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lunes, 11 de junio de 2018

Haciendo lobby: así funcionan los grupos de presión en España. Lobbies españoles explican su actividad y cómo influencian al poder político. Expertos y exaltos cargos públicos piden mayor transparencia. Una docena de grupos aglutinan el mayor poder de presión.

Hasta hace poco, a los políticos españoles, no les interesaban los videojuegos. El sector no figuraba en sus agendas ni acudían a eventos o actos relacionados con videoconsolas. “Lo asociaban a algo de niños, no tenían información ni conocimiento”, explica José María Moreno, director general de la Asociación Española de Videojuegos (AEVI). Ignoraban, en consecuencia, que la de los videojuegos es una industria que factura más dinero que el cine y la música juntas y que da empleo a 8.000 personas en España. ¿Cómo hacérselo saber? ¿Cómo conseguir la atención y el apoyo de la Administración? Haciendo lobby, claro.

AEVI, con el asesoramiento de la consultora Llorente y Cuenca, arrancó una estrategia de información, contactos, reuniones y comunicación que culminaron hace unos días con un encuentro entre el propio José María Moreno y el ministro de Energía y Turismo, Álvaro Nadal. El sector logró, además, entrar en el Plan 2020 de Cultura, formar una Mesa Interministerial, figurar en los programas electorales de todos los partidos, contar en sus ferias y congresos con la presencia de altos cargos políticos y acudir al Parlament catalán y la Asamblea de Madrid.

El lobby sigue en marcha: ya se estudia cómo rebajar la presión fiscal sobre el sector y hay un plan de impulso por parte del Gobierno para alzar a la industria del videojuego al nivel de sus vecinos europeos. Del desconocimiento al poder.

Al ritmo del lobby
La palabra lobby, en España, genera una primera reacción de rechazo. Persiste la idea de algo turbio, ilícito. “Cuando se habla de lobby se tiende a asociar a algo oscuro, por la literatura que hay sobre este asunto. Pero en realidad se trata de colectivos que defienden sus intereses e intentan influenciar en la toma de decisiones. Grupos de empresas, de industrias, pero también ecologistas, cazadores, amas de casa… Las personas se organizan y tratan de lograr sus objetivos”. Lo explica un lobby. En concreto, un portavoz del gabinete de comunicación de UNESA, la Asociación Española de la Industria Eléctrica, uno de los grupos de influencia con mayor poder en España.




Lo que entendemos como lobby es una asociación o grupo que aúna a diversas empresas u organizaciones de un mismo sector. Esta unión hace la fuerza. Y la fuerza, hoy en día, tiene que ver con la capacidad de influir en las administraciones para que las leyes, normas o regulaciones beneficien al sector en cuestión.

Para lograrlo, los lobbies necesitan convencer al político de turno y a la opinión pública de que su beneficio coincide con el beneficio del conjunto de la economía y sociedad española. Aunque no siempre sea estrictamente verdad.

“Los lobbies intentan diluir regulaciones. Que las leyes sean más abiertas, más permisivas o más interpretables. Que no haya sanciones con respecto a algunas cosas”, explica Cristóbal Herrera, director de Lobby de Llorente y Cuenca.

Javier Rojo, exdiputado, exministro y expresidente del Senado, representa el otro lado de la negociación. “Los lobbies están por todas partes. Ellos suelen negar que son lobbies, pero están siempre en el entorno de las Administraciones y el poder. Muchas de las cosas que han pasado en nuestro país son consecuencia de la influencia, del lobby”.

Manuel Villoria, catedrático de Ciencia Política por la Universidad Rey Juan Carlos y fundador de Transparencia Internacional España va más allá: “La toma de decisiones políticas en nuestro país está absolutamente influenciada por los grandes grupos económicos, por los lobbies. Los lobbies marcan la agenda económica en España en gran medida”.

