Mostrando entradas con la etiqueta Universidad de Yale. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Universidad de Yale. Mostrar todas las entradas

jueves, 16 de octubre de 2025

Amnesia infantil: por qué no tenemos recuerdos de cuando éramos bebés

Bebé

Fuente de la imagen,Getty Images

    • Autor,Maria Zaccaro

El día que nacimos, nuestros primeros pasos, nuestras primeras palabras... son todos momentos importantes en nuestras vidas. Sin embargo, no recordamos ninguno de ellos. ¿Por qué?

Neurólogos y psicólogos han lidiado con esta pregunta durante décadas.

Nuestra incapacidad para recordar eventos específicos de los primeros años de vida se llama amnesia infantil, y se han desarrollado muchas teorías a lo largo de los años en un intento por explicarla.

Nick Turk-Browne, profesor de Psicología y Neurocirugía en la Universidad de Yale, en Estados Unidos, dice que el debate se reduce esencialmente a dos preguntas clave: ¿creamos recuerdos en nuestros primeros años pero somos incapaces de acceder a ellos más tarde?, o ¿no creamos recuerdos en absoluto hasta que crecemos?

Según el profesor Turk-Browne, hasta la última década, los investigadores asumían principalmente que los bebés no creaban recuerdos. Algunos creían que se debía a la falta de un sentido del yo completamente formado o a la incapacidad de hablar.

Un bebé sonriente tumbado sobre su barriga.

Fuente de la imagen,KDP via Getty Images

 
Pie de foto,La amnesia infantil describe la incapacidad para recordar las experiencias de la primera infancia.

Otra hipótesis, explica, es que no podemos crear recuerdos hasta aproximadamente los cuatro años porque el hipocampo, una región del cerebro responsable de formar nuevos recuerdos, aún no está completamente desarrollado.

"Su tamaño aumenta a más del doble durante la infancia", dice el profesor Turk-Browne. "Y, por lo tanto, tal vez las primeras experiencias que tenemos no se pueden almacenar porque no tenemos el circuito que se necesita para hacerlo".

Examinando el cerebro de un bebé

Sin embargo, un estudio publicado a principios de este año por el propio profesor Turk-Browne parece contradecir esa idea.

Su equipo mostró a 26 bebés de entre cuatro meses y dos años de edad una serie de imágenes mientras escaneaban sus cerebros y medían la actividad de su hipocampo.

Luego mostraron a los bebés una de las imágenes anteriores junto a una nueva y midieron los movimientos oculares de los bebés para analizar cuál de las dos fotos miraban más.

Si era la imagen antigua, los investigadores lo tomaron como una señal de que los bebés eran capaces de recordar esa imagen y reconocerla, como se había sugerido en estudios previos.

Un montaje audiovisual con la imagen de un bebé y su cerebro. 

Un montaje audiovisual con la imagen de un bebé y su cerebro.

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,
La región cerebral del hipocampo juega un papel clave en la formación de nuestros recuerdos. 

Los investigadores descubrieron que cuando el hipocampo de un bebé estaba más activo al ver una imagen por primera vez, era más probable que la recordara más tarde, especialmente si el bebé tenía más de 12 meses.

Esto sugiere que el hipocampo es capaz de codificar algún tipo de memoria alrededor del primer año de vida.

¿Adónde van los recuerdos?

El profesor Turk-Browne dice que el estudio de su equipo es "un primer paso" para establecer si los bebés realmente forman recuerdos en el hipocampo, y que aún se necesita mucha más investigación.

"Si los estamos almacenando, eso plantea preguntas realmente fascinantes sobre ¿dónde están esos recuerdos? ¿Siguen ahí? ¿Podríamos acceder a ellos?", pregunta.

Un estudio publicado en 2023 encontró que los ratones que habían aprendido a salir de un laberinto cuando eran bebés lo habían olvidado en la edad adulta. Pero la activación artificial de partes del hipocampo que estaban involucradas en el aprendizaje original podría revivir ese recuerdo.

Aún está por determinarse si los bebés humanos almacenan recuerdos que de alguna manera se vuelven inactivos en etapas posteriores de la vida.

Catherine Loveday, profesora de Neuropsicología en la Universidad de Westminster, en Reino Unido, también cree que los bebés tienen la capacidad de crear recuerdos, al menos para cuando ya pueden hablar.

"Sabemos que los niños pequeños regresan de la guardería, describen algo que ha sucedido y no pueden describirlo unos años después. Entonces los recuerdos están ahí. Simplemente no se quedan", argumenta.

"Creo que la pregunta es en qué medida afianzamos esos recuerdos con el tiempo, si se desvanecen muy rápido y en qué medida son una especie de recuerdos conscientes sobre los que realmente podemos reflexionar y pensar sobre ellos", sugiere.

