_- Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes. Isaac Newton.
Los muros más poderosos se desmoronan por sus fisuras- Proverbio chino
La congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez agitó la política medioambiental al publicar un esbozo general de un Green New Deal, un plan para hacer de Estados Unidos una economía neutra en emisiones de carbono en los próximos diez años, reduciendo así tanto la pobreza como la desigualdad. Elogiada por muchos, como una propuesta de un paso radical y necesario, el presidente Trump respondió en Twitter con su estilo habitual:
«Pienso que es de gran importancia para los demócratas seguir adelante con su Green New Deal. Sería genial para la así llamada “Huella de carbono” eliminar permanentemente todos los aviones, coches, vacas, petróleo, gas y el ejército –incluso si ningún otro país hiciera lo mismo. ¡Brillante!»
El Green New Deal no llama directamente a la gente a consumir menos carne. Pero el argumento de que resolver el cambio climático significa cambiar nuestras dietas está de fondo, y Ocasio-Cortez misma ha establecido la relación.
Pero el tuit de Trump tenía que ver con el dinero en varios sentidos. Las medidas medioambientales y las soluciones al cambio climático suelen aparecer (o se habla de ellas) como programas de austeridad. Para reducir «nuestro» impacto «nosotros» necesitamos consumir menos: comer menos carne, caminar en vez de conducir, volar menos, comprar menos ropa de moda, etcétera.
Desde las calculadoras de huella de carbono personales hasta artículos señalando cuántas Tierras necesitamos para sostener el consumo del ciudadano medio de Reino unido, Europa o Estados Unidos, se identifica como problema el consumo. Reduce el consumo, dice el argumento, y resolverás el cambio climático. Pero ¿es «nuestro» consumo realmente el problema? ¿Quién es «nosotros», por cierto?
Consumo desigual a nivel mundial
Ya se ha dicho antes, pero hay que repetirlo. La mayoría de la población del mundo contribuye muy poco en cuanto a emisiones de carbono o impactos medioambientales en general. Podernos ir más allá mirando también las emisiones de carbono importadas –esto es, las emisiones que vienen de la producción de bienes y servicios en países tales como China, que son consumidas en los países ricos del norte global–. Si incluimos las emisiones importadas, las emisiones de todos los británicos solo han disminuido marginalmente desde 1990.
Cuando nos aproximamos a las emisiones de esta manera, está claro que el problema no es la sobrepoblación o China, sino los ricos en la tierra. Después de todo, ser rico, especialmente ser ultra-rico, significa ser directamente responsable, ya sea a través del consumo o del control, de la mayoría de las emisiones de carbono del mundo. Por ejemplo, Oxfam ha encontrado que el 10% más rico produce la mitad de las emisiones de carbono mundiales, mientras que la mitad más pobre solo un 10%.
¿Quiénes son este 10% más rico? La cifra no es de países sino de personas –los 770 millones o aquellos quienes hacen el 10% más rico de la población mundial. La disparidad es incluso más alarmante cuando miramos las diferencias entre los ultra-ricos y el 50% inferior a un nivel global, donde un individuo ultra-rico normal produce 35 veces las emisiones de carbono de alguien de la mitad inferior y 175 veces las de alguien del 10% más pobre. Esta cohorte de ultra-consumidores no está distribuida uniformemente por el planeta. Un 40% vive en los EE. UU., un 20% vive en la UE y un 10% en China.
Fijarse en el 10% más rico es una manera muy útil para ver que cosas como las emisiones de carbono no son solo mundialmente desiguales, sino que son también desiguales dentro de las fronteras nacionales.
El detalle clave aquí es la disparidad enorme en gran parte de los países ricos entre las emisiones de los hogares ricos y pobres. Tanto en EE. UU. como en Reino Unido, el 10% más rico produce al menos cinco veces las emisiones del 50% más pobre. Y estas son sus emisiones de consumo (y no incluye aquellas emisiones producidas por las personas que trabajan para ellos –sus limpiadores, conductores, etc.– que aumentarían sus impactos).
Podríamos agravar más estas cifras atendiendo a la desigualdad entre los géneros, donde los hombres tienden a producir más emisiones de carbono que las mujeres, o a la desigualdad racial, que se extiende incluso a las emisiones, con la gente blanca produciendo más que ninguna otra.
Pero esto no es todo. Mientras es relativamente simple dar cuenta de la gran disparidad inicial –ser rico al fin y al cabo va sobre tener más dinero, más cosas, casas más grandes, y super-yates– esto falla cuando damos cuenta de la totalidad de la disparidad. Ser rico te proporciona más influencia política. Esto significa financiar partidos y campañas políticas, tener acceso a legisladores y lobistas. Y esto significa el control sobre las grandes corporaciones, y, así, del poder sobre los negocios y las industrias que producen la mayoría de las emisiones de carbono.
¿Un problema de elección?
El problema con las historias de exceso de consumo no es solo que el consumo está lejos de ser el problema, sino que se hace así para que sea precisamente una cuestión de elección. Los ingresos discrecionales –la porción de tu dinero que queda tras pagar todo lo que necesitas– se incrementa cuanto más rico eres. Para la mayoría de la gente, no queda mucho una vez has pagado por las cosas que necesitas. Y si incluimos aquellos bienes así llamados discrecionales que realmente no lo son –teléfonos móviles, por ejemplo–, entonces la mayoría de personas realmente no «elige» consumir de una manera significativa. Más que eso, lo que pueden elegir está en gran medida determinado por grandes empresas transnacionales, las cuales suelen estar controladas por los mismos ultra-ricos cuyo consumo es desproporcionadamente el problema.
Dado que el problema es abrumador, me atrevo a decir, los hombres blancos ricos no nos hacemos ningún favor asignando la culpa a poblaciones enteras, sean estas la humanidad, los estadounidenses o incluso todo el norte global. Pensar de esta manera hace más difícil identificar la actual fuente del problema y formular soluciones para él. Es decir, mejor que sumarnos a otro día de «lunes sin carne» y renunciar a la carne, deberíamos «comernos al rico».
Nicholas Beuret Es profesor en la Universidad de Essex. Su investigación trata las políticas ambientales y de uso de recursos en relación con el cambio climático.
Fuente:
https://theconversation.com/emissions-inequality-there-is-a-gulf-between-global-rich-and-poor-113804?utm_source=twitter&utm_medium=twitterbutton
Traducción: Roberto Álava
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