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domingo, 7 de febrero de 2021

_- De fingir intimidad a enamorarse

_- En su primera cita en una pequeña cena de Rosh Hashaná, la Dra. Margaret Soper y Jason Kessler tardaron una fracción de segundo para actuar como si ya fueran pareja. No pasó mucho tiempo antes de que no fingieran

Fue unos días antes de Rosh Hashaná, y la Dra. Margaret Swenson Soper de repente se encontró sin planes. Ella acababa de enterarse de que las entradas que pensaba que tenía para asistir a los servicios se habían roto y sentía lástima por sí misma.

“Tuve una pequeña fiesta de compasión por mí misma”, dijo el Dra. Soper, de 41 años. “Y luego, a la mañana siguiente, me desperté y pensé: "¿Sabes qué? Voy a pensar en algo".

Se puso en contacto con un grupo de Facebook de otras madres médicas divorciadas y terminó conectándose con una mujer cuyo novio en ese momento, Sandy Climan, organizaba una cena de Rosh Hashana en Los Ángeles, donde vive la Dra. Soper. Después de intercambiar números, el Sr. Climan la invitó a cenar. Como nunca lo había conocido a él ni a su novia, la Dra. Soper buscó el nombre del Sr. Climan en Google y se asustó cuando supo que era un conocido productor de Hollywood.

“De repente me sentí realmente intimidada y pensé: "Espera un minuto, ahora voy a estar en este gran evento elegante de Rosh Hashaná, y voy a ser la médico nerd allí y voy a estar tan fuera de lugar, de lugar", dijo el Dra. Soper, que es una oncóloga de radiación en el Centro Médico Kaiser Permanente de Los Ángeles. "Y luego pensé en este tipo, Jason".

La Dra. Soper y Jason Alon Kessler coincidieron en la aplicación de citas con la Liga en agosto de 2018. Habían pasado las últimas semanas enviando mensajes, pero aún no habían intercambiado números de teléfono. El Sr. Kessler es un guionista que actualmente está trabajando en una próxima serie limitada para Apple Studios, y la Dra. Soper pensó que podría disfrutar de la cena, que al menos sería una primera cita memorable.

Sin que la Dra. Soper lo supiera, el Sr. Kessler, quien se había mudado recientemente a Los Ángeles, tampoco tenía planes para Rosh Hashaná. No iba a poder pasar las vacaciones con su familia en la costa este, y estaba en medio de su propia fiesta de lástima cuando ella mencionó la cena. Él sugirió que él fuera su cita, y la noche siguiente se presentó en su casa con un ramo de flores.

Cuando llegaron a la cena, se dieron cuenta de que lo que habían pensado que sería un gran evento era una comida íntima para las siete. Todos los demás en la mesa eran familiares o amigos cercanos, y la Dra. Soper y el Sr. Kessler tomaron una decisión en una fracción de segundo de fingir que ya eran pareja, para tratar de detener algo de la incomodidad. A medida que avanzaba la noche, se unieron por su secreto compartido y se conocieron a través de sus compañeros de mesa.

"Fingir intimidad era la manera perfecta de permitir que la intimidad real creciera", dijo la Dra. Soper. "Al fingir que nos conocíamos ..." "Nunca nos detuvimos", intervino Kessler, de 40 años.

Pronto estuvieron pasando gran parte de su tiempo libre juntos, y unos cinco meses después de comenzar a salir, el Dra. Soper le presentó al Sr. Kessler a su hijo de 5 años, Eli Zipser. "He estado esperando toda mi vida para encontrar a alguien de quien realmente pudiera enamorarme", dijo Kessler. “Solo los más afortunados entre nosotros pueden encontrar su felicidad para siempre, la persona con la que han estado soñando. Y es una inmensa riqueza que la mía viniera con un hijo tan increíble".

En noviembre de 2019, el Sr. Kessler le propuso matrimonio a la Dra. Soper en una ruta de senderismo cerca del Observatorio Griffith. Era un sendero que recorría a menudo cuando se mudó a Los Ángeles para perseguir su sueño de escribir guiones.