Un niño montando una bicicleta de madera. 

Un niño montando una bicicleta de madera.

Fuente de la imagen,ullstein bild via Getty Images

 
Pie de foto,
No está claro si los niños crean recuerdos que luego no se pueden recuperar. 

¿Podría haber una memoria falsa?

Lo que dificulta aún más nuestra comprensión de la amnesia infantil es el hecho de que puede ser "casi imposible" determinar si lo que la gente cree que es su primer recuerdo realmente lo es, señala Loveday.

Algunos de nosotros podríamos recordar un incidente particular cuando éramos bebés o estábamos en la cuna, por ejemplo.

La profesora Loveday dice que es poco probable que tales recuerdos sean genuinas evocaciones de experiencias reales.

"Lo que sucede con la memoria es que siempre es una reconstrucción. Entonces, si alguien te cuenta algo y tienes suficiente información al respecto, tu cerebro puede reconstruir algo que se siente absolutamente real", explica.

"Lo que realmente estamos analizando aquí es la conciencia, y la conciencia es lo que es difícil de precisar", añade.

El profesor Turk-Browne piensa que el misterio que rodea a la amnesia infantil habla del núcleo de lo que nos hace ser quienes somos.

"Se trata de nuestra identidad", dice. "Y la idea de que tenemos este punto ciego en los primeros años de nuestras vidas, donde no recordamos las cosas, creo que realmente desafía la forma en que la gente piensa sobre sí misma".

lunes, 17 de junio de 2024

Leer. Si no quieres que se te desmayen y despanzurren las neuronas, lee todos los días, maldita sea.

Una joven durante la Feria del Libro de Madrid de 2024.
Una joven durante la Feria del Libro de Madrid de 2024.

 En una tertulia de la que formé parte hace algunos años nos pidieron un día que, como punto de partida para el encuentro, dijéramos qué invento de la humanidad nos parecía más trascendente. Hubo respuestas de lo más variopintas; yo contesté que el alfabeto. Tiempo después vi una entrevista con Vargas Llosa en la que le preguntaban qué había sido lo más importante que había hecho en su vida, y él dijo bellamente que aprender a leer. Ambas cosas me parecen complementarias y trascendentales: desde lo colectivo a lo individual, leer nos hace personas. Aún más: leer nos hace mejores personas.


Numerosos trabajos científicos han demostrado que leer es algo así como el bálsamo de Fierabrás, una poción mágica capaz de curar tanto los rotos como los descosidos del cuerpo y del ánimo. Entre los hallazgos más apabullantes está un estudio de la Universidad de Sussex (Reino Unido), en 2009, que demostró que la lectura podía reducir el estrés hasta en un 68%; la investigación de la Universidad de Yale (Estados Unidos) de 2016, que, tras monitorizar a casi 4.000 personas mayores de 50 durante 12 años, concluyó que aquellos que leen asiduamente —media hora al día basta— viven hasta dos años más que quienes no leen; o el estudio de 2010 del Carnegie Mellon (EE UU) que indica que leer libros nos cambia literalmente el cerebro, engrosando la materia blanca. Leer, en fin, es como hacer pesas dentro del cráneo. Si no quieres que se te caigan las nalgas, machácate las carnes en un gimnasio; si no quieres que se te desmayen y despanzurren las neuronas, lee todos los días, maldita sea.

Por no hablar de las decenas de trabajos que demuestran que leer cuentos y novelas, es decir, ficción, fomenta la empatía. Como he dicho antes, es una actividad que nos hace mejores. Cosa que todos los que somos lectores ya sabíamos. Una novela es un viaje al otro, a los otros, a realidades previamente desconocidas. Pero también es el descubrimiento de una complicidad inesperada. Cuántos niños y niñas angustiados, cuantos jóvenes aislados y enajenados de su entorno, que se sentían únicos y raros, han encontrado la salvación a través de las páginas de un libro. Esto es, descubrieron espíritus afines, mundos mucho más grandes que les permitieron respirar y sobrevivir. Como la extraordinaria poeta norteamericana Emily Dickinson (1830-1886), que, probablemente sometida a abusos sexuales en la adolescencia por parte de su padre y tal vez de su hermano, encontró un reducto de resistencia en la poesía: “Yo creo que fui Encantada / Cuando por primera vez / Niña sombría / Leí a Aquella Dama Extranjera/ Lo Oscuro – sentí Hermoso”, explica ella misma con sus versos. La Dama Extranjera era la poeta victoriana Elizabeth Barrett Browning, cuya obra rescató a Emily, poniendo un hilo de redentora luz en la oscuridad de esa niñez tenebrosa (qué bellas las palabras de Dickinson).

