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lunes, 17 de octubre de 2016

LOS ZAPATOS MARRONES Y EL CLASISMO. No cabe duda de que el poder se empeña en perpetuarse, y las grandes familias son las que manejan el cotarro en todas partes.

Rosa Montero

Siempre
 he sido muy anglófila, aunque ahora el Brexit me lo está poniendo bastante difícil. Pero incluso en mis momentos de máximo amor a los británicos no dejaron de chirriarme dos rasgos negativos que me parece que tienen: el racismo y el clasismo. El primero, por desgracia, está en plena expansión tras la salida de la UE: las agresiones contra extranjeros, sobre todo polacos, se multiplican con progresión geométrica, y el país parece recular hacia un retrogradismo isleño y xenófobo. De seguir así, dentro de poco podrán volver a sacar un titular tan elocuente y tan famoso como aquel de The Daily Mail en los años treinta: “Niebla en el Canal, el continente aislado”. No hay como ensimismarse en la contemplación del propio ombligo para volverse tonto.

En cuanto al clasismo, lo extraordinario es que sigue manteniéndose firme a lo largo del tiempo, sin que el empuje igualitario de la democracia lo atempere. De todos es sabido que los ingleses catalogan tu clase social simplemente por tu forma de hablar. Da lo mismo que hayas estudiado una carrera universitaria, por ejemplo: de todas maneras saben que no te expresas como los ricos. Deberían ser todos lingüistas, con ese oído tan fabulosamente entrenando para los matices.

La Comisión de Movilidad Social de Reino Unido acaba de publicar un informe sobre el sector financiero que demuestra que la discriminación clasista es la norma en ese ambiente. El informe está lleno de ejemplos, pero sobre todo me espeluznó un detalle: si alguien va buscando un trabajo en la banca y lleva zapatos marrones, lo más seguro es que no consiga el puesto. ¿No es brutal? Ya puedes tener un currículo académico brillante, una mente lúcida, una personalidad adecuada. Si calzas zapatos marrones estás perdido, porque demuestran que eres de clase baja. Me imagino al de recursos humanos inclinándose subrepticiamente a mirarle los pies al ­candidato. Aunque no, seguro que lo hará con naturalidad, que le resultará fácil, que será una percepción de “clase” para la que han desarrollado afinadas antenas, igual que el oído para apreciar los acentos.

¿Por qué unos zapatos marrones han de ser peores que los negros? ¿Quién decide cuál es la etiqueta, qué es lo óptimo y lo inaceptable, qué corbatas te convierten en uno de los nuestros y cuáles no? “Desde mi experiencia, [los estudiantes no privilegiados] no tienen un buen corte de pelo. Los trajes siempre les quedan demasiado grandes y no saben qué corbata llevar”, dice en el informe un empleado de banca. Y uno de los jóvenes que pidió un empleo y fue rechazado explica que quien le entrevistó le dijo: “Ha respondido muy bien y es usted claramente muy agudo, pero no se ajusta del todo a este banco. No está suficientemente pulido. A ver, ¿qué corbata lleva puesta? Es muy chillona”. Se trata, como se ve, de las contraseñas de una mafia, de una logia secreta. Pequeños signos, convenciones banales que les permiten reconocerse entre sí y seguir manteniendo el poder para siempre jamás.

Puede que Reino Unido sea uno de los países más clasistas y con menos movilidad social dentro del mundo industrializado. España, en comparación, es más igualitaria, y Estados Unidos se esfuerza por cultivar la meritocracia. Pero no cabe duda de que, de todas formas, el poder se empeña en perpetuarse, y las grandes familias son las que manejan el cotarro en todas partes.

Y lo peor es que ese rechazo social es muy importante y puede resultar devastador. El neurocientífico David Eagleman, en su ensayo Incógnito (sí, ya sé que cito mucho ese libro maravilloso), nos dice que los científicos llevan años buscando los genes que propician la esquizofrenia y que han encontrado algunos, pero que ninguno influye tanto como el color del pasaporte que uno tenga, porque, según estudios llevados a cabo en diversos países, “los grupos de inmigrantes que más se diferencian en cultura y apariencia de la población anfitriona son los que exhiben más riesgo”. O sea, el rechazo social perturba el funcionamiento normal de la dopamina y predispone a la psicosis. La salud de los poderosos frente a la enfermedad de los excluidos: también hay datos sobre eso, y son penosos.

http://elpaissemanal.elpais.com/columna/los-zapatos-marrones-y-el-clasismo/

miércoles, 10 de abril de 2013

Los mitos sobre lo buena que era la educación de antes y lo mala y fracasada que es la educación actual

Una base fundamental del discurso educativo de Esperanza Aguirre, Alicia Delibes (autora de la Gran estafa), Wert, y muchísimos profesores, principalmente de secundaria, nostálgicos de un bachillerato “como Dios manda” es la idea de que, previamente a 1970, en España hubo un paraíso educativo lleno de autoridad, humanidades y esfuerzo; donde "se sabía mucho más de todo, desde la ortografia a la historia o las matemáticas" "paraíso perdido" por culpa de la estafa de la pedagogía "igualitarista".

