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domingo, 26 de noviembre de 2017

Antonio José vuelve a la vida 81 años después. Se estrena la versión musical completa de la ópera que compuso el músico burgalés, fusilado en 1936.

La ciudad de Burgos ha logrado abrir por fin este domingo una caja de música que llevaba cerrada 81 años. La Orquesta Sinfónica de Burgos y un coro formado por integrantes de distintas corales de la ciudad han estrenado en versión instrumental y vocal completa, ante 1.371 espectadores que han llenado el nuevo Auditorio, la ópera El mozo de mulas, compuesta por Antonio José, el músico burgalés fusilado en 1936 a la edad de 33 años por los sublevados contra la República. Ha quedado saldada así una deuda histórica.

La desidia de las instituciones había mantenido hasta ahora en silencio esta magna composición lírica en tres actos. Antonio José trabajó en ella durante años hasta que fue encarcelado en el penal de la ciudad sin acusación concreta, sin juicio, y condenado a muerte sin sentencia.

Los nudos en la garganta y las lágrimas de muchos de los espectadores han acompañado a la emotiva interpretación, dirigida por el titular de la orquesta, Javier Castro. Una ovación de seis minutos con vítores a la soprano burgalesa Alicia Amo, al tenor canario Francisco Corujo y a la mezzosoprano Raquel Rodríguez, también nacida en Burgos, han dado paso a una impresionante interpretación como propina del Himno a Castilla, obra también de Antonio José, que gran parte del público ha escuchado puesto en pie.

Algunos fragmentos de El mozo de mulas se habían interpretado años atrás en distintos lugares de España y del mundo (por ejemplo, a cargo de la Filarmónica de Dresde en 2010, en un concierto celebrado en Múnich), pero nunca se mostró entera la obra, inacabada por culpa de las balas que asesinaron a su autor. En efecto, Antonio José no alcanzó a completar unos 35 minutos de orquestación en el segundo acto, que dura unos 70 minutos; y la Junta de Castilla y León encargó ese trabajo en 1986 al también burgalés Alejandro Yagüe —fallecido el pasado agosto—, que logró terminar la ópera basándose en la reducción para piano —que sí estaba completa— y en un conocimiento profundo del autor y de sus creaciones.

Antonio José había ofrecido al piano a los burgaleses los primeros pasajes de esa ópera el 18 de julio de 1936 en el Teatro Principal de Burgos, horas antes de que se conociera en la ciudad la noticia de la sublevación militar.

Tras su fusilamiento en octubre de ese año, la figura de este compositor —de quien Maurice Ravel dijo que llegaría a ser el gran músico español del siglo XX—, quedó arrinconada; y su figura olvidada hasta que se recuperó durante la Transición, gracias sobre todo a la labor de investigación y biográfica del musicólogo burgalés Miguel Ángel Palacios (sin relación familiar con el compositor).

Antonio José Martínez Palacios nació en Burgos, estudió en París, dirigió el Orfeón Burgalés, compuso el Himno a Castilla y más de 150 obras para orquesta, coros, piano, guitarra, sextetos…, impartió clases de música en su ciudad y también durante cuatro años en Málaga; fue miembro correspondiente de la Academia de Bellas Artes y obtuvo el premio nacional de música en 1932 por su recopilación de 178 piezas populares burgalesas (trabajo que no fue conocido por el gran público hasta que lo presentó en 1979 el grupo burgalés de música tradicional Orégano, y que no se editó hasta un año después).

Las composiciones del joven Antonio José fueron interpretadas en Madrid por notables orquestas, se conocían y se publicaban en Francia y eran estudiadas en universidades norteamericanas. Algunas de ellas las interpretó el pianista Arthur Rubinstein, y el guitarrista Regino Sainz de la Maza (que fue quien estrenó el Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo) llevaba en su repertorio varias de las piezas parra guitarra.

Antonio José se sintió siempre muy vinculado a su tierra, y eso lo muestran algunos de los títulos de sus obras: Sonata castellana, Sinfonía castellana, Danzas castellanas, Danzas burgalesas, Cinco coros castellanos...O las Evocaciones dedicadas al pintor burgalés Marceliano Santamaría. Y, por supuesto, el Himno a Castilla. Pero también compuso una Sonata gallega.

Siempre le acompañaron a Antonio José las críticas favorables y el éxito, también cuando sus obras se estrenaban, por ejemplo, en el teatro Monumental de Madrid, con él al frente de la orquesta. Y con apenas 30 años de edad.

El prestigioso crítico Andrés Ruiz Tarazona escribió en 1981 que las Danzas burgalesas para piano eran dignas de ponerse junto a las mejores Danzas españolas de Granados.

Su Cancionero (Colección de cantos populares burgaleses) supuso una gran sorpresa cuando se conoció, ya en la democracia; entre otros factores porque no se trataba de una recopilación de canciones mojigatas o censurado como algunas de las que le precedieron y algunas de las que le sucedieron, elaboradas por curas y personas de orden, o luego por la Sección Femenina de la Falange. Incluía sin problema canciones picarescas y desvergonzadas, respetando notarialmente lo que el pueblo cantaba. Gran parte de ese cancionero fue grabada y difundida por el sello Guimbarda en 1981, con interpretación del grupo Orégano.

Sin embargo, sigue pendiente la representación escénica de su ópera, basada en un pasaje de El Quijote y cuyo libreto original para diez personajes es obra del leonés Manuel F. Fernández Núñez y del salmantino Lope Mateo.

Y también continúa sin resolverse una tarea más difícil: aún se desconoce dónde reposan los restos de Antonio José; y también los de su hermano Julio, maestro de Pradoluengo y colaborador del Diario de Burgos, fusilado en 1936 como otros 22 maestros de la provincia.

https://elpais.com/cultura/2017/11/13/actualidad/1510572914_942919.html