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martes, 18 de febrero de 2014

El referéndum de Suiza contra la emigración de la UE solo es un síntoma de cómo el proyecto europeo, socialmente devaluado por la crisis y sus estafas, pierde cohesión y base social.

Esto era la granja modelo de la Unión Europea: tres países, Francia, Alemania y Suiza, dos de ellos enemigos históricos y hoy pilares de la UE, y el tercero históricamente neutral y hoy con acuerdos estrechos con Bruselas, conviviendo, sin fronteras y con infraestructuras comunes, alrededor del Rin: el corazón de Europa.

Es el llamado “Eurodistrito del Rin” o “Aglomeración trinacional de Basilea”, con 2,3 millones de habitantes de las tres naciones. A un lado la ciudad suiza, sede de importantes industrias, al otro Saint Louis, villa francesa de la alta Alsacia, y un poco más allá Lörrach, parroquia de Baden-Württemberg, el estado más boyante de la dominante Alemania. Todo en razonable armonía. Y en eso llegó el referéndum suizo.

El día 9 los suizos aprobaron en consulta limitar la emigración europea, renegociando los acuerdos vigentes establecidos en la materia con la UE. El mandato, que habrá que ver cómo se aplica, contempla el establecimiento de unas cuotas de emigración dentro de tres años. La UE, que cada vez más se comporta como un imperio arrogante y autoritario ha recibido una bofetada de la pequeña Suiza. ¡Intolerable!

En la prensa alemana se lee que en el referéndum de Suiza, “ha ganado la estrechez de miras y la cerrazón” y ha perdido, “la tolerancia y la justicia”. La canciller Merkel ve “importantes problemas”. En Bruselas se enfadan, congelan acuerdos y amenazan con represalias.

Nadie parece ser consciente del espejo que ese referéndum, en el que indudablemente la derecha suiza ha capitalizado un resentimiento nacional hacia ciertos deterioros, ofrece a toda Europa y en primer lugar a Alemania.

Desayuno
Desayuno en Saint Louis, 20.000 habitantes y una calle sin gracia que acaba en la frontera. Bajo las banderas de Francia y Suiza un edificio de aduanas abandonado desde 2008 y con las ventanas polvorientas. Edouard Dombó es uno entre las decenas de miles de franceses que atraviesan diariamente esta frontera para trabajar en Basilea. Treinta años en “Swiss Metall”, una empresa metalúrgica que fabrica piezas para relojes. La empresa la han comprado los chinos que se van deshaciendo poco a poco de la plantilla. “Alguno de mis compañeros se ha suicidado”, dice. Ya sesentón, él se ha podido jubilar. El referéndum del domingo va a cambiar aún más el ambiente hostil hacia los “frontaliers” (en alemán “Grenzgänger”, en italiano “frontalieri”) los que atraviesan cada día la frontera para trabajar en Basilea, explica. “Mi hijo, que nació en Suiza se ha encontrado con que esta semana le han puesto problemas para obtener el pasaporte suizo, le han dicho que hay que esperar a ver qué pasa”. “Todo esto no anuncia nada bueno para Europa”, dice Dombó, nacido en Martinica y votante de François Hollande. ¿Decepcionado?, “claro, pero, ¿qué se podía esperar de Hollande? Todo esto supera a los políticos. Tampoco Obama ha podido cambiar nada en Estados Unidos”, dice. “El euro lo desordena todo, esto no hay quien lo arregle”, concluye encogiéndose de hombros...
Fuente y leer más, en Rafael Poch. http://blogs.lavanguardia.com/berlin/?p=550