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viernes, 26 de noviembre de 2010

Incorregibles: mayor privatización, menos Estado…

Pero cuando, por exceso de codicia y falta de regulación, llegan momentos de zozobra -como en noviembre de 2008- es el Estado el que, con fondos públicos, debe correr a socorrerles… para que, luego, ya “revividos” acosen a los empobrecidos “rescatadores”, reduciendo la política a los designios del mercado.

El “mercado” -los catalanes sabemos algo de esto- no existe. Existen los mercaderes, buenos, regulares y malos. A los buenos hay que ayudarles, a los regulares hay que facilitarles que mejoren y a los malos, cuando concurren maniobras indebidas y transgresiones, hay que juzgarlos severamente.

 Admiro a los empresarios y he repetido, como científico, que es preciso “aprender a emprender”, ya que el conocimiento debe ser aplicado para el progreso y el bienestar.

Pero considero, al mismo tiempo, que los servicios públicos deben tener siempre el 51% como mínimo asegurado por el Estado (agua, sanidad, educación…).

Han hecho pasar progresivamente los buenos negocios a manos privadas (lo que significa, en muchos casos, a multinacionales), mientras que los malos negocios no apetecidos por el “mercado” siguen perteneciendo al Estado hasta que, eventualmente, se convierten en buenos negocios (como ha sucedido, por ejemplo, con RENFE).

Lo mismo ocurre con los servicios sanitarios y educativos, que sólo deberían ser lucrativos de forma muy limitada y bien regulada. De hecho, en su mayor parte, por fortuna, la seguridad social y la atención médica son gratuitas (aunque sería bueno que los beneficiarios supieran lo que representan las prestaciones que reciben). Y lo mismo sucede con la educación, pilar esencial del mundo distinto que anhelamos (también sería bueno que los padres y, más tarde en la Educación Superior los estudiantes, conocieran el importe de los servicios educativos).

En resumen: los ciudadanos deben ser conscientes de la realidad que viven, deben comparar libremente y tener su propio criterio, para así ser capaces de juzgar de forma apropiada, incluso en medio de la algarabía que los circunda y distrae… y los cantos de sirena.

Cantos que, en poco tiempo, como ha sucedido en el Reino Unido se traduce en matrículas muchos más costosas, por ejemplo. Los “globalizadores” deberían reconocer sus errores y ante una actitud ciudadana muy severa con ellos, por las múltiples crisis a las que nos han conducido, rectificar.

Pero no lo hacen. No lo harán. Son incorregibles.

La Fuerza de la Palabra. Federico Mayor Zaragoza - Comité de Apoyo de Attac España.