asís y santa Catalina. La Torre de los Clérigos es otro faro de la ciudad. Me sirve a mí de referencia, pero también lo era para los barcos que navegaban por el Duero.

En la plaza de Gomes Teixeira está la Universidad, la iglesia del Carmen, la librería Lello e Irmão y la Casa Oriental. A los dependientes de la librería, desbordados por los visitantes que no por los compradores de libros, les animo a que cobren la entrada. Harry Potter no les ha hecho nada bien (su autora, J. K. Rowling, vivió en la ciudad como profesora de inglés, y los turistas visitan la librería neogótica, de 1906, como uno de los lugares que inspiraron la estética de la saga juvenil). A este paso, las multitudes la derrumbarán. Ellos ponen cara de circunstancias. Me detengo tiempo viendo libros y seleccionando algunos para llevarme, pero la ola de gente me impide pararme todo el tiempo que quisiera. La escalera de madera labrada tiembla ante tanta masa como si estuviera poseída por la carcoma. ¡Ah!, qué maravilla cuando sólo estábamos los lectores. Hoy todo es espectáculo sin respeto. En la Casa Oriental, no sé cuánto tiempo durará aún, huelo el bacalao seco, las especias, el café y el chocolate que me gustaría tomar.

El libro más triste
El vecino jardín de João Chagas está dedicado a algunos poetas portugueses como, por ejemplo, Antonio Nobre, autor de So, para Pessoa el libro más triste de la literatura portuguesa, o no sé si incluso universal. Hay también varias esculturas de Jacobo Muñoz entre los plátanos centenarios. El jardín está flanqueado por tres grandes edificios. El Palacio de Justicia, de aires neorromanos; el Hospital de San Antonio, del siglo XVIII, y la antigua Cadeia da Relação (el tribunal de justicia y prisión), que hoy es el Centro Portugués de la Fotografía. El proyecto de rehabilitación fue preparado por los arquitectos Eduardo Soto Moura y Humberto Vieira. Aquí estuvieron presos Camilo Castelo Branco y Ana Plácido. Ambos estaban acusados de adulterio. Delante de lo que fue cárcel y ahora centro cultural se levanta una gran estatua del escritor portugués.

El Museo Nacional Soares dos Reis, un edificio del XVIII, contiene obras de arte muy interesantes. Un autorretrato de Aurelia de Souza (1866-1922) en rojo y azul y la escultura tremendamente inquietante de Antonio Teixeira Lopes Infancia de Caín. Muchos otros museos tiene Oporto, todos magníficos, pero el del tranvía es para mí siempre de visita obligada. Pura nostalgia, pura melancolía. ¡Cuántas vidas fueron en ellos de un lugar a otro! Ahora están vacíos, totalmente vacíos y abandonados ante nuestras miradas solitarias.

La Casa de la Música y la Fundación Serralves son dos edificios ejemplares de la arquitectura del siglo XXI. El primero, del arquitecto holandés Rem Koolhaas, un cubo muy aéreo y, a pesar del hormigón, muy transparente El segundo, del arquitecto portuense Álvaro Siza. Edificio de líneas rectas y muros blancos, con distintos desniveles y grandes ventanales que dan una iluminación rica. El museo tiene una magnífica colección de arte contemporáneo. Coincido con una exposición muy interesante para mí sobre los libros imposibles de los artistas. Libros de diversos materiales, no sólo en papel, sin escrituras o con escrituras ilegibles, pero, sobre todo, pintados en rojo, azul, verde, blanco.

La casa art déco, que está a pocos metros de distancia, es impresionante, al igual que los jardines. Pocas veces había entrado en un espacio así (en mis anteriores viajes estaba cerrada) y la sensación es grandiosa. El aire, el espacio y la luz como fuentes de vida. Además, se conservan también muebles de época, de los años veinte del pasado siglo. Las vistas desde los pasillos, escaleras y balcones interiores son tan majestuosas que no la hacen depender de esas otras vistas hacia el jardín exterior, tan inmenso y tan plácido. Vista interior intensa, vista exterior desmesurada. Un lugar extraordinario, sorprendente. No creo que en Europa (asolada por las guerras civiles) existan otras muchas muestras así. Jacques Émile Ruhlmann diseñó una obra perfecta que el tiempo ha engrandecido.

