Una frase basta para resumir 20 años de política en Zamora, la campaña electoral y por qué la quinta ciudad más envejecida de Europa, donde el 29% de la población es mayor de 65 años, un feudo inexpugnable del PP durante dos décadas, tendrá por primera vez en la historia un alcalde de Izquierda Unida. La pronunció la candidata del PP, Clara San Damián, durante un mitin el pasado 8 de mayo, en el salón de actos del campus universitario: “Es el momento de poner fin a los sinvergüenzas que nos quieren quitar el puesto”. “Los sinvergüenzas” eran los partidos de izquierdas, el PSOE y sobre todo Izquierda Unida que ya despuntaba en las encuestas; "el puesto" era el Ayuntamiento, en manos del PP ininterrumpidamente desde 1995 y casi toda la democracia, salvo dos mandatos con alcalde socialista. La frase, que pretendía ser una llamada al voto útil en un feudo que el PP veía amenazado, se volvió un bumerán en los titulares de prensa y la comidilla en los corrillos de la ciudad.
San Damián, candidata debutante, funcionaria que hizo carrera en el PP hasta llegar a subdelegada del Gobierno en Castilla y León y pareja de uno de los hombres fuertes de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, José Luis Ayllón, no llegó a ilusionar ni a los votantes de siempre. Perdió un tercio de sus apoyos, casi 5.000 papeletas, para quedarse en 10.420 votos, el 32%. Cargaba con el lastre de los recortes -como tantos candidatos en las municipales- y el desánimo de una ciudad muy castigada por la crisis donde una generación entera no ha vivido más gobierno que el PP. Enfrente tenía un PSOE dividido –cuatro de sus seis concejales dimitieron durante la precampaña-, a Podemos, que amagó con presentarse pero no lo hizo, y, sobre todo, a Paco.
Paco es Francisco Guarido, en una ciudad de 60.000 habitantes donde todos se conocen. Él es la cara de Izquierda Unida en Zamora; el hombre que lleva 16 años clamando, junto a su pareja, también concejal, contra los excesos del Ayuntamiento; un conserje de instituto de 57 años con tres carreras y un discurso nada estridente, que buzoneó durante años un periódico a todos los zamoranos para contar, a su manera, la realidad del municipio, sus críticas al PP y las propuestas de IU.
La noche electoral, Paco, mucho más que Izquierda Unida, logró 9.365 votos, el 29,1%. Ocho concejales, en números redondos. El noveno, para empatar al PP, se le resistió por unas papeletas. En la sede de Izquierda Unida no hubo champán pero se cantó La Internacional. Se celebraba la caída de un régimen: la suma de IU y PSOE (ocho y cinco ediles) era suficiente para desbancar al PP, que sumó 10 concejales, frente a dos de Ciudadanos. Hasta el secretario provincial del PSOE se acercó al local de IU de madrugada para felicitar a Paco. El pacto estaba cantado.
La propia San Damián asume que tantos años en el poder le han pasado factura al PP. Y que contaba con que el voto de la izquierda se fragmentase más. "El padre de Pablo Iglesias [Javier, vecino de Zamora] ha estado siempre vinculado a Izquierda Unida. Si Podemos se hubiera presentado, IU no hubiera sacado ocho concejales. Los votos que sumaron en las autonómicas han ido a IU en las municipales", lamenta, mientras augura cuatro años inciertos en la política zamorana. "Tienen derecho a intentarlo, llevan 20 años en la oposición y ahora les toca a ellos, me interesa ver qué hace el PSOE, que está a punto de ser engullido por IU".
Antonio Gallego, banquero prejubilado de 69 años, físico electrónico de formación, es el portavoz del Foro Ciudadano de Zamora, una entidad apartidista que "trata de zarandear la conciencia crítica" de sus vecinos. "IU ha hecho una oposición seria y su líder ha ido perdiendo esas aristas que a veces se dejan ver en el lenguaje de izquierdas y que podían rechinar a la sociedad zamorana. Sería excesivo decir que Zamora se ha vuelto de izquierdas, el deseo de cambio estaba incluso en la gente de derechas. La ciudad se ha rebelado contra la decadencia, estamos perdiendo lo último que se puede perder: los habitantes".
La ciudad languidece, los anuncios de 'se alquila' o 'se vende' decoran las cristaleras de los bajos, muchos desocupados incluso en el centro más comercial que linda con la Plaza Mayor. Hay edificios enteros de los que también cuelgan esos carteles. El INEM computa 6.740 parados. Y Cáritas el último año dio ayudas a 13.818 personas. No es extraño, en este contexto, que la entidad benéfica dependiente de la Iglesia sea, con 130 trabajadores, una de las principales empleadoras de la ciudad. Solo la cooperativa Covadu, de productos agrarios, tiene tanto personal. "Esto es un geriátrico grande, donde solo hay jubilados y funcionarios. De todo tipo, eso sí, de la Diputación, de la Junta, del Ayuntamiento y hasta del Consejo Consultivo", asegura Juan María, autónomo que atiende el Bar Castillo, de su familia política. Fue dueño de una empresa constructora hasta que quebró. Y se muestra indignado con los impuestos municipales, que han subido un treinta y pico por ciento con la última alcaldesa popular.