“Se sentaba en ese lugar con vista a la ciudad y se preguntaba qué le deparaba el futuro”, dijo la Dra. Soper. Ahora, dos años después, estaba de vuelta en el mismo lugar, esta vez con la Dra. Soper, que estaba embarazada del primer hijo de la pareja.

El 26 de abril de 2020, la pareja tuvo una versión moderna de una ceremonia de diezaim, una antigua ceremonia de compromiso judía, donde se leyeron los votos y se prestaron sus anillos de boda. El rabino Nicole Guzik, del templo Sinai en Los Ángeles, dirigió la ceremonia de forma remota. La Dra. Soper dio a luz a su hijo, Jordan Kessler, un mes después.

La pareja había planeado esperar hasta después de la pandemia para tener una gran boda, pero a medida que pasaban los meses, finalmente optaron por casarse en una ceremonia íntima con solo ellos dos y sus hijos.

Se casaron el 29 de diciembre, en la misma ruta de senderismo cerca del Observatorio Griffith. La jueza Judith Meyer de la Corte Superior del Condado de Los Ángeles ofició, mientras sus hijos, Eli y Jordan, observaban.

¿En cuanto a su anfitrión de Rosh Hashaná, el Sr. Climan?

"Hemos estado en dos cenas de Acción de Gracias con él, una de las cuales le dijimos que estaba embarazada", dijo Kessler. "Se ha convertido en una relación especial para nosotros".

https://www.nytimes.com/2021/01/29/style/from-feigning-intimacy-to-falling-in-love.html?surface=most-popular&fellback=false&req_id=940130796&algo=bandit-all-surfaces-decay-decay-02&variant=2_bandit-all-surfaces-decay-decay-02&imp_id=887609455&action=click&module=Most%20Popular&pgtype=Homepage

P. D.: Este artículo me trae a la memoria a William James, cuando lo estudiamos en clase de filosofía en bachillerato. Aquello de "no lloras porque estás triste, sino que estás triste porque lloras". Aquí sería: No te comportas como un enamorado porque la amas, sino que la amas porque te comportas como un enamorado. O también, si os comportáis como enamorados terminaréis enamorados,... Para enamorarse hay que actuar como enamorados... 

Lejos de la filosofía idealista alemana. Es el estado lo que lleva al comportamiento y no el comportamiento el que lleva al estado. 

Dicho de otra forma, comportarte como un enamorado sin estarlo, es un teatro no una realidad, estás fingiendo, actuando, no sintiendo un verdadero amor romántico. Sin duda, en nuestro mundo actual, da para mucho diálogo,...


William James (1842-1919) es el precursor del Funcionalismo (sinónimo de Psicología norteamericana para muchos), este enfoque se centra en el propósito y función de los procesos mentales, interesándose en la dimensión pragmática de la mente. Escribió “Principios de Psicología” (1890) es una de las grandes obras de esta ciencia. Él sin embargo se definía como filósofo por eso se dice de él que fue "psicólogo a pesar de sí mismo".

De sus postulados, el que suscitó y suscita mayor investigación y controversia fue su “teoría de la emoción”. En el artículo titulado “ What is an emotion?” (1884) afirma que la emoción es consecuencia de los cambios fisiológicos y no un antecedente o causa de los mismos. Esto fue realmente innovador ya que hasta entonces se creía que los cambios corporales son consecuencia de los sentimientos.

Postuló:
“Para el sentido común, cuando perdemos nuestra fortuna nos sentimos abatidos y lloramos; si tropezamos con un oso, temblamos y echamos a correr; si un rival nos insulta, nos encolerizamos y golpeamos. La hipótesis que defendemos considera incorrecto este orden; sostiene que uno de los estados de ánimo no es inmediatamente inducido por el otro, sino que entre los dos se interponen los cambios corporales y que la tesis más racional es la de decir que estamos tristes porque lloramos, irritados porque reñimos, medrosos porque temblamos, y no en orden inverso […..] sin los estados corporales consecutivos a la percepción, esta última sería un mero estado cognoscitivo, pálida incolora, desprovista de calor emocional” (“Principios de Psicología” 1890, pág. 1068)...