No sé qué sería de mi vida sin los libros: apenas puedo imaginar una carencia tal, sería como quedarte ciega y sorda, sin olfato y sin tacto, tal vez incluso también sin corazón. Los libros siempre han sido para mí un talismán, un poderoso embrujo, como si, teniendo un buen libro cerca, nada muy malo pudiera pasarte. Es mentira, lo sé, pero es una de esas mentiras poliédricas que encierran un grumo de verdad. Leer es algo más íntimo que hacer el amor, porque te metes en la cabeza y en los sentimientos de quien ha escrito el texto. Y, una vez allí, reescribes lo que lees junto al autor o autora. Porque toda lectura es una reescritura, una colaboración a dos, una complicidad suprema. Hoy acaba la maravillosa Feria del Libro de Madrid, un evento único en el mundo por su popularidad, su raigambre social y su falta de pretensiones. En los fines de semana podemos estar 400 autores reunidos en las casetas, a pie de calle, sin intermediarios, a la misma altura y sin distancia física de los lectores. Es una verdadera fiesta de la lectura, y, cada libro que firmas, una especie de celebración familiar, como un cumpleaños o tal vez un bautizo. Ríes y lloras junto a los lectores, con las generosas intimidades que comparten contigo, de la misma manera que has reído y llorado al leer las obras que forman la columna vertebral de tu vida. Y adviertes con plena certidumbre que los libros forman una comunidad a través del tiempo y del espacio. Y que esa comunidad es salvadora y hermosa.


Rosa Montero.

jueves, 1 de marzo de 2018

5 ejercicios para ser más feliz según Laurie Santos, la profesora que da el curso más popular en la historia de la Universidad de Yale

"La ciencia nos ha mostrado que ser feliz requiere un esfuerzo intencional", dice la psicóloga Laurie Santos.
"No es fácil, hay que dedicarle tiempo", asegura en conversación con BBC Mundo.

Santos es profesora de la Universidad de Yale en New Haven, Estados Unidos, donde imparte el curso "Psicología y Buena Vida".
Con más de 1.200 alumnos inscritos, su clase se convirtió en la más popular en los tres siglos de historia de Yale.
Santos basa su curso en la psicología positiva, que es el área de la psicología que estudia la felicidad.

"La psicóloga Sonja Lyubomirsky compara ser feliz con aprender a tocar el violín o convertirse en una estrella de fútbol", dice Santos. "No es algo que simplemente puedas hacer, tienes que practicar para ser cada vez mejor".
En base a esas premisas, Santos les enseña a sus alumnos a "hackearse", es decir, a reprogramar sus hábitos para que sean más felices y saludables.

 Estas son algunas de las tareas que tienen que cumplir los alumnos de Santos para tratar de ser más felices:

1. La lista de la gratitud
Durante una semana, cada noche los estudiantes deben escribir las cosas por las cuales se sienten agradecidos.
Así crean su propia lista de gratitud.
"Suena bastante simple pero hemos visto que quienes hacen este ejercicio de manera regular tienden a ser más felices", dice Santos.

2. Dormir más y mejor
Según Santos, este ejercicio les resulta bastante difícil a sus estudiantes, pues en Yale deben cumplir con una gran carga de tareas.
El reto consiste en dormir 8 horas cada noche durante una semana.
"Parece tonto, pero sabemos que aumentar el sueño disminuye la depresión y aumenta la actitud positiva", dice Santos.

3. Meditar
La tarea consiste en meditar 10 minutos cada día.
Santos explica que los estudios muestran que la meditación y otras prácticas que aumentan la atención plena, les pueden ayudar a ser más felices.

4. Más tiempo para compartir con la familia y los amigos
Santos también menciona que las investigaciones han mostrado que las cosas que normalmente traen felicidad tienen que ver con las relaciones interpersonales y las conexiones sociales.
"Tener tiempo para estar con tus amigos y tu familia, disfrutar el momento, ser consciente y experimentar el mundo", enumera.
"Muchas veces relacionamos la riqueza con la cantidad de dinero que tenemos", explica Santos, "pero las investigaciones han mostrado que está relacionada más con cuánto tiempo tienes".
"Si estás sacrificando tu tiempo para trabajar más y ganar más dinero, eso no es un buen comportamiento. Sería mejor aumentar la cantidad de tiempo libre que tienes".

5. Menos redes sociales y más conexiones reales
Para Santos, también es importante no dejarse engañar por las sensaciones de satisfacción que ofrecen las redes sociales. "Las investigaciones nos muestran que la gente que más usan redes como Instagram, tiende a ser menos feliz que aquellos que las usan menos. Esto significa que estas redes sociales no nos están haciendo tan felices como nosotros creemos".
"Hay que desconectarse de las redes sociales y dormir un poco más".

http://www.bbc.com/mundo/noticias-42927052