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martes, 24 de agosto de 2021

_- «Quiero expandir la bendición de la esclavitud al mundo»


_- No era solo arrogancia la característica del nuevo imperio sino también un profundo fanatismo racial y religioso. Hazlehurst, Mississippi. 11 de setiembre de 1858 – El senador y exgobernador de Mississippi, Albert Gallatin Brown, en un aplaudido discurso proclama: “Quiero poner un pie en América Central, por las razones ya repetidas varias veces. Quiero Cuba, y todos saben que, antes o después, será nuestra. Si la comegusanos de España la cede por un precio razonable, mejor. Si no, igual la tomaremos. Quiero Tamaulipas, Potosí, y uno o dos estados más de México… Y los quiero por la misma razón: para que la esclavitud se expanda por todo el continente… Sí, quiero todos esos países para que podamos expandir la esclavitud. Quiero expandir la bendición de la esclavitud a todos los rincones del mundo, como expandimos la religión del Señor… No quisiera imponerles nada, sino convencerlos, como convencemos a los demás de las bendiciones de los Evangelios. Claro que sé que es una tierra de rebeldes y que no van a aceptar ni a recibir nuestra bendición tan fácilmente…”

Mientras los estados del Sur continúan expandiendo el sistema eslavista, en mayo la revista United States Democratic Review de Nueva York, en su artículo “El destino de México”, asegura que: “Muchos países nos acusan de insistir demasiado sobre eso del Destino manifiesto. En esto tienen razón. Nosotros sentimos la mano de Dios sobre nosotros… México comenzó su historia con todo a su favor, excepto una: su gente no era blanca, no eran caucásicos… Tenían una mala mezcla de sangre española, indígena y negra. Gente de este tipo no sabe cómo ser libre y nunca lo sabrá hasta que sea educada por la Democracia americana, por la cual el amo gobernará sobre ellos hasta que un día ellos aprendan cómo gobernarse solos… México no se puede gobernar a sí mismo. Pero ha llegado el tiempo por el cual la Providencia nos obliga a tomar posesión de ese país… No vamos a tomar México por nuestro propio interés, lo cual sería una broma imposible de creer. No, vamos a tomar México por su propio beneficio, para ayudar a los ocho millones de pobres mexicanos que sufren por el despotismo, la anarquía y la barbarie”.

El presidente, los senadores y los empresarios saben que Estados Unidos necesita acortar los seis meses de transito que necesita un barco para ir de la costa este a la costa oeste por el estrecho de Magallanes. Por Nicaragua o por Panamá podrían hacerlo en menos de un mes. Pero Inglaterra tiene necesidades similares y amenaza con establecerse en América Central. El senador Albert Brown de Mississippi considera esta presencia inaceptable: “Si queremos América Central, la forma más barata y rápida es ir y tomarla, y si Francia o Inglaterra interfieren, le leeremos la doctrina Monroe y punto”.

No sólo la necesidad de ser ofendidos para luego reclamar un castigo por las ofensas recibidas ha sido un arma psicológica, política y prebélica del nuevo país, del nuevo imperio anglosajón, sino también de Gran Bretaña. Ante la arrogancia de Estados Unidos sobre su derecho a decidir el destino de las Américas, su ministro de Relaciones Exteriores, Lord Clarendon, cuatro años atrás había dicho que los estadounidenses eran “una nación de piratas”. La historia sería divertida si no fuese trágica. El primer ministro Palmerston, había estado de acuerdo y se había burlado con acento de inglés americano de la pretensión de ser “la nación más grande del mundo”. En un memorándum del 10 de setiembre de 1854, Lord Clarendon había observado que “no habrá ni un solo país que algún día no sea expuesto a la arrogancia de Estados Unidos… y un día volverá a todas las naciones del mundo contra ellos”.

Pero no era solo arrogancia lo que había definido al nuevo imperio sino un profundo fanatismo racial y religioso que lo llevará, como a cualquier pueblo fanático, a lograr grandes cosas mientras, por ser el ganador, será representado por propios y ajenos no como resultado del fanatismo sino del sentido común y pragmático de una raza, primero, y de una cultura superior, después. El representante de Missouri, Thomas L. Anderson, en 1859 se había sumado al debate expansionista sobre el Caribe y América Central. Como la mayoría, no quería ni imaginar la posibilidad de mezclar la superior raza anglosajona con la de idiotas negros y mestizos del sur, pero aun así persistía la necesidad de controlar el área por razones geopolíticas y de tránsito comercial entre el Atlántico y el Pacifico. Aunque más improbable que en el caso de los territorios arrancados a México, todavía quedaba la posibilidad de que “ola tras ola de inmigrantes” mejoren América Central hasta que “sus supersticiones, su ignorancia y su anarquía sea reemplazada por la paz, el conocimiento, el cristianismo y por nuestras instituciones nacidas en el Cielo”.

Del libro La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América latina. https://www.youtube.com/watch?v=ujyQmseHva0

Imagen de portada: Ilustración del libro The Negro in American History, publicado en 1914, escrito por John W. Cromwell, que describe la brutalidad del tráfico de esclavos. Fuente: Library of Congress


https://rebelion.org/quiero-expandir-la-bendicion-de-la-esclavitud-al-mundo/

lunes, 12 de marzo de 2018

_- Plegarias. Los seguidores de Buda y de Confucio son capaces de compaginar la armonía del nirvana con las leyes del capitalismo más salvaje.

_- El Kaláshnikov se ha convertido en un instrumento de oración. Con cada proyectil escupe también una plegaria. Rezar y disparar. Nunca como hoy han estado tan unidos el bien y el mal, el progreso y el regreso de la humanidad en una confusa amalgama de religión, ciencia y fanatismo. Miles de millones de habitantes del planeta profesan la nueva fe en la energía nuclear sin dejar de creer en sus antiguos dioses. En el billete de dólar con el que se compran y se venden todas las almas se halla escrita esta súplica: ¡en Dios confiamos! En el inconsciente colectivo de Estados Unidos están interiorizados, como iconos de la patria, el rifle Winchester y el Colt 45; de hecho las matanzas en los centros escolares constituyen una forma de costumbrismo. Los profesores en los colegios, según Donald Trump, deberían impartir lecciones de ética con un revólver en la mano.

Los yihadistas dominan las redes sociales más sofisticadas, pero gritan ¡Alá es grande! antes de ametrallar a los enemigos. Los judíos de Israel imploran protección a Yavhé en el Muro de las Lamentaciones, aunque sin duda fían más su seguridad a la posesión de la bomba atómica. Los seguidores de Buda y de Confucio son capaces de compaginar la armonía del nirvana con las leyes del capitalismo más salvaje. Los animistas africanos asesinan a sus congéneres de otras etnias y luego por su smartphone se enteran del resultado de la razia. Los millones de neuronas de nuestro sistema digestivo se encargan de provocarnos náuseas y vómitos cuando un alimento indigesto penetra en el estómago; en cambio, las neuronas del cerebro admiten sin rechazo alguno toda clase de basura. Lo cuecen todo en una confusa unidad, el bien y el mal, la fe, la ciencia y el fanatismo, de modo que hoy matar puede ser lo mismo que rezar. Se aprieta el gatillo y salen convertidas en plomo las plegarias.

https://elpais.com/elpais/2018/02/23/opinion/1519392013_671876.html