El miedo que explotó el PP en la recta final de la campaña no hizo mella en una capital de provincias donde todos se tratan de tú. La ciudad ha asumido el resultado con una mezcla de expectación y alivio. En una mesa de la cafetería del Círculo de Zamora, A. de 75 años, que no es de izquierdas “ni tampoco mucho de derechas” dice que miedo a Guarido, ninguno. Que “la alternancia es buena en todas partes".
Detrás de uno de los mostradores de más solera de la calle San Torcuato, en su tramo peatonal, enfundada en una bata blanca, atiende M., en la treintena, que se define conservadora. “¿La situación política en Zamora? Divertida y preocupante. Hay un cambio después de hace mucho tiempo. Yo misma, que soy de derechas, pensé en votar a Izquierda Unida. No me gustaba la candidata del PP ni su equipo. No puedes meter a uno porque sea presidente de una cofradía de Semana Santa, a otro por tener una tienda de colchones. Ahora la candidata se busca una salida, en el PSOE se repiten las dimisiones y Guarido está tranquilo. No da miedo, no veo yo que sea de los del puño en alto”.
En la tienda de zapatos, A., empresaria, 60 años, respira aliviada: "Yo voté a Guarido, estaba cansada de mangantes. No podrá hacer todo lo que prometió, pero al menos será más honrado". La sociedad zamorana no teme al cambio, tal vez porque cada día tiene menos que perder. Atrás quedan los años del espejismo de la bonanza, cuando Zamora fue una ciudad tipo, con los problemas clásicos del desenfreno de las vacas gordas.
Con su plan de urbanismo -aprobado en 2010 cuando el globo inmobiliario ya se había pinchado, para diseñar una ciudad de 170.000 habitantes y triplicar el censo, pese a que la ciudad lleva décadas perdiendo población- que hizo ricos a unos cuantos intermediarios. (La historia es conocida: especuladores vendieron suelo recalificado a promotoras que luego quebraron y arrastraron a las cajas responsables de los préstamos -fundamentalmente Caja España-. La fiesta la acabó pagando el dinero público del rescate bancario).
Con sus dispendios propios de aquellos presupuestos inflados por los ingresos urbanísticos: ahí está el teatro Ramos Carrión, que consumió 17 millones de euros de distintas administraciones en su rehabilitación, y apenas acoge espectáculos.
Y con sus sombras de corrupción, la más estruendosa, la derivada de un contrato por 25 años a la firma de uno los sospechosos habituales, José Luis Ulibarri, empresario cercano al PP implicado en Gürtel, a cambio de construir y alquilar un edificio como segunda sede del Ayuntamiento por 52 millones de euros. Los técnicos municipales determinaron un sobrecoste de 24. La actual alcaldesa se vio obligada a cancelar un contrato que venía de su antecesor, el polémico Antonio Vázquez. El perjuicio para las arcas municipales todavía se paga: cinco millones de euros.
El fin de la burbuja inmobiliaria paró también el reloj político de Zamora. Cuando empezó a caer el presupuesto municipal –que ahora ronda los 60 millones de euros- se frenaron las inversiones. Los últimos dos gobiernos del PP presididos por Rosa Valdeón, una exconsejera de la Junta que ahora suena para suceder al presidente Juan Vicente Herrera, no fueron capaces de atender siquiera los asuntos rutinarios. El contrato de las basuras agotó todas las prórrogas en 2013. El de mantenimiento de jardines lleva año y medio caducado. La concesión de la ORA se anuló por sentencia firme hace nueve años. El de la grúa también expiró en 2010. La subcontrata de las piscinas agotó su concesión hace siete. La plaza de abastos -donde los agricultores de la comarca van a vender las frutas y hortalizas, tiene la mitad de los puestos cerrados. Las licencias vencieron hace ocho años. Y los 50 que quedan no cumplen con la normativa de la Junta de Castilla y León, gobernada también desde la intemerata por el Partido Popular. De todo eso se enteraron los zamoranos por el periódico de Izquierda Unida.
"Se lo dije a Guarido, es el ejercicio de pedagogía democrática más grande que se ha hecho en la historia de Zamora", asegura Andrés Luis Calvo, el otro alcalde de izquierdas que tuvo la ciudad (1983-1987 y 1991-1995). Socialista de convicción y todavía de voto, Calvo envidia la labor de IU en la ciudad: "Paco ha trabajado como nadie, si alguien conoce el ayuntamiento es él, desgraciadamente eso no lo ha hecho el PSOE. Si los socialistas no apoyásemos a Izquierda Unida, la ciudad no nos lo perdonaría, desapareceríamos para los próximos 50 años".