La vacuna de la varicela sirve como ejemplo reciente. El informe ‘Una evaluación del lobby en España’ explica que el Sistema Nacional de Salud decidió incorporar la vacuna en su calendario oficial para aplicarla en los adolescentes que no hubiesen padecido la enfermedad en la infancia. La vacuna fue aprobada por la Agencia Europea del Medicamento para niños y adultos, pero su uso en España está sujeto a la ficha técnica de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) que indica que se aplicará según las recomendaciones de las autoridades sanitarias. La empresa productora no compartió la decisión de las autoridades sanitarias y se puso en marcha para lograr la mayor venta posible en farmacias y la promoción de su aplicación a niños pequeños. El resultado: la empresa consiguió un éxito de ventas. Mientras en Francia con 820.000 nacidos por año se utilizan 58.000 dosis y en Reino Unido con 805.000 nacidos, 17.000 dosis, en España, con 405.000 nacidos, se utilizan 360.000 dosis al año.

Falta de regulación y de transparencia
Uno de los factores que más desconfianza generan es que ni los lobbies ni su actividad están regulados en España. Sí lo están en lo que a la UE se refiere. También en Reino Unido y Estados Unidos. En estos casos las agendas de los políticos son públicas y accesibles: deben dar cuenta de con quién, cuándo y cuánto tiempo se han reunido.

“En Estados Unidos está regulado hasta el coste de una comida que un congresista puede emplear en una reunión, los regalos, el tiempo de la reunión…”, explica Antonio Camuñas presidente de Global Strategies.

“En España no nos enteramos de qué reuniones tiene un diputado. No hay registro de reuniones. No estamos haciendo nada anormal, pero si no hay transparencia, la gente duda. Sería bueno que hubiese un registro único”, explica el lobista Cristóbal Herrera. “Creo que entre nuestros políticos hay un miedo a que se publiquen las agendas y se haga un uso electoralista de sus reuniones”, añade. Ocurrió en 2014 cuando Arias Cañete fue investido comisario de Cambio Climático y Energía de la UE. Su agenda reveló muchas más reuniones con empresas que con ONG, algo que generó incomprensión y críticas.

En nuestro país hay un registro de lobbies enmarcado en Comisión Nacional de Mercados y Competencia (CNMC), pero es voluntario. “Se apunta quien quiere. Hay unos 450, pero tenemos más lobbies en España. Solo hay que ver quién compone la CEOE”, dice Manuel Villoria.

Existen, además, dos iniciativas para regular la actividad. Una es la Reforma del Reglamento del Congreso, impulsada por el PP y la otra la Ley Ómnibus contra la corrupción de Ciudadanos. “¿Pero por qué las actividades de lobby tienen que ser controladas mediante una ley anticorrupción? ¿Qué imagen nos deja esto?”, se pregunta Cristóbal Herrera. Ambas, en cualquier caso, están paradas.

¿Quiénes son?
AEB (banca), ANFAC (automoción), UNESA (compañías eléctricas), Sedigas (sector del gas) o FEHR (hostelería) son algunos de los lobbies más influyentes y poderosos de España. Junto a ellos están los lobbies internacionales que tienen intereses en nuestro país, como puede ser Amazon, Facebook, Cabify o Airbnb.

Estos grandes grupos tratan de hacer ver que su beneficio es el beneficio de todos. “Lo hacen con estrategias y sutileza”, explica Manuel Villoria, de Transparencia Internacional. “Se financian estudios o investigaciones, se dan subvenciones, se celebran congresos…”. Adelta, la Asociación Española del Tabaco, organiza un premio periodístico dotado con 10.000 euros cuya convocatoria -rezan textualmente las bases- “tiene por objeto premiar a aquellos profesionales del periodismo que, a juicio del jurado, destaquen en dar a conocer la importancia del sector del tabaco para la economía española”.

Pero la imagen es solo una de las batallas. La decisiva tiene lugar en los pasillos y despachos de las administraciones. Lo que los lobbies necesitan son reuniones y encuentros con políticos que tomen decisiones para tratar de influenciarles.