En cualquier caso ya sabes “Sonríe porque te sentirás alegre”. Dicho de otro modo. Estás alegre porque sonríe y no es que sonrías porque estés alegre.

martes, 2 de junio de 2020

_- PSICOLOGÍA. Ni amor ni obsesión: esto es lo que ocurre cuando no puedes olvidar a una persona

_- MANUELA SANOJA 25 MAY 2020.


Lo hemos visto en el cine, escuchado en canciones, leído en novelas y poemas, y prácticamente todos lo hemos experimentado en nuestras propias carnes. Esos amores que nunca llegan a ser, en los que una de las partes sigue enganchada meses e incluso años después de que acaben. Se clavan como una espina en el corazón y su recuerdo da vueltas en la cabeza como un fantasma que se resiste a desaparecer. Atención al spoiler de tu propia película: lo que sientes no es amor, pero tampoco una obsesión. Es, más bien, una adicción.

Empecemos por la ciencia del amor, que lejos de ser un sentimiento etéreo, tiene toda una explicación lógica y comprobable. Desde el momento en el que cruzaste la mirada con esa persona, tu cuerpo puso en marcha una compleja maquinaria, una especie de cadena de montaje del amor que te lleva por las distintas fases del amor: la lujuria, que es el primer momento de deseo; la atracción, que ocurre durante el inicio de una relación y es lo que se denomina "amor apasionado" o "amor romántico"; y la unión, que viene a ser cuando una pareja se asienta. El problema del que tienes que desengancharte ocurre en la segunda fase y es, literalmente, una atracción fatal.

Todo por un subidón de neurotransmisores
Durante la atracción, esa segunda y traicionera etapa, el cuerpo se comporta como un auténtico coctelero. Los ingredientes de su poción de amores son una serie de neurotransmisores capaces de revolucionar nuestra vida, según el profesor de Psiquiatría de la Universidad de Harvard Richard Schwartz. Aumentan los niveles de cortisol —conocida como la hormona del estrés—, que hará que aumenten nuestros nervios y que aparezcan las clásicas mariposas en el estómago. También los de dopamina —la hormona de la felicidad—, que estimula los centros de placer en el cerebro y, finalmente, los de serotonina —la del amor—, que pone la guinda al pastel: una pizca de obsesión.

"Los neurotransmisores que actúan en esta fase, la del amor apasionado, hacen que te pases el día pensando en la otra persona, que tengas una sensación de energía desbordante. Puedes hasta pasarte tres noches sin dormir y aun así ir como una moto por el efecto de las hormonas", explica la directora de Psicología Clínica y Sexología del Instituto Lyx e integrante del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP Madrid), Miren Larrazabal. Vamos, como si flotaras en una nube. Si la relación sigue pasando de fases, los niveles de cortisol, dopamina y serotonina se normalizan y llega la calma. Pero si algo ocurre y la relación acaba en medio de esta vorágine es posible que te quedes enganchado, pero no precisamente a la otra persona, sino a este cóctel explosivo. "Es como la adicción al tabaco. No estás enganchado al pitillo, sino a todas las sustancias que actúan en tu cerebro", dice la experta. En otras palabras, te has convertido en un yonqui de tus propias hormonas, la otra persona solo es el detonador de la explosión.