A Calvo también lo persigue una frase desde sus tiempos en la alcaldía: "Zamora puede gobernarse por fax", respondió a las críticas del PP por compatibilizar el bastón de mando y el escaño en el Senado.
"La revista se paga con el dinero del grupo municipal y es una forma de devolver a la gente lo que te da cuando te coloca en las instituciones", asegura Guarido, sentado ante una réplica de los fusilamientos del dos de mayo en el cuarto con baño que es la sede de Izquierda Unida. Consciente de la que se le viene encima -deberá gobernar con 8 de 25 concejales-, el futuro alcalde sostiene que lo más urgente es cambiar el planeamiento urbanístico para racionalizarlo y aumentar las ayudas sociales a gente que lo pasa mal. "Quiero hacer copartícipe a las entidades sociales de la gestión y sobre todo hay que dar una imagen distinta de la política y hacer pedagogía: los chanchullos se van a acabar. No voy a hacer demagogia, pero debemos bajar el sueldo a los liberados en el Ayuntamiento sin hacer escarnio de ellos. Y poner al día los concursos públicos. Dejar caducar los contratos no es de derechas ni de izquierdas", apunta. "Han dicho que eliminaríamos la Semana Santa, ¡pero si es de lo que viven muchos pequeños empresarios y autónomos! Lo que no habrá es concejales de IU en las procesiones", anuncia, todavía sin saber si el PSOE entrará en su Gobierno. Durante la última semana los socialistas se han partido en dos por la enésima crisis interna. El cabeza de lista y la número dos sostienen que se irán al Grupo Mixto tras sentirse ninguneados desde la dirección, aunque garantizan el apoyo a Izquierda Unida.
Tal y como la candidata del PP temió durante el mitin de la Universidad, Izquierda Unida heredará el sábado "el puesto" de su partido en el Ayuntamiento. Por si acaso, antes incluso de recoger el acta de concejal, San Damián ya se ha garantizado otro como delegada contra la violencia de género en la Delegación del Gobierno en Castilla y León. Un puesto de libre designación con despacho habilitado en Zamora, pese a que la oficina está en Valladolid.
"Necesitamos cosas pequeñas"
Cristoph Strieder, llegó de Berlín atraído por la literatura antifranquista y fijó su residencia en el barrio de Olivares, a la ribera del Duero. Se convirtió en lider vecinal por casualidad en 2005, tras tres años de residencia en Zamora. Cuando sospechó que el asfaltado de un camino escondía la intención del Ayuntamiento de levantar un edificio en la orilla y plantó su furgoneta para que no pudieran pasar las máquinas. Desde entonces, ha organizado junto a su asociación de vecinos programas de intercambio de libros que recogieron 3.600 volúmenes para las familias más pobres y un mercado ecológico en la calle a final de mes.
Strieder, que es el número cinco en la lista de IU, charla ahora en una terraza cerca del castillo que en su día protegió la ciudad, con José Luis Alonso Comonte, escultor zamorano e internacional que ya ha cumplido 82. Pegado a las mesas transita el tren turístico con dos únicos visitantes a bordo. "Menos en Semana Santa, siempre va así, es una forma de compensar a las empresas de autobuses por sus líneas deficitarias porque el transporte público aquí nunca ha funcionado", se queja Strieder.
"Esta ciudad necesita cosas pequeñas, hace nada han tirado una pequeña capilla que estaba junto al hospital y si no derriban el puente romano, es de Milagro", responde Comontes, con un gesto de hartazgo. "Cuando se abandona la cultura, ese hueco lo ocupa la vulgaridad", insiste el artista.
El líder vecinal metido a candidato recurre al saco sin fondo de las ayudas europeas. "Se hicieron proyectos a mayor gloria de los políticos, contenedores, se consumieron fondos comunitarios pero eso no redundó en puestos de trabajo estables". Ambos aluden al frustrado Palacio de Congresos que nunca fue. Queda el hueco por el que se colaron tres millones de euros de dinero público.
"La ciudad todavía tiene cosas que merecen la pena, cosas que no tienen ruedas y que nadie se puede llevar", insiste Comontes, que no se atreve a poner deberes a IU sobre las primeras medidas a adoptar. Sabe lo que no quiere: "El PP solo hablaba de la Semana Santa y el turismo, de rehabilitar el casco antiguo, yo no quiero ir a misa todos los días.
Strieder compromete que lo urgente será hacerle frente a tanta miseria, y plantear una política donde la participación de la gente no sea cosmética". Comonte replica una última vez: "No hay que cambiar a la ciudad, hay que cambiar a la gente".
http://www.zamora24horas.com/local/09-06-2015-el-diario-el-pais-se-detiene-analizar-el-milagro-de-zamora
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