Mitos educativos
Este supuesto edén, anterior al 68, lleno de disciplina, reválidas, clasismo, analfabetismo, y escaseces, donde "no se obligaba a nadie a estudiar contra su voluntad", es al que NO queremos volver.

Hay mucha gente joven que no conoce por experiencia cómo eran aquellos años del franquismo anterior a la LGE-70, y solamente las experiencias personales de los privilegiados no son representativas de una realidad social, voy a poner aquí algunos datos de la Educación de la España de los años 60. La fuente de estos datos es El Libro Blanco de la Educación elaborado por el propio gobierno de entonces (época de Franco, no olvidemos). Aprovecho para rendir un homenaje de gratitud a los políticos y pedagogos que impulsaron la Reforma Educativa en los años 70 (Muy influida por los técnicos de la UNESCO) y señalaron un camino nuevo. El Libro Blanco es un documento espléndido.

Eran analfabetos el 17,1% de la población adulta (la mayoría mujeres) en 1963. Prácticamente el mismo porcentaje que en 1940. Este porcentaje se redujo notablemente, hasta un 5,7% en 1968. Gracias a campañas masivas de alfabetización.

"De cada 100 alumnos que iniciaron la Enseñanza primaria en 1951 (con 6 años) , llegaron a ingresar 27 en la Enseñanza media (con 10 años); aprobaron la Reválida de Bachillerato elemental (con 14 años) 18 y 10 el bachillerato superior (con 16 años); aprobaron el Preuniversitario (17 años) 5 y 3 alumnos culminaron sus estudios universitarios en 1967.

En el curso 1965-66, la media de aprobados en la reválida de bachillerato elemental fue de 50,3% y del 56,9% en la reválida de bachillerato superior. En las pruebas de madurez (preuniversitario) del 42,5%.

El progreso en el Sistema educativo dependía en gran medida de la clase social y el medio rural o urbano. A la Universidad sólo llegaba el 3% de los estudiantes y muy pocos de ellos provenían de familias obreras. De los estudiantes universitarios solamente el 5% eran hijos de obreros especializados (el 33% de la población total) y el 0,5% eran hijos de obreros sin especialización (el 25% de la población total).
De 100 niños hijos de obreros del campo que iniciaban primaria cursaban enseñanza media 4,2 y enseñanzas superiores 0,2.
De 100 niños hijos de obreros manuales cursaban enseñanza media 15,4 y enseñanzas superiores 2,6.
De 100 niños de hijos de profesionales liberales que iniciaban primaria, 49,9 cursaban enseñanza media y 6,0 estudios superiores.
De 100 niños hijos de directores y gerentes de empresas que iniciaban primaria, 71,9 cursaban enseñanza media y 14,2 a enseñanzas superiores.

En 1960, solamente el 1,7% de la población activa tenía un título superior.

La enseñanza pública tenía muy poco peso en la Enseñanza media. Sólo el 21,5% de los alumnos que estudiaban bachillerato lo hacían en centros públicos. El resto, lo hacía en colegios religiosos o por libre.

Había una gran desigualdad de rentas y oportunidades según las regiones de España. Por ejemplo, Las provincias con más renta: Vizcaya (57.718 pta), Guipúzcoa (55.767 pta) y Madrid (53.261 pta) tenían unas tres veces la renta per cápita de las provincias con menor renta: Cáceres (20.331 pta), Jaén (19.831 pta) y Almería (18.550 pta).

Para completar algunos datos sobre los resultados de las reválidas

El Examen de Estado que había al final del bachillerato de 7 cursos (que se suprimió en 1953 para establecer un bachillerato dividido en dos grados, uno elemental y otro superior) sólo lo aprobaban el 40% y el exámen de ingreso en las Escuelas de Ingenieros el 7%. (Fuente de este último dato; "Historia de la Educación". Atkinson y Maleska)

A continuación puedes ver cómo presentaba el NODO la Reforma Educativa. Ahora mismo parece revolucionaria escuchando a Wert. (Entrada elaborada gracias en gran parte a los datos del blog de Educación en Orcasur)