No puedo irme de Oporto sin visitar la tumba de Camilo Castelo Branco en el Prado do Repouso o Prado Longo, junto a la iglesia da Lapa, de aire masón, con un altar salomónico. La tumba es un pequeño nicho en lo más alto. Demasiado para un suicida en un cementerio católico. Solo pone su nombre. Hay una rama de laurel en bronce con motivo de uno de los centenarios. El cementerio es pequeño, como de pueblo, repleto de panteones. Los ataúdes no están tapados, sino a la vista, se exhiben como la última instalación de arte moderno de la que formaremos parte en la vida. Entre tanta muerte, recuerdo a la muchacha que acabo de ver paseando a sus dálmatas por la Rua dos Carmelitas. Me sonrió, y esa sonrisa vale por todos estos muertos, incluido Camilo; a él también le hubiera gustado este gesto de vida. “Como el lirio entre los cardos, / así mi amada entre las mozas”, dice El cantar de los cantares. Libro más santo, imposible.

De regreso a A Coruña me desvío en Vila Nova de Famalicão para de allí ir a São Miguel de Seide, un pequeño pueblo donde está la casa que habitó Camilo con Ana. La levantó Pinheiro Alves, el esposo de Ana, en el año 1830, con el dinero ahorrado en Brasil. En el invierno de 1863 se instaló allí el novelista tras la muerte del antiguo propietario, producida, en parte, por el disgusto que le había causado la absolución de los adúlteros. Desde esa fecha vivió allí el novelista con su familia hasta el 1 de junio de 1890, cuando se pegó un tiro. Una casa donde escribió gran parte de su obra, pero también donde vivió muchas desgracias. La muerte de su hijastro, con quien estaba muy unido; la locura de Jorge y las ruinas económicas de Nuno, ambos nacidos de la relación con Ana. Pero quizá lo peor de todo fue que aquella pasión amorosa, contra todos y contra todo, naufragó con los años de convivencia. Ana también era escritora, y sus celos eran producto de las reiteradas infidelidades, pero también intelectuales. Las fotos, ambos ya mayores, reflejan ese amor transformado casi en odio y desesperación. La casa del autor de Amor de perdición ardió en 1915 y varios años después fue reconstruida. En ella están las estancias habituales, las habitaciones, los salones, el gran despacho donde trabajaba y las estanterías con libros, sobre todo de autores franceses. Su dormitorio era muy austero, aún se conservan sombreros y bastones suyos. En la mecedora fue donde se pegó el tiro. Apenas veía y acababa de ser visitado por el médico amigo. La agonía le duró varias horas. Durante años escribió de pie. Camilo buscó el amor por doquier, frenéticamente, pero no fue feliz, como la mayor parte de los protagonistas de sus novelas. Onde está a felicidade? es el título de una de sus obras. ¿Quién lo sabe? Esta casa rezuma tristeza y dramatismo. La gloria a veces es una pesada carga.

Paso por Ponte de Lima, el río del olvido, y allí me incorporo a la legión de Decio Junio Bruto.
» César Antonio Molina, en El País de los Viajes.

Guía

Visitas

» Fundación Serralves (www.serralves.pt).  Rua João de Castro, 210
» Museu Soares dos Reis (www.museusoaresdosreis.pt). Rua D. Manuel II.
» Centro Portugués de Fotografía (www.cpf.pt). Largo Amor de Perdição.
» Librería Lello e Irmão. Rua das Carmelitas, 144.
» Casa da Música (www.casadamusica.com). Avenida da Boavista, 604-610.

Información

» Oficina de turismo de Oporto (www.visitporto.travel).
Fuente:  http://elviajero.elpais.com/elviajero/2014/06/26/actualidad/1403778649_462703.html
Postres para este mes en el restaurante de la Casa de la Música, aquí. Y me permito recomendar el restaurante de la fundación Serralves, en especial su bufet y el de postres.