“Se necesita elaborar rigurosamente la documentación que demuestre que los intereses del sector coinciden con intereses más amplios para la economía o la sociedad. Que suponen un beneficio común”, explica Cristóbal Herrera. Para ello, muchos sectores acuden a mediadores lobísticos, consultaras de comunicación o diplomáticos corporativos.

“Una asociación o lobby nos llama para contactar con un político”, explica Cristóbal Herrera, de la consultora Llorente y Cuenca. “Yo soy un traductor. Yo traduzco el ‘si se aprueba esa ley yo pierdo estos millones’ a ‘si se aprueba esta ley tenemos un problema de interés general’. Siempre respaldado por datos y un estudio serio y honesto”.

“Nosotros sabemos con quién hay que hablar, en qué momento, en qué orden, quién toma las decisiones y ayudamos a acceder a estas personas. Creamos los puentes hacia la Administración y logramos que se cambien las cosas”, añade Cristóbal.

Desde UNESA completan: “La administración en España no es discrecional, tienes que hacer valer tus argumentos. Explicar las consecuencias, los porqués, etcétera”.

Javier Rojo, exministro, protagonizó decenas de reuniones con lobbies. “He recibido presiones de muchos sectores. Todo es muy sutil, nadie llega avasallando. Tratan de convencerte, de hacerte ver que es bueno para la sociedad. También te comentan qué enmiendas habría que introducir o modificar. Pero el ciudadano no es consciente de nada de esto”.

Malas prácticas
Insiste Javier Rojo en que detrás de la actividad del lobby en España no hay nada que huela mal. “Hay transparencia casi al cien por cien”, afirma. Desde UNESA, el lobby de la electricidad, coinciden: “España tiene uno de los índices de transparencia más elevados del mundo. Hoy en día no hay campaña de influencia que no se haga con luz y taquígrafos. Cada vez más en un debate público. Hay más literatura y mística de lo que en realidad es. Tal vez antes sería así, pero hace años que España y la UE no funcionan como las películas”.

Manuel Villoria, de Transparencia Internacional, se muestra algo más cauto: “Aunque cada vez menos, todavía existen prácticas poco lícitas o ilegales: intercambio de favores, compensaciones y hasta sobornos indirectos, sutiles y puertas giratorias”, explica.

También Cristóbal Herrera admite que hay margen de mejora: “Hay sectores que presionan casi hasta la amenaza. O directamente amenazan con cerrar fábricas. Eso todavía existe. De todas formas, el escenario ha cambiado mucho. La política y la sociedad española han madurado mucho”. Y Manuel añade: “hace no muchos años una llamada de ANFAC implicaba cambios inmediatos. Ahora no es así”.

No solo se trata de transparencia. Los canales de comunicación y la visibilidad hoy en día son accesibles a casi todos. De esta forma, los grandes lobbies siempre tienen su contrapeso. “¿Quién tiene más acceso a la Administración?”, se preguntan en UNESA. “¿Las camareras de piso o la Asociación Hotelera de España? Cabría pensar que los hoteles, sin embargo, el otro día Rajoy se reunió con las camareras. Esto hace 25 años era impensable. Del mismo modo, las plataformas por las hipotecas les han ganado a los bancos. La transparencia y las tecnologías de hoy hacen que los políticos no puedan dar la espalda a los colectivos, aunque a priori no sean poderosos”.

Queda, sin embargo, camino por recorrer. A la necesidad de un registro y una regulación de la actividad, se añade la demanda por una mayor transparencia en las Fundaciones de los partidos, lobbies en sí mismos sobre los que sobrevuela la sombra de financiaciones a campañas electorales. Todavía, pese a los avances, la palabra lobby hace levantar una ceja a la mayoría de los españoles.

https://politica.elpais.com/politica/2018/04/13/actualidad/1523634104_960623.html