Romeo, Julieta y una máquina tragaperras
Para algunos la cosa no se queda simplemente en una adicción al bienestar químico de la atracción; al terminar la relación y convertirse en imposible, se cuelgan todavía más. Es algo que puede ocurrir incluso sin que nada hubiera empezado, es decir, cuando te rechazan de primeras. "Es lo que llamamos el efecto Romeo y Julieta, que representa el amor prohibido. Cuanto más difícil es, mejor. Cuantas más dificultades haya, más te aferras a él", indica Larrazabal, quien añade que se trata de motor muy básico del ser humano y que le ocurre a muchísima gente: "En general, a los seres humanos nos motivan los retos y la transgresión, nos generan deseo y ganas de conseguirlos. En una relación cuanto más privación me pongas más voy a querer luchar". En resumen: los amantes de Verona se tenían tantas ganas por lo imposible de la situación y, como ellos, el resto de seres humanos no podemos menos que excitarnos ante las relaciones prohibidas.

Rizando el rizo, la cosa puede complicarse todavía más si, en lugar de haber un rechazo, la otra persona muestra interés en algunas ocasiones y en otras pasa olímpicamente de ti. Es "el efecto máquina tragaperras", según explica la psicóloga. Todos tenemos en la cabeza la triste imagen de la típica persona enganchada a un viejo artilugio colocado en un rincón oscuro de un bar. Le vemos meter dinero sin parar y la máquina responde aspavientos: luces, ruidos y colores que dan un poco de esperanza cada vez que aprieta los botones, con cierta rabia porque no saca nada de nada. Hasta que, de pronto, después de una veintena de intentos, cae una moneda. Y vuelta a empezar.

"Funciona como un programa de refuerzo intermitente y esto engancha muchísimo a la gente", continúa la experta, quien añade que se trata de una forma dañina de relacionarse. "Estos comportamientos producen ideas obsesivas en la otra persona porque no logra entender por qué un día quiere y el otro no, o por qué a veces dice una cosa y otras, la contraria", explica la sexóloga del Instituto iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sexología Francisca Molero. Por si te surge la duda, es muy probable que la otra persona se dé cuenta de lo que está haciendo. "Quizá no sea de una forma completamente consciente de las consecuencias, pero sabe que la estrategia funciona. Lo ha hecho más veces y le ha dado el resultado que quería, que es tener el control de la relación. Te tiene comiendo de la palma de su mano", continúa la psicóloga. Y cuando por fin consigues desengancharte, lo más probable es que desaparezca porque "lo que les llena es el patrón de comportamiento, no la relación", continúa Larrazabal.

El amor romántico es el malo de la película
Detrás de todos estos escenarios se esconde un concepto arraigado en nuestra sociedad, que ha sido transmitido por la cultura y las artes a través de una infinidad de historias: el del amor romántico, que "tendemos a considerar como el verdadero amor, el que está unido al sufrimiento, el dolor y el sacrificio", indica Molero. Y eso que, en realidad, debe ser totalmente lo opuesto: "No debe doler ni hacer sufrir". Cuando una relación genera este tipo de malestar se puede definir con el ya algo manido término de "tóxica". No hay excusa para dejarla atrás: nadie está a salvo de caer en ellas, pero todos somos capaces de salir. El tiempo que dure dependerá de cuánto tardemos en tomar conciencia del origen de la adicción.

Al rescate de nuestra mente (que no del corazón, que no tiene nada que ver con el amor) llegan, una vez más, las terapias cognitivo-conductuales, que harán las veces de adictos al amor anónimos. Este tipo de metodología trata la forma en la que interpretamos las situaciones que vivimos, cómo reaccionamos ante ellas y las emociones que nos generan. "No toca buscar el porqué, sino el para qué. Es decir, qué recompensa buscamos con ese enganche, qué nos proporciona o da esa relación", indica la psicóloga. Hay que levantar la alfombra de nuestra conducta y mirar lo que hay debajo. A veces logramos hacerlo de manera inconsciente y otras puede que necesitemos ayuda. Sea como sea, con el tiempo, cuando hayamos comprendido los motivos, lograremos desengancharnos y una buena mañana nos daremos cuenta de que llevamos mucho sin pensar en esa persona. Al fin, limpios.

https://elpais.com/elpais/2020/05/25/buenavida/1590384802_369780.html